09. ¡HEY, CAPITÁN!
— ¿Y Denki?
— Se fue a lloriquear a mi habitación.
Hizashi rió ante eso.
— Sabes que no tenían que comer con nosotros si no querían, podrían haber comido en tu habitación.
— Eso no hubiera sido divertido.
— Dios, cada día me asusta más el parecido que tienes con tu padre. —Aizawa al otro lado de la cocina bufo divertido.
Después de la comida -que no fue tan desastrosa como pensó- Shinso había recordado que sus padres debían de firmar algunos permisos para el colegio por lo cual le dijo a Denki que podía subir a su habitación mientras él se encargaba de los asuntos escolares.
— Estoy seguro de que tu, Shou, también me hubieras obligado a comer con tus padres.
— No lo niego. —confesó el hombre encogiéndose de hombros con una sonrisa pequeña en los labios—. Esto está listo ¿ya firmaste 'Zashi?
— Si, solo faltabas tú.
Aizawa le extendió los papeles a su hijo y este le agradeció.
— Tu padre y yo estaremos resolviendo algunos asuntos del colegio, si nos necesitan llámenos; y no estén mucho tiempo afuera, el clima no es muy bueno hoy.
— Entendido.
— ¡Y mantengan la puerta abierta! —bromeó Hizashi recibiendo una mala mirada de parte de su esposo.
— ¿Eh?
— Ignora a tu padre, ve con Kaminari.
Hitoshi sin entender realmente lo que quiso decir su tutor subió hasta la segunda planta con rumbo a su habitación, encontrándose al rubio menor en su cama con la cara oculta entre las almohadas.
— ¿Qué haces?
— Intentó ahogarme.
— Creo que así no funciona.
— Entonces ayúdame. —se incorporó en la cama y le extendió una almohada. Shinso rodó los ojos.
— No fue tan malo.
— ¡Que fácil es para ti decirlo!
Hitoshi dejó los papeles firmados en el escritorio, tomó una pelota de espuma pequeña del tamaño de un puño y la arrojó al rostro del chico quien únicamente pudo parpadear después de que el objeto lo golpeara directo en la cara.
— ¡Eso fue cruel!
— Tu negatividad comienza a marearme.
— ¡No tenías que golpearme!
— No hay muchas formas de callarte, además, no fue un golpe.
— ¡La pelota golpeó mi rostro! Eso es básicamente un golpe.
— ¿Y que harás?
Denki no contestó, se mantuvo callado examinándolo con la mirada, preguntándole de manera silenciosa si hablaba en serio.
— Oh, Dios; no me digas que todo este tiempo has sido uno de esos acosadores escolares que le roba sus almuerzos a otros y los hacen llorar.
— ¿Que? ¡Por supuesto que no!
— Desapruebo por completo ese tipo de comportamiento, Shinso Hitoshi, por lo cual, si tú eres una de esas personas deberé-
— Yo no hago ese tipo de cosas; créeme cuando te digo que después de sufrir acoso escolar durante toda mi infancia, convertirme en ese tipo de persona sería lo último que quisiera.
Aunque el mayor lo dijo con voz tranquila mientras se giraba al escritorio para guardar los papeles antes colocados ahí, Kaminari pudo distinguir una pizca de dolor en su voz.
Sabía que esos sucesos solían dejar pequeñas heridas en las victimas, que por más que pasara el tiempo muchas seguía negándose a cerrar, y al parecer Hitoshi aún tenía unas cuantas que aún ardían.
Recorrió la pelota y se la arrojó al rostro.
— ¿Qu-?
— Cuéntame.
— ¿Eh?
— De tu infancia, creo que nunca hemos hablado de eso... bueno, pensándolo bien nunca hemos hablado de muchas cosas.
— No hay nada que contar, nos conocemos desde los siete años, lo sabes todo.
— Quiero saber lo que pasaba en tu vida antes de esos conocernos.
— Bueno, vivía en otra casa y mi cabeza de nabo aún tenía cabeza. —aseguró, señalando hacia una repisa donde se mantenía el muñeco aún con cinta adhesiva uniendo la parte superior con el resto del cuerpo.
Denki se sonrojó al recordar que había conocido a Hitoshi después de romper su ventana y su juguete favorito con su patín izquierdo de pokemon.
Un mal comienzo, si, pero una buena entrada dramática.
— ¿Y como era tu casa? —volvió a preguntar, negándose a rendirse ante las respuestas evasivas del mayor.
— Era un departamento, pequeño pero agradable; era un niño así que tampoco me importaba mucho el espacio.
— ¿Y tu habitación?
— ¿Enserio quieres saber de mi infancia?
— ¡Por supuesto que si! De lo contrario no estaría haciendo pregunta tras pregunta.
Shinso suspiro rendido ante la insistencia del rubio. Se sentó al frente de la cama y Denki no tardó en tomar asiento a su lado, lo suficientemente lejos para no estar encima de él pero demasiado cerca para que sus brazos estuvieran a un par centímetros de distancia.
— Fui adoptado a los dos años, antes de eso solo tengo vagos recuerdos, como las mujeres que nos cuidaban y los otros pocos niños con los que convivía, también recuerdo que cuando iba una pareja en busca de adoptar nos reunían a todos en el patio para que pudieran convivir con nosotros y conocernos; el día en que mis padres fueron por primera vez se fueron sin tomar una decisión, pero en su segunda visita por alguna razón Hizashi se acercó a mi y no me soltó el resto del día, después de eso decidieron que sería yo el elegido y comenzaron con el papeleo de adopción mientras me visitaban seguido para poder crear lazos. —una pequeña sonrisa de nostalgia se plasmó en sus labios ante el recuerdo—. El primer año con una familia nueva fue difícil, era una vida desconocida para un niño que solo quería ver el castillo ambulante y acariciar gatos, así que me tarde un poco en adaptarme; sin embargo, aunque fue un año difícil definitivamente fue mejor que lo siguientes.
Un niño adoptado, callado y con dos padres del mismo sexo es el blanco perfecto para los comentarios groseros y las miradas juzgadoras; los demás niños me evitaban o agredían, sus padres les prohibían jugar conmigo y los profesores fingían no verlo; siempre salía del colegio llorando, con otro juguete roto o un nuevo moretón; jamás logre entender porque la gente le disgustaba que mis padre le hubieran dado la oportunidad de tener una familia a un niño que le negaron el derecho desde un principio, pero al parecer ellos sí lo entendían, así que a los siete años, después de probar y fallar en un sin fin de escuelas nos mudamos aquí. Creo que ya sabes el resto; un niño rubio rompiendo mi ventana y enviándome al hospital cada vez que tenía la oportunidad.
— Lo de la ventana fue un accidente... y también lo del hospital... las dos veces.
Hitoshi sonrió mientras rodaba los ojos.
— Bueno, esa es la historia desconocida de mi vida, por si tanto te interesaba.
— "La historia desconocida de mi vida" lindo titulo para un documental.
— ¿Documental?
— Si, cuando seas un basketbolista famoso las productoras se pelearan por hacer documéntales y películas sobre tu vida. Te pido por favor que dejes que escoja al actor que interprete mi papel.
— Nunca dije que sería un jugador famoso.
— ¿No quiere seguir con el basketball de manera profesional?
— Aún no lo decido. —confesó encogiéndose de hombros. No saber que quería hacer con su futuro era una de las pesadillas que le quitaban recurrentemente el sueño.
— Bueno, el que dijo que debíamos de decidir nuestro futuro a los diecisietes años es un idiota; es mejor empezar tarde que vivir infeliz por una mala decisión. —el rubio sonrió, tan brillante como siempre—. Cuando decidas lo que quieres hacer házmelo saber ¿si? estaré ahí para encargarme de pegar un póster tuyo en mi habitación.
— ¿Y si decido ser contador?
— Serás el primer contador con un póster en la habitación de un adolescente, siéntete orgulloso.
Ambos rieron ante la tonta imagen que se formuló en sus mentes. Hitoshi miró de reojo la ventana, de repente entrenar ya no le parecía tan atractivo como mantenerse ahí conversando con el rubio.
Y al parecer Denki pensaba lo mismo.
Pero a su manera.
— Deberíamos seguir practicando —sugirió.
— Pero me estoy divirtiendo tanto aquí. —el menor hizo un puchero que en la mente de Shinso se vio adorable—. Vamos Toshi, aun no hemos hablado de muchas cosas.
— Lo se, pero... —rasco su nuca y desvió la vista; estaba seguro que si seguía viendo los ojos de cachorro abandonado que Denki estaba usando en su contra terminaría por acceder.
— Toshiiiii.
Suspiro.
— Vamos, Den, tenemos mucho que practicar.
Ignoro el puchero del chico y caminó a la puerta.
Hasta que una voz lo detuvo.
— ¡Hey, capitán!
Se giró, mirando al rubio aún sentado en la cama con una sonrisa en los labios.
— ¿Alguna vez has hecho una pijamada?
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