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Capítulo 36

Historia Original de LYSDijoElRM









GULF

Llegué a casa agitado y frené
para sacar mis llaves. Me
sorprendió escuchar una
fuerte risa desde adentro.

Abrí y entré yendo directo a la sala. Mi mami estaba con papá en el sillón, ambos hablaban animados y reían.

—Papá, ¿qué haces acá? –
miré a mamá con extrañeza.

—Hoy duermes en casa, ¿o
no? –respondió él —Quiero
que vengas antes, así pasamos el rato juntos.

Rasqué mi nuca, cierto, había
olvidado que hoy me quedaba en su casa.

—Pero, hijo, ¿por qué estás tan agitado? –preguntó mi
mami con preocupación en el
rostro.

—No es nada, vine corriendo
porque... Ah, Mew –miré hacia atrás. Él no tardaría en llegar.

—¿Mew qué? –preguntó ella.

—Ah, Mew venía corriendome –aclaré.

—¿Quién es Mew? –mi papá se enderezó en el sillón.

Mami negó —Nadie, Peth –
sonrió. Eso fue raro.

—Gulf, ¿él viene para acá? –ella trataba de decirme algo con la mirada, pero no logré captar qué.

—Sí, él está-

—Hola, permiso.. –Mew entró a la sala algo agitado también, cargando con ambas mochilas. —Buenas tardes hizo una reverencia hacía mis padres.

Mi papá frunció los labios y
asintió —Vaya, pero si es el
hijo de Choi.

—Sí, señor, un gusto.

—No lo es para mí. Tú padre
me desagrada mucho.

—Papá, ¿qué te pasa? –di un
paso hacia él.

—Peth, no empieces, –advirtió mi mami —Es su hijo, pero no tiene nada que ver con las riñas que tengas con su padre.

—¿Qué pasa con mi padre?

Mew dejó mi mochila en el suelo y miró a mi papá con
seriedad.

—¿No sabes que tu padre metió a Sunan Urassaya en
problemas sólo porque le pareció que hizo un mal
trabajo?

—¿Un mal trabajo?

Le dí un suave golpe al brazo

—Sunan es el padre de Yaya.. Él es médico.

Mew frunció el ceño y miró a
mi padre –Disculpe... ¿Qué
fue lo que pasó?

—Choi le hizo un juicio a Sunan por negligencia, pero todos aguí sabemos que no fue verdad. Digo, él es un buen médico. –miró a mami. —Tú sabes que es un buen médico.

—Pues esto no lo hizo bien.

—Ah, eso no lo sabemos.

—¿Por qué no sigue
contandome? –Mew casi exigió. Pude ver cómo apretaba sus puños.

Mi papá parpadeó, parecía estar pensando. Luego, tragó
aire —Oh... No, no. Lo siento
chico. Es verdad, contigo no es la cosa.

—Estás hablando de mi madre.

Peth se levantó —disculpame, no estaba pensando, en verdad.

—Sunan Urassaya ¿diagnóstico mal a mi madre?

—Eso no es cierto –volvió a
defender.

—Basta –mami se levantó —
Es tonto hablar de esto. Tú no
sabes, nadie sabe.

—Bueno, Choi parecía saber. ¿O por qué hizo que le
quitaran la licencia?Eh?

—¿Papá, puedes no hablar más del tema? –tomé el brazo
de Mew —Ven, vámonos.

El tragó aire y se movió para
que lo soltara —Debo ir a
casa. –se dió la vuelta y caminó con rapidez.

Lo seguí hasta afuera.

—Mew, Mew, ¿podrías
esperarme? –pedí, pero él me
ignoró. Entonces corrí hasta
alcanzarlo, volviendo a tomar su brazo —Mew.

Se dió la vuelta. Su rostro
estaba fruncido en enojo y sus ojos brillosos —Si me faltaba una cosa más para terminar de odiar a Yaya... – sonrió sin alegría —Su puto padre ¿fue el doctor de Aye?

—No sabes toda la historia, no te adelantes a los hechos y no te hagas esto.

—¿Y tú la sabes?

—Yo ni siquiera sabía que-

—Entonces dejame ir, y yo lo
voy a averiguar. –miró mi
mano que sostenía su brazo —Sueltame.

—No puedo dejarte ir así.

—Y lo que menos necesito es
que me veas llorar. –bajó su
cabeza.

—Me has visto llorar un par
de veces ya, ¿qué hay de malo? Déjame consolarte también. –jalé lentamente su brazo hacia mí y lo abracé. Él lloró —¿Qué es lo que planeabas hacer? acaricié su espalda y me abrazó.

—Reclamarle a Choi la verdad... Siempre está ocultandome todo.. Él... Él ni siquiera confía en mí para
nada. No cree que pueda
manejar nada... Y está bien si eso quiere pensar, pero no
tiene el derecho de ocultarme cosas de mi madre.. –dijo esto con enojo.

—Si vas así, comenzarán a
discutir y no solucionarán
nada.

Me apartó —Pues deja que yo
me arregle con eso. –fregó sus ojos con furia y se dió la vuelta comenzando a caminar. —Y no me sigas, no soy la estúpida de Yaya para que corras tras de mí.

Auch..

¿Me merecía eso?

Negué.

Está bien, quizás debo darle su espacio a las personas.

Me volví a casa y entré.

¿Cómo no te diste cuenta que hablabas de su madre? Eres tan descerebrado, Peth.

Escuché a mami hablar con
reproche.

—Me di cuenta después. No te vayas a pensar que yo me
la estaba agarrando con él, es
sólo que-

—Te saludó y tú con "no es un gusto". Te fuiste a la mierda.

—Hey. –los interrumpí y ellos
se acomodaron como si nada
pasara.

—Hey, Gulf. ¿Listo para ir a casa conmigo?

—La verdad, es que estoy algo molesto.

—Oh, vamos. No fue mi intención hacer sentir a tu
amigo así. Perdoname.

Asentí —Bueno... ¿Por qué el señor Choi creyó que fue negligencia? ¿Lo fue, mamá?

—Esa pregunta provocó que Amp y yo nos distanciaramos
un poco... –dijo con media
sonrisa.

—Porque decidiste creerle a un hombre herido y claramente no en sus cinco
sentidos, pero no al esposo de
tu amiga –dijo él, de modo infantil.

—¿Mami?

—Hay que admitir que Sun no se tomó en serio los síntomas que la señora esa advirtió que tenía.

—Dios, eso es lo que dice Choi. Sun obviamente hizo lo que le pareció más necesario.

Ella inclinó su cabeza, de
forma escéptica —La llamó
histérica.

—Estaba pasando por un mal
momento en su matrimonio,
ella obviamente lucía histérica.

—Estás usando las misma
tonterías que usó el abogado
de Sunan –dijo con gracia.

No entendía nada.

—¿Por favor, entonces qué?
¿Atribuyó los síntomas de Aye a algo mental?

—Exactamente.

—Pero no fue su intención. –mi padre defendía a Urassaya a pesar de todo.

No quiero pensar que me ví
igual de idiota haciendo lo
mismo por mi propia Urassaya.

—Peth, pongámonos serios,
porque estamos hablando de la vida de una persona
–mami se cruzó de brazos —Si Sunan diagnosticaba antes
a esa mujer-

—No quiero oírlo, ¿okey? –
papá negó y llevó su mirada
arriba.

—Es porque tú lo sabes, pero no vas a admitir que tu mejor amigo es un asesino accidental.

—Esa palabra, Del, por Dios.

—El padre de Yaya ¿asesinó a la madre de Mew?

—No le digan asesino, no fue
asesinato –dijo él.

—Yo sólo digo que si la hubiera tomado en serio, la mujer quizás obtenía tratamiento a tiempo.

—No se sabe lo que podría
haber pasado, por eso digo
que fue un juicio estúpido y
malintencionado. Le quitaron la licencia a un hombre que estudió años para eso.

—Y aún así, fue tan inconsciente que mató a una
mujer. —mamá se acercó a él —Asesinato, Peth. Revocar su licencia fue la mejor de sus
opciones, –dió por terminada
la conversación y subió las escaleras.

Papá hizo una mueca —
Mujeres, ¿eh? ¿Quién las entiende? –quiso bromear.

Negué —Supongo que ese
pensamiento fue el que llevó a tu amigo a ignorar los dolores de Aye.

—No quiero hablar de eso –
sacudió sus manos —
Pasemos de tema, ¿eh? Vayamos a casa.

Suspiré poco convencido —
Buscaré ropa. Ahora bajo.

Subí las escaleras.

La verdad es que ya no tenía
ganas de verle la cara por hoy, pero en cierto punto, supongo que lo entiendo.

MIKE

—¿Por qué Mew no me atiende? –bufé —Lo llamaré
más tarde –lo guardé.

—"Para eso son los amigos"
–imitó Yaya con burla —Sí,
también tengo amigos que no
atienden el teléfono cuando los llamo. Te entiendo.

—Ja-ja. Seguro está ocupado.
Oye, ¿te puedo hacer una
pregunta?

—Ya preguntaste una~

—Uy, qué chistosa. Te hago
otra.

—Bueno.

—¿De dónde conoces a Drake?

—¿Por qué pensé que el metiche de Mike D'Angelo no me preguntaría exactamente eso?

—¿Por qué pensé que la soberbia de Yaya Urassaya no me contestaría con ironía?

Se rió —Drake es un amigo de un amigo –se alzó de hombros —Sorpresa, tengo
amigos.

Abulté mi labio —¿Y por qué
nunca te ví con ellos? Siempre con Gulf.

—Gulf es... era amigo de día. Ellos son amigos de noche.

—¿De noche?

—Te iba a preguntar por qué
tan interesado en mi vida, pero recordé: chusma~

—Sólo quería hacer conversació-ón

—Se puede caminar en
silencio tambie-én.

No aguanté la risa y ella rió
con la boca cerrada después
de mí.

Entonces, caminamos en
silencio, hasta que paramos
frente a una casa bastante
linda. No era tan grande como la de Mew. pero se la veía espaciosa.

—Ven, vamos. –se adelantó,
volviendo a pasar sus manos
por su falda.

Qué manía fastidiosa.

Abrió la puerta y entramos.

—Hola, llegué. –anunció su
llegada bastante bajo.

Me hizo señal con su mano, y por un momento, sentí que
nos estábamos escabullendo,
como cuando voy a la casa de
Mew.

—Yaya.

Se escuchó potente el eco y
choqué contra su espalda
cuando frenó de golpe.

Directamente caminó por el
pasillo y la seguí hasta la sala.

Una mujer, sumamente
hermosa debo decir, estaba
sentada ahí, leyendo una
revista.

—Saluda correctamente dijo cerrando la revista y dejándola frente a la mesita.

—Sí, perdón. Hola mamá.

Um, la mamá. Parecía la
hermana.

Se acercó a nosotros —¿Por
qué te escabullías como rata?
Espero que este joven no tenga nada que ver.

¿Yo? Señora, ¿qué dice?

—No es lo que piensas, tenemos que hacer un trabajo. Y no me escabullía, sólo no quería molestar.

—O llamar mi atención.

—Mamá..

—¿Por qué te sujetaste el pelo así?

Yaya me miró y se movió un
poco incomoda —Estaba algo despeinada y no lleve un
peine. Se me pasó de largo.

—No es excusa. ¿Te has visto
cómo te lo ataste? Faltaron
mechones de cabello. No me
digas que estuviste así por
toda la calle. –negó, llevando
su mano al broche de Yaya,
para retirarlo sin ningún cuidado.

—!Auch! ¡Mamá, me arrancas
los pelos! –sobó su cabeza. Su
pelo desmoronandose sobre
sus hombros.

¿Dónde me tenía que meter yo ahora?

Me sentía incómodo.

—Parece que ni te importa.
Por lo menos te lo ataste con
un broche y no con una colita. Eso me alegra, aprendes de vez en cuando. – le devolvió el broche. —Ve a arreglarte, y después podrás hacer lo que viniste a hacer.

—Bien... –dijo con molestia. —¿Puedo llevarlo a mi habitación antes?

—Sí, adelante. No hagan mucho ruido, voy a dormir, –se dirigió a las escaleras y
subió.

Yaya movió su pie contra el suelo de una manera
constante. Retiró los cabellos
de su cara hacia atrás —En
cuanto ella suba, subimos.

Eso lo dijo más tranquila,
aunque su cuerpo no lo
demostrara, obviamente
estaba nerviosa. Pero muy
para mi pesar... Ella parecía
acostumbrada.

Discúlpenme, pero yo la hubiera mandado a chuparme el pie en cuanto criticara mi peinado.

—Listo. Ven me invitó a
subir.

Eran unas escaleras en caracol. Muy visuales, pero
demasiado largas al pedo. Mis pobres piernas no daban más.

—Pasa, y sí, puedes tirarte en
la cama. –cerró.

—¡Ay, gracias! –dejé caer mi mochila, y me lancé al colchón, rebotando suavemente. —Waw, es
fantástico esto.

—Sí, es un buen colchón. Hice algunos apuntes sobre la idea que tengo. Están en el
cuadernillo rojo, leelos, así adelantamos un poco –dejó su mochila en el suelo cerca de la cama. —Voy al baño a
arreglarme.

Me senté —¿A arreglar qué?

Señaló su cabello —Este
desastre.

—Sólo pasate las manos y ya,
estás en tu casa, luce como
quieras.

Sopló una risa —Generalmente los problemas
acaban cuando me paso el
peine.

—Ah, decía eso cuando tenía
piojos y me pasaba el peine
fino.

—Dios, D'Angelo, qué asco.

—¿Qué? Todos tuvimos piojos, ningun niño se salva.

—Lo sé, pero no me lo hagas
recordar. Me la pasaba muy
mal si traía un solo piojo a la
casa –dijo con gracia, y se
retiró al baño.

Pero viendo cómo actuaba su
madre, no me dió gracia para
nada.

No me sorprendería que haya intentado incluso prenderle fuego la cabeza con tal de tenerla lejos de los piojos.

Aunque mi mamá me dejó
pelón, pero bueno.

Tomé su mochila y saqué todas sus carpetas, de un
sacudón. Me dí un facepalm
mental, no era la mía, no podía sacar las cosas de igual
modo. Si ella se enteraba, me mataba.

Dejé el cuadernillo rojo sobre
la cama y guardé las demás
cosas, pero un sobre cayó.

La tomé.

"Para Yaya, de parte de tu
querido Nadech"

Ay, esto estaba mal, alimentaba mi alma de vieja
chismosa, pero estaba mal.

No lo pensé mucho. No tenía
tiempo.

Arrugué la carta y la metí
rápido dentro de mi bolsillo
trasero, comenzando a guardar sus otros cuadernillos.

Ella salió del baño, ya peinada.

Aún habían algunas cosas en
su cama.

Negó con una sonrisa —¿Por
qué eres tan desordenado, D'Angelo? –se acercó y guardó con cuidado lo que faltaba.

—Dije carpeta roja –la tomó,
dandome un suave golpe con
ella.

—Perdón, estoy acostumbrado a tirar así mis cosas.

—Los hombres son un
desorden por completo, ¿eh?
–dijo sentándose en su
escritorio y encendiendo su
computadora.

—Las chicas también pueden
serlo.

—Pero es poco común. –me miró —Por eso es que me gustan más los chicos.
Supongo que el desorden me
atrae mucho.

Asentí y se dio la vuelta hacia
la pantalla.

¿Será este Nadech un
desorden?...

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