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46

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A la hora libre

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En cuanto Hanni se perdió de vista, Danielle y Haerin intercambiaron miradas.

—¿Prefieres que me vaya? —cuestionó Haerin, sus ojos reflejando esa tristeza familiar—. Para que no nos vean juntas digo...

Marsh la interrumpió bruscamente, alejándose.

La menor se quedó desconcertada.

—Ven por aquí —Dani volvió a aparecer, jalándola del brazo y haciéndolas correr por la parte trasera del colegio.

Fue a revisar si habían personas por esa zona, y cuando confirmó que nadie las vería, inició con su plan.

—¡Dani, ¿qué haces?! —preguntó sin dejar de correr. La australiana rió y Kang, contagiándose, también lo hizo, por más que no entendiera qué estaba pasando.

Bajaron por unas escaleras y reconoció el lugar: los camarines de los alumnos más pequeños.

Entraron carcajeando, aprovechando que el resto seguía en clases y Danielle no perdió tiempo, pegándola a la pared como tanto le gustaba hacer.

Se besaron dulcemente entre risitas sobre sus labios.

—Eres mi persona favorita, Haerin—esta sonrió en grande, su corazón vibrando de amor—. Y ahora mismo... —susurró, cambiando su tono de voz a uno más ronco—, quiero demostrártelo —con ojos traviesos pasó los brazos por detrás de la menor, bajando el cierre de su falda con lentitud.

—Marsh... ten cuidado.

Al parecer fue ignorada, pues su falda y sus calzas acabaron en el piso.

—No hables y solo disfruta —con una sonrisa juguetona se arrodilló, quedando a sus pies.

Besó la piel que quedó al descubierto del estómago de Haerin. Con sus dedos acarició su trasero y los costados de sus piernas hasta llegar al frente, donde, volviendo a conectar las miradas, tiró de sus bragas.

—¡D-Dani! —jadeó cuando esta se enterró en su centro de una sola vez.

La más alta hizo presión con su lengua, saboreándola con encanto. Entraba y salía, acercándose al punto G de Kang, quien posó ambas de sus manos en la cabeza contraria, enterrando sus uñas en el cuero cabelludo de la australiana con excitación.

Danielle la tomó de las caderas para acercarla más, iniciando con un patrón en ocho, un perfecto ocho que sacó incontables gemidos de Haerin.

—Tápate la boca —demandó.

Haerin casi se desmalla al oírla y observarla; Danielle estaba con las mejillas coloradas, ojos negros y su barbilla llena de sus transparentes fluidos, que con morbo lamió antes de volver a su trabajo.

Ella hizo lo pedido, cerrando los párpados con fuerza mientras se mordía la mano y se inclinaba ante la boca de la mayor, desesperada por acabar dentro de ella.

—¡Mierda, Danielle! —gritó con dolor, pero sobretodo, satisfacción.

La nombrada había lamido sin piedad su palpitante clítoris, separándose con una mordida en este mismo.

No le dio tiempo para seguir reclamando, Marsh bajó a la parte inferior de sus labios vaginales para agregar su linda nariz al juego, hundiéndola en su clítoris y moviéndola de lado a lado.

Pobre botón de la gatita.

No faltó mucho para que Haerin jalara su cabello con fuerza cuando el bendito orgasmo la hizo temblar.

Pensó que se caería, pero Danielle sujetó su débil cuerpo, subiendo hasta ella.

La vio tragarse sus líquidos como perro hambriento.

—Deberían poner tu sabor como postre en los restaurantes más caros de New York —soltó su extraño halago con una sonrisa.

—¿New... York? ¿Por qué carajos New York? —preguntó mientras respiraba con dificultad.

—Porque es la capital mundial de la gastronomía. O algo así.

—Eso es Lyon, en Francia, tarada —rió negando con la cabeza para luego apoyarla en el pecho de su chica, aún jadeante.

—Oh, eso tiene más sentido —dijo con gracia, rodeándole la cintura.

Quedaron en un romántico silencio mientras Hae se recomponía y Marsh le mimaba con besitos en sus hombros y en la curva de su cuello.

Luego fue a buscar papel higiénico y limpió el desastre que hizo en la coreana, siguiendo por lavar sus manos y terminando por vestir a la más baja.

—Bendita sea Minji y su apuesta que me hizo conocerte —dijo la extranjera, agarrando otra vez la cintura ajena.

Se sonrieron, enamoradas.

La hora libre pasó como avión y Haerin regresó a sus clases de Biología como si no le hubieran sacudido hasta los nervios y Danielle regresó a Lenguaje como si no hubiera hecho a una chica completamente suya.

***

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Apagó el celular con un desagradable sabor en la boca.

Odiaba el nerviosismo respecto a ese tema que hacía a su corazón latir de ansiedad.

Necesitaba aire. Se excusó y se dirigió al baño, donde lavó su rostro con frustración.

Sabía que si no controlaba sus emociones, cometería una estupidez, así que frenó todo, se miró al espejo, buscando en sus propios ojos la fuerza para pensar antes de actuar.

Pensar antes de actuar, aquella frase le resonó y supo que debía mantenerla presente en cada momento en que sintiera que iba a colapsar.

Sería su ancla porque ella amaba a Haerin.

Ella no soportaría verla con otra chica o chico y la simple idea le causaba un dolor físico.

Había sido ella quien había lastimado a Haerin, ella la que había destrozado su confianza, y no podía permitir que la historia se repitiera.

No podía ser débil, no se dejaría arrastrar por la desesperación que le causó unos simples mensajes de su mejor amiga.

Tenía que esforzarse.

Salió del baño recordando la sonrisa de su Hae, una imagen que la llenaba de vida y le prometía un futuro juntas. Esa maravillosa sonrisa se volvería su escudo, su recordatorio constante de que no debe actuar impulsivamente ni cometer errores de los que luego se arrepentiría.

No iba a agrandar el problema. Analizaría la situación más adelante y luego intentaría buscar una solución, aunque conllevara tiempo.

Danielle estaba cambiando, lo sentía en su interior. Daba igual que fuese a pasitos cortos; estaba mejorando porque Haerin se lo merecía.

Y ambas sabían que Marsh lo lograría, que juntas lo resolverían.

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viva el amor.

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