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El lunes Haerin decidió que ya no era necesario almorzar en la biblioteca, y la alegría de sus amigas al verla llegar con su bandeja la hizo sentir feliz.
—¡Haeeeeeeeeriiiiiiiiiiiiiiiin! —Hyein saltó a sus brazos, llenándole el rostro de besos sonoros, y Minji, igual de emocionada, la echó hacia atrás desde el gorro de la sudadera para aplastar a la de ojos gatunos en sus brazos.
—¡Te extrañamos tanto, Hae! —lloriqueó Kim, con Hanni y Danielle sonriendo desde la mesa.
—Tenía tanto miedo de que te alejaras —Lee la arrastró para que se sentara a su lado, quedando Hyein a su derecha y Danielle a su izquierda—. ¡Yo creo que hasta Dani te extrañó!
Ambas chicas se miraron, sonriendo levemente. Habían decidido dejar de actuar como perro y gato, aunque mantendrían cierta distancia.
El almuerzo siguió con normalidad. Haerin evitó hablar de por qué desapareció la semana pasada, y por respeto, sus amigas no insistieron en el tema.
—Las invito a un helado luego de clases para celebrar que Hae está de vuelta —habló Minji, sonriente.
Haerin agradeció, sonrojándose al sentir una mano colocarse sobre su pierna. Miró a Danielle con discreción, volviendo a sonreír y tomándole la mano con cariño, ambas ocultas bajo la mesa.
—No tuviste que ofrecerte, Minji unnie. Te haré gastar todo tu dinero —se burló la más alta del grupo, sacándole la lengua.
—Niñita malcriada —bufó, pasando un brazo por los hombros de su novia, quien rió junto a las demás.
Haerin amaba esa tranquilidad, el volver a la normalidad.
***
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—¿Era necesario? —reclamó Haerin.
—¡Solo puse un no!
—¡Pero ese no suena pesado! —hizo un puchero, pareciendo un adorable gatito.
Danielle rió girando el rostro de la menor para plantarle un beso. Cuando el timbre que finalizaba las clases tocó, Danielle y Haerin esperaron discretamente a que todos salieran del salón y se sentaron en las mesas de la esquina, haciendo que las puertas las tapara. Haerin estaba sobre sus piernas, jugando con su cabello que aquel día decidió dejarlo al natural, lleno de rizos hermosos.
No se habían besado en todo el día y ambas sintieron la desesperación.
—¿Vendrás a mi casa luego? —preguntó Marsh, tomándole las manos.
Haerin sonrió, nerviosa.
—No creo, mis padres llegan hoy y quieren que pase la tarde con ellos.
Sus padres sí llegaban ese día, aunque ninguno le pidió que se quedara en casa en realidad. Como Haerin pasó todo el fin de semana con Danielle, tuvo que cancelarle a Sejong y se sintió bastante mal, por lo que esa tarde ya estaba reservada para: él, cigarros y dos sillas frente a la piscina.
Danielle bufó, haciéndole cosquillas.
—¡Eres mala! —reclamó en broma mientras Haerin no podía dejar de reír.
—¡Basta, Dani!
Paró con las cosquillas, aunque solo para volver a sus besos desesperados.
—Vamos, las chicas sospecharán —dijo la mayor minutos después, golpeándole el trasero con suavidad para que Haerin se levantara.
Esta hizo caso, y pronto bajaron hasta encontrarse con sus amigas.
Por supuesto, fueron por caminos separados y Marsh se aseguró en demorarse un poco más.
***
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