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39

...soy un bombero atrapado en una casa en llamas... Y no hay salida, excepto ver morir el amor entre nosotros...

Eso se llama el Ángel Caído.

Cuando Haerin despertó, sintió de inmediato la soledad.

No necesitaba confirmación. Una profunda parte de ella ya lo sabía, mucho antes de cerrar los ojos y rendirse ante el sueño: Danielle había huido. El pánico, ese leal compañero de la muchacha, la había impulsado a escapar.

Se sentó en la cama, apoyándose en la cabecera con la mirada perdida. A través de la ventana observó el cielo gris y plomizo, anunciando una próxima tormenta. Era un fiel reflejo de su propio estado.

¿Qué hacer ahora? ¿Llorar hasta vaciar su alma? ¿Torturarse más de lo vivido? Danielle jamás cambiaría, eso era una dura realidad que debía aceptar.

Aunque una lucha interna entre el amor y la razón podía ser bastante jodida, porque ¿cómo liberarse de la veneración? ¿Cómo podía dejar de sentir esa necesidad de estar con ella, de escuchar su voz, de sentir su piel y respiración?

Luego de unos largos minutos, su filosofía, que no llegó a mucho, finalizó cuando se levantó del colchón, molesta consigo misma por llorar por alguien que, verdaderamente, no le merecía.

Lo mejor que podía hacer ahora era tomar una larga ducha para despejar su mente.

Sacó un pijama nuevo, sin intención de usar ropa incómoda, y se dirigió al baño.

Con la manilla en la mano, sus oídos captaron unos extraños sonidos que llamaron su atención. Abrió la puerta con rapidez y se encontró con Danielle arrodillada sobre el inodoro con las manos aferradas a este, soltando quejidos de dolor.

A pesar del aturdimiento y confusión, su cuerpo reaccionó de inmediato agachándose junto a Danielle, sosteniéndole el cabello para que el vómito no le manchara más.

—Ha... Haerin —murmuró con dificultad—. Lo siento, no quería... Me desperté y...

—Está bien, está bien —respondió, acariciándole la espalda mientras el corazón se le encogía al verla tan mal. Llevaba vomitando no sabía hace cuánto, y lo peor es que parecía vomitar saliva, transparente, como si no hubiese comido nada en días.

Las ideas se arremolinaban en la mente de Haerin, atormentándola, pensando en lo peor.

La mayor pasó otra media hora devolviendo lo que sea que tenía en el cuerpo, y Haerin jamás la abandonó. Le trajo agua, una toalla para que se aseara y una nueva muda de ropa.

En ese momento, no importaba si Danielle la merecía o no. Lo único que importaba era que estaba enferma, que sufría, y que Haerin estaba allí para ayudarla.

La única certeza que inundaba el corazón de la menor era la necesidad de cuidar a la persona que amaba, sin importar las circunstancias.

—Debes tomar una ducha, Dani —dijo cuando por fin tiró la cadena, y esta comenzó a negar, sin creerse capaz de mantenerse de pie por mucho tiempo—. Por favor...

—Me caeré —sollozó.

Dándose vuelta, se aferró a la coreana, sollozando en silencio. El dolor en sus ojos era claro, pero también lo era el miedo. Kang la abrazó con fuerza, sintiendo que su interior se desgarraba en mil pedazos.

—Yo te sostendré, vamos —susurró tiempo después, acariciándole la nuca.

Con su ayuda, se levantó y Haerin la desvistió, abriendo el agua tibia para ella. Su idea era estar fuera de la ducha, procurando que nada le pasara, pero Danielle la necesitaba mucho más que eso.

—Entra conmigo, por favor... Te necesito...

No había morbo o tono sexual en su súplica, sólo anhelo de tenerla cerca, y Haerin ya no estaba en condiciones de decir que no.

Ambas se adentraron bajo el agua caliente, dejando que la corriente limpiara sus cuerpos y más impuros pecados. Haerin le lavó los dientes, el cabello, la enjabonó con delicadeza, como si fuese una muñeca de porcelana, frágil y débil.

Y dejándose cuidar, Danielle sintió paz.

—G-gracias, muchas gracias, Haerin.

Esta no pudo responder. Tantas emociones invadiéndola ahogaron sus palabras, formando un pesado nudo imposible de desatar.

Pero Danielle no necesitaba palabras, necesitaba contacto, así que estiró sus brazos y le rodeó la cintura, pidiendo en silencio un abrazo. Haerin la rodeó también, sobre el cuello, sorbiendo por la nariz, sin poder dejar de llorar.

¿Qué había pasado?, se preguntó, ¿cómo llegó a tal punto?

***

El tic tac del reloj parecía martillear en la sien de la menor, sentada a los pies de la cama. Una hora había transcurrido desde que ambas salieron del baño, envueltas en nuevos y limpios pijamas, y Hae la hizo acostarse mientras ella le preparaba una sopa y traía otro vaso de agua. La imagen de Danielle postrada en el colchón, con las ojeras marcadas y el semblante pálido, había despertado una ola de inquietud que no podía ignorar.

—Danielle —se atrevió a decir, los nervios matándola—, ¿hace cuánto no comes? ¿T-tienes algún problema con... con la comida?

Haerin creía que, quizá, en esa dura semana para ambas, Danielle había sucumbido a las oscuras tentaciones de un trastorno alimenticio, o peor, lo había retomado. Jamás la vio acomplejada con la comida, pero ¿qué sabía ella de su pasado? Básicamente nada.

—¿Qué? No, no —notando su preocupación, se apresuró en negar—. No, Haerin, no tengo problema con la comida. Solo... —apretó sus labios con incomodidad—. He estado consumiendo unas cosas que quitan el hambre, nada más.

¿Nada más? ¿Acaso esa estúpida respuesta debía aliviarle?

—¿Unas cosas? ¿Drogas? —su rostro se deformó, pasmada—. Porque me enteré que este fin de semana te drogaste —reclamó, arisca—, ¿pero durante la semana? ¿En clases, Danielle? ¿Es enserio? ¡¿Qué demonios sucede contigo?! ¡¿Cómo...?!

—¡Haerin! —interrumpió su desesperación, tomándole las manos—. Sí, durante la semana —aceptó—, pero ya no lo haré, en serio. Me sentía mal, sólo eso. Puedo controlarlo, yo...

—Júramelo —cortó.

Las lágrimas brotaron de sus ojos otra vez.

Si le pasaba algo a su Danielle...

No. No podía ni imaginárselo.

—Júramelo por lo que más ames en este mundo, Danielle. Hazlo o prometo decirles a tus padres y si es necesario que te... No sé, que...

Danielle, en un movimiento veloz, dejó el plato de sopa en el suelo y se lanzó hacia ella, besándole con exasperación. De golpe, de imprevisto, sin un aviso o una señal.

—Te lo juro por ti, por la persona que más amo en este mundo —finalizó con un beso corto, mirándola a los ojos, sin soltarla—. Te amo, Haerin... —y sin poder evitarlo, se unió al llanto junto a la menor—. Te amo. Te amo. Te amo.

La amaba. Danielle la amaba. Las palabras resonaron en la mente de Haerin con una intensidad que no había experimentado antes. Ayer, en la euforia e inquietud de la noche, se lo dijo, mas ahora se sentía distinto.

Danielle estaba limpia. Había botado toda sustancia de su cuerpo y ya no habían celos de por medio.

—Ayer... Te lo dije ayer, pero necesito que lo sepas y estés segura de lo que oyes —le besó la nariz, las dos cerrando sus vidriosos ojitos—. Te amo, Haerin. Te amo mucho y te necesito solo para mí.

Haerin tenía muchas dudas e inseguridades, una lista de reproches y preguntas que hacer, pero no era el momento; peor que eso, se aferró a la mirada sincera de Danielle, llena de amor y arrepentimiento.

Los enamorados siempre rechazarán la razón.

Se dejó llevar por la mayor, quien la atrajo dentro de las sábanas.

—Te amo tanto —seguía diciendo, sin dejar de tocarla, acariciando sus brazos y toda piel visible.

La besó con angustia, recostándola en la cama para subirse sobre ella.

—Todo de ti, Haerin, todo.

Cómo pudo, entre desesperación y agitación, le quitó la remera y el brasier, haciendo lo mismo con lo suyo. La besó, descendiendo por su cuello hasta llegar a sus pechos, que tocó y besó como si fueran una obra de arte. La escuchó gemir su nombre, rasguñándole la espalda, rogando por ella.

Marsh le bajó el pantalón de pijama hasta sacárselo por completo, separándole las piernas con un cariño que mareaba.

Luego de prepararla un poco con sus dedos, usó la boca, hundiéndose en su centro, y no abandonó las caricias, pasando sus manos con minuciosidad por el abdomen de Haerin. Hizo patrones al azar en el clitoris de la chica, sintiendo los jaloneos y gritos entrecortados de la misma. Bastaron de pocos minutos para que Haerin se viniera en su boca, dulzona y perfecta.

—Te amo —repitió, saliendo de entre sus piernas y lamiéndole los belfos con gusto para volver a besarla.

—T-te amo más... —gimió Haerin con su corazón acelerado.

La australiana se sacó la prenda de abajo que le quedaba y se posicionó sobre ella nuevamente, acomodando sus piernas de tal modo que sus centros se unieran. Tanto conocía el cuerpo de su amada que sabía perfectamente qué hacer, dónde colocarse y cómo moverse.

Comenzó a frotarse, su pelo amarrado en una coleta mientras miraba fijamente a su Haerin, quien aún en el trance del orgasmo, temblaba ligeramente, aunque su cuerpo pareció aceptar los nuevos estímulos porque Danielle era todo lo que quería y anhelaba.

—Eres mía, mon amour, solo mía —dijo, esperando que entendiera y bajó el pecho hasta alzar sus labios, formando un nuevo beso ruidoso.

A Haerin ni siquiera se le pasó por la cabeza la duda de, cómo es que Danielle, quien hace unas horas estaba prácticamente agonizando, ahora tenía tantas fuerzas y energía para lo que estaban haciendo. Y es que en su mente no había nada más que la palabra amor, amour. Te amo, te deseo, soy tuya. Me amas. Nos amamos.

Haerin se sentía de Danielle. No importaba la cantidad de equivocaciones que Danielle cometiera, siempre le pertenecería a ella.

Su segundo orgasmo y el primero para Danielle las llevó a la gloria al mismo instante, Dani cayendo sobre su pecho, ambas sudorosas y agitadas.

Hicieron el amor. El amor porque no había otra palabra para describir lo que ocurrió ese día nublando, en el que recién partía a llover. Amor único y tan, pero tan intenso que jugaba con la vida eterna y el homicidio a sangre fría.

—Te amo, Haerin.

Jamás se cansaría de oírla, nunca, nunca, nunca.

—Te amo, Danielle.

Y se quedaron allí, sin moverse, sin querer hacerlo. El sufrimiento de ayer y la semana entera, el corazón roto de Haerin y el corazón irreparable de Danielle, dejó de ser trascendente esa mañana porque ahora eran solo ellas y su amour.

Del futuro, nada interesaba ahora.

bueno, ¿qué tal estuvo?
respecto al capítulo, sólo les puedo decir, como buena humanista que soy, destrucción mutua asegurada (bromi) (tal vez no es bromi).

ahora sejong: busqué muchos weones, pero los coreanos tienen facciones súper femeninas y ninguno me convencía, ksaks, así que puse al boxeador japonés ren hiramoto. yo lo encontré súper atractivo, no sé, opinen ustedes.

si se lo imaginaron muy distinto perdón. 😪

omg, hasta todo moretoneado se ve mino (encuentro yo).

pero es más atractiva yunjin si o no

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