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35

Ya no se sentía bien ser un secreto. Ser el secreto de Danielle.

Haerin creía que con cada beso que se daban, sus sentimientos crecían de alguna forma, y la piel le ardía cuando debía contenerse para estar alejada de la mayor frente a otras personas, con sus amigas en especial, ese grupo de tanta confianza que tenía y juró jamás arrastrarles una mentira.

Pero la realidad es que la mentira, esa que crecía con fuerza, no era su mentira; era de Danielle. Por más burlas que recibiera (probablemente de Minji), ella estaba dispuesta (no, deseaba) actuar como actuaban en privado ella y Danielle. Acabar con la farsa.

Así que, cuando estás así de interesado en una persona, ¿cómo sería fácil? No lo era. Desde hace tiempo dejó de serlo.

—Danielle —la llamó, volteándose en la silla para mirar a la chica acostada en la cama.

Anoche, luego de otra noche entre gente, alcohol y música (eran fiesteras, sin duda), Marsh se había auto-invitado a la casa de la menor con la excusa de estar muy ebria para llegar a su casa. Llegaron, se besaron, se encerraron en la pieza y luego de unos besos más, cayeron rendidas, durmiendo acurrucadas como dos koalas.

Ahora eran las nueve y media de la mañana y Haerin se había levantado para avanzar con una tarea pendiente. Danielle despertó hace diez minutos y se dedicó a perderse en su móvil.

—¿Si? —preguntó, sin despegar la mirada de la pantalla.

—Tenemos que hablar.

Era ahora o nunca.

Haerin debía ser sincera con ella o se moriría ahogada en su propia miseria.

Ambas se miraron, una tensión instalándose y Kang fue hasta la cama, sentándose en el borde.

Por Dios, estaban literalmente actuando como una pareja, como si Haerin estuviera a punto de regañar a su novia por alguna estupidez que cometió. ¡¿Cómo podría estar tranquila así?!

—¿Qué sucede? —Dani se acomodó, apoyando la espalda en el respaldo.

—Yo... —suspiró, pasando sus manos por sus muslos, nerviosa. ¿Qué le diría? ¿Me gustas y sé que te gusto, deja de actuar como una imbécil e intentemos algo? Bien, eso sería ideal, pero no pasaría—. No sé cómo...

La otra tragó saliva, sospechando lo que quería conversar Haerin. Sus manos sudaron y movió los ojos por todo el lugar, incómoda.

—¿Qué se supone que...?

Danielle se alteró. No. Se negaba a oír esa pregunta que no tenía respuesta. ¿Qué se supone que eran? Daba igual.

La jaló del brazo, interrumpiéndola con brusquedad, dándole un fuerte beso, casi tosco, para que no terminara la frase.

—Cállate, ¿si? No arruines esto —rápido, sin cariño, sin sensibilidad, tiró de la remera de Haerin por sobre su cabeza para volver a besarla y de paso, sacarse sus propias prendas.

Haerin quiso llorar. Le gustaban los besos de Danielle, pero ese era tan amargo, feo, un verdadero cuchillo clavándose justo en su corazón.

En el sexo habitual sus risitas no faltaban, las sonrisas y palabras bonitas; a Haerin le gustaba mucho.

El sexo que tuvieron esa mañana fue agresivo, frío, solo una excusa para no hablar.

Por supuesto que Danielle tuvo su consentimiento al hacerlo, pero una vez ambas tuvieron el orgasmo, Haerin, apoyada en el hombro de Danielle mientras esta intentaba recuperar su respiración, sintió unas ganas tan, pero tan grandes de llorar que tuvo que cerrar los ojos y morderse los labios agresivamente hasta que aquel dolor de su piel sangrando fuese mayor que el dolor de su corazón.

Permitió que tuvieran sexo luego de que, indirecta, pero también muy directamente, la mayor la hubiese rechazado, cortando de raíz su intento de expresarse. De confesarse.

Se movió de su regazo para quedar acostada en su cama, dándole la espalda a la extranjera hasta que minutos después escuchó un simple "Adiós" y la puerta se cerró.

Fue ahí cuando se permitió llorar lo que acaba de reprimir.

Danielle era una idiota, pero Haerin lo era más.

El día entero fue duro para Haerin. Su apetito disminuyó al igual que su hora de sueño, sintiéndose enferma cada que recordaba a Danielle.

Era una joven sensible y eso mismo le jugó en contra porque pasó las horas de ese sábado oyendo la ridícula y tonta playlist que le hizo a Danielle.

Leyó el título y no pudo evitar llorar más, como una pequeña niñita de puchero y ojos hinchados.

Stupid curly girl.

Los rulos de Danielle eran preciosos y recordar los bonitas detalles que poseía la chica le hizo llorar más.

A las 8:30pm un mensaje de la misma la hizo incorporarse en la cama y meterse a sus redes sociales.
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Sin otra opción, Haerin tuvo que salir de la cama e ir a ducharse. Tampoco quería que Danielle la viese destruida.

Pasaron menos de veinte minutos y tocaron la puerta.

Danielle tuvo el descaro de saludarle de un suave beso en la mejilla antes de atacarle los labios y cerrar la puerta tras de sí.

—D-Danielle, espera —se separó, viendo el puchero que la chica formó—. Mamá está en casa.

—Oh, lo siento —dio un paso hacia atrás y acomodó sus prendas.

—Está bien, está en su pieza por ahora.

Mentira. Sus padres salieron desde hace un buen tiempo de casa y no llegaban hasta el día siguiente en la noche. Pero Haerin no se sentía bien para besarla luego de llorar a mares por ella.

Quizás, en la noche, su ánimo vuelva, pero por ahora prefiere estar así.

Subieron hasta su habitación y se arreglaron juntas. Se plancharon el cabello entre sí, y por unos segundos, a Haerin se le olvidó la penita en su corazón.

Danielle le estaba viendo a través del espejo mientras le pasaba el peine y le dedicaba una muy bonita sonrisa.

—Luces hermosa, Kang —dejó la peineta de lado y apoyó su mentón en el hombro de la menor.

Haerin se sonrojó, mordiendo sus labios porque, por más que lo intentara, no podía abandonar el tacto de Danielle. Por eso mismo, cuando la extranjera comenzó a besarle el cuello, su cuerpo pareció reaccionar solo y pronto ya estaban besándose sobre la cama.

La situación no llegó a más porque una llamada sonó desde el celular de Danielle, por parte de Hanni, que le preguntaba si necesitaba que la pasara a buscar con Minji.

Dijo que no, y volvió a buscar los rosados labios de la más baja, pero otra llamada, ahora del celular de Haerin, las interrumpió.

Era Minji preguntando si necesitaba que pasara por ella con Hanni, antes de ir por Hyein.

—No, gracias, Min. Ya pedí el Uber —mintió, para que no supiera que se iría con Danielle.

—Bien, nos vemos allá. Nosotras llegamos en quince.

Tuvieron que abandonar los besos y pronto salieron de la casa directo a una muy conocida discoteca de Seúl.

***

Las luces estroboscópicas de la discoteca convertían la pista de baile en un mar de colores que se movían al ritmo de la música electrónica. Danielle, con la mirada nublada por el alcohol, observaba a Haerin bailar en medio de gente cualquiera. Su sonrisa radiante, sus movimientos sensuales y la forma en que sus ojos brillaban bajo las luces, la encendieron por dentro. Un deseo ardiente la invadió, un deseo que ya no podía ignorar.

Tomando una decisión impulsiva, se abrió paso entre la multitud y se plantó frente a ella. La tomó del brazo con una fuerza que las sorprendió a ambas y le miró a los ojos.

—Baila conmigo —pidió con voz ronca, su ebriedad traicionándola al oírse desesperada.

Quería tanto a Kang Haerin.

La menor, sorprendida por la súplica, no pudo evitar sonreír. La tensión entre ellas era adrenalínica, una vibra electrizante que las envolvía. Se unieron en la pista de baile, sus cuerpos rozándose al ritmo de la melodía.

Con cada movimiento, la necesidad se intensificaba. Los labios de Danielle se acercaban peligrosamente a los de Haerin, sus ojos se perdían en la profundidad de los de la otra. Solo faltaba un pequeño empujón para que sus mundos se unieran en un beso apasionado.

Haerin estaba contentísima. ¿Sería el momento? Había visto a sus amigas hace menos de dos minutos andar por allí, lo que significa que si Danielle la besaba, ya todo tendría su final de llanto y tristeza.

Danielle estaba a punto de besarla, a Danielle ya no le interesaba el resto, nadie que no fuera la bella muchachita de ojos gatunos que bailaba junto a ella en ese instante.

Se inclinó, tocando su mentón, delineando su mandíbula. Haerin cerró los ojos un instante, la gente desapareciendo y la música cortándose. Solo ella y la chica que le gustaba, la misma chica que correspondía sus sentimientos.

—Te deseo tanto, Haerin —admitió en un susurro, llevando una mano a su cintura—, y necesito besarte.

Sus labios se acercaron, dispuestas a tener el mejor beso de sus vidas.

—¡¿Chicas?! —chilló Hyein, sus ojos abiertos de par en par. A su lado, Hanni y Minji las miraban con la misma expresión de desconcierto.

Haerin pensó que Danielle las miraría, les sacaría la lengua y le comería la boca. Pensó que le pondría un fin a toda esa tontería de mentira.

Lástima que Danielle levantó la vista y cuando se encontró con las miradas de sus amigas, una mirada mezclada de sorpresa y confusión, un escalofrío de pánico la recorrió.

No podía hacerlo. No podía besar a Haerin frente a todos. No era lo suficientemente valiente.

En un acto de reflejo, la empujó lejos de ella.

—¡No me toques, maldita degenerada! —gritó, su voz llena de furia.

Haerin la miró, sus ojos llenos de dolor y traición. Se quedó helada y la humillación la golpeó como una ola, su garganta comenzando a arder. Sin decir una palabra, retrocedió unos pasos, chocando con unos extraños que ignoró, y sin querer mirar a los ojos a sus amigas por la simple vergüenza, se dio la vuelta y se perdió entre la gente, caminando a hacia la salida con rapidez.

Escuchó los gritos de Hyein y Minji, y la voz de Hanni preguntándole a Danielle qué había ocurrido, pero no quiso oír lo que Marsh diría. Con toda probabilidad, que ella fue quien se lanzó a sus brazos con la intención de besarla.

Ante ese crudo pensamiento, comenzó a correr. Correr como nunca lo había hecho antes.

Su corazón latía de forma intensa, casi preocupante, y solo supo que había estado manteniendo la respiración cuando logró salir de aquella discoteca por una puerta de emergencias.

Las calles frías y oscuras la recibieron, tocó sus mejillas sintiendo las lágrimas cayendo sin su permiso. Se sentía devastada. Danielle la había hecho sentir avergonzada, humillada, como si su amor y ella misma fueran algo sucio, algo de lo que debía prohibirse. Sabía que era una chica insegura, pero ya no podía con todo eso.

En ese momento, Haerin lo supo. No podía seguir así. No podía seguir amando a alguien que no la aceptaba por completo. Se merecía algo más, alguien que la amara sin reservas, sin miedo. Se merecía un amor que la abrazara sin condiciones, un amor que la hiciera sentir libre. No una maldita basura.

No quería ser el secreto de nadie nunca más.

El sollozo agudo y rasposo la hizo sentir patética y siguió corriendo de las extrañadas miradas que unos chicos que estaban fumando le dirigieron.

No sabe cuánto tiempo estuvo así: corriendo y corriendo, pero ahora su cuerpo se sentía cansado y débil por el frío que la rodeaba. Estaba con una delgada y corta playera tipo top y una falda igual de diminuta. Ahora sentía miedo, era una niña con el corazón roto en una madrugada, sola, y sin abrigo que la tapara de los depravados ojos de algunos borrachos que se veían en las esquinas. Sus padres no estaban en la ciudad y no tenía batería para pedirse un auto que la llevara a casa.

Quiso llorar más, pero frenó en seco al ver un cartel rojo a unos metros. Bar Las Olas, decía.

Entró sin pensarlo, el aire gélido de la noche cortaba su piel y se colaba en sus huesos, recordándole lo frágil que se sentía en ese momento.

Quizá podría pedirle cargador a un trabajador del lugar a cambio de un poco de dinero y podría irse a casa. No era mala solución.

Al entrar, pudo ver a una gran cantidad de adultos y hombres en traje. Estaba ambientado de los años 70 y tenía sentido que no hubiese casi ningún joven de veintitantos por allí. Soltó un suspiro, cansada, pero eso era mejor que nada. A pasos lentos se dirigió hacia la barra y se sentó en un taburete desgastado, sintiendo el peso de la noche sobre sus hombros.

El barman podría ser el tipo más joven en ese lugar. Llevaba tatuajes en los brazos y uno que otro en el cuello, su cabello era negro y estaba más o menos rapado. Su rostro serio y cuerpo ejercitado le produjeron un escalofrío en la espalda; no se veía agradable, y fácilmente la podría sacar a patadas si no le creía que era mayor de edad.

Bien, Haerin. Es solo pedir un cargador, todo irá bien, se dijo para sí y rogó en su interior no tener problemas cuando el chico se le acercó con los ojos con expresión frígida.

***

De hecho, todo fue bastante bien.

O algo así.

A pesar del aspecto áspero del muchacho, este notó al instante la tormenta que agitaba el alma de Haerin. Al inicio, sin decir una palabra, le ofreció una servilleta en un pequeño gesto de solidaridad.

Trabajaba en un bar, por supuesto que tenía experiencia con los borrachos melancólicos que decidían contarle todos sus problemas. Los oía sin reclamos, pero no aportaba demasiado a la conversación, aunque con Haerin fue distinto. La empatía fue mucho mayor, probablemente por lo joven que era y su frágil apariencia.

Se presentó como Sejong (sí, como el Rey), su voz áspera y grave le aterró a Haerin, aunque solo al comienzo, luego, entre sorbos de whisky y sollozos contenidos, Haerin comenzó a hablar. Le contó a Sejong sobre su dilema con Danielle, sobre la atracción que sentía hacia ella y la lucha interna que la consumía. Tuvo miedo de una mala reacción, pues en Corea la homosexualidad era mal vista, pero la respuesta de Sejong fue totalmente inesperada para ella.

Le contó que cuando él tenía catorce y su hermana mayor diecisiete, sus padres la corrieron de casa cuando les confesó que le gustaban las mujeres y tenía novia. Desde ese día sintió un gran odio hacia sus progenitores y juró nunca ser como ellos, porque su hermana era su mundo y la había perdido de alguna manera.

Sejong tenía ojos negros y profundos, pero Haerin pudo ver en ellos un rastro de tristeza.

—No sé qué se siente ser homosexual, Haerin, pero sé que no hay nada erróneo en eso. Lamento que ella no logre entenderlo.

Haerin suspiró, pero algo se sentía más tranquila en ella. Jamás habló con alguien respecto a la australiana, y ese barman la había ayudado mucho más de lo que jamás esperó. Le escuchó como si fuera su padre, le aconsejó como si fuera un anciano sabio y arrugado, y le hizo reír como si fueran amigos.

Con el pasar de las horas, Haerin se encontró riendo entre lágrimas, compartiendo historias que de vez en cuando quedaban en pausa, ya que Sejong debía irse a atender al resto.

El humor y su sabiduría callejera de Sejong le arrancaron sonrisas que creía haber perdido por un tiempo.

Cuando finalmente decidió marcharse, se dio un manotazo en la cabeza porque olvidó cargar su celular. Pero Sejong le ofreció llamar un taxi para ella. Aunque al principio dudó, la conexión que había surgido entre ellos durante esa noche la convenció de aceptar.

—Gracias por escucharme, extraño —dijo con un tono juguetón.

—Fue un placer, extraña —respondió con una sonrisa, cerrando la puerta del taxi.

La vio alejarse y suspiró cansado. Le había gustado demasiado la forma de ser de esa chiquilla y casi nunca ocurría algo como eso.

En el viaje Haerin se seguía sintiendo más ligera y contenta en comparación a cuando salió del bar, pero cuando dio el primer paso dentro de su solitario hogar, y peor aún, cuando vio un poleron de Danielle sobre su cama, la pena volvió a ella.

En un acto impulsivo se colocó la prenda y cinco minutos después se encontraba a la entrada de su casa con un cigarrillo de Minji (quien le había pedido que se los guardara en su cartera), dejando que el humo se disolviera en el aire nocturno.

Spotify fue necesario, y pronto ya estaba llorando a mares por la chica que le había robado el corazón injustamente.

I think that you taste like rock candy
Sweet like beaches, leave me all sandy
Why do you leave me with watercolor eyes?

Maldecía a Lana Del Rey por escribir canciones como esas. Letras tan dolorosas que las sentía propias.

So what if you taste just like heaven
That don't make it right
Hot summer and cold watermelon
Your love stings like blood and a lemon
Why do you leave me with watercolor eyes?

¿Y qué si Danielle sabía al mismísimo cielo? ¿Y qué si la llevaba a otra galaxia? Si luego la dejaba con ojos llorosos.

El hilo de pensamientos fue interrumpido por un auto negro estacionándose en la casa de al lado. Apagó el cigarro con miedo a que sus vecinos fueran unos chismosos y le dijeran algo a sus padres, pero cuando vio los tatuajes en la piel del conductor que acababa de barajarse, se sintió confundida.

—¿Extraño?

—¿Extraña?

Sejong guardó las llaves y se acercó a ella.

—¿Qué haces aquí? —preguntó Haerin.

—Vivo aquí.

Soltó una risa nasal y se sentó junto a la menor. Pronto, ambos estaban fumando, mientras él le contaba que esa casa era la de sus abuelos y que hace unas semanas se había mudado porque en enero iniciaría su primer año universitario.

A medida que la noche se desvanecía y el alba teñía el horizonte de tonos rosados, el chico del bar le había vuelto a ofrecer una distracción, una pausa en su tormenta emocional, y se sintió afortunada.

Esa noche, junto a un tipo que parecía el estereotipo del chico malo de las películas, Haerin encontró un respiro, y aunque el dilema con Danielle seguía latente, por un momento, pudo dejarlo a un lado y simplemente vivir.

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yo no sé por qué me creyeron que vendría smut en este capítulo, si literalmente en los caps pasados todo, de apoco, iba yéndose a la mierda entre Dani y Hae. 😭😭

Bueno, no me gustó el desarrollo de este capítulo porque siento que todo pasó muuuy rápido (aunque desde hace mucho tenía planeado darle este giro al fic, no fue una idea repentina), mucha información de una, pero no haré nada al respecto por ahora, porque la verdad es que nunca quedo satisfecha con lo que escribo. 😢😢😢😢😢

okis, chao, gays.

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