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20

Danielle veía fijamente la gigantesca estantería de libros frente a sus ojos.

Mierda, mierda y más mierda. Era enorme, ¡y eso que habían cientos de esas cosas en toda la biblioteca! Ahora estaba pensando seriamente haber aceptado la expulsión.

Debía quitar los libros, sacudir el polvo y volver a colocarlos en su lugar. A su parecer, una tontería. No creía que aquellos muebles pudiesen estar tan sucios.

O sí...

Estornuda al menos unas tres veces seguidas en cuanto mueve los libros. El polvo parecía ser parte de la madera y su nariz estaba sufriendo las consecuencias.

¿Desde hace cuánto que no limpiaban la biblioteca?

Este era su segundo día de castigo y ya no daba más.

Luego de estar al menos una hora sacudiendo y sacudiendo, por fin termina de colocar el último tomo en su lugar.

La sonrisa de orgullo que estaba a punto de aparecer en sus labios es rápidamente reemplazada por un chillido de frustración. Aún le quedaban al menos diez de esas cosas que limpiar.

Se apoya contra el mueble, suspirando con cansancio.

De imprevisto Haerin entra interrumpiendo su momento suicida, pasa a un lado suyo sin decir nada y llega hasta una estantería de casi al fondo, comenzando a ordenar.

Danielle la observa con los ojos entreabiertos. Llevan ignorándose tres días exactamente, sin insultarse ni dirigirse la palabra como tal. A la hora de almuerzo no se miran siquiera, aunque hayan vuelto a compartir la misma mesa.

Y sinceramente, a Danielle le sorprende que hayan podido permanecer en el mismo lugar sin atacarse.

Y siendo aún más sincera, no está 100% segura de si le gusta esta nueva dinámica de ignorarse.

Extraña llamarla por apodos ridículos, pero que lograban penetrar en la paciencia de Haerin.

Y con respecto al besuqueo en la sala del señor Lee, tampoco lo han mencionado alguna vez. Es como si jamás hubiera ocurrido.

Marsh analiza los movimientos de la menor, quien es un poco lenta para su gusto.

Quiere, no, necesita, lanzarle algún comentario, alguna pesadez que la haga apretar los labios como lo hacía cada que la fastidiaba.

La garganta le pica, las palabras están en la punta de su lengua...

Oh Dios, ¿por qué le gusta tanto pelearse con Haerin?

—Si te apuras sería grandioso.

Ahí está. No es realmente una ofensa, pero le satisfizo al menos un poco.

Esperó la respuesta de Haerin, una mirada aunque sea, pero nada. Haerin la ignoró olímpicamente, como si fuera sorda o Danielle muda.

La extranjera hizo una mueca, confundida.

¿De verdad...?

—¿Acaso no escuchas? Apúrate para que terminemos antes con esta mierda, Kang.

Silencio... absoluto silencio.

Pasaron unos segundos más de aquella mudez, Danielle no dijo nada y Haerin creyó que por fin se había rendido.

Creyó mal.

—¡Auch! —soltó al sentir un golpe en su cabeza. Visiona a Danielle y luego baja los ojos a sus pies, ahí estaba El Principito boca abajo con algunas hojas dobladas—. ¡¿En serio me lanzaste un libro?! —berrea, volteándose a ella.

Danielle se alza de hombros, desinteresada.

—Te dije que te apuraras.

—¡TE VOY A MATAR!

Danielle abrió los ojos en cuanto Haerin se levantó del piso con un libro de fotografía -de esos enormes de tapa dura y con muchas páginas- que tuvo que cargar con ambas manos.

¿Lo siguiente?

Una Danielle asustada escapando entre los gritos de Haerin, quien roja como tomate estaba más que dispuesta a romperle la cabeza.

—¡Ven para acá, Marsh! —exclamó Haerin aún en su persecución—. ¡De esta no te escapas!

La mayor tomó ventaja y salió como pudo de la biblioteca corriendo como si de eso dependiera su vida.

La jornada escolar había acabado, por lo que la escuela se encontraba casi vacía, a excepción de unos cuantos trabajadores que parecían no estar allí en ese momento para rescatar a Danielle.

Ella maldijo, oyendo los fuertes pasos de la niña en su espalda.

—¡Relájate y baja ese libro, por favor! —suplicó, sin dejar de mover las piernas—. ¡Lo lamento, ¿si?!

Ahora corrían por un largo pasillo, estrecho y sin muchas escapatorias.

En un instante Danielle gira a la izquierda en una acción rápida, entrando en el salón de Artes.

Haerin sonríe, pensando que Danielle era una estúpida porque ahora definitivamente no tendría escapatoria y ella hablaba muy en serio cuando le gritó que la mataría.

—¡Acabaré contigo! —bramó desde la entrada del aula, aún con el libro en sus manos a la altura de su pecho.

Aunque Haerin no contaba con que al dar el primer paso dentro del salón, unos largos brazos aparecerían en su campo de visión y la jalarían desde su blusa con brusquedad.

El libro cayó al piso en un exagerado sonido y el grito que iba a soltar fue callado por los labios de Danielle.

Esta vez Haerin sí se sorprendió un poco, pues no creía que la australiana fuera a besarla otra vez, al menos no tan pronto.

De todas formas, e importándole una mierda el enojo que sentía hace unos segundos, correspondió el beso, siendo guiada por la mayor aún sujeta a su prenda, Kang pisando de paso el libro por los desesperados y rudos movimientos de la otra.

Danielle tomó su cuello, pasando sus manos por el cabello de la chica y desordenándolo con brusquedad. Haerin la sostuvo del rostro, negándose a que la mayor se separara siquiera un poco.

En la esquina del salón de Artes, Danielle y Haerin vuelven a tener su segundo desliz.

La más alta chupa su labio inferior antes de morderlo con fuerza, provocando que Haerin le golpee el brazo.

Danielle ríe sobre sus labios, cosa que se siente demasiado bien. De cierto modo Haerin se sintió cálida con toda esa situación, aunque no tuvo mucho más tiempo de analizarlo puesto que Danielle volvió al modo agresivo, invadiéndola con su lengua a la par sus labios se movían sobre los suyos propios, y de paso, Marsh bajando una de sus manos hasta un poco más arriba de su cintura para acariciarla con sus dedos y palmas.

Pasó media hora hasta que por fin se separaron definitivamente.

En algunos momentos, cuando dejaban de besarse y se miraban en total silencio, Haerin creía que Danielle se iría corriendo, pero rápidamente se olvidaba de sus pensamientos en cuanto Danielle volvía a ella, jalándola de la ropa -al parecer como tanto le gustaba hacer- y regresando a sus labios y caricias sobre la tela de su camisa.

Ambas tenían los labios hinchados, las mejillas rojas y las respiraciones agitadas.

Se observaron sin decir nada, aún sintiendo la tensión en el aire y sus corazones revoltosos.

Danielle comenzó a mordisquearse las uñas, nerviosa. Había vuelto a hacerlo. Ay, Dios.

Haerin pudo notarlo en sus facciones, la chica debía estar muy asustada ahora mismo. Sintió algo de lástima por ella.

La menor se bajó de la mesa -no es que Danielle haya hecho lo mismo que la primera vez, sino que una vez terminado sus besos, ambas necesitaron algo en que apoyarse por lo mareadas que se sentían-, se acercó a la puerta y cuando Danielle iba a abrir la boca, pensando que Haerin la iba a abandonar, el libro de fotografía le llegó en la cabeza.

—Me lo debías.

—¡Maldita!

***

Ya en su hogar, en la comodidad de su cama, el aromatizante filtrándose por sus fosas nasales, Danielle Marsh se permitió gritar, gritar fuerte y dolorosamente sobre su almohada.

¿Qué se suponía que debía hacer?

—Te odio, Kang, te odio, te odio y te odio.

-

ahora creo que sí se lo esperaban un poco más, ¿no?

bueno, hasta acá la maratón. fueron 5 capítulos, yo creo que me pasé de amorosa y me deben un besito, no sé, digo. 😞

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