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15

Haerin se sentó en medio de una hilera de sillas, quedando frente a su oponente, Danielle. Separadas por unos cuantos metros, ambas jóvenes se miraron con tanta intensidad que aquello parecía más una batalla a muerte que un debate escolar.

Kang acomodó sus lentes en el puente de su nariz, luciendo ordenada y limpia con su uniforme formal, una falda gris, una camisa blanca y la corbata roja acomodada entre sus pechos. Danielle llevaba una coleta desordenada y masticaba la punta de su lápiz, atenta a que el señor Lee iniciara la actividad.

La mayoría de los alumnos estaban sentados en el frío piso de aquel salón, quienes serían el público del debate.

Cada grupo contaba con cinco integrantes, siendo Danielle y Haerin las líderes.

Kang en contra, Marsh a favor.

—Bienvenidos al debate sobre la pena de muerte, terceros medios —dijo el hombre, sentado desde su escritorio—. Danielle, puedes iniciar.

—Gracias, señor Lee —le sonrió y luego se giró hacia a Haerin, volviendo a colocar las comisuras de sus labios rectas—. Como se sabe, la pena de muerte es una acción que implica la ejecución de una persona condenada por un delito grave. Ahora bien, como grupo creemos que la pena de muerte es necesaria para casos extremos, donde la sociedad necesita protegerse de criminales irreparables. Es una cuestión de justicia y seguridad.

Un chico del equipo de Danielle, Heeseung, siguió explicando los argumentos que ofrecían, siendo apoyado por otros miembros del grupo.

Esta parte era en donde cada uno exponía sus argumentos y no podían ser interrumpidos por el grupo rival, por lo que Haerin tuvo que morderse la lengua para no atacar la tesis que estaban diciendo.

La verdad es que solo le daban ganas de interrumpir a Danielle, y esto fue mutuo en cuando el grupo de Haerin comenzó a exponer.

Las miradas que se lanzaban eran intensas y cada vez se iban enojando más.

Danielle se sintió totalmente irritable, con la molestia burbujeando en su sistema.

Los minutos pasaron y por fin llegó el momento de la contraargumentación; el momento de discutir.

Haerin levantó una ceja, mirándola desafiante.

—La pena de muerte no garantiza la seguridad de la sociedad. Además, existen casos de personas condenadas erróneamente. ¿Vas a justificar la pérdida de vidas inocentes, Marsh?

Danielle apretó el lápiz con fuerza.

—Haerin, siempre te aferras a lo mismo. A pesar de la posibilidad de errores judiciales, se sostiene que su aplicación cuidadosa puede disuadir eficazmente ciertos crímenes graves, contribuyendo así a la seguridad pública. El criminal se verá más negado a cometer delitos sabiendo que existe la posibilidad de ser ejecutado. La justicia también implica proteger a la sociedad de individuos peligrosos. ¿Quieres arriesgar la vida de inocentes por mantener a criminales en la calle?

El público observaba con atención, algunos murmullos resonaban en el salón. Otros alumnos, inicialmente participativos, se quedaron en silencio, percibiendo la intensidad del enfrentamiento.

Haerin esbozó una sonrisa sutil, egocéntrica.

—Danielle, la pena de muerte no disuade el crimen, hay estudios que lo respaldan. La rehabilitación es clave para la verdadera justicia.

La tensión aumentaba, y Danielle contraatacó.

—Tus ideas son demasiado idealistas, Kang. A veces, la sociedad necesita medidas drásticas para protegerse. No todos los criminales son redimibles.

El señor Lee intentó mantener la calma, pero la rivalidad era palpable. Los alumnos observaban con interés la disputa, pareciendo una telenovela dramática digna de cine. Haerin y Danielle, centradas en su duelo verbal, se olvidaron del resto.

—La pena de muerte perpetúa un ciclo de violencia. ¿Realmente queremos ser parte de eso? No puedes hacer leyes en base a la venganza, Marsh, una que atenta directamente contra los derechos humanos. ¿Qué clase de sociedad buscas?

Ambas tenían las mejillas rojas, fastidiadas con la otra. Danielle había soltado su peinado y Haerin se quitó los lentes en un movimiento brusco.

—¡La violencia es inherente a la humanidad, Haerin! —elevó su tono de voz, echando la silla hacia atrás. Inconscientemente estaba a punto de pararse—. ¡La pena de muerte simplemente establece límites claros, Dios!

Haerin hizo una mueca, ahora con las mejillas quemándole.

—¡¿Cómo vas a decir eso, idiota?!

La sala estaba llena de murmullos y comentarios mientras las dos jóvenes se metían en una discusión más personal. El señor Lee comenzó a ponerse nervioso, sin saber qué hacer.

Estaba a punto de intervenir los gritos de sus alumnas cuando el timbre indicando que podían salir a receso tocó.

Como los simios hambrientos que eran, rápidamente los alumnos fueron abandonando el aula, corriendo para disfrutar de sus miserables quince minutos de descanso, pareciendo olvidar completamente el entretenido debate anterior.

El profesor les echó una última mirada a Danielle y Haerin, quienes seguían discutiendo, ahora ambas de pie y usando un tono de voz más fuerte. Sabía que no era profesional de su parte, pero le causó mucho nerviosismo ver a esas chicas que parecían perro y gato a punto de atacarse, así que prefirió salir a pasos agigantados de ahí.

Ahora la sala estaba vacía. Solo Danielle y Haerin.

—¡La pena de muerte es ilegal en la mayoría de países por algo, Danielle! ¡Tus argumentos son estúpidos! ¡¿Siquiera buscaste fuentes confiables?!

La nombrada se indignó, frunciendo las cejas de forma dolorosa.

—¡¿Quién mierda te crees?! —movía las manos, expresiva—. ¡¿Si matan a tu madre de la manera más cruel y horrible posible, en serio quedarías satisfecha con unos míseros años de cárcel?!

La verdad es que a ninguna le importaba mucho el tema de la pena de muerte y no necesariamente estaban cien por ciento de acuerdo con los argumentos que investigaron, pero aquello no se trataba de ver quién tenía el punto más lógico, sino simplemente de llevarse la contraria y discutir por discutir.

—¡Eres tan estúpida, Marsh!

—¡¿Y tú?! ¡Un mono es más inteligente que tú, niñita!

—¡Deja de llamarme niñita!

Frente a frente, con centímetros de distancia, Haerin golpeando el pecho de Danielle de manera acusadora y la mayor insultándola con cada vez más rabia.

—¡A ti ni te importa debatir, Danielle! ¡Tú misma dijiste que no sabías si estabas de acuerdo con la pena de muerte en la pizzería! ¡Esto se trata de querer llevarme la contraria!

—¡Por supuesto que me importa una mierda la pena de muerte, Kang, pero al menos no me creo la dueña de la verdad como tú! ¡Es irritable verte siempre intentando destacar!

Mentiras y más mentiras. Danielle no creía que Haerin intentara destacar, solo estaba molesta y frustrada, muy frustrada.

—¡¿De qué mierda hablas?! —se acercó más a su cuerpo, desesperada por la mezcla de sus respiraciones agitadas—. ¡No tiene sent-!

—¡Cállate, por Dios!

Gritó Danielle con exasperación antes de romper con su estúpida discusión y tomar a Haerin del cuello de su camisa y estampar sus labios con rabia sobre los de la menor.

Haerin no se sorprende, porque era exactamente lo que ella iba a hacer, lo que deseaba hacer. Acepta los belfos de su rival, cerrando sus ojos y dejándose llevar en aquel contacto rudo y agitado. La variedad de sensaciones que están sintiendo parecen hacer efecto porque el corazón de ambas no deja de bombear sangre de manera loca.

Danielle toma el control en cuanto nota a la más baja desconcertada en cómo su lengua le recorre sin descaro, y aprovecha esta debilidad para empujarla consigo misma hasta que el trasero de Haerin queda pegado a la mesa que tenía frente suyo durante el debate.

Kang abre más la boca, deseando ser tatuada con la lengua de Danielle. El tacto se vuelve obsceno, ruidoso y sin mucho esfuerzo, Danielle la sube en la mesa hasta que las bonitas piernas de Haerin quedan colgando. Las separa con una de sus manos y se posiciona en medio de ella, aún sin cortar el beso.

Ahora, ambas manos de la australiana envuelven el cuerpo de la chica, acariciando parte de su espalda y cintura.

Que el salón esté sin llave, y que cualquier alumno o profesor pueda pasar, parece no tener importancia para ellas. No ahora que están así.

Pasan los minutos, siguen besándose sin calmar el ritmo.

En cierto punto Kang gime sobre sus belfos, desesperada por sentirla al máximo.

Esto, aunque haya sido satisfactorio de escuchar, hace que el corazón de Danielle se detenga un segundo y el miedo la invada repentinamente, tal cual como en el baño de Haerin. Estaba besando a una persona de su mismo sexo, ella, Danielle Marsh, alguien que jamás sintió ni la cosa más mínima por una chica. Estaba devorándole la boca a una mujer y eso la asustó tanto que se separó de Haerin, quien también la miró con miedo, sabiendo exactamente lo que pasaba por la cabeza de la extranjera.

Antes de que pudiera salir corriendo, como había planeado, la campana vuelve a sonar y pronto una masa de jóvenes se acercan al salón.

Haerin se baja como puede del escritorio y Danielle arregla su cabello, queriendo desaparecer de la faz de la tierra.

—¡Danielle, ahí estás! Estuve buscándote todo el recreo —dice Hanni, apareciendo por la puerta y acercándose a ellas. Observa a Haerin con curiosidad, pero no la suficiente como para preguntar qué hacía su mejor amiga con la chica que tanto odiaba.

—Perdón, me quedé terminando una tarea —miente, volteándose a Hanni.

Haerin sale de ahí rápidamente, sin ser notada.

Luego de unos diálogos con Hanni, Danielle busca discretamente -y con el corazón golpeándola mal- a Haerin en el salón, pero no hay ningún rastro de ella.

Suelta un suspiro entre alivio y... terror.

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¿opiniones del cap? 😧 BE HONEST 😡

¿se lo esperaban o ñio?

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