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06

A las 10:30 inició la clase de deporte. La generación completa se reunió en la cancha principal y esperaron a que los profesores terminaran de pasar la lista.

De vez en cuando los separaban entre hombre y mujeres, otras veces por curso, y cuando la cancha más grande de la escuela estaba desocupada, los reunían a todos juntos.

Hoy decidieron separarlos entre hombres y mujeres.

Debían formar parejas para hacer una serie de ejercicios y con eso, rápidamente Minji miró a Danielle.

***

Danielle la observó, estresada.

—¡¿Cómo mierda no vas a saber pegarle a una pelota?! —soltó exaltada, quitándole el balón de las manos.

Ahora debían jugar volleyball entre las dos y tenían que lograr hacer pasar la pelota sobre la maya al menos diez veces seguidas.

Danielle lograba recibirlas todas, Haerin ni una.

Su fuerte era el arte, no el deporte.

—¡No es mi culpa que tú me la tires para cualquier lado!

—¡Qué mentirosa, te la tiro perfecto, eres tú quien no sabe recibir! —objetó la mayor, pasando a través de la maya que las separaba—. Mira, gatita —la ironía en su tono y el sobrenombre hicieron a Haerin rodar los ojos—, debes poner los brazos así —hizo la demostración y Hae le copió, de mala gana, por supuesto—, y cuando te llegue la pelota solo la golpeas hacia arriba, y con los dedos, ¡no con las muñecas!

Kang rodó los ojos como por sexta vez en el día y esperó a que Danielle volviera a su lugar.

Una vez detrás de la maya, la extranjera se puso en posición.

—Ahora, inténtalo —dijo, lanzando el balón hacia ella.

Haerin de verdad que se esforzó, pero la pelota solo le llegó a la cara.

—¡Maldición, Haerin!

Vaya clase.

Por otro lado, Minji estaba en una ardiente competencia por ver quién duraba más sin que la pelota se les fuera de las manos.

Minji era buena en casi todos los deportes, Hanni no tanto, pero ella no estaba dispuesta a perder, por lo que cuando la mayor le mencionó que aquello era una competencia, Hanni se sacó de quién sabe donde, todos sus talentos para jugar a la perfección.

Varios alumnos comenzaron a rodearlas, curiosos por ver quién perdía primero.

—¡Vamos, Minji!

—¡Tú puedes, Hanni!

Las mencionadas conectaron miradas, unas que quemaban.

Minji debía admitir que le gustaba esto, que la desafiaran de esa forma.

Y Hanni debía admitir que Kim Minji se veía extremadamente sexy con la frente sudada y esos cortos shorts que dejaban a la vista sus marcadas piernas.

—¡Ya ríndete, Pham! —gritó la coreana, haciendo un saque perfecto.

—¡Jamás, idiota! ¡Ríndete tú que sabes que te ganaré!

Una carcajada abandonó los labios de la más alta.

—¡Yo te ganaré y me reiré en tu cara hasta que salgamos del colegio, enana!

—¡Hija de puta! —gritó la vietnamita, más que enojada. Ella no era baja, era promedio, ¿bueno?

La rabia que sintió en el momento le ayudó a golpear la pelota con mucha más fuerza, logrando que cayera en el rostro de Kim.

Y con eso, Hanni Pham ganó la jugada.

—¡Já! ¡Ahora quién es la enana! —exclamó, victoriosa.

Minji frunció las cejas, acariciando la zona afectada.

Había perdido y quería asesinar a alguien por eso.

—¡Sigues siento tú la baja, Hanni Pham! —gruñó la mayor—. ¡Que hayas ganado no te va a hacer crecer, imbécil!

Mala elección de palabras.

Hanni se enfureció otra vez y corrió hacia Minji y saltó sobre ella, comenzado a jalonearla del cabello.

Minji se defendió, sosteniéndola de la cintura y agitando su cuerpo bruscamente.

Pronto llegaron los profesores a separarlas y ambas terminaron en inspectoría.

Repito, vaya clase.

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