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Capítulo 21: Ya amaneció, ya el sol salió.

EDITADO

  

Ahora te diré lo que he hecho por ti
50 mil lágrimas he llorado
Gritando, engañando y sangrando por ti
Y aun así tu no me escuchas
No quiero tu mano esta vez
me salvaré yo sola
Quizá me despertaré por una vez
Sin estar atormentada diariamente
y derrotada por ti
Justo cuando pensé que habría alcanzado el fondo
Estoy muriendo otra vez  


Cancion en multimedia (Going Under - Evanescense)

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      Han pasado varias horas ya desde que todos se fueron a sus casas y empieza a oscurecer. Lu y yo estamos tirados en medio del pasillo, sin decirnos nada. Esto ha sido la experiencia más extraña que he tenido en mi vida, y siento que está a punto de escapar. No se cómo será volver a estar en mi cuerpo ni como me va a recibir de nuevo la realidad.

      —Es hora, Tomás—susurra Lu, levantándose. Yo lo imito, y con algo de ansiedad me pongo frente a él.

      Sus grandes ojos rodeados de pestañas blancas, me observan sin parpadear. Yo mantengo la mirada también y veo que las comisuras de su boca se elevan un poco, dejándome ver la punta de sus pequeños colmillos. Juego con las esquinas de mi camisa, tratando de calmar el temblor que me produce la presencia de Lu, más cuando ya he recordado su verdadera forma.

      —Debes volver a donde perteneces—insiste él. Muerdo mi labio y saboreo un poco de sangre seca que se derrite en mi boca.

      —Espera—espeto, poniendo mi mano fuertemente sobre su hombro. Lu alza una ceja, algo descolocado por mi reacción. —¿No es alguna clase de trato en el que tú cumples lo que pido y yo te doy algo a cambio? —Él suelta una pequeña carcajada, que hace que sus hombros se eleven levemente.

      —Ya lo has hecho, ¡tonto! —bromea Lu, dándome un pequeño golpe, con su puño cerrado, en el pecho.

      Entonces toma mis manos entre las suyas y clava sus ojos en mí, una vez más, mientras se acerca a mi cara. ¿Ya lo he hecho? Una ligera angustia se forma en mí. Todo a mí alrededor se empieza a nublar de a poco y la pequeña nariz de Lu, está cada vez más cerca de la mía, tal como la primera vez que nos encontramos, —o debo decir, ¿la segunda?—. Luego empiezo a notar como una pesadez toma parte, en todo mi cuerpo, cuando ya nuestras narices están pegadas una a la otra. Entonces, Lu suelta el aire y una ráfaga de aire frio se abre paso por mis vías respiratorias.

      El ardor tan conocido ha vuelto y ya casi no puedo ver nada que no sean un par de ojos, uno verde y uno miel, en frente de los míos. El aliento fresco de Lu choca contra mis labios, agrietados y secos, luego me besa superficialmente y todo se pone negro.



Una noche, hace tres semanas...

      «—¿Qué es lo que quieres? —pregunta esa voz gutural y tan profunda como aterradora.

      —Quiero desahogar mi ira, quiero venganza, quiero cumplir todo lo que he deseado... —mascullo con odio, apretando mis puños. —Quiero... —relajo mi cuerpo al pensar en ella de nuevo—, quiero ver a mi hermana... A Emma.

      Silencio.

      —Así será—responde la voz siniestra y mi corazón se acelera de la emoción—, sólo tienes que hacer lo que yo te digo y te daré lo que anhelas.

      —¿Qué te daré yo a cambio? —susurro con un poco de cautela. Entonces, en medio de la oscuridad aterradora, unos ojos de reptil rojos se dejan ver.

      —Lo que todo ser como yo, desea. »




Actualidad...

      Silencio y oscuridad es todo lo que me rodea. Soy parte del vapor, del humo y de la nada. La sensación dura unos segundos antes de que un bullicio insoportable llegue a mis oídos. Puedo sentir mi respiración y algo que se mueve en mi pecho, mientras que de mi estómago se apodera una sensación de vacío, como si cayera de algún lado.

      Es el peso... El peso. Algo me atrapa y estoy paralizado. No puedo moverme. ¡No puedo moverme!

      —¡Está moviendo los dedos! —La voz se oye tan lejana y distante... Apenas perceptible. —¡Doctor! ¡Doctor! —chilla alguien de nuevo.

      —¿Tomás? ¿Tomás? —Habla una voz masculina y siento que me remueven, pero aun así no puedo tomar control de mi cuerpo, de esta masa pesada en la que estoy atrapado.

      Siento frío. Mucho frío.

      ¡No puedo abrir mis ojos! La angustia se apodera, una vez más, de mi mente y rápida, como un rayo, toma control de mí. Una luz rosácea impacta contra mis parpados y, por un segundo, entreabro mis ojos dejando que una luz, amarillenta y fuerte, traspase mis adormiladas pupilas. El musculo se contrae y me escocen los ojos.

      —¿Do..? —Es lo único que alcanzo a decir cuando caigo en cuenta de la silueta morena que se encuentra frente a mis ojos. 

      No reconozco mi propio tono de voz y la garganta me duele. Temo ver de nuevo esa mirada heterocromatica. Me calmo cuando, enfocando mejor la imagen, me encuentro con un par de ojos cafés y amables, haciendo juego con una sonrisa recta y blancuzca.

      —Hola, amigo—susurra el hombre, que por su bata blanca, supongo que debe ser un doctor. —Tranquilo, llamaremos a tu madre. ¡Llevas casi tres días, inconsciente! —Suspira aliviado y desvía su mirada de mí, examinándome, haciéndome sentir intranquilo. —¡Qué bueno que hayas despertado!

      Trato de sonreír, pero me duele todo y no soy capaz de hacer mucho. ¿Y mi madre? ¿Dónde está ella? ¿Por qué no está aquí?

      —Llamaré a tu madre... Ella te explicará todo, ¿sí?

      Mi respiración se acelera, e inútilmente, trato de moverme un poco, aunque al final no logro el resultado que quería. Entonces veo al doctor de ojos cafés salir por la puerta de mi habitación y cierro mis ojos, cansado.




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