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Capítulo 16: Reencuentro.

La canción está MUY buena, así que pueden oírla sin llevarse sorpresas, ya que no es HARD ;)


EDITADO


Aquí estoy, indefenso y dado por muerto.


Cierra los ojos, 

muchos días pasan.

Es fácil encontrar lo que está mal, 

es difícil encontrar lo que está bien.


Creo en ti,

puedo mostrarte que puedo ver a través de tus mentiras vacías...

¡Y no me quedaré mucho tiempo en este mundo tan horrible!


¡Di adiós!

Mientras danzamos con el diablo esta noche,

no te atrevas a mirarlo a los ojos.

Mientras danzamos con el diablo esta noche.


Canción en multimedia. (Dance with the devil, Breaking Benjamin).


***




      Lu me arrastra con fuerza por el pasillo y abre una puerta. No puedo dejar de arrugar mi cara, con la misma pregunta rondando por mi cabeza. ¿Yo se lo pedí? ¿Qué es Lu? ¿Qué quiere? Hasta ahora no me había preguntado nada de eso, ya que solamente me había dejado llevar por mis impulsos más violentos y toda la ira en mi interior. Este chico de cabello blanco se había aprovechado de eso, y me había seguido el juego. O ¿Yo se lo había seguido a él? ¿Cuánto tiempo había pasado desde que me encontré con Lu? ¿Días? ¿Horas?

      —Ya está bien de juegos, niño—espeta Lu, empujando con su blanco brazo una puerta gigante, sin dejar de arrastrarme de mi ropa.

      Resoplo y lo que hay detrás de esa puerta tan pesada es una espesura negra; nada más que eso. Pero el miedo no me invade, y me dejo llevar por este extraño muchacho, que en realidad parece ser más un lobo con piel de oveja que otra cosa. No veo nada a mí alrededor, siendo mi única guía, el amarre que la mano de Lu ejerce sobre mí. Tampoco se oye nada, ni siquiera nuestras respiraciones. El aire es pesado y muy caliente, casi sofocante, como estar dentro de un horno encendido.

      —Vamos a terminar lo que hemos comenzado—. La voz de Lu rasga el silencio penetrante del lugar. No digo nada— ¿Crees en Dios, humano idiota?

      Trago saliva con violencia. ¡Claro que no!

      —No—me limito a decir. —¿Tú?

      Oigo su risa y por alguna razón siento que niega con su cabeza, a pesar de que no veo nada.

      —No nos llevamos muy bien, querido—responde suavemente.

      Avanzamos sin parar, hacia ningún lado.

      —¿Quién eres? —pregunto, ya notablemente alterado.

      Mi letargo desaparece y una ansiedad se apodera de mí junto con una confusión de la que no puedo huir. Silencio. Nadie dice nada y eso me pone aún más ansioso. Desde que nos encontramos no me ha dicho nada de él y yo tampoco me lo he preguntado. Su agarre palpita y de repente, me suelta.

      —¿Lu? —susurro, entrando en pánico, ya que siento que me he quedado completamente solo en medio de esta horripilante penumbra. —¿Dónde estás? No me dejes solo acá... —sollozo, y siento pesar al escucharme.

      Como un ciego, estiro mis brazos y doy pequeños pasos, esperando encontrarme con algo que me guie hacia algún lado, pero eso no sucede. Mis dedos no sienten nada a su alrededor y lágrimas de terror empiezan a escurrir de mis adoloridos ojos. No puedo evitar los sollozos, y me siento patético. Sé que en alguna parte está ese niño de mierda, riéndose de mí. Pensando en lo patético que luzco, lleno de terror y angustia.

      —¿Tomás? —Habla una voz femenina, tan lejana que apenas si pude escucharla. —¿Eres tú?

      Viro mi cara hacia todos lados, con mis brazos rígidos hacia el frente, intentando seguir ese lejano sonido.

      —¿Quién está ahí? —pregunto en un tono alto de voz.

      —¡Tomás! —Habla de nuevo y ahora la siento más cerca. También oigo unos pasos acercándose a mí. Suena tan conocido, tan familiar.

      Respiro hondo para calmar mi agitación, ya que mi presión sanguínea está golpeando mis tímpanos con tanta fuerza que parece que fueran a reventar en cualquier momento. De pronto, oigo una respiración... tan tranquila y suave.

      —¿Quién está ahí? —sollozo, aterrorizado.

      Lo que parece un dedo, acaricia mi mejilla, atrapando una lagrima que se escapa de mis ojos. Suspiro ante la tranquilidad que eso me trae.

      —Hermano... —susurra la otra voz y de inmediato caigo, de rodillas, en el suelo tibio de ese lugar, que no tiene un nombre para mí.

       Es la voz de ella. Es la voz de Emma, de MI Emma. ¿Cómo pude temerle? ¿Cómo pude olvidarme de su tan familiar golpeteo cuando caminaba? ¿De su voz? ¿Cómo puede estar ella en este lugar tan horrible? Me arrastro, tanteando el suelo, buscando sus pies con desesperación.

      Quiero sentirla, quiero abrazarla otra vez.

      —¡Emma! —grito, totalmente a punto de perder la cordura. —¿Dónde estás, cariño? —lloro, y las lágrimas salen sin parar de mis ojos.

      —Aquí —habla ella, y estiro mi mano en dirección a su voz, encontrándome con sus piernas, desnudas y suaves. Entonces como un loco me abrazo a ellas y lloro más copiosamente. —Tranquilo, tranquilo—me acalla, poniendo su pequeña mano en mi cabeza, peinando mí cabello sucio y despeinado.



***

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