Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 36


Las semanas trascurrieron en Noruega sin grandes incidentes. Odalyn intentó ir a clases de cocina vegetariana, piano, tejido, yoga, pintura y defensa personal. A las de cocina asistió con gran gusto porque conoció gente que también compartía ese deseo de no consumir animales. A las siguientes solo fue una vez, dijo que no tenía habilidad manual para el instrumento ni para tejer. Su hiperactividad fue un gran obstáculo con el yoga. Aceptó que lo único que la unía con el arte era su amistad con Theo. Y de las últimas desistió porque Hummel aseguró que él podría enseñarle mejor que el instructor.

Al inicio creyó que ese comentario, que había emitido con evidente molestia después de ver al sujeto coquetearle abiertamente, fue provocado por los celos. Einar no era precisamente celoso, lo había descubierto en sus actitudes diarias, en especial cuando salían en grupo; por lo que le dio el beneficio de la duda y aceptó que él le diera su propia lección.

¿El resultado? La sugerencia, mientras estaba a horcajadas sobre él después de haber practicado una técnica de derribo, de que debería dar clases porque las de él eran más efectivas y fáciles de aprender.

Einar siguió haciendo ejercicio con Nina por las mañanas; si bien la constancia de la vecina era buena, había ocasiones en las que, con ojeras y visible cansancio, alegaba no poder seguirle el ritmo por las desveladas hasta altas horas de la noche y la resaca.

El plan de los empleos, por otro lado, se dio de forma natural y sin que lo buscaran. Aksel no pudo quedarse todo su turno en la recepción cuando iniciaron las clases; su tío, que era el gerente del edificio, hizo caso a la sugerencia del chico cuando este le propuso dejar a Odalyn a cargo durante las horas que él estuviera ausente. La princesa probó que era perfectamente capaz y, poco a poco, se ganó la confianza del hombre.

En cuanto a Hummel, inició por casualidad un día que estaba en el taller de Finn y Magnus. Recibieron la llamada de un auto que se había averiado en la carretera y, como Odalyn había hecho planes con Nina después de las clases de cocina, los acompañó. El apoyo que les ofreció fue bien recibido, tanto así que le propusieron remunerarle las veces en las que pudiera ayudarlos, puesto que había días bastante ajetreados y poco personal en el negocio que erigieron juntos.

El tiempo incluso asentó de una forma positiva las cosas para Sersjant, como fue que llamaron al cachorro cuando se descubrió su presencia en el edificio. Al señor Pedersen, tío de Aksel, casi le dio un infarto cuando vio el gran bulto que se movía en el bolso que cargaba Hummel. Tanto Aksel como Nina —que en ese momento estaba hojeando unas revistas mientras fingía escuchar al chico que le hablaba sobre Natalie Portman— se prepararon para interceder en caso de que hubiera algún altercado. Einar le dijo a Odalyn que se quedara con sus amigos en lo que él hablaba con el gerente en su oficina, y media hora más tarde vieron salir al perro, corriendo hacia ellos con total libertad.

Odalyn creyó que fue obra de la buena voluntad de Pederson, Aksel imaginó que Hummel amedrentó a su tío con una técnica de espías, y Nina apostó por un soborno gordo. Sin embargo, la realidad fue una charla bastante civilizada, un historial como buenos inquilinos y la promesa de que el viejo Pontiac del hombre recibiría servicio gratuito, o con considerable descuento, según el grado de atención que requiriera. Oh, y sin olvidar la absoluta educación del animal respecto a las instalaciones y demás vecinos.

Eso sí, para llegar a ese acuerdo, Einar tuvo que hacer un análisis de la personalidad, actitudes, postura, forma de hablar y ademanes del tipo. Tenía qué comprender cuál podría ser su punto débil para atacarlo por ahí.

Y al poder ser libre, Sersjant pudo aplicar las maneras que había aprendido de su familia. Fue tan sociable como Odalyn y protector como Einar; con los desconocidos que no pertenecían al edificio y encontraba merodeando por ahí, mostraba una desconfianza bastante graciosa. De ahí que a Aksel le diera por llamarlo así*.

Más que nunca, sintieron que pertenecían a ese sitio.


***


Los ladridos de Sersjant se escucharon demasiado cerca aquel sábado por la mañana. A diferencia de los dedos de Odalyn, que no interrumpieron su recorrido por el torso de Einar, los de él se detuvieron un instante sobre el vientre plano que se elevaba y hundía con más agitación que quince minutos atrás. Luego, cuando el perro se calló, reanudaron los patrones circulares que dibujaban cariñosos.

Con los entrenamientos de Hummel, y las clases matutinas de Landvik, rara era la ocasión que pudieran darse el lujo de acurrucarse justo al despertar.

A partir de la excursión al lago, dormir juntos se volvió una actividad recurrente que inició con la princesa auto invitándose a la cama del coronel con la excusa de enseñarle un video gracioso, artículos de revistas, canciones que recién había descubierto, o imágenes que Aksel le compartía vía Whats app. Grande fue su alivio cuando una noche vio a Einar esperándola en su cama —que era más grande que la de él—, y se evitó el esfuerzo de buscar más pretextos.

Otro ladrido de Sersjant la devolvió al presente. Hummel tensó las manos y, pesaroso, dejó de atender la rosada e hinchada boca para darle un último beso en la frente, clara señal de que era hora de salir de la burbuja de embeleso.

Odalyn aprovechó su posición para atacarlo en uno de sus puntos sensibles. Buscó el lóbulo y tiró de él con los dientes, un poco brusco, pero compensando el arrebato con una inmediata succión que, por la fuerza que Hummel aplicó a su cintura, le había gustado sobremanera.

—No trates de distraerme, Odalyn. Tengo que ir a hablar con el perro si no queremos que lo corran del edificio.

—Hablarás con él después —respondió, volviendo a buscar los labios de Einar al tiempo que sus dedos inexpertos levantaban el borde de la playera blanca que desde hacía rato le estorbaba.

Su intención de mostrar un poco de experiencia se desvaneció cuando el propio Hummel se quitó la prenda tan rápido que apenas si pudo respirar entre un beso y el otro. No obstante, Odalyn no se pudo recrear con la situación porque Sersjant inició con una nueva ronda de ladridos ininterrumpidos.

Einar salió de la cama como si hubiese escuchado el llamado de guerra. Bajó las escaleras descalzo y, al notar que el ruido provenía del apartamento de Nina, tocó la puerta un par de veces. De inmediato, las pisadas del can se acercaron para anunciar su llegada con más ladridos entusiastas.

—¿Puedo pasar? —le preguntó a su vecina en cuanto esta abrió.

—Sí, claro. —Ella todavía estaba con ese atolondramiento propio al despertar, aunque eso no significaba que recién hubiera abierto los ojos, o al menos no en su caso porque siempre se quejaba del tiempo de adaptación que necesitaba cada mañana—. ¿Qué sucede? ¿Vienes por Sersjant?

El susodicho empujó las piernas de Nina para poder ver a Hummel. Había pasado una grata mañana en el balcón, tratando de comunicarse con las palomas, y no podía aguantar más tiempo sin transmitirle su alegría.

La mujer se quitó del marco de la puerta para dejarlo pasar, y como si sus piernas fueran de plomo, se arrastró hasta la barra de la cocina, donde se entretuvo bastante tiempo preparando café mientras miraba de soslayo al hombre que, acuclillado, le explicaba paciente a Sersjant por qué debía esperar al parque para ladrar a todo pulmón.

Sorbió un gran trago, admirando en silencio la delgada tela del pantalón del pijama y el cabello despeinado. Además, había otra cosa: un brillo que se escapaba de sus ojos sin que él se percatara de su existencia, y cuya aparición coincidía con la presencia de cierta muchacha alborozada. Al dar el siguiente sorbo se preguntó qué tanto habría interrumpido el perro con su algarabía.

—¿Entendiste? —preguntó Hummel sin dejar de mirar los grandes ojos castaños del can.

Claro que no recibió una respuesta como tal, pero al menos sí un brinco entusiasta. Sersjant volvió una vez más al balcón; ya más sosegado, se sentó para ver las palomas que reposaban en el techo del edificio de enfrente.

Si bien Nina era una mujer que desprendía sensualidad, parte de esa aura se desvaneció cuando de sus labios brotó el líquido café y se derramó por su barbilla hacia el fino camisón de satén que la cubría.

—Lo siento —se disculpó, limpiándose con el dorso de la mano.

Hummel iba a preguntarle qué había sucedido, no obstante, las furtivas miradas que ella le dedicó a su torso desnudo fueron más que suficientes. En sus ojos no notó deseo, más bien, una evidente turbación causada por las pálidas líneas rosáceas que le habían marcado para siempre la piel.

Nina, ya sin disimulo, observó las cicatrices al tiempo que abría la boca para decir algo.

—Un accidente —dijo Einar, restándole importancia. Era cierto que, aunque las líneas ligeramente abultadas indicaban la gravedad de lo ocurrido, eso ya era parte del pasado.

—Se ven... —respondió, tomando un trapo de la barra y limpiando la mancha oscura de su camisón—. Quiero decir que debió ser grave.

Esa camaradería que iba surgiendo entre ambos le hizo querer ser honesto. Pero la opción de mencionar las palabras licántropo, portal y ungüentos milagrosos no era algo que quisiera hacer por mucho que respetara a su amiga.

—No tanto. ¿Cómo te sientes?

Hummel se acercó a la cocina, rellenó la taza de Nina y también sirvió para él. Luego se recargó junto a ella y observó en la misma dirección, aunque no creyó que en realidad estuviera viendo al perro.

—He tenido mejores días. La mamá de Magnus es genial, pero remodelar todo un negocio es terrible. Y los cólicos, y... —Expulsó el aire, bizqueando un poco por el cansancio.

—¿Vamos a hablar de tu período? —cuestionó Einar con la ceja levantada y dándole un ligero codazo para espabilarla.

Nina sonrió.

—Vives con una chica que, por cierto, es tu novia; debería ser un tema absolutamente normal. —Nina dobló el cuello hasta hacerlo tronar, con lo que por fin pareció activarse. Le puso otra cucharada de azúcar a su café antes de continuar—: Al menos tú lo tomas con naturalidad, cuando traté de explicárselo a Magnus parecía que le hablaba en otro idioma.

—Es como otro idioma para nosotros —argumentó divertido—. No creo poder entenderte, pero si quieres hablar...

La mirada que Nina le dedicó, con un dejo de ternura y otro de exasperación, hizo que el coronel se sintiera patoso en el tema de mujeres.

—Aunque —añadió, ligeramente halagado—, ahora que lo pienso, supongo que debería agradecerte la confianza. No sueles ser así de abierta cuando de temas tan personales se trata.

—¡Ja! ¡El comal le dijo a la olla! —Abrió el frigorífico, observando qué podría desayunar—. ¿Quieres ensalada? Quedó de ayer.

—No, gracias. No sabía que te podían interesar mis asuntos.

Nina abrió la boca y la cerró casi de inmediato. Miró el aspecto del coronel: relajado, pero con cierto aire dominante que, si conocía a los hombres tanto como solía presumir, podría adjudicar a esa masculinidad expuesta que emerge en situaciones específicas, como la guerra o el coito. Quizá Sersjant sí había interrumpido bastante.

—Eres lo más cercano que tengo de un mejor amigo y Odalyn es como una hermana pequeña, así que... No, en definitiva hay cosas que no querría saber.

Hummel rio al tiempo que tomaba un trozo de lechuga pese a haber declinado la ensalada. El satisfactorio y fresco crujido del vegetal frío le fue bienvenido.

—Supongo que es bueno que entre amigos también haya límites —dijo Einar, sintiendo un escalofrío al pensar en lo que sabía de esa mujer gracias a las charlas de hombres que mantenía con los chicos; entre ellos, Magnus, a quien no culpaba en absoluto de lengua larga porque el sujeto estaba completamente perdido por Nina—. Aunque no me cierro a la idea de compartir algunas confidencias. Por ejemplo, podrías empezar diciéndome a qué hora llegarán hoy.

Nina rio. Por la tarde saldría con Odalyn y, como cada que lo hacían si la presencia de Einar, este se ponía a indagar sobre sus rutas, destinos y horarios como si fuese un eficiente investigador privado. A veces eso le daba risa, otras no tanto.

—No lo sé, teniente —se mofó, haciendo un saludo militar que hizo que Hummel rodara los ojos, tanto por la burla como porque, sin saberlo, lo degradó unos cuantos rangos—: Las cosas de chicas toman su tiempo, y antes de que preguntes adónde iremos, de una vez te digo que tampoco lo sé, pero empezaremos en el centro comercial.

Einar bufó, pensando que, en ciertas circunstancias, le resultaba más difícil ser el novio que el guardián.


***


—¿Qué te parece este? —preguntó Odalyn, saliendo de los cambiadores. Nina miró crítica el vestido lila con flores amarillas y frunció los labios.

—No es mi estilo, pero a ti se te ve bien. ¿Crees que esto le guste a Grethe? —extendió una blusa con flecos delante de un maniquí, sopesando cómo se vería su amiga con dicha prenda—: El otro día me prestó una similar que sin querer arruiné de manera irreparable.

—¿Qué le hiciste? —preguntó Odalyn, dividiendo su curiosidad entre la historia de su vecina y la sección de lencería al otro lado del local.

Incómoda, Nina dejó la blusa en el aparador; ya encontraría una más parecida.

—Digamos que fue una noche difícil. ¡Mira esto! ¡Deberías probártelo!

Odalyn tomó el vestido tipo jumper y sonrió nostálgica.

—¿Sabes? Esto me recuerda a mi prima.

—¿Por qué? ¿Se vestía con cosas similares?

—¡No! ¡Definitivamente, no! —La princesa rio por la increíble escena—. Por el contrario, Evgenia detesta la ropa así; ella... bueno, solía aborrecer casi cualquier cosa en mi armario.

—¿Solía? ¿Ella se murió?

—No —respondió con la mirada perdida—. Pero hace mucho que no la veo.

—Extrañas a tu familia, ¿verdad?

Ninguna de las dos solía hablar de eso, pero para Nina era obvio que, como con cualquier persona, había una familia detrás.

—Demasiado.

—¿Incluso a tu prima la mala?

—No es mala —la defendió Odalyn—. Todos decían eso; en especial mi amigo Theo, a quien jamás le cayó bien. Es solo que Evgenia es complicada, como todas las mujeres, supongo.

—Eres demasiado amable para tu propio bien, ¿no crees? —Tomó una playera sencilla que podría combinar con el vestido y también se la dio—: No me sorprendería que ahorita me dijeras que los domingos por la mañana ayudas en el refugio de animales y por las tardes en el comedor comunitario.

—¿Refugio de animales?

Nina, observando las miradas de la muchacha, había avanzado poco a poco hasta la sección de ropa interior. Excelente decisión porque había modelos bastante atractivos que, en definitiva, compraría.

—Ya sabes, un sitio adonde llevan a los animales de la calle para que no se vuelvan una plaga. Los esterilizan, les dan un techo, comida, juegan con ellos y les buscan un hogar.

—¡Suena increíble! —exclamó la princesa, emocionada por semejante idea—. ¡Me encantaría ayudar! ¿Crees que esto se me vería... bien?

Nina observó el body de encaje, tan rosa como las mejillas de su amiga, y se preguntó si debería dar pie para entrar a esa conversación porque era obvio que si lo quería comprar, su mente tenía el objetivo de mostrárselo a cierto hombre. Al final, decidió que ella misma lo hiciera cuando estuviera lista, para no sorprenderla y no avergonzarla en el proceso.

—Sí, aunque te recomiendo el azul marino. —Tomó las dos prendas de distinto color y se las puso sobre el antebrazo para que notara cómo se veía su piel con cada una—: ¿Ves? Con esta tu tonalidad se ve con más vida. —murmuró orgullosa por sus consejos—. Y de lo del refugio... Supongo que les llevarías mucha felicidad, sin embargo, necesitarías agallas y... no te ofendas, pero ¿recuerdas el día que Sersjant casi es atropellado?

Eso había ocurrido dos semanas atrás en el parque. Ella no había estado presente, sino que se enteró cuando, al verlo regresar triste y temeroso, le exigió respuestas al par que tuvo la grandiosa idea de llevárselo a sus entrenamientos. Ante el recuerdo, Odalyn se estremeció.

—Trato de no hacerlo. Aún no los perdono por dejarlo sin vigilancia.

La culpabilidad hizo que Nina torciera la boca.

—Mira, sé que en esta extraña familia soy solo la tía buena onda que le da comida chatarra a escondidas. Pero Einar tiene razón, él debe aprender a valerse por sí mismo porque las cosas pueden cambiar de un momento a otro.

—Sí, lo entiendo. ¡Pero sigue siendo un cachorro! ¿Cómo quieres que me sienta tranquila si cualquier cosa le da curiosidad y se acerca sin medir el peligro?

—Así aprenderá. Así aprendemos todos.

Odalyn se enfurruñó porque en esos debates siempre tenía las de perder, puesto que la razón tenía más fundamentos que sus preocupaciones impulsadas por el corazón.

—Bueno, ¿y todo esto qué tiene que ver con lo que estábamos hablando? —increpó, ligeramente molesta.

—Ahí se ven cosas peores, Odalyn. Son animales abandonados que, en su mayoría, son rescatados de situaciones que parten el corazón. Y si te soy honesta, no te ves del tipo que toleraría estar rodeada de tanta crueldad.

La princesa no pudo rebatir el argumento porque, si bien se había adaptado a la Tierra por todo lo bueno que hasta el momento le había ofrecido, tanto Einar como las noticias que veía a diario en el periódico le recordaban que por todos lados también se veían actos que aún no llegaba a comprender: hambruna, violencia, barbarie...

La naturaleza humana tenía defectos, sí; los residentes de Hessdalen no se salvaban de ellos porque esas eran cualidades que venían en el ADN de la especie desde tiempos inmemoriales. No obstante, ahí en la Tierra subestimaban su poder de destrucción.

—Oye, ¿no tienes hambre? —exclamó con demasiado ánimo Nina, tratando de cambiar de tema antes de que Odalyn insistiera en ir a ese sitio—. Podríamos comer en un restaurante y así aprovechamos para platicar un poco sobre esto.

Al notar que señalaba las piezas de lencería que llevaba en los brazos, Odalyn volvió a sonrojarse.

—No hay mucho de qué hablar, creo.

Eso era algo que Nina podía notar a leguas del mismo modo que percibía las ganas de la señorita por dar ese paso. Como le había dicho a Einar, había cosas que no querría saber de su intimidad, pero de pronto ese tema le pareció más tolerable que la idea de hacerla sufrir con los casos que había escuchado de Magnus. Odalyn vivía en una burbuja y ella no quería romperla.




*Sersjant: Sargento en noruego.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro