Prefacio
La teoría humoral que inició Hipócrates, pero que se desarrolló bastante tiempo después, decía que el cuerpo humano estaba compuesto de cuatro sustancias elementales llamadas humores. Estas debían mantener un perfecto equilibrio para que el individuo gozara de una buena salud, tanto física como espiritual.
Por siglos, aquellos que se dedicaron a la sanación atribuyeron las enfermedades al exceso o falta de alguno de estos líquidos vitales. Luego, la medicina moderna desmintió esos preceptos, obsoletos y olvidados con los avances que llegaron con el conocimiento.
No obstante, esa teoría prevaleció en un lugar; no como método curativo, sino como una ley que asegurara la paz entre una raza que tendía a volverse contra sí misma por los motivos más absurdos y egoístas.
Los líderes nacientes de Hessdalen, la tierra al otro lado de la luz, dividieron el continente en cuatro reinos, nombrados como los cuatro puntos cardinales, pero clasificados según el humor regente de los habitantes.
El Norte sería el reino de la Sangre y su propósito social sería la producción de un sustento. Ellos eran confiables, enérgicos y apasionados, buenas características para la labor que se les asignó.
El reino de la Flema, por otra parte, se identificaba por una actitud más reflexiva y comprometida, excelente medio de desarrollo de una vertiente que poco a poco adquiriría más relevancia para el progreso de la especie: la ciencia.
Un grupo numeroso de quienes llegaron del mayor país de Eurasia reclamó el Este y se auto asignó la seguridad y protección. Ellos eran coléricos, dominados por la Bilis Amarilla; exigentes, activos y eficaces con sus decisiones. Perfectos para la guerra, en caso de que esta los alcanzara.
Si bien el alimento, la sobrevivencia y el progreso eran necesidades básicas, los antiguos supieron que necesitaban algo más. Los dos primeros eran naturales y generalizados, pertenecientes a cualquier animal. Con el tercero podían adquirir más consciencia, pero sin la humanidad necesaria esa evolución se podría volver en su contra.
Los sentimientos y su necesaria expresión eran igual de importantes. Al reino de la Bilis Negra le fue confiado el territorio del Oeste, en donde nacería y desarrollaría cualquier tipo de arte. Sus habitantes, ansiosos, distraídos y melancólicos, eran idóneos para tal propósito; y con eso crearían un perfecto equilibrio social.
Siempre y cuando los humores no chocaran entre sí.
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