OCTAVO CÍRCULO
Ejemplo: etapa cero.
GRUPO, ARTISTA
VAV, Lee Geum Hyuk ( St.Van )
PALABRAS
493
GÉNERO
Thriller
@TheFanficSAwards
...
El frío me mordía los huesos, dijeron que era la noche más helada del año. Froté mis manos y las guardé en mis bolsillos. Temblé, no por la crudeza del viento, sino que en las anteriores cuadras comencé a tener la paranoica idea de que alguien me seguía. Mi estómago se encogió, tanto que comenzó a dolerme y rasgarme por dentro. Era la ansiedad, se alimentaba de mí.
Crucé en el próximo callejón, era oscuro. Las calles inhóspitas, sombrías y borrosas siempre me han sugerido el terror. Aquella que invade abrupta, sin soltar y entonces, el pavor más horrendo, más helado, nos obligaría a arrancar nuestro corazón para sostenerlo en la palma.
Los inminentes edificios dibujaban sombras, cubrían el inmenso cielo estrellado y desde las pocas ventanas iluminadas, adiviné que habitaban personas deambulando de un lado a otro como espectros.
El panorama era desértico y silencioso, perseguido por una presencia que intoxicó mis pensamientos, también iba acompañado de un silbido ventoso. El crujir de mis dedos se sumó a la orquesta
Me detuve, deseé mantenerme impávido sobre el asfalto pero necesité corroborar que no había nada detrás de mí.
¿El temor me hizo delirar?
Unos pasos más, retrocedí asustado ante lo que saltó repentimente. Grité con el alma en la boca y el avispado felino negro huyó de mi vista.
¡Fue un maldito gato! ¡Qué tonto!
Todo ha sido un susto gratuito, ahora, ¿cómo controlaba yo mi respiración agitada? Sentí el sudor resbalar por mi sien, en el comienzo de mi cuello y mi nuca.
Reí en voz alta.
Un asesino no debería asustarse con estas cosas, ¿verdad?
Perdí la inocencia hace tiempo, se sumó el pánico y huí en el instante crucial. La sangre en mis manos pese a estar limpias, creí verlas manchadas, con restos en los bordes.
Es el peso de un acto que no confesaré jamás. ¡El mundo siguió igual, inmutable e indiferente!
¿Por qué la maté?
La mataste. La mataste. ¡La mataste!
Mi voz interna me regañó, presioné mis sienes por el agudo grito de mi consciencia.
—¡La mataste, hijo de puta!
Escuché el bramido, pensé que mi propia voz había adquirido la forma de un trueno que impactó en mi cuerpo.
Y no era así
Era el novio de mi hermana, contemplándome con toda la rabia que un ser humano es capaz de expresar en sus pupilas. Él quería matarme, ¡y no lo culpaba! Mi hermana era mía. No, fue mía, ¡no iba a tenerla nadie más!
Él se abalanzó contra mí, su cuchillo lo enterró una y otra vez en mis costillas, frenéticamente sin descanso hasta dejarme sin aliento. No me defendí. Dejé que me matara, que tomara mi inmunda vida.
Debía ser así. Porque él será acusado por mi muerte y la de ella. Seré libre de cargos, estaré junto a mi amada hermana por siempre.
Solo seremos nosotros, tú y yo, destinados al Octavo Círculo del Infierno
El mejor final que pudiera haber planeado.
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