Capítulo 50
― ¿Qué? ―gritó Theodor cuando se acabó la historia.
―Laxus no peleo con nadie― se quejó el pequeño levantándose de su cama.
―Jajaja leyendas de héroes guarda todas las acciones heroicas de los elegidos no sus combates ― contesto Darthañan levantándose de la cama de Elizabeth.
―Pero, pero...― Theodor no encontró las palabras para describir la desilusión que tenía.
―No te preocupes cariño, de seguro Laxus tendrá muchas peleas en el futuro― dijo Frigglene abrazándolo.
―Papi ¿Cuál fue el acto heroico de Laxus en esta historia? ― pregunto Elizabeth con timidez.
Las historias de héroes le seguían llamando la atención y aunque la muerte de Shimu le había mostrado la cruda realidad, dentro de ella tenía la sensación de ser llamada por ese camino. Convertirse en una heroína le daba miedo, aun mas viendo la historia de Laxus, pero el sentimiento dentro de ella no desaparecía.
De no haber llegado a tiempo, los troles se abrían comido a Lilith. De no haberle pedido a Shield que protegiera a las personas del pueblo, Orchid habría matado a todos. El trabajo de un héroe es salvar a los demás y cuando se equivocan... vidas se pierden.
―Su acto heroico fue darles comida a los pobres― sonrió Darthañan acariciando su cabecita.
― ¿Eso que tiene de heroico? ― preguntó Theodor no creyendo la explicación de su papá.
Frigglene iba a responder, pero al ver como Darthañan estaba pensando dejo que su marido les respondiera a los niños. Gracias a las constantes preguntas de sus hijos, Darthañan se vio en la necesidad de aprender a explicarles de forma que pudieran entender. Ya que como solía complicar todo y enredar los temas que trataba ni siquiera Elizabeth le entendía.
―A ver.
―Si les digo que un héroe salva vidas ¿estoy en lo correcto?
Theodor y Elizabeth asintieron.
―Entonces, si una persona se está muriendo de hambre ¿Qué haría un héroe?
― ¡Darle comida! ― gritaron los dos pequeños al tiempo.
―Eso es, ahí está la respuesta― dijo Darthañan sonriendo.
Al día siguiente, durante el desayuno, Theodor y Elizabeth le compartieron de sus platos a Sigurd. El poderoso nerthus se encontró sin palabras. Había pasado otra noche en vela intentando ahogar sus penas en alcohol y pensaba saltarse el desayuno de nuevo. Darthañan y Frigglene se limitaron a sonreír al ver los gestos de los niños.
Una vez terminaron de desayunar salieron a las calles de Gorudo. El clima cálido los recibió con una suave y refrescante brisa. Este día Darthañan y Frigglene habían decidido visitar las zonas comerciales de la ciudad. La noche anterior hablaron de la situación en la que se encontraban mientras que los pequeños dormían y decidieron que aquí cambiarían de nuevo de identidad. De esta forma si los atrapaban nadie podría descubrir que Helvella los había ayudado; y viceversa, si algo sucedía en Vorpiax nadie podría rastrearlos.
Una vez llegaron a las tiendas empezaron a comprar las cosas que veían necesarias. Aburridos Theodor y Elizabeth empezaron a inquietarse haciendo que sus padres le pidieran a Sigurd que los acompañara al mercado de pulgas que se encontraba a pocas calles de distancia.
Sigurd salió con los dos niños una vez sus padres le recordaron varias veces lo escurridizos que eran. Caminando por las concurridas calles, todo el mundo les habría paso. La intimidante apariencia de Sigurd hacia que las personas se movieran a un lado desviando su mirada.
― ¿Qué es esto? ― pregunto Theodor parando frente a un estante de comida.
―Huele rico― dijo Elizabeth cerrando sus ojitos.
El yintreck que estaba a cargo del estante escucho un ruido, pero cuando volteo no vio nada. Y de pronto un nerthus apareció frente a él ¿a quién había ofendido? ¿habían mandado a esta criatura a destruir su estante? Justamente cuando sus pinchos de ferampig estaban empezando a volver populares. <De seguro lo contrato Yugra> pensó el yintreck enojado con su hermana que no podía soportar su éxito.
―Sigurd ¿Me puedes alzar? Quiero ver qué es eso― dijo Elizabeth jalando la vestimenta del nerthus.
―A mí también, a mí también― gritó Theodor al ver como Sigurd alzaba a Elizabeth.
Una vez estuvieron los dos pequeños a la vista del Yintreck su expresión cambio por completo. Paso de estar en pánico a éxtasis. De inmediato asumió que el nerthus era el guardaespaldas de las dos crías de enano, lo que significaba que los niños tenían mucho dinero.
―Bienvenidos mis señores, aquí les ofrezco los mejores pinchos de ferampig en todo Almawarth― dijo el yintreck realizando expresiones exageradas con sus brazos.
―Eres feo, pareces un bicho― comento Elizabeth al ver la apariencia del yintreck.
Loa yintrecks se veían como si alguien hubiera agarrado una ardilla, un murciélago y un alacrán, y los hubiera combinado a la fuerza. Como la gran culminación de un artista de menos de cinco años.
El tendero quedo congelado con el comentario de la niña. En cualquier otra ocasión habría explotado gritando cualquier tipo de groserías contra la enana, pero la presencia del nerthus le permitió mantener la cabeza fría.
Lo que nunca creería el yintreck era que Sigurd, el nerthus frente a él se encontraba mucho más nervioso y tenía miedo de causar una escena.
―Quiero uno― dijo Theodor señalando el pincho de ferampig.
―Esto no es comida para nosotros― respondió Sigurd.
― ¿Por qué? ― pregunto Elizabeth sorprendida al escuchar que este alimento que olía tan bien no era para ellos.
―Los ferampig están hechos de roca― respondió Sigurd.
―Yo puedo comer roca― dijo Theodor indignado.
―No, no puedes― lo contradijo Elizabeth.
Cuando los dos pequeños iban a empezar a pelear la voz del yintreck los interrumpió.
―No tienen que preocuparse. Estos pinchos están hechos con pedazos de estómago de ferampig. La parte interna del órgano está hecha de carne.
Aprovechando que capturo la atención de los enanos y el nerthus, el tendero agarro uno de sus pinchos y con gran destreza separa las parte rocosas de las carnosas.
―Pueden probar jóvenes amos― dijo el yintreck ofreciéndoles los pedazos de carne.
Theodor y Elizabeth agarraron entre sus manos los cubos de carne y sin molestarse con lo calientes que estaban se llevaron los pedazos a la boca. Elizabeth cerró los ojos y saboreo el jugoso pedazo de carne. Theodor en cambio abrió los ojos como si se le hubieran revelado los secretos de los cielos.
―Otro, otro quiero otro― pidió el pequeño tragándose de un bocado el cubo de carne que había recibido.
El yintreck sonrió al notar el éxito de su producto y dirigió su mirada al nerthus. Quien obviamente era el que cargaba con el dinero de las crías de enanos.
―Dame dos, pero cuida de que no quede ningún pedazo con rocas― dijo Sigurd preocupado de que se les dañaran las dentaduras a los niños.
―Sí, lo hare con todo el cuidado― respondió el yintreck entendiendo las palabras del nerthus como una amenaza.
Viendo la labor de separar los pedazos de roca y de carne como algo de lo que dependía su bienestar físico el Yintreck se dispuso a cortar con extremo cuidado cada pedazo de ferampig.
Una vez recibieron sus pinchos los pequeños separaron pedazos y se los embutieron en la boca a Sigurd.
―Tienes que comer más estas muy flaco― dijo Elizabeth repitiendo las palabras que su madre solía decir casi siempre que comían.
Theodor por su lado estaba inmerso en los sabores de la carne.
―Mas― dijo el niño mostrando el palillo vacío.
Sigurd al probar el delicioso alimento pensó que los padres de los pequeños también querrían probar el curioso plato.
―Empaca diez pinchos de solo carne― dijo Sigurd calculando que dos pinchos para cada uno serian suficiente.
―Enseguida― respondió el yintreck feliz con el pedido que le había hecho.
Una vez recibieron el pedido Sigurd pago lo que correspondía y le entrego un nuevo pincho a cada niño. Dejando atrás a un feliz yintreck continuaron caminando por el mercado de pulgas.
―Oye Sigurd ¿Me puedes dar otro? ― pregunto Elizabeth aun comiendo el de ella.
El nerthus pensó que Eli estaba preocupada de que su hermano se comiera todo, pues ya se había comido cuatro por lo que asintió y saco un pincho para dárselo. En ese momento se recordó comprar más para darle a Darthañan y Frigglene.
Elizabeth al recibir el pincho salió corriendo entre la multitud. Sigurd al ver esto se alarmo. Agarrando a Theodor que seguía distraído en sus propios asuntos empezó a seguir a la pequeña niña.
Una vez la alcanzó se sorprendió con lo que vio. Elizabeth le estaba entregando el pincho a un viejo enano desnutrido.
Doblin era el nombre del enano. Su piel era blanca con manchas cafés resultado de quemaduras que recibió durante su vida. La trágica apariencia con la que se encontraba: la piel pegada a sus huesos, pelo y barba llenos de aceite, totalmente desarreglado y con las uñas largas; se debía a una serie de vénetos desafortunados.
El brillante Doblin había llegado a Kinzoku para implementar las tecnologías que había aprendido en las islas medias. Y por varios años gano fama y renombre en la isla, hasta que pronto el mismo enano que lo había traído se vio amenazado por su creciente popularidad y decidió terminar con su competencia. Una serie de explosiones en las minas Fukai fueron identificadas como un malfuncionamiento de las maquinas que Doblin había creado. El barón Jinshu furioso las grandes pérdidas monetarias destituyo a Doblin de su puesto.
El enano al no creer lo que había sucedido dedico los siguientes años de su vida a investigar lo que había sucedido. Pero cuando por fin descubrió quien era él culpable no pudo hacer nada. El Enano encargado de la división de tecnología de las minas había muerto en un extraño accidente haciendo imposible que Doblin pudiera ejecutar su venganza. Peor aún, para ese momento nuevas tecnologías technomágicas habían empezado a llegar haciendo su conocimiento irrelevante. Pronto lo invadió una gran depresión incapacitándolo para trabajar. Perdió a sus amigos poco a poco. Luego su casa y sus cosas, terminando en la calle maldiciendo a los dioses. No había hecho nada malo y había terminado en estas circunstancias.
Fue en medio de un caluroso día mientras miraba a las multitudes seguir con sus vidas mientras lo ignoraban que una hermosa niña se le acercó y le ofreció alimento.
―Gracias, gracias, gracias.
El enano no paraba de agradecerle con los ojos llenos de lágrimas al pequeño angelito que le había ofrecido alimento. Llevaba más de dos meses sin comer; de no tener el resistente cuerpo de un enano habría muerto hace mucho tiempo.
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Hola, espero les haya gustado el capítulo.
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