Capítulo 41
Y así fue como pronto llego el día en que dejarían Vorpiax. Darthañan, Frigglene, Elizabeth y Theodor se encontraban frente a la nave comercial que los llevaría hasta la isla del barón Jinshu conocida con el nombre de Kinzoku.
La despedida fue breve pero emotiva.
―Mushi, Lutza no se olviden de nosotros― dijo Elizabeth abrazando a cada uno de sus amigos.
―No quiero que se vayan― dijo Mushi empezando a llorar.
Su hermano había muerto y ahora sus amigos lo dejaban, el mundo de Mushi se veía cada vez más oscuro.
―No te preocupes. Mira lo que mi papá nos dio― dijo Theodor colocando su mochila en el piso.
Revisando entre los juguetes que había guardado sacó unos pequeños cubos de peluche. A Lutza le entrego uno de color rosa sabiendo que era su color favorito y a Mushi le entrego uno de color azul por la misma razón.
―Son comunicadores que nos permitirán hablar cuando queramos― afirmo Theodor sacando el suyo que era de color rojo.
Estos pequeños artefactos eran conocidos como kidcoms, dispositivos de video llamadas y mensajería que eran fáciles de manejar. Además de su adorable apariencia su atractivo se debía a que los padres podían monitorear como eran utilizados haciéndolos bastante seguros bajo el cuidado de padres responsables.
Theodor acerco su kidcom a los que acababa de entregarles a Lutza y Mushi.
La noche anterior su papá le había enseñado como utilizarlo. Por medio de contacto físico entre los aparatos se establecía la conexión. Función que intentaba garantizar que ningún niño terminara hablando con extraños.
Elizabeth realizo la misma acción de su hermano con su kidcom de color negro.
―Así funciona― dijo Elizabeth espichando el aparato.
Una pequeña pantalla holográfica apareció frente a ella. Enseguida los otros tres niños hicieron lo mismo.
―Si oprimen el botón rojo les tomara una foto―indico la pequeña niña adornando su carita con una hermosa sonrisa.
― ¡Flash! ―
La imagen de Elizabeth sonriendo apareció en los kidcoms de los otros tres niños.
― ¡Wow! ― Mushi y Lutza exclamaron sorprendidos.
Pronto, cada niño había tomado su foto. Theodor aparecía como si se hubiera asustado con el flash con los ojos abiertos de sobremanera; Lutza poso con una sonrisa tímida; y Mushi apareció sonriendo con su cara llena de lágrimas.
―Ahora solo tenemos que tocar la foto que tiene un punto verde para poder hablar.
Enseguida Elizabeth llamo a Lutza, Mushi y Theodor al mismo tiempo comenzando lo que podría considerarse como una videoconferencia.
― ¿Me escuchan?
― Hola me llamo Mushi.
― Todos se ven más pequeñitos.
―Lutza los escucha.
Mientras los niños jugaban con sus kidcoms los adultos también se estaban despidiendo.
―Muchas gracias por toda la ayuda que nos han brindado. Algún día se los pagaremos ― dijo Darthañan estrechando la mano de Helvella.
―No hay nada que agradecer estoy seguro de que tu abuelo y tu padre habrían hecho lo mismo por mis hijos― respondió Helvella con una sonrisa.
―Gracias― dijo Frigglene dándole la mano a Helvella.
―Jajaja tienes que vigilar a este esposo tuyo. Algo me dice que es propenso a entrometerse en los problemas de otros ― respondió Helvella.
Frigglene soltó una pequeña sonrisa con el comentario. Darthañan por su parte dirigió su mirada a Albella.
―Eres una señorita con gran potencial. A los dieciocho años yo ni sabía dónde estaba parado.
―Gracias― respondió Albella dándole la mano a Darthañan.
―Pero ten cuidado cuando intentes aprender de los errores de tu pasado. No hay nada que se pueda cambiar por lo que sobre pensar las cosas puede terminar haciéndote más daño que bien.
―Lo tendré en cuenta ― respondió Albella sonriendo.
Frigglene por su parte le dio un fuerte abrazo a Albella sin decir ninguna palabra.
Darthañan luego le dio sus respectivos consejos a Latispora y Rivularis. La primera lo había estado consultando constantemente para aprender sobre technomagia y el segundo era demasiado noble para el cruel mundo donde vivían.
Cuando terminaron las despedidas que empezaban a alargarse la familia de cuatro abordos el barco escuchando los gritos de los pequeños que cada vez encontraban cosas que querían recordarles a sus amigos.
La nave en la que ingresaron parecía más un dirigible que un barco o un avión. Tenía varias habitaciones muy bien amobladas. Al ser un medio de transporte para pasajeros sus instalaciones, aunque simples estaban diseñadas de tal forma que el lugar generaba un ambiente agradable.
Al llegar a la habitación que les fue asignada fueron recibidos por una cama doble y un camarote a su lado, un baño privado y una pequeña nevera eran las únicas cosas adicionales que podían ver.
―Me pido arriba― dijo Elizabeth saliendo a correr hacia el camarote.
Theodor viendo que acababa de perder miro la cama doble y salto sobre esta.
―Pues yo me pido la cama más grande.
― Jajaja y ¿Dónde vamos a dormir nosotros? ― contesto Darthañan divirtiéndose con la forma de actuar de Theodor.
―Mamá puede dormir conmigo. Tu puedes dormir en la cama de abajo― contesto el pequeño sin dudarlo un momento.
―Ni lo pienses jovencito― dijo Frigglene agarrando a Tod.
―La cama grande es para los papas―afirmo la vampira colocando a su hijo en la cama de abajo del camarote.
―Pero, pero no es justo― Theodor se quejó.
―No tienen que pelear. Se pueden turnar la cama de arriba. ― dijo Frigglene alzando la mirada para evitar que Elizabeth se opusiera.
Viendo el puchero de su adorable hija Darthañan decidió intervenir.
― ¿Quién quiere salir para ver como empezamos a volar?
―Yo
―Yo
Los pequeños respondieron animados como si la discusión de ase un momento no hubiera existido. Elizabeth salto desde el camarote hasta la cama de sus papas aterrizando con una pose triunfal y luego se dirigió hacia la puerta de la habitación. Theodor al ver lo que su hermana había hecho se subió a la cama de arriba y salto a la otra cama aterrizando y luego dando un bote. Pirueta que le parecía mucho más espectacular que la pose de su hermana.
La familia pronto se dirigió hasta una de las cubiertas en donde un domo de vidrio les dejaba ver el exterior. Había otras cubiertas al aire libre pero ambos padres no tuvieron que hablar para decidir que era arriesgado ir a esos lugares con los hijos tan inquietos que tenían.
―Mira, mira allá están Mushi y Lutza ― dijo Theodor señalando el lugar en el puerto en donde se encontraban sus amigos.
― ¡Lutza, Mushi! ― Elizabeth empezó a gritar agitando su mano.
En ese momento la embarcación empezó a despegar. El súbito movimiento hizo que los pequeños agarraran las piernas de sus padres para no perder el equilibrio. Sonidos de asombro y miedo salían de sus pequeñas bocas.
―Mira Lutza se ve pequeñita― se empezó a reír Theodor.
La risa de Elizabeth pronto lo acompaño y de esa manera entre las risas de los infantes el viaje hacia Kinzoku comenzó.
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Gracias por leer.
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