Capítulo 32
― ¡Ah! ¡Hu! ¡Ah! ¡Hu! ¡Ah! ¡Hu
Los cinco sobrevivientes corrían con todas sus fuerzas. La batalla había drenado buena parte de sus energías y con la súbita aparición estos enemigos que podían evadir sus sentidos, sus mentes terminaron en un estado de desorden.
Al llegar a la caverna Albella se agachó para estabilizar su respiración. Cuando los demás la alcanzaron y empezaron a imitarla, mientras lanzaban miradas nerviosas hacia atrás, agarró la pequeña mochila que cargaba en la espalda y la volteó. Prendiendo la luz de su casco empezó a buscar entre sus cosas.
―Solo puedo darle dos a cada uno― dijo Albella lanzándole a los quinoids dos esferas gelatinosas.
― ¿Qué es esto? ― preguntó uno de ellos atrapando las dos esferas que le correspondían. Este Multrow tenía la apariencia de un glaucus. Su cuerpo era de los colores blanco y azul, con varios tentáculos en sus extremidades.
― ¡Joven ama! ― protestaron Arum y Enokitake.
―Son bio-exoesqueletos. Los cubrirá con gel de gluconato de calcio― explico Albella frenando las protestas de sus seguidores con un gesto de su mano.
―Los protegerá del ácido fluorhídrico de las flores sanc.
― ¡Mmm! gracias― respondió poco convencido, pero viendo la reacción de las otras dos matas le fue más fácil aceptar las capsulas. Y cuando iba a utilizarlas fue interrumpido.
―Solo deben usar una al tiempo― advirtió Arum saltando sobre su mano.
―El exoesqueleto los protege de su ácido, pero quedaran huecos al ser atacados. El segundo bio-exoesqueleto es para cuando el primero sea abierto en alguna zona vital. Solo utilícense si es absolutamente necesario.
Los dos multrows asintieron aplastando cada uno su respectivo escudo. El gel de la esfera estallo con la forma en que una bestia slime devoraría a su presa cubriendo los cuerpos de los multrows. El viscoso liquido de color entre transparente y blanco tomo la forma de sus cuerpos y a los pocos segundos desapareció como si no existiera.
―Acuérdense, la otra esfera es la última medida― recalco Albella mirando hacia el techo de la caverna.
El lugar era tan alto que la luz de su casco no lograba iluminarlo. Aurom y Enokitake también prendieron las luces de sus cascos mirando en la misma dirección. Aunque no podían ver conocían muy bien la naturaleza de sus enemigos.
― ¿Por qué no nos atacan? ― preguntó el quinoid glaucus.
―Por fortuna siguen siendo animales. Están esperando a su líder para atacar, de lo contrario no comenzaran un ataque de frente si no los provocamos. ― explico Arum.
―Y ¿Qué hacemos ahora? ― pregunto el otro multrow con miedo, sus manos no habían parado de temblar desde que llegaron a la caverna.
Este multrow tenía la apariencia de un nudibranch, con su cuerpo un poco parecido al de su compañero, pero de color naranja y azul.
―M a t a r l o s― dijo Albella con una voz fría que mostraba una faceta de ella que muy pocos veían.
Que la mayoría de personas a su alrededor no la conocieran de esta forma no era porque lo ocultara de manera intencional; más bien, se debía a la gran paciencia y calma con la que en general trataba con todas las situaciones. Pero, en lo muy extraños casos que solo sus padres y Fusca conocían, la personalidad de Albella se tornaba en lo que podría llegar a ser sádica. Esta muy extraña situación que únicamente sucedía cuando Albella enfurecía terminaba solo cuando la otra parte perdía la vida, había sufrido de forma inimaginable o como sus padres lo solucionaban: cuando ella perdía el conocimiento.
― ¡Zooom! ―
Albella movió su espada de forma súper rápida realizando unos seis amplios movimientos en dos segundos. Cuando termino las llamas de su espada florecieron de tal forma que empezaron a crecer a gran velocidad iluminando la enorme caverna. Las flores sanc retiraron su mirada reaccionando a la súbita iluminación.
― ¡Ahora! ― gritó Albella moviendo su espada para controlar los seis pétalos que empezaban a llegar a las paredes y techo de la caverna.
Arum y Enokitake de inmediato realizaron sus ataques más poderosos de área. Arum enterró su espada en el suelo invocando un elemental bakuhatsu-tekina, una criatura que toma forma física por muy corto tiempo pero que utiliza toda su energía para explotar contra algún objetivo. Enokitake movió su espada como si se tratara de un látigo y todos los pedazos de cristal y roca que se habían adherido a él salieron disparados como si fueran los proyectiles de un arma de fuego.
No tenían que matar a todas las plantas necesariamente, con herir a la mayor cantidad posible ganarían la ventaja en este primer ataque.
― ¡Boom! ― al momento que los pétalos de fuego de Albella cubrieron la caverna los otros dos ataques golpearon a sus víctimas.
Las flores sanc fueron diezmadas varias de ella cayeron muertas. Los dos multrows no se quedaron atrás moviéndose de inmediatos para acabar con las que solo había caído al suelo heridas. Las veinte criaturas que quedaron ilesas de inmediato se lanzaron contra sus agresores.
El interior de la caverna se tornó en una batalla campal, los seis sobrevivientes se encontraban rodeados por las enormes criaturas. Afortunadamente, combatir contra bestias y combatir contra personas era diametralmente opuesto.
La diferencia entre la básica inteligencia de las flores sanc y los seres racionales que dominaban Almawarth se podría simplificar lo suficiente en esta situación para explicarlo en pocas palabras: las flores sanc peleaban con la fuerza con la que habían nacido y con la que crecieron de forma natural; los seres racionales, dedicados al combate no solo utilizaban sus características y ventajas naturales en el combate, se encontraban en una búsqueda constante de más poder, entrenando para sobrepasar sus límites.
Ahora que no se encontraban en una posición ventajosa ni contaban con el elemento sorpresa, los cinco guerreros las empezaron a acribillar cuidándose de no tocar la sangre acida que salía salpicada con cada herida que infligían.
A diferencia de los demás, Albella no aprovechaba las oportunidades que aparecían para acabar con la vida de una de estas criaturas, se tomaba su tiempo, hiriéndolas tanto como podía, hasta que alguno de sus compañeros las asesinaba o estas dejaban de moverse a causa de la acumulación de las heridas.
― ¡Tapabocas! ― exclamo Arum. Advirtiendo que el nivel de gases tóxicos provocado por la corrosión que generaba la sangre de las criaturas en el suelo y las paredes había aumentado lo suficiente para obstaculizar una correcta técnica de respiración.
Las técnicas de respiración variaban dependiendo de la anatomía de las diferentes especies, pero si algo tienen en común es la optimización en como las diferentes energías en el cuerpo, la energía interna, son circuladas por el organismo. En el caso de los humanos estas técnicas se especializaban, además, en la distribución de oxígeno y nutrientes.
Enokitake utilizo uno de los tumores en sus hombros para revisar la mochila en su espalda mientas continuaba peleando. Sacó la caja que guardaba las tarjetas de tapabocas y sacando tres se colocó una entregándoles a los multrows una para cada uno.
Esta simple acción que realizo uno de sus tumores solo requirió un poco de su consiente, pero eso fue lo único que necesitaron la flores sanc cercanas para encontrar una apertura en su defensa.
― ¡Zap! ―
Una de las criaturas lo cacheteo con su enorme mano. El ácido que recorría las puntas de sus hojas, que hacían de dedos, elimino el bio-exoesqueleto de la parte izquierda de su rostro. No solo eso, el golpe desestabilizo su postura por lo que todas las criaturas que pudieron lo golpearon en ese instante.
― ¡Zap! ―
― ¡Zap! ―
― ¡Zap! ―
Su cuerpo cayó al suelo magullado. El exoesqueleto había cumplido con su tarea de protegerlo contra el ácido.
― ¡Enokita...! ―
El gritó de Arum se ahogó a medio decir. Una mano gigante, mucho más grande que cualquiera de los presentes, incluidas las flores sanc, agarró al desprotegido lepiota entre sus pétalos.
― ¡Crack! ―
Luego del estremecedor crujido con el que se cerró la mano. Desapareció como llego, sin que nadie se diera cuenta.
El líder de las flores sanc había estado observando el combate sin proteger a ninguno de sus lacayos, esperando una oportunidad como esta. Ahora que solo quedaban cuatro presas y siete de los suyos era momento de intervenir. De lo contrario, si todos sus seguidores morían le tocaría someterse ante alguno de los otros dos líderes sanc en el sistema de cavernas. Por ninguna razón podía permitirse perder el segundo territorio con más abundantes recursos del lugar.
― ¡Poof! ―
― ¡Poof! ―
Los pesados pasos del líder de las flores sanc retumbaron en la caverna. Cuando salió del túnel su cuerpo se irguió estirando diez de sus brazos. La intimidante criatura era varias veces más grande que cualquiera de sus seguidores. Y desde las alturas, su rostro sin ojos se encontraba enfocado en la presa que emanaba el aura más peligrosa: Albella.
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