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Capítulo 28


En exactamente la dirección opuesta del sistema de cavernas de donde se encontraba Albella, a cientos de kilómetros de distancia, el grupo de Madame Dembe salía de un túnel hacia una nueva caverna. Esta nueva formación rocosa, aunque no tenía la misma vegetación de las cavernas por donde habían pasado, se encontraba con variados y distintos hongos de color rojo indicando lo profundo que se encontraba este bioma.

― ¡Paren! ― advirtió un quinoid con características de polilla.

― ¿Qué escuchas? ― pregunto Madame Dembe sabiendo que el sentido más desarrollado de las polillas era el de oír.

―Un combate― respondió sin sonar muy convencido. Se agachó y colocando su cabeza de lado en el suelo se concentró en los sonidos que captaban sus oídos.

Madame Dembe con un movimiento de su mano le ordeno a todos guardar silencio.

El quinoid con características de polilla empezó a respirar cada vez más despacio, las hondas de sonido llegaban con suavidad indicándole que la fuente que lo emitía se encontraba lejos, pero ¿qué tan lejos? Tomó una bocanada de aire y aguanto la respiración intentando frenar cualquiera de los sonidos que producía su propio cuerpo. Luego, empezó a formar una imagen mental de las cavernas con los estímulos sonoros que lograba captar.

<Debí de traer alguien con características de murciélago> se lamentó Madame Dembe mientras esperaba en silencio. Un individuo capaz de ver en la oscuridad por medio de hondas de sonido habría sido la persona más útil en esta situación. Pero ya no podía hacer nada, un viaje desde la isla del barón Beura hasta Lhimkio en barco technomágico tardaba una semana y los costos de usar una formación de teletransportación eran tan altos que el barón no los desperdiciaría en plebeyos.

< ¿Quién diría que el objeto se encontraba bajo tierra? > pensó sin quitarle la mirada a su subordinado. No le preocupaba que los sonidos de batalla fueran de criaturas o monstruos, lo que de verdad le preocupaba era que dos de los grupos se estuvieran enfrentando en el lugar donde se encontraba el objeto que buscaban.

―Si es una batalla― aseguro el quinoid levantando su cabeza, sucia con lodo y pedazos de hongos y cristales.

―Además del túnel por el que vamos a entrar, la caverna que sigue tiene otros dos túneles. El de la derecha continúa descendiendo mientras que el de la izquierda parece ascender.

― ¿De dónde provienen los sonidos? ― pregunto Madame Dembe molesta, las direcciones de los túneles futuros no le importaban, en su momento decidiría por donde seguir, en este instante lo más importante era determinar en donde estaba dándose el combate y determinar la mejor forma de reaccionar a lo que estaba sucediendo.

―El de la izquierda― respondió el quinoid con características de polilla.

―Avancen en silencio, no debemos revelar nuestra posición hasta saber si las partes que pelean son hostiles o amigables con nosotros― ordenó Madame Dembe empezando a caminar de nuevo.

Los quinoids asintieron y retomaron la exploración con sus respectivas parejas.

Mientras tanto, en otro de los túneles que unían el enredado sistema de cavernas, el grupo de Darthañan descendía por un camino lleno de curvas y ondulaciones. El camino por el que habían entrado era más oscuro que cualquier otro lado explorado por alguno de los grupos, aunque tenía vegetación y cristales, las plantas no era luminiscentes y los cristales eran demasiado pequeños para canalizar la suficiente energía para emitir luz.

Al salir del túnel Frigglene lo frenó colocándole la mano sobre el pecho.

―Apaguen las luces― advirtió Frigglene.

Su rostro se encontraba tan serio que Darthañan no era capaz de leer la situación con la poca luz que iluminaba la expresión de su esposa.

Los lepiotas que los acompañaban voltearon a ver a Darthañan. Incluso ellos creían que Frigglene era la guardaespaldas del humano. Algunos incluso empezaban a sospechar que los dos eran amantes por la forma en que interactuaban.

―Hagan lo que dice― ordeno Darthañan apagando la luz de su casco.

Los lepiotas acataron la orden del humano y apagaron las luces de sus cascos. En ese momento la oscuridad lo ocupo todo, no podían ver ni sus propias manos.

― ¿Qué paso? ― susurró Darthañan intentando hacer el menor ruido posible.

―Hay una criatura de segunda magnitud durmiendo en esta caverna― respondió Frigglene con seriedad.

La única que podía ver en la oscuridad de todos los presentes era Frigglene por lo que sabía que la decisión de enfrentar o evadir a la poderosa criatura recaía sobre ella.

Los niveles de poder tanto en Almawarth como Tellurus estaban divididos en cinco magnitudes. Cada una dividida en sus subsiguientes niveles y subniveles. En donde la quinta magnitud correspondía a astronómicas cantidades de energía interna, un dios haría parte de esta magnitud. Y donde la primera magnitud era la cantidad de energía con la que cualquier ser vivo, a excepción de los dioses y los titanes, obtenía al nacer.

En Almawarth la magnitud máxima permitida por el ambiente era la segunda, y el objeto que estaban buscando se encontraba en la tercera magnitud.

Los niveles y subniveles en los que se dividían las magnitudes necesitaban de diversos aparatos y recursos para ser determinados haciendo que un ser vivo solo pueda evaluar la cantidad de energía interna en niveles de magnitud con los que cuenta otro ser vivo.

Esto era un problema bastante complejo pues la diferencia de poder entre niveles era abrumadora, haciendo la comparación entre magnitudes algo bastante peligroso e imprudente.

Este era el problema con el que se encontraba Frigglene, aunque sabía que todos los presentes también tenían poder de segunda magnitud, ninguno de ellos se encontraba en el nivel más alto. Si la criatura la sobrepasaba por subniveles le podrían ganar gracias a sus números, pero no podía garantizar que no tendrían sacrificios. Y, si la criatura la superaba en por lo menos un nivel todos los presentes estarían condenados si se llegaban a enfrentar.

― ¿Podemos rodearla sin que nos detecte? ― susurró Darthañan.

Frigglene cerró los ojos por un momento, necesitaba calmarse y pensar con cabeza fría. Cuando los volvió a abrir empezó a observar los alrededores de la caverna. No había notado que esta cueva en específico era gigante, la presencia de la criatura de segunda magnitud había cogido toda su atención.

Por lo que podía sentir de la energía que emanaba de la criatura, su nido se encontraba en el centro de la caverna. La caverna era lo suficientemente grande como para recorrer sus bordes y pasar desapercibidos. Pero cuando iba a sugerir que rodearan con sumo cuidado la caverna, a su mente llegaron las imágenes de Theodor y Elizabeth, sus risas y llantos, en ese momento se dio cuenta que su vida ya no era solo de ella, tenía que volver con vida a donde sus hijos.

―Darth, creo que podemos rodear a la criatura si caminamos por el borde de la caverna. Pero no estoy segura de que debamos arriesgarnos― Frigglene se mordió el labio, sentía que lo que estaba diciendo solo lo diría un cobarde.

― ¿Qué te preocupa? ― pregunto Darthañan intentando acariciar la mejilla de su esposa, pero debido a la oscuridad comenzó tocándole la nuca.

―Elizabeth y Theodor nos están esperando en casa― respondió Frigglene colocando una de sus manos sobre la mano de su esposo y volteándose un poco para darle un beso.

Eso fue lo único que pudo decir, ninguna otra palabra salía de su garganta. Toda su vida había sido muy independiente y poco sociable, solo acepto salir con Darthañan por lo insistente que era y termino enamorándose de el por lo respetuoso, divertido, comprensivo y poderoso que era, le atraía el poder y la habilidad en combate. Además, a diferencia de sus conocidos y familiares Darthañan le daba espacio y le permitía actuar con independencia. Solo fue hasta varios años de estar saliendo que empezaron a compartir prácticamente todo lo que hacían.

Y ahora, después de una de las tragedias más grandes, que las últimas noches la había estado llenando de pesadillas, fue que llego la gran bendición que eran Elizabeth y Theodor. Ya no podía pensar solo en ella y Darthañan, pero no en una forma negativa, dentro de lo más profundo de su ser quería darle todo lo mejor a sus hijos, ahora todo lo que hacía lo hacía pensando en sus hijos, no porque le tocaba sino porque quería.

― ¡Haaa! Como me gustaría que mis guantes no se hubieran desintegrado cuando realice la teletransportación― dijo Darthañan soltando un gran suspiro.

A diferencia de los guerreros los magos necesitaban de objetos que ayudaran a canalizar la energía interna y del ambiente para la realización de hechizos de forma eficiente y eficaz, potenciando el resultado de los hechizos varias veces.

Darthañan se agacho, quitándose de la espalda la mochila que llevaba y empezó a buscar dentro de esta palpando, debido a que la oscuridad no le dejaba ver nada, y no quería arriesgarse a delatar su posición por prender la luz de su casco.

―Aquí esta― dijo en voz alta ante de arrepentirse y callarse de inmediato.

Entre sus manos tenía una cuerda hecha de fibras de acacia mágica, a diferencia de las armas, esta cuerda había sido hecha a último momento para permitirle a Darthañan canalizar su magia pues en Vorpiax casi nadie utilizaba los métodos comunes para realizar magia, aquí las personas dependían más de guiar la energía en la naturaleza con su voluntad.

Lo primero que hizo fue otorgarse visión nocturna, no lo había hecho antes debido a que esto consumía constantemente su energía interna y teniendo las linternas de los cascos era mejor no utilizar la energía que podría necesitar en una batalla. Esto mismo se cumplía para las lepiotas que podían imbuir sus armas con el elemento de fuego para iluminar las cavernas. Solo alguien mal de la cabeza desperdiciaría su energía como fuente de iluminación.

Enseguida Darthañan le dio un extremo de la cuerda a Frigglene y pasando por donde estaban cada uno de las lepiotas que los seguían fue agarrando sus manos e indicándoles que sujetaran la cuerda. Cuando todos se encontraban agarrando la cuerda Darthañan realizo un hechizo de nulificación de sonido y visión nocturna.

―Listo ya puedes avanzar― dijo Darthañan desde el otro extremo de la cuerda.

Ahora, todos lo que tenían contacto con la cuerda podían ver en la oscuridad y cada uno de los sonidos que provocaban eran absorbidos por la cuerda, haciendo que pudieran pasar casi invisibles por los bordes de la caverna. Mejor aún, podían hablar entre ellos transmitiendo el sonido por la cuerda.


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Hola espero les haya gustado el capítulo.


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