Lo que alguna vez fue una grandiosa estructura ahora era irreconocible, el tiempo acabo con todos los elementos que la hacían reconocible. La pequeña e increíble caverna cuya flora emitía una luz aguamarina atravesaba naturalmente la barrera blanca. Los niños no se despertaron de su trance hasta que estuvieron adentro.

― ¡Wow! ― todos soltaban sonidos de admiración al ver la fantástica exposición de flora luminiscente y cristales.

―Es hermoso― dijo Elizabeth tocando una de las plantas.

― ¡Somos ricos! ― gritó Shimu agarrando los más pequeños pedazos de cristal que se encontraban regados en el suelo.

Mushi, Lutza y Theodor empezaron a recoger cristales como si su vida dependiera de eso al escuchar las palabras de Shimu. Lastimablemente la suposición instantánea que realizó el pequeño lepiota era incorrecta, pues asumió que estos cristales al tener apariencias llamativas y hermosas eran equivalentes a las joyas que usaban sus hermanas mayores.

Los cristales luminiscentes no carecían totalmente de valor, su capacidad de absorber energía térmica y transformarla para emitir luz era bastante útil como componente technomágico, pero los minúsculos pedazos que los niños agarraban en sus pequeñas manitos carecían de la suficiente masa para tener algún valor monetario.

Sin darse cuenta, los niños empezaron a adentrarse en la caverna mientras recogían los pequeños fragmentos de cristal regados por el suelo. Elizabeth mientras admiraba las flores y hongos luminiscentes y las extrañas formaciones de cristal que rodeaban la caverna pronto se unió a su hermano y amigos en la recolección de las hermosas piedras regadas por el suelo.

En las afueras de los picos craneales, a varios metros de donde había entrado el grupo de Albella, Enok y sus seguidores se preparaban para asesinar al ent que se había quedado atrás debido a su tamaño. Tenían que ser rápidos y acabar con él provocando la menor cantidad de ruido para evitar que el grupo de Albella se diera cuenta.

Los multrow eran una especie con poca fuerza física, los exoesqueletos que naturalmente tenían para protegerse eran únicos para cada individuo por lo que solo unos pocos desarrollaban cuerpos aptos para combates cuerpo a cuerpo. Además, la pequeña cantidad de energía dentro de sus cuerpos que podían controlar de forma consiente no era suficiente para realizar más que los hechizos más básicos y simples.

Esta viscosa especie de moluscos se había ganado un espacio en el mundo gracias a su intelecto. Sus cuerpos utilizaban de forma inconsciente la poca energía innata y recogida de sus alrededores para estimular sus sistemas nerviosos, en especial sus cerebros. Esta habilidad natural los ponía a la par con criaturas metálicas como los Aicel en la capacidad que tenían para procesar información.

Por desgracia, los impulsos instintivos de los multrow los hacía en pocas palabras carecer de sabiduría, la capacidad de tomar decisiones correctas. Por lo que a pesar de su gran intelecto su especie se encontraba en su mayoría relegada a las islas bajas, mientras que los Aicel gozaban de gran poder en las islas altas.

― Apunten con cuidado. Lo quiero inmovilizado para que no pueda pedir refuerzos― ordeno Enok mientras restregaba sus obesas manos de forma siniestra.

Tres de sus seguidores observaban por las miras de sus rifles technomágicos al ignorante ent. Habían ordenado estas armas especialmente para tratar con los molestos arboles parlantes.

Enok sonrió con orgullo al ver a sus hombres armados con las avanzadas armas technomágicas, y lamento el hecho de que no fueras útiles contra todo tipo de criaturas. Tanto en Tellurus como en Almawarth el número de armas era igual de variado a la cantidad de criaturas que existían. Todos, tanto los seres inteligentes como las bestias y los monstruos contaban con diferentes debilidades, por lo que distintos materiales, tipos de magia, elementos o cantidades de energía eran necesarios en caso de querer acabar con la vida de estos.

El gran problema de las armas de fuego technomágicas era los distintos tipos de materiales requeridos para atravesar algunas defensas, pues algunos componentes eran tan costosos o escasos que producir balas con estos sería un desperdicio. Las armas frías, como lanzas, mazos y espadas entre otras, eran más eficientes en estos casos. Peor aún, los materiales que podían utilizarse contra más de un tipo de defensa hacían parte de estos costosos o escasos componentes, por lo que un arma fría especialmente forjada con estos materiales equivalía a un arma de fuego con cientos de diferentes tipos de municiones, por lo que no solo eran más baratas, también eran convenientes para cargar.

Esta era una de las complicadas características que hacía del arte de la guerra un campo bastante complejo con miles de variables para considerar debido a la naturaleza mágica y tecnológica en la que vivían.

― ¡Poof! ―

― ¡Poof! ―

― ¡Poof! ―

Los hombres de Enok dispararon. El desprevenido Ent recibió dos impactos en el pecho y uno en el rostro. Las municiones que utilizaron eran especiales para penetrar armaduras de madera y producir electrochoques al impacto.

Apenas el ent quedo inmovilizado cinco multrows se abalanzaron sobre él para acabar con su vida antes de que el efecto aturdidor finalizara. Lo apuñalaron y cortaron con espadas forjadas de los exoesqueletos de sus antepasados, tradición que tenían desde tiempos antiguos de utilizar los restos de los muertos para crear elementos necesarios para la vida diaria. En el caso de las familias con guerreros los restos eran utilizados para forjar armas.

El ent no sufrió, los proyectiles lo tomaron por sorpresa y su vida termino antes de que se pudiera dar cuenta que había pasado.

―¡Quiten esas raíces! Ya hemos perdido bastante tiempo esperando aquí― ordeno Enok limpiándose las babas que había escurrido al ver como sus hombres acababan con el ent.

Los multrow cortaron las raíces que el ent había utilizado para cubrir la fisura en la tierra y apenas despejaron el lugar se adentraron en la caverna siguiendo el paso de Albella y su equipo.

En la profundidad de la tierra a varios metros de distancia el grupo de Albella avanzaba con precaución. La caverna estaba perdiéndola cantidad de vegetación luminiscente que encontraron al entrar, tornando el lugar más oscuro y obligándolos a prender las linternas de sus cascos.

―Esto es bastante extraño, a pesar de la abundante vegetación no veo rastros de animales― dijo el ubax con características de loto.

― ¿Sera porque estamos bajo tierra? ― pregunto uno de las lepiotas que caminaba protegiendo uno de los costados de Albella.

― Imposible, la caverna tenía una abertura al aire libre, no es extraño que todo tipo de animales e insectos se adentren y formen sus nidos y madrigueras en un lugar como este― lo refuto el Ubax.

Albella sacó un cuchillo que tenía en su cintura y corto una de las ramas de una de las plantas que aun iluminaban la zona donde se encontraban. La rama cayó al suelo y de la zona donde Albella corto empezó a salir savia de un color verde fluorescente.

Uno de los Ubax, con características de snapdragon, estiro una de sus manos para tocar la sabia.

― ¡Quieto! ― grito el Ubax con características de loto. Él era el superior de los otros dos ubax que acompañaban la expedición.

En ese momento el líquido que emano de la planta empezó a corroer el suelo soltado un gas del mismo color verde fluorescente.

― ¡Todos atrás! ― ordeno Albella alarmada bajando el visor de su casco.

― ¡Bajen los visores, no respiren ese gas! ― gritó el ubax de loto después de Albella.

Los demás miembros del grupo actuaron sin cuestionar a ninguno, dieron varios pasaos hacia atrás y bajaron los visores de sus cascos.

― Flores Sanc― dijo sorprendido el ubax que casi toca la sabia derramada.

La misteriosa planta capaz de producir acido estaba entre las criaturas más peligrosas de Lhimkio, pues además de ser un depredador violento cuyas presas podían ser tanto orgánicas como minerales, era una de las pocas plantas con un intelecto básico.

―Esto explica porque no hay insectos ni animales en la caverna. Las malditas borran cualquier rastro de sus víctimas para atraer más presas.

Todos sacaron sus espadas de acacia mágica. Aunque el arma predilecta para los combates era la lanza, en el confinamiento de la caverna la movilidad jugaba un factor importante. Estas armas mágicas eran casi tan fuertes como el mithril y aunque tenían un precio un tanto más alto, sus características mágicas y naturales la hacían el material predilecto para las armas de los guerreros de elite de Vorpiax.

Su componente natural le permitía conformar un arma retráctil moldeable, lo que le daba dos formas. La primera era un cilindro de casi el mismo tamaño del puño cerrado de un humano adulto; la segunda, era la forma del arma que había sido forjada. El mecanismo retráctil se controlaba con estímulos de energía emitidos por el portador del arma. Por esta razón los grupos de Albella y Darthañan cargaban con comodidad distintos tipos de armas en los cinturones de sus armaduras.

La característica mágica de esta madera era su compatibilidad con los elementos por lo que, si el usuario era compatible con algún elemento, este podía imbuir su arma con las propiedades de este.

Luego de sacar sus espadas, al imbuir el elemento que mejor manejaban y con el que eran más compatibles, la caverna se ilumino. Albella, el ubax de loto y otros dos lepiotas cubrieron de fuego sus espadas. Los dos ubax restantes y una lepiota imbuyeron sus armas con el elemento del viento. Mientras que las espadas de los dos últimos lepiotas atrajeron pequeños fragmentos de rocas y cristales, cubriéndose en una resistente capa magnetizada por las propiedades que les otorgaba a las espadas el elemento de la tierra.

―No bajen la guardia, las flores sanc cazan en grupos, no me sorprendería que nos estuvieran acechando desde que llegamos a esta zona de la caverna.

Con los cuerpos tensionados y sus sentidos alerta al más mínimo movimiento los miembros del grupo de Albella continuaron su avance descendiendo por el ahora confirmado peligroso camino. 

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