Capítulo 24
El viaje fue bastante tranquilo, el ent del grupo de Albella abría camino con su sauropodxylon para que todos lo siguieran. El enorme reptil de madera avanzaba por entre el bosque aplanando casi todo a su paso y con su cola nivelaba lo que quedaba atrás. A diferencia de cuando viajaban a Vorpiax esta caravana requería de un camino para poder seguir adelante, pues las monturas de los grupos extranjeros y las carretas no eran óptimas para moverse entre las tupidas selvas de Lhimkio.
Durante el camino los cinco pequeños se quedaron dormidos y gracias a una serie de coincidencias que parecían fabricadas por los mismos dioses no fueron encontrados. Todos los viajeros con sentidos súper desarrollados por su nivel de poder que en algún momento detectaron los signos vitales, movimientos o energías internas de los niños, al ser estas tan pequeñas por su temprana edad, fueron asumidas como señales de roedores o alimañas en los alrededores. Estos experimentados guerreros habrían sobresaturado sus cerebros de percibir conscientemente todos los estímulos que eran capaces de recibir; así, estas minúsculas señales al igual que todos los estímulos irrelevantes y que no emanaban ninguna señal de peligro fueron dejadas en el cuidado de sus subconscientes.
Además, la carreta en la que se habían logrado colar era la segunda por lo que durante las cuatro horas que duró el viaje cuando se llegó a necesitar de alguna provisión solo se buscó en la primera carreta.
Siguiendo las señales de un curioso artilugio technomágico, de forma esférica que reflejaba lo que al parecer era una combinación entre una brújula y un radar en tonos de color azul y dorado, que tanto Albella como Enok cargaban llegaron al pie de los picos craneales. El comienzo de la gran cordillera que recorría toda la isla de Lhimkio como si se tratara de los restos de una serpiente.
Los picos craneales tomaban su nombre por la ubicación que tenían en la gran cordillera de Lhimkio, pues se elevaban hacia los cielos en el lugar y con la forma de la cabeza de la colosal serpiente que según los mitos de los nativos había muerto en ese lugar miles de años atrás.
―Mi evolts me indica que la energía proviene del área subterránea― dijo Enok acercándose en su montura a la de Albella. No sin antes echarle un vistazo furtivo a Darthañan a quien en los últimos días le había cogido miedo.
―El mío señala lo mismo― respondió Albella mirando hacia las grandes montañas teñidas de flora.
Al parar la caravana detrás de Enok y Albella los demás líderes se acercaron para averiguar qué había sucedido.
― ¿Por qué nos detuvimos? ― pregunto Zihan con un tono de voz que reflejaba lo irritado que se encontraba, pues lo que menos le gustaba era viajar grandes distancias montado en un incomodo ferampig. El animal de roca con apariencia de jabalí y salamandra era una rápida y resistente especie de carga, pero el humo que cada cinco minutos salía de su hocico hacia que le dieran ganas de vomitar.
―Ambos evolts dicen que lo que estamos buscando está bajo tierra― respondió Albella sin despegar su mirada de las montañas.
―Este lugar podría ser nuestro campamento, así todos podemos empezar a explorar por aparte― propuso Enok aun sin poder quitarse la incomodidad que le ocasionaba la mirada de Darthañan, quien desde hace algún tiempo se estaba divirtiendo con las reacciones que el multrow tenía a sus diferentes muecas.
Madame Dembe saco su propio evolt de una de sus mochilas y al verla tanto Zihan como Darthañan la imitaron. El primero, que al igual que Madame Dembe quería verificar lo que estaban diciendo Albella y Enok, mientras que el segundo solo lo hacía para guardar apariencias.
―Muy bien, aquí los sirvientes de la joven Albella pueden levantar el campamento― dijo Madame Dembe bajándose de su Yediram y entregándole las riendas a uno de sus acompañantes.
―Con mucho gusto― respondía Albella ignorando la obvia provocación de la quinoid tortuga con respecto a su edad.
― ¡Eso quería escuchar! ― exclamo Zihan agarrando a su ferampig y amarrándolo a un árbol cercano.
Los demás voidmaws que lo seguían hicieron lo mismo y sin decir ninguna otra palabra salieron corriendo hacia las montañas.
Madame Dembe frunció el ceño al ver que los seres rocosos se les habían adelantado por lo que con una mirada le indico a dos de sus seguidores que salieran primero. Los dos quinoids uno con características de oso grizzli y el otro con las características de un sabueso le entregaron las riendas de sus Yedirams a uno de sus compañeros más cercanos y olfateando una o dos veces partieron en diferentes direcciones.
Acto seguido los demás quinoids dejaron amarradas a sus monturas a los arboles cercanos al campamento y junto a Madame Dembe salieron en una tercera dirección. El tercer grupo en dejar sus monturas y salir a explorar los picos craneales fue el de Darthañan. Viendo esto, con un suspiro de alivio Enok no pudo evitar preguntarle a Albella.
― ¿No vas a salir detrás de ellos?
Albella sonrió.
―Te pregunto lo mismo ¿Por qué no sales a correr como los demás?
―Del afán no queda sino el cansancio― rio Enok bajándose de la enorme montura que cargaba su peso sin ningún problema.
Lumaca di Zampe, era el nombre de los enormes caracoles de un metro setenta que cargaban sus grandes caparazones sobre sus seis fornidas y viscosas piernas. Los colores de las monturas de los diferentes multrows variaban en tonalidades de morados, verdes, rojos, amarillos y azules con patrones exóticos que advertían de la gran toxicidad del veneno que podían emitir sus secreciones.
―Estoy de acuerdo― comento Albella bajándose de su Deerxylon.
Los cuatro sirvientes se apuraron a levantar el campamento, comenzando con los impleméntalos y provisiones de la primera carreta. Y mientras que los cuatro endur se ocupaban con las cajas y maletas, los grupos de Albella y Enok partieron en sus propias direcciones. La búsqueda del misterioso objeto se había tornado en una competencia entre los cinco grupos.
De los cinco niños el único que se había despertado era Mushi, quien se limitó a escuchar lo que sucedía por fuera de la carreta pues le daba miedo que los descubrieran por su culpa. Coincidencia que precisamente les ayudo pues cualquier otro de los pequeños habría asomado su cabeza y con solo su mirada los expertos de los distintos grupos habrían notado la presencia que los observaba.
Al darse cuenta de que ya no había nadie más hablando y al solo escuchar los ligeros sonidos que los endur causaban al organizar el campamento decidió despertar a sus amigos. En primer lugar, agarró a Elizabeth de los hombros y la movió con delicadeza, cuando ella se despertó repitió el mismo procedimiento con Theodor y su hermano.
― ¿Ya llegamos? ― pregunto Elizabeth limpiándose con el antebrazo la saliva que había ensuciado su adorable cara.
―Eso creo― contesto Mushi.
― ¿Qué? Yo quiero ver― dijo Shimu sacando su cabeza.
Lutza se había quedado dormida en la segunda carreta mientras esperaba sentada, y el movimiento de sus amigos en la cesta la despertó.
― ¡uaaaah! ― bostezo Lutza estirando sus brazos.
― ¿Quién anda ahí? ― pregunto uno de los sirvientes endur al escuchar el bostezo.
Los ojos de Elizabeth se abrieron de inmediato, la sensación de sueño que aún quedaba en su cuerpo después de la siesta desapareció.
― ¡Lutza corre! ― grito Elizabeth para que no los atraparan.
Al escuchar a Elizabeth Lutza salto de entre las cajas en donde estaba escondida y se adentró a toda velocidad entre la mescla de bosque y jungla que era este lugar.
Al escuchar la conmoción los demás sirvientes se acercaron por curiosidad, el endur que había escuchado a Lutza y el subsecuente grito de Elizabeth se encontraba un poco asustado pues después de haber escuchado el grito de una niña, una criatura enorme había saltado de entre el equipaje en dirección a donde los grupos de expedición habían salido.
― ¿Qué paso?
― ¿Qué fueron esos ruidos?
― ¿Quién grito?
Empezaron a preguntar los tres endur con bastante curiosidad, pero pronto se calmaron al ver la cara asustada del otro.
―A algo salió de entre las cajas de suministros.
― ¿Tanto alboroto solo por eso?
―Si a lo mejor era solo una rata.
El sirviente que había visto a Lutza saltar negó con su cabeza.
―No, era algo mucho más grande. Media igual que las cajas de la segunda carreta y tenía una joroba enorme.
―Espera, ¿estás diciendo que un animal de dos metros estaba escondido en la segunda carreta?
―Tu revisa si se llevaron algo.
El endur al que señalo el jefe de los cuatro lamentó su mala suerte y empezó a acercarse con resignación a la segunda carreta. Cerrando los ojos y empinándose sobre varias de sus ramas asomo su cabeza por entre las cajas y soltando un suspiro abrió sus ojos para averiguar que se escondía entre la carreta. Lo que pudo ver de inmediato fueron las tiendas de acampar, aplastadas sin salvación alguna.
―N no hay nada, pero las tiendas de acampar fueron aplastadas.
A diferencia del viaje de solo criaturas florales donde los implementos para pasar la noche en la intemperie eran menos laboriosos al organizar un campamento tanto para personas florales, mamíferos, moluscos y rocosos diferentes elementos eran necesarios. E infortunadamente, todo había sido arruinado.
Los otros tres endur se acercaron al escuchar que no había peligro y al ver como estaban las tiendas de arruinadas el color se dreno de sus caras. ¿Cómo iban a explicarle eso a la joven ama? Incluso uno de ellos se imaginó a los intimidantes voidmaws tornándose violentos al enterarse de lo que acababa de suceder.
―Un momento― el líder de los endur acerco una de sus manos para recoger lo que parecía una especie de zapato o guante.
Al examinar el objeto pudo leer un nombre y un número en el borde interno de este.
―Llamen de inmediato al castillo, creo que ayudamos a la hija de los doctores Anya y Kolia a escapar hacia el bosque.
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