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Capítulo 21


Dentro del castillo, en una habitación diferente a todas las demás, construida en roca, soportada en pilares de cristal y decorada solo por una pequeña mesa circular y dos candelabros exquisitamente tallados del más fino de los cristales de Lhimkio, se encontraban un poco más de 50 personas reunidas.

El primer grupo consistía de Albella y los nueve miembros de su equipo: un ent, dos ubax y cinco lepiotas.

El segundo grupo era el de Darthañan y Frigglene, con ocho lepiotas equipados con armaduras especiales para hacerse pasar como humanos.

El tercer grupo contaba con Madame Dembe y los nueve quinoids más fuertes de todos sus subordinados.

El cuarto grupo estaba a cargo de Enok a quien lo acompañaban ocho multrows y un quinoid con características de cangrejo.

El quinto y último grupo se encontraba conformado por Zihan y nueve Voidmaws.

Las demás personas en la habitación, que no realizarían el pacto de muerte, eran aquellos que estaban presentes para ayudar con la realización del pacto. Entre estos estaban Hegani y Veigar, uno encargado de los recursos y el otro de la seguridad.

Un Endur se encontraba al lado de la pequeña mesa circular en medio de todos los presentes. Este arbusto humanoide estaba encargado de realizar el pacto. Cuando recibió la señal para comenzar por parte de Albella dirigió su mirada hacia la mesa circular. Esta tenía un hueco en la mitad e inscripciones de runas a su alrededor.

El endur, coloco varios materiales preciosos en el hueco semicircular de la mesa y con ayuda de sus ramas los prendió en fuego. La llama de color plateado se alzó hasta el techo de la habitación para luego reducirse a un solo metro de altura.

Seguido a esto el endur deposito todos los materiales que sus decenas de ramas cargaban desde el inicio. Las cantidades, proporciones y orden en el que eran entregados para que las llamas los devoraran estaba directamente relacionado con la cantidad de individuos que realizarían el pacto de muerte.

Finalmente, el endur sacó de entre las ramas de su tórax un pequeño cofre, cuando lo abrió la energía mágica que emano del objeto dentro de este irradio a todos los que ahí se encontraban. Acto seguido los representantes de cada uno de los cinco grupos se acercaron.

Para realizar el pacto de muerte se necesitaba de un pergamino especial, producido únicamente en la isla imperial. La técnica para su creación era un secreto que el emperador monopolizaba y que era resguardada con gran celo.

En este pergamino las partes interesadas debían de escribir las reglas a las que se sometían, el formato era exactamente igual al de un contrato común y corriente, pero su funcionamiento era único. Al estar todos de acuerdo cada quien debía de depositar una gota de sangre sobre el pergamino, este paso debía de ser totalmente voluntario o de lo contrario no funcionaria. Luego, cuando el pacto era voluntariamente aceptado por todos, el pergamino era quemado en fuego de alma. Una llama plateada que como su nombre lo indica es capaz de quemar el alma de los vivos.

Por último, el alma de cada uno de los participantes seria marcada. En el caso de incumplir el pacto el individuo moriría.

En los casos más extremos, en donde los términos habían sido escritos con ambigüedad o alguna parte aprovecho para sacar provecho a algún error que generara algún bucle en la configuración mágica del pacto. El individuo o grupo afectado podría pedir una revisión a la corte judicial imperial. En caso de suceder esto, todo lo sucedido desde el momento de la creación del pacto hasta la petición de la revisión se pondría a disposición de las inteligencias artificiales encargadas de actuar como jueces en todo tipo de disputas dentro del imperio.

La información transmitida seria exactamente lo percibido por las almas de los participantes en el pacto. En otras palabras, la marca en sus almas también funcionaba como una caja negra que grababa todo.

Estas inteligencias artificiales eran el testamente en físico de la gloria de sus antepasados. Darthañan y Albella al pertenecer a las familias guardianas conocían muy bien el hecho de que estas IA eran reliquias traídas desde Tellurus cuando la civilización se encontraba en una era de oro en donde la magia y la tecnología se encontraban en su máximo esplendor.

Para todos los demás se trataba de inteligencias artificiales iguales a las de los reinos, pero con la garantía de que el imperio se mantendría imparcial y todos los datos de las almas serian confidenciales y solo las máquinas tendrían acceso a estos. Al comienzo estas controversiales condiciones eran difíciles de creer para el público, pero con el pasar de los años se confirmó en más de una ocasión la veracidad de las palabras del imperio. Por lo que hoy en día los pactos de muerte se utilizaban incluso en los negocios por fuera de la ley.

Esta última parte, era lo que tranquilizaba a los cinco líderes, pues sabían que nadie en las islas altas se enteraría del misterioso objeto que se disponían a obtener.

Cuando cada uno de los lideres leyó y aprobó lo que se encontraba escrito en el pergamino depositaron una gota de su sangre en el pergamino. Seguido a ellos, los demás miembros de cada grupo pasaron uno por uno para dar de su propia sangre, estos últimos no leyeron pues sus superiores eran quienes decidían sobre lo que estaba escrito.

Mientras tanto en alguno de los corredores del castillo un gorila de casi dos metros de altura corría con una cesta en su espalda, de la cual cuatro pequeñas cabezas se asomaban con curiosidad.

―Les dije que era por la derecha.

― ¿Pero si la derecha es la mano con la que se escribe porque volteamos hacia el otro lado?

― Yo digo que deberíamos preguntar.

―Si le preguntamos a algún sirviente se van a dar cuenta y les contaran a nuestros papas.

―Pero ya estoy cansado de que Shimu me pise.

― ¡Ya te dije que fue sin culpa!

―Quédense quietos.

Los pequeños se encontraban perdidos en el enorme castillo. Ninguno se acordaba de cuál era el camino para llegar a los establos. Elizabeth era la única que podría haber memorizado el camino con solo haberlo recorrido una vez, pero al no haber puesto atención eran vagas las imágenes de las escaleras y los pasillos por donde habían pasado con el señor Crispa.

―Un momento, Lutza para y descansa mientras pienso que debemos de hacer― dijo Elizabeth soltando un suspiro.

―Lutza puede seguir, no cansada― respondió la gorila.

Elizabeth cerró sus ojos y empezó a pensar en cómo solucionar este problema, su plan era perfecto, pero no había tenido en cuenta el recorrido ni el tiempo que tardarían en llegar a los establos. Ahora solo faltaba que los hombres animales no vivieran en el establo y que no estuvieran ahí cuando llegaran.

¿Si su plan era perfecto porque le había faltado saber tantos detalles?

Elizabeth se puso roja, por un lado, estaba frustrada al reconocer que su plan había tenido tantas fallas, y por otro, se estaba esforzando bastante en pensar cómo salir del predicamento en el que se encontraban.

― ¡Ya se!, lo primero que debemos hacer es empezar a bajar las escaleras. Los establos quedan el primer piso así que si llegamos al primer piso podemos encontrar los establos más fácil.

― ¡Eit! ― respondió Lutza empezando a moverse de nuevo.

Luego de dos horas, después de dar varias vueltas en vano, llegaron a los establos. Gracias a una increíble suerte acompañada de varias coincidencias, durante el camino no se encontraron con nadie que pudiera delatarlos por su escapada.

― Para ― ordeno Elizabeth en voz baja.

―Tenemos que ver si hay alguien vigilando los establos, si nos ven los cuidadores de animales nos atraparan.

Cada uno de los niños empezó a observar el lugar y luego de no encontrar nada se empezaron a acercar a los establos. Cuando estaban llegando a la puerta escucharon los pasos de un animal. Por instinto Lutza se hizo a un lado y se apuró para meterse por una de las ventanas.

De la puerta salieron varios voidmaws montados sobre lo que parecían golems cuadrúpedos con apariencias que serían entre las de un jabalí y una salamandra. De los ocho orificios que formaban sus hocicos los animales expulsaban humo cada vez que exhalaban.

Afortunadamente Lutza había terminado en un corral vacío utilizado como depósito de hojas de acacia, el alimento principal de la mayoría de los animales en los establos, por lo que su cuerpo se hundió entre la montaña de hojas.

La presencia de Lutza y los cuatro niños en su espalda en otras circunstancias habría alertado a cualquiera de las personas en la cercanía, pero todo el movimiento de los animales, la seguridad del lugar en el que se encontraban y el mismo hecho de que ninguno de los niños emitía alguna intención asesina o de observar, permitió que pasaran desapercibidos.

Cuando Lutza y los demás se disponían a moverse Theodor los interrumpió.

― ¡Quietos!

En ese momento pudieron escuchar las voces de Kot y Radan junto a otras que no supieron reconocer.

―Ya salieron Zihan y Enok, ¿Por qué se está demorando tanto Madame Dembe?

―Que importa, ya realizaron el pacto de muerte ya ninguno de nosotros puede ir a la incursión. Solo nos queda quedarnos en la posada a partir de mañana y espera a que vuelvan.

―Dejen de llorar, no son los únicos que no van a poder participar en la incursión.

― ¡Ha! ― suspiro Radan ―Me habría encantado poder participar, por lo menos espero que me cuenten lo que sucedió. No todos los días nos encargan misiones como esta.

―Sigue soñando, con el pacto de muerte todo lo que hagan será confidencial, eso tenlo por seguro.

―Bueno por lo menos no vamos a correr ningún peligro― dijo Kot intentando animar los ánimos.

En ese momento Madame Dembe y el grupo que la acompañaba aparecieron y luego de unas pequeñas palabras explicando que harían el resto del día, todos menos Madame Dembe salieron de los establos montando lo que parecían unas cabras unicornio un poco más pequeñas que un caballo unicornio. Madame Dembe por su lado ingreso a un carruaje tirado por cuatro de esas mismas cabras.

Segundos después los niños sacaron sus cabezas de entre las hojas.

― ¡Fuuu!

― ¡Ahhh!

Los pequeños suspiraron luego de haber intentado guardar la respiración.

―Se fueron, no creo que podamos salir del castillo para preguntarles en que necesitaban ayuda― dijo Mushi haciendo un puchero.

― ¿Acaso no te diste cuenta? ― pregunto Elizabeth.

―El señor rata dijo que quería que alguien lecontara como era la incursión que iban a hacer. Solo tenemos que ir y cuandovolvamos contarle como nos fue― sonrió la hermosa niña.

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Bueno, bueno, bueno ¿Que creen que va a pasar ahora?

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