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Capítulo 20


El día en que se realizaría el pacto de muerte pronto llego, como se trataba de un día de descanso Darthañan y Frigglene habían estado pensando que hacer con los niños. Afortunadamente sus hijos fueron invitados a jugar a la villa de Shimu y Mushi, los hijos menores de Helvella por lo que estarían bajo el cuidado de los sirvientes del castillo.

Al dejar a los niños se dirigieron hacia el estudio donde se reunirían con Albella, Hegani y Veigar para preparar como procederían durante el pacto de muerte.

Cuando Elizabeth y Theodor se despidieron de sus padres fueron guiados por un sirviente ubax a una pequeña cabaña dentro de la villa de sus amigos, dedicada exclusivamente como sala de juegos. Al entrar pudieron ver a Shimu que estaba golpeando un dragón de juguete con su espada de madera y a Mushi que se encontraba coloreando una pared.

―Joven Mushi, por favor la pared no es para pintar― imploro una sirviente endur que aprovechando su cuerpo humanoide con características de arbusto mientras hablaba con Mushi se dedicaba a organizar todo el desorden que Shimu dejaba por el lugar.

El ubax al ver que su compañera empezaba a tener problemas en los pocos minutos que la dejo sola con los jóvenes amos decidió ayudarla.

―Mis señores, los invitados Theodor y Elizabeth acaban de llegar.

― ¡Eli, Tod! ― gritó Mushi volteando su cara, soltando el pincel que estaba usando y para empezar a correr hacia la entrada para saludar a sus amigos.

―Hola Mushi― saludaron los dos al tiempo.

― ¿Están listos para la aventura? ― pregunto Shimu intentando hacer una pose heroica con su espada de madera.

Elizabeth miro a Shimu con enojo, no podía estar diciendo esas cosas en frente de los sirvientes. Lo que no pensó fue que ni el ubax ni la endur imaginarían que los pequeños pensaban escaparse para ir a hablar con dos quinoids en los establos.

Shimu se puso pálido y para evitar ser regañado por Elizabeth decidió hablar de algo más para redirigir su atención.

―Lutza no ha llegado. Si no la traen sus papas no podremos comenzar.

Su plan fracaso y no se dio cuenta hasta que las palabras dejaron su boca. El pequeño lepiota de inmediato se tapó la boca con ambas manos, haciendo que los dos sirvientes sonrieran al ver esa reacción que lo hacía ver tan tierno.

En ese momento sonó una campana, indicando que alguien había llegado a la villa. La endur aprovecho el sonido para dejar a los cuatro niños con el ubax.

― Ahora me toca ir por los invitados― dijo antes de salir corriendo dejando al sorprendido ubax con los cuatro niños.

―Banksi tráenos cobijas, vamos a hacer un fuerte y necesitamos muchos muros― ordeno Shimu apuntando su espada de madera al sirviente con rasgos de rosa.

―Enseguida ― respondió el ubax saliendo de la cabaña de juegos y dirigiéndose a la cabaña que servía como bodega,

―Listo, tenemos unos minutos antes de que vuelvan― dijo Shimu orgulloso de haber ideado una excusa para deshacerse del sirviente.

―Apenas llegue Lutza nos escapamos― afirmo Elizabeth sonriendo junto con Shimu.

Por otro lado, Theodor se había unido a Mushi y había empezado a pintar la pared junto con su amigo.

―Tod ¿Por qué esta destructor durmiendo sobre tu cabeza? ― pregunto Mushi sin dejar de pintar.

―No sé, últimamente siempre que puede se sube. Mi papá dice que eso significa que le agrado― respondió Theodor también inmerso en la creación de una obra de arte.

En ese momento volvió la endur acompañada de Lutza, y al ver el desastre que Theodor y Mushi realizaban en la pared su cuerpo se tornó rígido <El amo Helvella nos va a matar>.

―Hola Lutza― saludo primero Elizabeth a la que le siguieron los otros tres niños.

―Hola― respondió la enorme pikmi dirigiéndose a donde Elizabeth y sentándose junto a ella.

La sirvienta endur al ver que los niños empezaban a jugar decidió ir por los implementos de limpieza con una sombra en su rostro y un aura de derrota a su alrededor.

―Escapemos ante de que vuelvan― susurro Shimu con una sonrisa.

―Tod, Mushi sígannos― ordeno Elizabeth.

Los cinco niños se dirigieron a la puerta y con cuidado se propusieron salir de la cabaña. No habían avanzado más de 5 metros cuando se encontraron con Banksi, el sirviente ubax.

― ¿A dónde van jóvenes amos? Ya conseguí las cobijas que me pidieron ― pregunto Banksi mostrándoles la pequeña carreta con la que había traído las cobijas.

En ese momento los pequeños se dieron cuenta que escapar sería más difícil de lo que habían imaginado.

―Vamos a mi cabaña― respondió Shimu con rapidez. Fue el primero de los cinco en recuperar la compostura.

Banksi solo pudo mostrarles una sonrisa incomoda por un segundo, estos pequeños empezarían a desordenar por todos lados y en el peor de los casos la pequeña Miss Latispora aparecería y al igual que su madre enloquecería con el desorden. Ser el sirviente personal de estos pequeños era mucho más complicado de lo que se imaginó cuando le ofrecieron la posición.

― ¿No tienen más espacio aquí para armar el fuerte? ― Banksi intento persuadirlos para hacer que solo desordenaran un lugar.

―No, ya decidí que lo armaríamos en mi cuarto― respondió Shimu cortando la conversación y empezando a caminar de nuevo.

Al llegar a la cabaña de Shimu se dirigieron a su habitación que quedaba en el segundo piso. Al ver que esta cabaña era solo para Shimu, Theodor no pudo preguntar sorprendido.

― ¿No viven junto a sus papás?

―No, mi hermana Albella dice que cada miembro de la familia debe de tener su propia villa, pero como somos pequeños nos toca compartir esta― respondió Mushi.

―Eli y yo compartimos el mismo cuarto― dijo Theodor imaginándose una cabaña solo para él.

―Lutza no tiene hermanos, no puede compartir― comento la gorila de casi dos metros.

Al llegar al cuarto Shimu se volteó y mirando al sirviente Ubax directamente a los ojos le pidió que trajera todos los cojines que pudiera. Cuando Banksi salió de la cabaña y los pequeños lo vieron ir hacia la bodega desde la ventana, se sentaron formando un circulo.

―Listo, ahora tenemos que idear como vamos a ir hasta los establos sin que nos atrapen― dijo Shimu con un tono de voz más serio.

La pequeña Elizabeth se llevó la mano a la quijada y empezó a pensar con detenimiento. En su plan maestro estaba contemplado que se escaparían, pero no como lo harían. Sus ojos empezaron a mirar por todos lados y en poco tiempo ideo un plan de escape con los recursos que tenía a su disposición.

―Este es el plan...― dijo Elizabeth empezando a explicar todo a sus amigos.

Llegando a la bodega Banksi se encontró con Ilma, su compañera endur. Cargaba varios implementos de aseo y su cara se notaba cansada.

― ¿Por qué sacas esas cosas? ― pregunto Banksi.

― El joven Mushi y el joven Theodor pintaron las paredes del cuarto de juegos, tengo que limpiar antes de que la joven ama Latispora se dé cuenta― respondió Ilma.

Por alguna razón Latispora encontraba como su deber andar por el castillo revisando que todo se encontrara en perfecto estado. Y como Shimu y Mushi eran los más pequeños, traviesos y desordenados Latispora prestaba especial atención a todos los lugares que los pequeños visitaban.

―Espera le llevo unos cojines al joven Shimu y te ayudo con el cuarto de juegos― dijo Banksi ofreciéndose a ayudar, pues el cuidado de esta villa era de los dos.

―Muchas gracias― respondió Ilma con una brillante sonrisa en su rostro.

Enseguida Banksi entro a la bodega e Ilma se dirigió al cuarto de juegos. Al sacar los cojines el ubax se los llevo a los pequeños y se excusó para ayudar a Ilma.

Apenas se quedaron solos y confirmaron que Banksi se había alejado de la cabaña de Shimu, los pequeños se empezaron a mover. Shimu y Theodor se dirigieron a la gran cesta de ropa sucia y la voltearon. Mushi y Elizabeth comenzaron a enrollar las sabanas de la cama y las cobijas para hacer cuerdas improvisadas.

Lutza ayudo a acercar la gran cesta a donde Elizabeth y Mushi estaban haciendo las cuerdas de cobijas. Entre todos amarraron las cuerdas a los distintos extremos de la cesta los cuales jalaron con todas sus fuerzas para probar que resistieran. Luego, Elizabeth, Theodor, Shimu y Mushi se metieron dentro de la cesta, que era lo bastante grande para dejar espacio incluso con los cuatro pequeños adentro.

―Listo Lutza, ahora carga la cesta sobre tu espalda― ordeno Elizabeth un poco emocionada viendo como su plan de escape empezaba a tomar forma.

Lutza agarro las cuerdas y metiendo sus grandes y musculosos brazos entre este alzo la cesta en su espalda como si esta fuera una mochila.

― ¿Te puedes mover? ― pregunto Elizabeth ahora con un poco de nervios, todo dependía ahora de Lutza.

―Lutza fuerte, Lutza puede― respondió la Pikmi levantándose y golpeándose el pecho.

El peso de Shimu y Mushi era muy poco al ser lepiotas, por lo que Lutza más que todo sentía era el peso de Tod y Eli, el cual tampoco era mucho.

―! Entonces vamos a los establos ¡― grito Shimu emocionado por lo que iban a hacer.

Lutza se movió con cuidado y por alguna razón en vez de bajar por las escaleras decidieron que tenían que escapar por una de las ventanas. La acuerpada primate descendió por entre las ramas de la cabaña con gran destreza y en poco tiempo llego al suelo.

Por un momento miro hacia el salón de juegos y al ver que ninguno de los sirvientes estaba a la vista salió corriendo hacia la salida de la villa. Y sin que nadie se diera cuenta los cinco niños desparecieron entre los corredores del castillo.


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