Capítulo 4: Detención
¡Media hora! Y seguía lanzando fuego a ese artefacto extraño de sus manos. Se le notaba agotado. Bakugo pensó que en cualquier momento, se desmayaría si seguía así, pero cuando intentaba hablar, él lo mandaba callar o le ignoraba.
Sus ojos se fijaron en las gotas de sudor que resbalaban por el rostro de Todoroki. Su cabello estaba mojado, al menos los bordes, pero por alguna extraña razón, no podía apartar los ojos de esas gotas que caían lentamente, deslizándose por su piel hasta perderse bajo el cuello de la camiseta del muchacho. ¡Era atrayente! Por extraño que le resultase, le atraía, sin poder dejar de pensar en el recorrido que esa gota continuaría haciendo entre sus pectorales, bajando hacia su torso.
- ¡JODER! – Gritó Bakugo, apartando las manos de la llama –. ME ESTÁS QUEMANDO, IDIOTA.
- Ya casi... lo tengo – susurró con un agotamiento extremo.
- Eso dijiste hace media hora.
Todoroki sonrió. Ese chico no sabía demasiado sobre ciencia, ni sobre la fusión del hierro. Él no podía alcanzar la temperatura que necesitaba para fundirlo, pero ese era el único plan que se le ocurría, intentar moldear o romper el hierro lo justo, para que pudiera explotar el sudor desde dentro. Ya llevaba media hora y sí, ¡le había mentido! Jamás había alcanzado los mil quinientos treinta y ocho grados centígrados. Era una auténtica locura y más... porque las manos de ese chico estaban dentro. Bastante estaba haciendo tratando de regular la temperatura entre fuego y hielo para crear alguna grieta o algo en el hierro.
La cabeza de Shoto cayó al suelo finalmente, descansando unos segundos. Bakugo miraba sin saber qué hacer con el hielo del chico, pues volvía a descontrolarse. Respiraba agitado por el agotamiento y el sudor no le ayudaría en absoluto si su habilidad con el frío se activaba.
Sus párpados se cerraron y boca arriba, trataba de recuperar el aliento. Media hora activando y tratando de controlar su descontrolada habilidad, era demasiado incluso para un genio como él. Bakugo no dejaba de mirar la sangre que resbalaba con lentitud por sus muñecas.
- ¿Seguimos? – preguntó Todoroki.
- Esto no sirve.
- Ya casi...
- ¿Lo tenías? – preguntó con cierta molestia – lo único que yo veo, pedazo de bastardo, es cómo te haces daño en las manos mientras las mías siguen aquí presas.
Zarandeaba las manos mostrándole el aparato que las retenía, sin embargo, un leve crujido se escuchó cuando lo hizo, lo que daba a entender que estaba a punto de ceder. Los dos mantuvieron el silencio unos segundos y entonces, Bakugo regresó las manos cerca de las de su compañero.
- Vale, quítame esto de una maldita vez.
¡Frío! Shoto sentía cómo el frío recorría su cuerpo, calándose hasta los huesos y haciéndole tiritar. Tantos años entrenando su habilidad y ahora, sentía que perdía todo el control que tanto tiempo tardó en conseguir. Su cuerpo, acostumbrado al frío cuando usaba su habilidad, ahora no era capaz de aguantar. No era lo mismo lanzar la habilidad de vez en cuando a que estuviera activa tanto tiempo, congelando su propio cuerpo. Aun así, no pronunció palabra alguna. Aguantaría y pensaría una forma de salir.
Activó su habilidad nuevamente y regresó a intentar quitarle a Bakugo lo que aprisionaba sus manos. Pese al rostro de disgusto por no poder hacer mucho más y depender de su compañero, Bakugo esperó con impaciencia, sin apartar sus ojos de las manos de Shoto.
Un crujido fue audible en la habitación. El metal estaba cediendo pese a mantenerse todavía bastante rígido. Una sonrisa apareció en el rostro de Bakugo al conseguir mover ligeramente sus manos en el interior.
- Está cediendo. Puedo mover un poco las manos – le avisó con alegría reflejada en su rostro –. Si consigo moverlas lo suficiente, podría crear una explosión dentro.
- ¿No te dañarás las manos?
- Estoy acostumbrado a las explosiones. De todas formas, mejor dañarlas algo a no poder usarlas en absoluto.
- Puedo intentar mitigar el daño si incorporo hielo dentro para intentar cubrir tus manos.
- Hazlo – exigió casi eufórico al ver que estaba a punto de poder liberar sus manos.
¡Completamente agotado! Así se encontraba Shoto y pese a ello, seguía intentando sacar las manos de su compañero de allí. Era su mejor baza para idear un plan de huida.
***
Exhausto, con la espalda reposando sobre la moqueta del suelo, Shoto trataba de recuperar el aliento. Permanecía con los párpados cerrados, intentando mitigar las ansias de las lágrimas por salir. ¡Sus muñecas dolían como nunca! Y, aun así, a grandes bocanadas, trataba de retomar su respiración normal. Demasiado esfuerzo para evitar descontrolar completamente su poder.
Bakugo, también en el suelo tumbado, le miró. Las gotas de sudor seguían resbalando por su rostro y nuca, la parte baja de su cabello estaba empapada y su respiración era completamente irregular. Intentaba respirar, pero sus manos... estaban libres por fin.
Algo dañadas por la explosión y completamente congeladas por el hielo de ese chico, pero podía moverlas. Las llevó hacia su boca y lanzó su cálido aliento sobre ellas para intentar que entrasen en calor. Al menos, lo que le hubieran inyectado antes a su compañero no debía ser demasiado radical. Todavía podía mantener el control hasta cierto punto.
Quería preguntarle si estaba bien, pero a la vez... conocía la respuesta al verle en ese estado. Comprobó la sala. Había astillas de madera en el suelo. Se incorporó y reunió las maderas repartidas de la zona para incendiarlas con sus explosiones. ¡Sí tenía las manos heridas! Sentía el dolor pero no se quejó. Peor estaba su compañero en el suelo.
El calor empezó a inundar las cercanías a la pequeña hoguera improvisada, consiguiendo que Shoto girase la cabeza hacia ella y la mirase con una ligera sonrisa.
- Gracias – susurró Shoto. Él ya no podía continuar utilizando su poder.
Ante el asombro de Shoto, Bakugo agarró con fuerza la cadena de las esposas de sus muñecas y creó una explosión lo más controlada que pudo. ¡No rompieron! Al menos no en la primera, pero continuó haciéndolo hasta que, finalmente, la cadena se fracturó, pudiendo Shoto separar ambas manos.
Los ágiles dedos de Bakugo movieron las esposas hacia atrás hasta que no pudo subirlas más, pero dejando las heridas de su compañero perfectamente visibles. Tomó la parte de debajo de su camiseta y la rasgó ayudándose de sus manos y los dientes. No tenía nada allí para curarle, pero al menos podía vendarle levemente las muñecas y evitar que las esposas le hicieran más daño del que ya había recibido.
¿Cuánto tardarían en entrar a ver lo que ocurría ahí dentro? Debían haber escuchado las explosiones y, aun así, nadie se molestó en ir a echar un vistazo. Bakugo sonrió. Tiraría la puerta abajo y saldría de allí. Volvió a mirar a su compañero. El hielo desaparecía de su cuerpo pese a que seguía sudando por el esfuerzo de antes.
- Agárrate, nos vamos de aquí.
Acuclillado en el suelo, Bakugo le daba la espalda para que pudiera subir. Al ver aquel gesto poco habitual en su compañero, Shoto se incorporó con lentitud. En sus muñecas bailaban las anillas de las esposas todavía, pero no se fijó en eso, sino en la tela negra que cubría sus heridas. Bakugo podría ser un idiota a veces, arrogante y creído, tener un ego enorme e insultar constantemente, pero en realidad, en esos momentos de apuros, él nunca fallaba a sus compañeros.
Pasó sus muñecas por su cuello y se agarró con toda la fuerza que pudo mientras Bakugo agarraba sus piernas y se levantaba del suelo a trompicones cargando con él.
- Vendrán enseguida a por nosotros – susurró Todoroki cerca de su oído. Apenas podía levantar la voz.
- ¿Cómo lo sabes?
- En la esquina derecha, al fondo del cuarto, hay una cámara. No han venido a ver lo que ocurría aquí al escuchar tus explosiones...
- Porque ya sabían lo que estábamos haciendo.
- Sí – susurró Shoto – seguramente nos esperarán al otro lado de la puerta si intentamos huir.
- Eso déjamelo a mí. Tú descansa... niño prodigio.
Shoto sonrió ante esa palabra, porque Bakugo siempre le trataba de esa forma. "Bastardo", "mitad-mitad", "niño prodigio", eran palabras a las que estaba acostumbrado tras iniciar la academia. Al principio creía que las decía en serio, pero a medida que pasaba el tiempo, empezó a entender que era simplemente la forma en que Bakugo se defendía. Siempre insultaba, era su carácter, se enfadaba, era gruñón pero un buen compañero con el que podías contar. Esos insultos sólo eran su forma de cubrir la confianza que depositaba en los demás.
Todoroki apoyó la cabeza sobre su hombro y trató de hacerle caso. No es que pudiera descansar demasiado en esa situación y quería ayudar pese a que sus poderes se descontrolaban alguna vez. Sin embargo, decirle en ese instante a su compañero algo, habría sido algo contraproducente. Bakugo ya estaba dispuesto a hacer lo que fuera para sacarle de allí, quería ser el héroe que les salvase y sinceramente, no tenía demasiadas fuerzas. Confiaba en él y lo mejor que podía hacer era demostrarle esa confianza.
- Vale – susurró cerca de su oído.
¡Vale! Un sonrojo apareció en las mejillas del rubio al escuchar aquello. Todoroki era de las personas que generalmente, le ignoraban cuando le insultaba, que daba una orden y esperaba que se cumpliera, de hecho, incluso cuando se la ordenaba a él y se ponía como una furia, acababa haciéndole caso, porque sus planes solían funcionar. Era un buen estratega, un chico inteligente y hoy... le estaba dejando a él tomar el mando. ¡O confiaba en él o estaba realmente mal! ¡Tenía que sacarle de ahí como fuera y pronto!
Alzó su mano derecha hacia la puerta y realizó la primera explosión. La puerta salió volando echa añicos. Tal y como predijo Todoroki, frente a él, estaban los villanos. Bakugo sonrió. ¡Les destrozaría a todos! Él jamás se echaría atrás ante una pelea, pero sabía que no sería nada fácil teniendo que cargar con su compañero.
- ¿Puedes cubrirme la espalda? – preguntó en un susurro hacia Todoroki.
- Puedo intentarlo.
El efecto de la droga parecía estar remitiendo desde hacía un rato. Cada vez tenía mayor control pero había gastado demasiada energía en liberar a Bakugo. Aun así, no pensaba quedarse allí sin hacer nada, él pelearía también.
Se agarró con mayor fuerza al cuello de su compañero cuando sintió que empezaba a correr hacia ellos. Seguramente su idea sería pasar lo más rápido posible, creando una explosión para alejarles del punto por donde cruzaría. Activó su hielo, dispuesto a hacer un túnel de salida, sin embargo, su idea fue pronto echada atrás al ver que un par de enemigos se acercaban desde atrás. Bajó su poder de hielo al suelo y levantó un muro tras ellos para impedir que les alcanzasen en el mismo instante en que Bakugo dejaba salir la gran explosión. Con sus manos desnudas, no tendría tanta potencia como con su traje de héroe, pero aun así, seguía siendo una buena habilidad para alejarles.
¡Estaba cerca de la salida! O al menos parecía una salida, pero cuando iba a llegar a ella, la ligereza de sus pasos le hizo darse la vuelta. No sentía a Shoto en su espalda y dudó si se había caído. ¡Uno de los enemigos lo tenía preso! Parecía oscuridad pura, una sombra que sin darse cuenta, se había acercado hasta ellos para apresarle.
- ¡NO LE TOQUES! – gritó Bakugo al ver cómo clavaba la jeringuilla que llevaba en su mano en el cuello de su compañero una vez más, esta vez, fijándose y rabiando por la sonrisa del villano.
- Está mejor cuando duerme.
- ¡LÁRGATE! – le gritó Shoto antes de que el líquido empezase a entrar en su organismo, lo que hizo que su conciencia se tambalease.
Shoto miró la escena, esperando a que Bakugo se marchase, a que buscase ayuda, a que al menos él saliera de esa, pero a medida que su cuerpo se precipitaba hacia el suelo, vio con asombro cómo el de Bakugo también lo hacía a no mucha distancia de él. Había vuelto, intentó volver hacia él y le noquearon. Le miraba en el suelo, los dos se miraban sin poder hablar hasta que finalmente, Shoto cerró los párpados incapaz de mantenerlos más tiempo abiertos.
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