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Capítulo 3: Prisioneros

Atado a la silla como estaba, lo único que se le ocurrió fue intentar dar saltos para romper la parte de abajo. Si lo conseguía, al menos podría ir donde estaba su compañero pese a no poder usar las manos.

Un salto y otro salto, pero la silla aguantaba. No conseguía obtener suficiente fuerza ni altura para romper la parte de abajo. En uno de sus violentos gestos, finalmente, la silla volcó, arrastrándole con ella al suelo.

- ¡Maldita sea! – se quejó al verse allí tumbado, en peor posición todavía para poder ayudarle.

Echó la vista hacia su compañero. Seguía temblando por el frío. Llevaba como diez minutos gritándole para que despertase, pero nada, lo que ese tipo le había inyectado lo había dejado fuera de combate en segundos. ¡A rastras! Era lo único que se le ocurrió para llegar hasta él.

Apoyándose sobre los codos, se impulsó hacia delante, arrastrando así su cuerpo y la silla tras él. ¡Cómo odiaba estar allí atrapado con ese chico! Si al menos hubiera estado solo, algo se le habría ocurrido para salir, pero no... ahora debía cuidar de su compañero inconsciente. ¡Una molestia! Era en lo que se había convertido. Para colmo, a los villanos no les interesaba en absoluto Todoroki, lo que quería decir que acabarían matándole. Tampoco él correría mejor suerte si no aceptaba unirse a ellos y siendo sincero, no quería aceptar.

- ¡Venga ya, Todoroki! – se acercaba a él con gran esfuerzo – y tú eras el niño prodigio. ¡No me jodas!

Un poco más, era lo que pensaba Bakugo a cada centímetro que avanzaba. Era difícil moverse con sus manos apresadas y la silla pegada al trasero, pero incansable, seguía moviéndose hacia él. Para cuando llegó, se dio cuenta de algo mucho peor. ¿Cómo iba a conseguir quitarle el frío? En ese cuarto no había nada y sus botas empezaban a tener hielo. No era demasiado, pero estaba claro que su poder se descontrolaba.

Con el mecanismo que cubría sus manos, zarandeó al muchacho en un intento por despertarle, pero no hubo ninguna reacción. Tenía que pensar en alguna forma de escapar, pero evidentemente, sería mucho más fácil si Todoroki abría los ojos y le echaba una mano. Su poder de hielo y fuego sería de gran ayuda, siempre y cuando pudiera controlarlo aunque fuera un mínimo.

- ¡DESPIERTA, BASTARDO! – gritó todavía con el continuo zarandeo, tratando a la vez de romper las pequeñas placas de hielo que subían desde sus botas.

- Mamá.

Aquel susurro paralizó a Bakugo al instante. No estaba despierto y, de hecho, ni siquiera parecía consciente de lo que estaba ocurriendo o con quién estaba allí. Las veces que vio a Todoroki, creyó que era un chico serio y que mantenía la calma en cualquier situación, alguien que intentaba ayudar a sus compañeros dentro de la medida de lo posible, sin embargo... por accidente escuchó su conversación con Deku antes de su pelea en el campeonato. Nunca imaginó que pudiera tener una tragedia familiar como aquella con lo emocionalmente estable que parecía siempre.

¿Qué debía decirle a eso? Llamaba a su madre y seguramente, no era consciente de que lo hacía. Él no era su madre y no iba a comportarse como tal, pero quizá... debía obviar ese detalle. ¿Qué habría hecho Deku? ¿Calmarle fingiendo ser su madre? ¿Decirle palabras dulces? Él no era así. Sólo le importaba que ambos salieran de allí con vida.

***

¡Calor! Era lo que Todoroki sentía. Abrió los párpados realmente confundido. No estaba en su cuarto, el techo de su habitación lo había pintado él mismo en un color más oscuro de lo que ese era.

Desvió sus ojos al suelo. Moqueta, odiaba la moqueta, sólo era un nido de polvo y bichos, su habitación era de madera y tenía un toque tradicional japonés, así que tuvo que luchar contra su cansancio extremo para recordar dónde estaba. Sus ojos entonces, bajando hacia su cintura, se cruzaron con el rostro dormido y malhumorado de Bakugo. ¡Dormía bien a gusto! Sus babas resbalaban desde su boca y eso hizo que Shoto abriera los ojos a más no poder.

Intentó moverse, pero no podía. Dolió cuando tiró de sus manos para intentar incorporarse, clavándose los grilletes en sus ya dañadas muñecas, pero no era sólo eso, sentía un peso muerto sobre su cintura. Bakugo estaba tumbado sobre él en horizontal, casi como si formasen una cruz. Todo su pecho reposaba en su cintura y sus brazos y rostro caían en la moqueta frente a él a la altura de su cintura.

¡Rojo como un tomate! Así se puso Shoto al ver aquello que jamás habría imaginado. ¿Qué narices hacía Bakugo sobre él? ¿Era una nueva clase de intimidación? Desde luego, eso se lo llevaría a la tumba, no pensaba ser el hazmerreír de todos si decía que Bakugo había estado sobre él.

- Ey – le llamó Shoto en un intento por despertarle. Ni siquiera podía mover los brazos para poder avisarle –. Bakugo, levántate.

- Cinco minutitos, mami.

- ¿Mami? – se cuestionó Shoto al escuchar eso. ¡Dios! Bakugo iba a matarle si se enteraba que le había escuchado decir algo así.- Bakugo, levántate – le repitió intentando hacerle ver que no estaba en su casa.

- ¿Has comprado mis galletitas de All Might?

- ¿Galletitas?

¡Estaba muerto! ¡Realmente estaba muerto! Cuando abriera los ojos y se diera cuenta de que no era su madre y que no estaba en casa, iba a matarle por haberle escuchado decir algo "tierno" frente a otros. Él jamás decía esas cosas.

- ¡DESPIÉRTATE! – gritó esta vez Shoto, consiguiendo que Bakugo abriera de golpe los ojos y se apartase de su cintura.

- Vale, vale, ya estoy despierto, no traigas la escoba, mamá – pronunció con rapidez antes de darse cuenta de que no estaba en su casa.

Con los grilletes puestos, Shoto no podía darse la vuelta para ver el rostro de Bakugo, pero estaba casi seguro que debía ser todo un poema. ¿Le mataría ahora? Es lo que pensaba Shoto al estar dándole la espalda.

- ¿Bakugo? – preguntó alarmado al no escucharle.

- Si le cuentas esto a alguien, te mato.

- Estás de broma, ¿verdad? No quiero morir, gracias. Pero, ¿se puede saber qué hacías encima de mí?

- ¡Darte calor, gilipollas! – se quejó el rubio, mirando los trozos de madera de la silla hechos añicos. Al menos había conseguido romperla a golpes contra la pared antes de quedarse dormido. Bajó el volumen entonces y casi susurró – estabas congelándote.

- Gracias – susurró Shoto entonces, consiguiendo que un ligero sonrojo apareciera en el rostro de Bakugo. Sin embargo, enseguida cambió su tono al habitual.

- No es que quisiera hacerte un favor ni nada así, es sólo que creo es mejor unir fuerzas para derrotarles, nada más.

- Claro – susurró Shoto, porque entendía su lógica y de hecho, estaba de acuerdo en ello –. ¿Ha ocurrido algo mientras estaba inconsciente?

- No demasiado. Quieren que me una a ellos, pero no lo haré. Hay que pensar una forma de huir. ¿Cómo sientes tu poder?

- Raro.

¡! No era demasiado específico pero no sabía cómo describir esa sensación. Por momentos, creía tener bajo control su poder y de repente, sentía una oleada de poder que le desbordaba.

- Creo que puedo controlar una parte pero... no sé si seré muy efectivo. Hay momentos donde siento que incrementa demasiado y tengo que sacarlo. Trato de impedir que salga, pero parece ser peor cuando quiero retenerlo. ¿Tienes algún plan?

- No por ahora. No he visto demasiado. Me ataron a la silla, me pusieron esta mierda – se quejó, elevando las manos donde tenía esa máquina que le impedía hacer explotar su propio sudor – y me encerraron aquí contigo.

- Quizá cuando abran la puerta, podría intentar alejarlos con una llamarada o incluso creando un túnel de hielo por el que podamos huir.

- ¿Podrás hacerlo sin perder el control?

Shoto se miró las manos. Quizá si conseguía quitarse los grilletes podría moverse mejor o incluso... podría abrirle una ruta de escape a su compañero. Si perdía el control después, por lo menos Bakugo escaparía de allí, pero... la habilidad de él también estaba bloqueada. No tenía información de lo que les esperaba al otro lado de la puerta y no podía dejar que Bakugo luchase sin su poder.

- Es una locura por ahora, creo – sentenció finalmente Shoto – si supiera lo que hay al otro lado... o pudiera al menos quitarte ese artilugio de tus manos.

Bakugo miró a su compañero. ¿Debía contarle el motivo por el que descontrolaron su poder? Querían matarle, pero no sólo eso, querían entrenar con él porque sabían que era bueno. Lo más seguro era que les hicieran pelear el uno contra el otro y entonces, no sabría cómo evitarlo. Seguramente Shoto no aceptaría, pero con su poder desbordado... si seguían metiéndole esa droga o lo que fuera que provocaba su descontrol, no podría evitar que le atacase y, por tanto, debería defenderse al menos. ¿Cuánto tiempo podría defenderse? Era muy posible que debiera tomarlo en serio y tratar de noquearle o dejarle inconsciente.

- Tendrán que alimentarnos. ¿No? – susurró Bakugo – supongo que quizá podamos ver algo cuando abran esa puerta. En cuanto a quitarme esto, no sé cómo hacerlo, todavía. He intentado golpeándolo contra la pared pero... nada.

¡Bruto! Fue lo que Shoto pensó. Era muy bruto para golpear esa cosa de metal contra las paredes para intentar quitárselo, pero no es que tuviera un mejor plan, hasta que vio astillas de madera a su alrededor.

- ¿Qué es toda esta madera? – preguntó Shoto.

- Oh... la silla donde estaba sentado. La rompí para poder acercarme hasta ti.

- ¿Queda algún palo largo? ¿Como una pata?

- Sí, bueno... la mitad de una. ¿En qué piensas?

- Si te acercas hacia mis manos, quizá pueda colar el palo entre tus muñecas y el aparato ese para hacer palanca.

- Se romperá la madera.

- Lo fortaleceré con hielo. Si no pierdo el control demasiado rápido, puedo enfriar y calentar el metal hasta que empiece a ceder.

- ¿A ceder?

- Calentándolo lo haré maleable, enfriándolo podría romperlo.

- Ya... ¿Y mis manos?

- ¿Cuánto aguantas el calor?

- Ni se te ocurra fundirme el metal encima bastardo – se quejó Bakugo.

- ¿Tienes una idea mejor? Puedo intentarlo con el hielo, pero... es complicado. Debería calentarlo primero para poder moldearlo un poco y luego, enfriarlo rápido para partir. Si abro un hueco, quizá puedas usar tus explosiones para partirlo desde dentro.

- ¿Por qué creo que me arrepentiré de esto? – preguntó Bakugo, tumbándose en el suelo cerca de las manos de Shoto y estirando sus manos para que tuviera acceso al mecanismo de sus manos.

- Voy a intentar no quemarte. Quizá si lo hago por un lateral, aunque el calor se desplazará hacia dentro y...

- ¡HAZLO! – gritó Bakugo – aguantaré el calor mientras no me quemes.

Con su mano izquierda, Todoroki empezó a calentar el metal. Sentía todo su cuerpo arder. Le costaba mantener la estabilidad y el control de sus llamas. Esa droga seguía en su organismo y no tenía ni idea de cuánto tiempo duraría. Esa era su única oportunidad para ayudar a su compañero, así que se centró en lo que hacía.

Con la mano derecha, enfriaba muy lentamente intentando reducir el calor en el interior del artefacto para no quemar a su compañero. Todo su cuerpo temblaba y a la presión que tenía y el dolor de intentar aguantar el desbordante poder que quería salir sin control, se sumaba el dolor de sus muñecas, siendo presionadas con fuerza por los grilletes.

- ¡PARA! – gritó Bakugo al ver que sus muñecas sangraban. Los grilletes se clavaban en su carne.

- ¡Cállate! Puedo hacerlo. Sólo un poco más, el metal empieza a ceder.

- Eres idiota, te estás haciendo daño.

- Cállate y confía en mí por una vez en tu vida.

¡Realmente idiota! Se estaba haciendo daño, pero ambos sabían que su oportunidad para escapar residía en que Bakugo pudiera utilizar su habilidad. A él no le habían drogado.

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