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Capítulo 11: "Lo que nunca dijimos"

Un pie tras otro. Le gustaría decir que tenía un rumbo fijo, pero llevaba una hora caminando sin saber a dónde ir. Su padre estaba más pendiente de él y parecía seguirle a casi todos los lados porque se lo encontraba en cada habitación en la que entraba. Entendía su preocupación, pero la verdad era que empezaba a agobiarle y necesitaba salir de esa casa. Llevaba una semana encerrado allí y no aguantaba más. ¡Se había escapado! No era la mejor idea, pero fue la única que se le ocurrió para estar un rato a solas.

Las desiertas calles a esas horas de la noche le ofrecían lo que andaba buscando, pero a la vez, también le hacían estar atento a cualquier sonido. Desde que le secuestraron, no dejaba de tener pesadillas o más bien, no conseguía dormir bien, creyendo que cualquier sombra de las ramas de los árboles, que cualquier sonido provocado por el viento o algún familiar caminando y haciendo chirriar alguna tabla de madera, era un villano que iba en su busca.

Las farolas apenas iluminaban la calle y hacía frío, tanto, que se lamentó por no haber cogido una chaqueta más. Juntó sus manos, las llevó hacia su boca y lanzó su aliento cálido para intentar mitigar el frío que sentía en ellas. Desde lo de la droga y pese a que sus efectos ya habían pasado, o eso decían los médicos, no había vuelto a activar sus poderes. Habría sido tan fácil activar un poco de fuego pero, a la vez, le aterraba hacerlo y perder el control.

Cuando elevó la mirada, se dio cuenta de que involuntariamente, había acabado en el peor sitio posible. Un cartel en la puerta indicaba que era la casa de la familia Bakugo.

- ¡Mierda! – susurró para sí mismo.

Echó un vistazo al reloj. Casi las doce de la noche y la luz de la habitación de Katsuki seguía encendida. ¿Estaría estudiando? Era época de exámenes en la academia, pero a él le habían permitido hacerlos más tarde con tal de que se recuperase al cien por cien.

Debía irse de allí, su mente gritaba que saliera rápido de esa calle, pero sus piernas no respondían. ¡Unas cuantas semanas había pasado sin ver a ese chico! Deseaba tanto ver sus ojos, comprobar que estaba bien, deseaba escuchar su voz aunque él fuera a llamarle "gilipollas". ¿Por qué deseaba tanto estar a su lado? Le quería y debió decírselo, debió decir todo aquel día antes de casi morir, pero hoy... se alegraba de no habérselo dicho. Seguía vivo y si Bakugo hubiera sabido lo que sentía, se habría reído de él y muy posiblemente, pisoteado su corazón. No era de los chicos que hablaban de sentimientos, más bien era de los que le daría una patada en el trasero y lo echaría a la calle.

Cerró los párpados y sonrió con tristeza. ¡Tenía que ir a enamorarse de la peor persona para hablar de estas cosas! Era mejor no decirle nada y, sin embargo, allí estaba, frente a su casa porque simplemente... se sentía seguro a su lado, sólo porque deseaba verle y decirle que no fue su culpa. ¡Le salvó la vida! Detuvo a los villanos, intentó parar su hemorragia, era el héroe de la historia y, sin embargo, se ocultaba de todos y se sentía culpable, o eso le hizo entender Deku. ¡Él sí que era idiota!

Dio media vuelta y empezó a caminar calle abajo. Era mejor alejarse cuanto antes, pero aún no había llegado ni a la primera farola, cuando la voz de Bakugo le detuvo.

- Ey, ¿qué estás haciendo aquí? – preguntó.

En pantalón de deporte negro y con una camiseta blanca de manga larga con un dibujo de un grupo de música, así había salido ese chico a la calle. Shoto se quedó estático con los ojos fijos en él. ¡Seguía tan atractivo como siempre! Pero no podía gesticular palabra alguna.

- Yo... lo siento. La verdad es que no lo sé. Necesitaba salir de mi casa y...

- Vuelve a casa, idiota, es tarde, podría pasarte cualquier cosa. Tus padres estarán preocupados y hace frío.

- Sólo quería darte las gracias por lo que hiciste. Supongo que ahora es mejor que me vaya. Nos vemos en la academia.

- Supongo que sí.

Los dos estaban completamente serios, pero el primero en dar medio vuelta fue Bakugo. Ni siquiera entendía por qué salió a la calle, tan sólo estaba haciendo ejercicio en su habitación para intentar no sentirse peor de lo que ya se sentía. Cada vez que pensaba en Shoto y lo sucedido, se daba cuenta de lo inútil que fue y por eso mismo, se ponía a hacer ejercicio en un intento por liberar su mente y no pensar en ese chico. ¿Cómo había llegado a enamorarse de él? No podía permitirse esos pensamientos y en ese instante... tras las últimas flexiones, secándose el sudor con una toalla frente a la ventana, le vio.

Al entrar en casa, se quitó las zapatillas dispuesto a irse a dormir. ¡Su madre le esperaba en el pasillo! No parecía muy conforme con lo que había presenciado ahí fuera.

- ¿No era el chico de Endeavor? ¿Al que salvaste?

- Sí, ese mismo. Pero yo no le salvé.

- Parece un poco perdido. ¿No le invitas siquiera a pasar?

- Es tarde.

- ¿Seguro que es por eso? – preguntó su madre.

- ¿Por qué iba a ser sino?

- No sé, quizá es porque has salido muy rápido de tu cuarto al verle en la calle.

La mirada de su madre hizo que Bakugo se sonrojase al instante. ¡Lo sabía! Su madre era capaz de ver a través de él. ¡Sabía que le gustaba ese chico! Lo intentó ocultar de todo el mundo pero había sido completamente imposible hacerlo de su madre. Resopló frustrado.

- Ve tras él – le recomendó su madre –. ¡Ahora! ¡Venga, rapidito! Y abrígate que hace frío.

- Pero, mamá...

- Que vayas a por él. ¿O quieres perderle? Ese chico ha venido hasta aquí a verte. ¿Es que no lo ves? ¡Lárgate ya y díselo!

- Pero es que...

Al ver cómo su madre agarraba la escoba, salió corriendo hacia el hall para obedecer. Volvió a calzarse. Ni siquiera estaba seguro de qué iba a decirle a Shoto, él nunca había hablado de sentimientos y decirle un simple "me gustas" le era imposible. Pensó un segundo porque su madre tenía buen olfato, tenía que decírselo, debía ser hoy. La última vez se arrepintió de no haberle dicho todo lo que sentía. Tras ponerse las zapatillas con rapidez, tomó la chaqueta vaquera y se colocó la bufanda a cuadros verde, negra y blanca para salir tras él.

Corrió por las calles. Hacía frío y su pantalón de deporte no abrigaba demasiado. Seguramente si alguien le hubiera visto con esa chaqueta vaquera y un pantalón deportivo, se habría reído por sus pintas, pero le daba igual. Nadie estaba en la calle y lo único que le preocupaba ahora era Shoto.

No podía encontrarle, pero no debía estar demasiado lejos. Corrió hacia la estación aunque luego se dio cuenta de que a esas horas, ya no había trenes para volver a casa. Seguramente volvería andando. No fue hasta que atravesó el viejo parque donde solía jugar con Deku y los demás, cuando le encontró. Sentado sobre un columpio, con las puntas de sus pies en la tierra, se balanceaba suavemente.

- ¿Shoto?

El chico del columpio alzó la vista al instante. ¡Pillado! Le había dicho que se iba a casa y ahora lo encontraba allí perdiendo el tiempo. No esperaba que Bakugo volviera a salir.

- ¿Me seguías? – preguntó Shoto.

- Supongo que sí. Sí – afirmó finalmente – me preocupaba que te ocurriera algo. Es de noche, hace frío y no pareces estar bien. Ni siquiera entiendo por qué has salido de tu casa.

- ¿Sabes cómo es mi casa ahora? Es como una prisión – sonrió con cierta tristeza – mi padre está tan preocupado de que pueda ocurrirme algo, que me sigue a todas partes. He conseguido escaparme.

- Sólo quiere protegerte.

- Lo sé, pero... no me siento protegido incluso en una casa llena de héroes. Oye, lamento haberte sacado de la forma en que te saqué. No quería que te ocurriera nada.

- No me dejaste protegerte.

- Te habrían matado a ti también. Sólo quería salvarte.

- ¿Crees que yo no quería salvarte? Me preocupabas de verdad, idiota.

Shoto sonrió al escuchar su insulto, porque incluso ahora que no gritaba, ahora que hablaban normalmente, sentía que seguía siendo el Bakugo que conocía.

- Lo siento, he vuelto a hacerlo.

- ¿Insultarme? Estoy acostumbrado.

- Pero no quería hacerlo. Te llamé gilipollas, aquella vez te insulté y no debí hacerlo.

- No pasa nada, Bakugo, sé que no lo decías en serio.

¡No era fácil decirle que le gustaba! Shoto tanteaba sus palabras al igual que hacía Bakugo. Los dos intentaban llegar a un tema que no sabían cómo sacar. No estaban acostumbrados a hablar de sentimientos y el miedo se apoderaba de ellos.

- Tu sonreíste – susurró Bakugo, sentándose en el columpio de al lado – odio tu sonrisa arrogante – se quejó al recordarla – me sentí tan débil cuando te vi tirado en el suelo, y tú sonreías.

- No eres débil. Fuiste un héroe, me salvaste y...

- No digas esa palabra – se enfadó Bakugo.

- ¿Héroe? ¿Por qué no? Venciste a tus enemigos, me salvaste, nunca te rendiste.

- Tú venciste a la mayoría con tu fuego.

- Estaba fuera de control.

- Tú fuiste un héroe, Shoto, y nadie aquí se ha dado cuenta de ello.

- Yo estaba drogado – sonrió Shoto – deja de decir chorradas y acepta de una vez que me salvaste, no te lo repetiré. Y ahora me voy a casa.

Shoto se levantó del columpio siendo imitado por Bakugo. Detuvo su muñeca con cierta fuerza para evitar que se marchase así sin más. No había dicho lo que vino a decirle, no había podido confesarle que le quería. Debía hacerlo, le estaba costando encontrar el momento, encontrar las palabras, pero quería realmente decírselo. ¡Ahora! Lo tenía agarrado, Shoto le miraba fijamente con palidez en sus mejillas. ¡Ese era el momento para decírselo!

- Shoto – le llamó por su nombre, lo cual sorprendió al chico – yo...yo quería decirte... -- Shoto escuchaba atentamente sus palabras. Por un instante, su corazón se aceleró creyendo que Bakugo iba a decir algo importante, sobre todo por su leve rubor. ¿Y si le decía que le quería? – quería decirte... que tienes ojeras.

- Oh... – susurró Shoto – ya, no estoy durmiendo demasiado bien desde lo del secuestro.

Intentó volver a irse, pero el agarre de Bakugo no disminuyó ni un poco. ¡Lo amaba! No podía dejarle irse, tenía que decirle las cosas y entonces, se dio cuenta. Shoto no estaba durmiendo nada, tenía miedo, no se sentía protegido en su casa pese a que todos los héroes estaban allí. Soltó el agarre de la muñeca para sostener su rostro con ambas manos. ¡Helado! Estaba congelado.

- ¡Dios! Estás helado. ¿Sigue la droga...?

- No. Creo que no pero...

¡Miedo a activar sus habilidades después de lo ocurrido! Ahora Bakugo veía con mayor facilidad lo que estaba ocurriendo. Se quitó la bufanda con rapidez y se la puso en el cuello para asombro de Shoto.

- Déjame que te ponga esto. Te calentará un poco y...

La cabeza de Shoto se apoyó de golpe contra su hombro y uno de sus brazos se enredó en su cintura. ¡Estaba realmente sorprendido! Shoto no solía hacer esas cosas, era muy posible que estuviera pasando por un mal momento.

- ¿Por qué me siento protegido contigo? – preguntó Shoto al instante.

- ¿De qué hablas, idiota?, yo no pude protegerte. Tu familia seguro que podría...

- No puedo dormir en mi casa. Sólo me siento protegido a tu lado. Siento como si tú fueras a hacer cualquier cosa por ayudarme, por protegerme.

- ¡Joder! Shoto. Yo no soy bueno con las palabras... – apartó el rostro de Shoto de su hombro y al ver su leve rubor, se decidió finalmente. Unió sus labios a los de Shoto de inmediato.

Ya vendrían luego las consecuencias. Quizá ese chico se riera de él por mostrar esos sentimientos tan patéticos, pero necesitaba soltarlo, necesitaba decirle que le quería y sí... le protegería de lo que fuera. Para su sorpresa, Shoto movió sus labios aceptando aquel beso.

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