Capítulo uno
✨Capítulo editado✨
«23 ~ 05 ~ 20»
Quizá esperaba sentirme más ansiosa.
Quizá esperaba sentir la misma emoción a cuándo me dieron la noticia de que me habían aceptado la solicitud para mi intercambio y podría estudiar finalmente en el extranjero, pero no, no era así. Tendría que dejar tanto recuerdos aquí, tantas vivencias que pase y que se habían encargado de incrustarse muy bien en el fondo de mi pecho, recordándome una y otra vez que estaban presentes, y porque también aún permanecían en mi cabeza.
Mamá me decía que era una manera de superar. Que debía aprovechar esta oportunidad de emerger de nuevo, de rehacer mí vida en otro ambiente, y fuera de todo lo que alguna vez me saco lágrimas, de todo lo que me había hecho daño y que debía verlo como algo bueno para mí vida y no como una situación de empeoramiento a mis casi inexistentes ganas de seguir la vida de manera normal.
En estos momentos me encontraba a punto de abordar el avión hacía mí nuevo destino, mí mejor amiga me acompañaba. Se había negado a la idea de dejarme viajar sola a un país que no conocía; nunca había ido hacía allí, de hecho nunca había viajado fuera ni dentro del país. Así que era una experiencia completamente nueva y fresca para mí.
Por lo que ella también postuló conmigo a unas de las empresas de intercambio aquí en Chile, y fue como entonces ambas nos embarcábamos hacía una nueva vida, en donde tendríamos que acostumbrarnos a otras costumbres, otro idioma y personas las cuales eran obviamente diferentes a nosotras. Corea del sur según la escuela de intercambio ocupaba uno de los puestos más importantes entre los países que eran más visitados por extranjeros. Era uno de los destinos favoritos para viajar y pasar temporadas extensas allá. Ya sea si se va en modo turista, para ser residentes oficiales o simplemente como estudiantes como lo éramos Sarah y yo.
Definitivamente me costaría adaptarme, sólo esperaba que las cosas me funcionaran bien y que en verdad valga la pena haber hecho todo esto.
«Pasajeros con destino a Seúl, por favor, pasar por la puerta n°10, despegaremos en breve»
—¿Estas nerviosa?..—preguntó mí amiga a un lado de mí, mientras caminábamos por los espacios hasta la entrada del pasillo que nos llevaría para abordar el avión.
—Es un sentimiento inminente Sarita, dejaré toda una vida atrás, y me da pesar haberte arrastrado conmigo..tú tenías una buena vida aquí, no tenías razones para abandonarla..—dije sincerándome. Entre las dos, Sarah era la menos indicada para dejar esto. Ella simplemente no tenía razones suficientes para dejar el país, en cambio yo si tengo razones para hacerlo.
—Deja de decir estupideces. Eres mí mejor amiga desde que teníamos ocho años, prometí nunca abandonarte y en este caso no será una excepción..—dijo. Bordando una sonrisa en mis labios.
—Y en verdad lo aprecio Sarita, de verdad que sí. Agradezco mucho que me estés acompañando en este viaje, me sentiré más segura si voy con alguien conocido, aún así no puedo evitar el sentirme un tanto culpable por arrastrarte conmigo..
Guardamos silencio cuando llegamos al lado de la señorita que recibía los boletos y examinaba los pasaportes. Una vez timbrados nuestros pasaportes, y nos deseó un buen viaje y que disfrutáramos de nuestra estadía hacía nuestro destino, nosotras emprendimos nuestra caminata.
De aquí ya no podía arrepentirme.
Hoy iniciaba una nueva etapa en mi vida, volvía a emerger y rehacer mi destrozada y lastimera alma. Solo esperaba que cada minuto que pasara allá, valiera la pena.
Desde arriba todo parecía ser hermoso, y
digo "Parecía" porque el molesto smog no dejaba ver demasiado que digamos. Al avión le llevó unos minutos descender, una vez tocamos lo sólido del pavimento, desabroche mí cinturón y tome mí bolso que era el objeto más pequeño y lo único que te dejan subir contigo al avión.
Finalmente, después de haber estado más de veinte horas arriba de esa cosa, por fin habíamos tocado tierra. Mí cabeza dolía, esa sensación horrible de mareo tardaría en pasarse, y era por estas razones que nunca me animé a subirme a un avión, bueno, tampoco tenía una situación para poder costearme los boletos de ida y vuelta. Con Sarah esperamos que algunas personas detrás de nosotras bajaran primero para después salir ambas con más tranquilidad. Odiaba cuando la gente comenzaba a amontonarse entre ellos, chocando sin importarle los demás, algo odioso que prefería evitar mientras tuviera la oportunidad de hacerlo.
Por obligación de la empresa que nos brindó este intercambio, tuvimos que someternos a un exhaustivo curso del ¿Hangul? Creo que así se llama la lengua que hablan aquí los coreanos. Era uno de los pocos requisitos que te pedían, y era estrictamente obligatorio. Por lo que sin más tuvimos que acceder de igual forma.
Sería un ventaja el saber el idioma. Una preocupación menos ¿no?. Haría más llevadero todo esto, tan nuevo para mi. La sorpresa me dio de lleno en la cara, ver tanta gente con ojos rasgados y tez demasiado pálida me incómodo un poco, me sentía fuera de lugar, y podía sentir como casi la mayoría de las personas, más adultos que jóvenes, ponían sus ojos en nosotras. Al parecer nunca habían tenido de cerca a un par de latinas, o eso me hizo pensar la manera en como nos veían. Sería algo temporal, quise creer.
Sarah quedó en ir por nuestras maletas, aún no me sentía preparada para llevar en práctica mi nuevo idioma aprendido.
Quizás en otra ocasión podría hablar.
—¿Y ahora?—dijo Sarah de repente. No había notado que ya estaba conmigo.
—¿Cómo que, y ahora? Debemos pedir un taxi y darle la dirección de la casa en donde vive la familia que nos acogerá. Es una suerte el que nos hayan dejado vivir juntas, por lo que sé, solo aceptan a una persona de intercambio por familia..—dije y Sarah asintió pensativa.
—Es una suerte—reafirmó a mis palabras.
Ella tomó su maleta y yo la mía.
Ambas llegamos hasta la salida, buscando algún paradero en donde pasarán algunos taxis, pero no ví nada.
—Se supone que aquí deberían haber taxis—habló Sarah, viendo algún lugar—¿Si le preguntamos a alguien que nos indiqué?.
—Ve tú.
—Algún día tendrás que hablar con alguien Isabella—carcajeo—No siempre estaré contigo para hablar por ti—bufé. Sabía que tenía la razón pero aún así no evite el que fuera ella a consultarle a la señora.
Vi como Sarah se acercaba a aquella señora que había señalado, hablándole amablemente, aquella canosa mujer le señalo un camino hacia nuestra derecha. Sarah le sonrió amablemente por una última vez antes de volver conmigo.
—La mujer me dijo que hay una parada de autobuses cerca, a unos diez minutos si seguimos este camino recto, dice que también pasan taxis, son de color anaranjado, no nos costará encontrar uno, dice que siempre hay uno que otro disponible esperando a que se llene y cumpla con la capacidad pedida..
—Bien, vayamos entonces, debemos llegar rápido a la casa de los señores Ahn, recuerda que por la tarde debemos ir a firmar unos papeles a la universidad.
Ambas procedimos a tomar nuestras maletas y caminar en dirección recta. Mi cabello bailo al ritmo del aire cuando una cálida y suave brisa acarició mi cabeza, me sentí tan en calma en ese momento, aquel miedo que me acompañaba horas antes ya no se encontraba, esa horrible sensación de inseguridad despojándose de mi cuerpo, me sentía una persona libre ahora, y era tan jodidamente satisfactorio.
Cerré mis ojos ante mi ideal de una vida feliz. Y es que antes era un sueño tan lejano, algo que no creía posible para mí, preguntándome cada noche que pecado habría cometido para ser tan infeliz. Pero ahora ese sueño, ese anhelo se volvió una realidad, y espero que nadie lo arruine.
El trayecto había sido más largo de lo que había imaginado. La residencia de la familia Ahn quedaba demasiado alejada del aeropuerto, por fuera la casa se veía normal, digo, no tenía demasiadas cosas que llamaran la atención de cualquiera que la mirará desde afuera. De todas formas, parecía ser una residencia acogedora y bonita, pintada de un color crudo, y con su tejado de color marrón.
Bellos adornos florales llenaban el ante jardín de la casa. Las flores eran muy surtidas, no había ninguna que se repitiera, según la rápida mirada que le di a estas mismas antes de que una mujer, adulta, abriera la puerta con una sonrisa.
—¡Que maravilla!—exclamó con evidente emoción—¿Ustedes deben ser las niñas del intercambio no?—preguntó aún con esa expresiva sonrisa en sus labios.
—Hola, usted debe ser la Señora Ahn ¿No es así?—pregunté, llevando a la práctica el pésimo hangul que había logrado pronunciar, y con suerte—Yo soy Isabella Bravo, un placer—estaba por tenderle la mano cuándo Sarah me dio un leve golpe llamando mi atención.
Al principio no había entendido, pero después de unos segundos logre captar la indirecta; debía reverenciar, aquí esa era la manera de dirigirte a un mayor, en señal de respeto a su persona. Y más cuando apenas le estaba conociendo.
—Yo soy Sarah Vélez, es un placer..—reverencio mi amiga.
—El placer es todo mío. Pasen pasen, no es una casa muy grande, pero tiene todo lo necesario para subsistir, ustedes tendrán la habitación de invitados, esta al fondo del pasillo, la puerta a la derecha, nosotros tenemos la habitación arriba con mí marido..-¡Casi lo olvido! No le he dicho a mi esposo que ya están aquí, esperen un momento por favor, vuelvo enseguida.
Ambas tomamos asiento en donde nos indicó la Señora Ahn. La casa si era bonita por fuera, por dentro lo era aún más, tenía un decorado sencillo, pero elegante, por llamarlo de alguna manera, habían muchos cuadros con rostros repetitivos, seguramente era la familia completa, dos adultos, y dos niñas.
Deberían tener nuestra edad.
El sonido de las escaleras llamó nuestra atención, por lo menos la mía, ya que había estado mirando todo lo que tenía a mi alcance desde este sofá. La señora venía bajando junto a un hombre, su esposo seguramente, se veía amable. Con Sarah nos acercamos considerablemente e hicimos una reverencia respetuosa ante los señores Ahn. Ambos sonriendo conformes por nuestra manera de actuar.
—Que educadas son, es un placer conocerlas—comentó amigablemente—Con mi esposa estábamos muy ansiosos por conocerlas, es primera vez que nos unimos a este programa de intercambios, nuestras niñas tenían ilusión de estudiar fuera del país y se inscribieron para un intercambio a Chile, y no pude decirles que no—carcajeo levemente—Soy un padre muy consentidor con mis hijas..
—El placer es nuestro—hablé por las dos. Mis manos sudaban bajo el agarre que ejercía en la correa de mi bolso—Si no es inoportuno de mi parte, quisiera dejar mis cosas en la habitación que será de ambas—me gire a ver a Sarah. Pidiéndole con la mirada que ella siguiera explicando por mi.
—Debemos ir a firmar unos papeles a la universidad, el director nos envió un email a ambas hace dos días.
—Oh, no se preocupen, por favor síganme—habló esta vez la señora Ahn—Les enseñaré su habitación, no es la gran cosa pero tiene todo lo primordial, es el cuarto que tenemos para los invitados, lo he preparado tal cual preparo el de mis niñas—me enterneció la manera en la que nos explicaba todo—Espero que no le falte nada, de ser así por favor no dejen de avisarme ¿Esta bien?—y entonces nos abrió paso a la habitación. Y era mucho mejor de lo que había imaginado antes.
—Es..muy bonita señora Ahn..—comenté.
—Me alegra que les haya gustado, pueden acomodarse como ustedes gusten. Las dejare solas por un momento, si quieren algo estaré en la cocina, las llamaré para que vengan a comer algo, con permiso.
Y salió de la habitación.
—Yo pido la cama de esta lado—y corrió en dirección a la derecha, a la cama que se encontraba a un lado de la puerta, siendo la mía la única que quedaba y al rincón de la habitación. Frente al ventanal—Que cómoda es Isabella..dios no sabes cuanto anhelaba algo suave para mi pobre pobre espalda—reí con diversión ante el tono lastimero de mi Sarah.
—Ya. No te relajes mucho que debemos ir a la universidad, y no sabemos cuánto iremos a tardar en llegar.
Wow, esto si que era gigante. A simple vista podía deducir que era costosa, pero no me preocupaba por ello, gracias a una beca que me dio el estado, y gracias a mis excelentes calificaciones en la escuela no tendré que pagar las mensualidades que me piden. Se veía que no cualquiera podía entrar a esta Universidad, lo podía notar en la manera que los adolescentes aquí se desenvolvían, con ese aire de grandeza y ropa de marca, que de seguro eran más de un año de ganancias para un trabajador común y corriente; como yo.
—¿Crees que encajemos aquí?—me atreví a cuestionarme. Llamando la atención de Sarah a un lado de mí.
—¿Por que no podríamos? No somos de otro planeta o algo así.
No supe si reírme o reclamarle por su absurda respuesta.
—Por favor Sarah. Míralos, mira su ropa, te apuesto lo que quieras que sólo un anillo de sus dedos, vale todo lo que trabajamos en un año con nuestra situación económica, mí situación más que nada..
—Isabella, aquí nadie nos conoce. Nadie sabe porque estamos aquí, ni a que venimos aquí, no deberías darle tantas vueltas a esto del estatus de todos los jóvenes adultos que asisten aquí, ambas venimos a estudiar, centrémonos en eso antes de pensar en si le caeremos bien a alguna de estas personas, ¿Ok?..
Solo me límite a asentir.
No faltaba mucho para llegar a la Oficina del que sería nuestro director. Eran las cinco y media de la tarde, él nos había citado veinte para las seis. Aun nos quedaba algo de tiempo, por lo que no nos apuramos mucho en llegar.
—Isabella mira hacia adelante..—me reprendió mi amiga a un lado, pero antes que pudiera evitar algún desastre, choque hombro con hombro con alguna persona, no le vi la cara, ni me preocupe demasiado en saber quién era de todas formas, no le volvería a ver.
—Fija tus ojos en el camino, imbécil.
Fue lo único que supe de él, que era un hombre, más o menos estatura 1.80.
—Lo siento.
Fue lo único que escuché.
Y no me importó si seguía hablando, arreglé el tirante de mi bolso en mi hombro nuevamente y seguí caminando.
—¿No crees que fuiste algo ruda con él chico Isabella?—inquirió, pero no le volví la mirada—¡Aún sigue parado allí!—chillo, sonaba enternecida, agh.
—Y que siga parado, no volveré a disculparme si es lo que quieres, él tuvo la culpa al no mirar por dónde camina.
—Tú también ibas distraída Isabella, no te excuses—soltó una risilla. Tal vez tenía razón, pero ella no tendría porque saberlo—Pobre..—musito mi amiga, girando su rostro hacia atrás—Se veía realmente apenado por haberte pasado a llevar..
—No me interesa.
Volví mi vista hacia el camino frente a mí. Llevando mis manos hacia el tirante de mi bolso, apretándolo bajo mis manos.
—Tú no eres así Isabella, ¿Qué es lo que te pasa? Estabas bien antes de que saliéramos de la residencia de los Ahn—ninguna se dirigió la mirada a la otra—Te conozco Isabella, tú te habrías disculpado con el muchacho, pero me sorprendió en verdad que no lo hayas hecho..¿Quisieras hablar conmigo sobre eso? Siento que algo me estas ocultando Isabella ¿Es así?.
—Ya llegamos.
Escuché como Sarah suspiraba pesado, ella se acercó a la puerta y tocó dos veces, eventualmente un "adelante" se escuchó del otro lado. Un señor canoso nos recibió sentado en su escritorio con una sonrisa, dejó de lado unos papeles guardándolos en una carpeta, para prestarnos completa atención a nosotras.
—Buenas tardes señoritas—dijo sonriendo.
—Buen día Señor..—musite.
—Me presentó, soy el Señor Lee, soy el director de esta Universidad, un placer..—dijo dando una leve reverencia de cabeza. Sin inclinar demasiado su corpulento cuerpo hacia nosotras.
—El placer es nuestro Señor, yo soy Isabella Bravo, estudiante aspirante a la carrera de kinesiología—reverencie.
El solamente me sonrió.
—Y yo soy Sarah Vélez, un placer Señor Lee—reverencio mi amiga, sonriente—Estudiante aspirante a la carrera de Fonoaudiología—comentó emocionada.
—Que maravilla señoritas, ambas son carreras excepcionales, ¿Tienen buen trato con las personas? Trabajarán mucho con ellas, incluidos los niños..
—No tenemos problemas con ello, ¿No es así Isabella?—me preguntó Sarah.
–En lo absoluto, me gustan los niños, y no será trabajo pesado atenderlos..—y era la verdad, los niños eran adorables.
—Bueno, deben firmar por acá—dijo entregándonos unos papeles—Tan solo es para casos de emergencias, nada de que preocuparse—ambas asentimos.
—Listó—dijo mi amiga emocionada.
—Bien, eso sería todo, espero no haberlas molestado en hacerlas venir para esto, pero son cosas que no podían esperar, por cuestiones del reglamento.
—No se preocupe Señor Lee, nos vemos la próxima semana.
—Adiós señoritas—se despidió.
Ambas tomamos nuestras cosas, cada una con su horario, y entrada de jornada para la próxima semana y el resto del semestre. Todo hasta ahora había salido bien, a excepción del incidente con ese chico extraño que se atrevió a chicas conmigo. Solo espero no volver a toparme con él.
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