Flashback
Ella era una pequeña ladrona. Seis años y ya era muy buscada.
No tenía nombre, ya que sus padres la habían abandonado a una corta edad.
Decían que era fea, pero era una belleza de niña. Sus hermosos rizos de oro la hacían parecer una diosa.
Ella solo robaba comida, aunque a veces robaba joyas. Decían que su única arma era la roca, que era como una cavernícola.
Pero ellos no sabían nada.
No sabían la verdad.
No hasta que un día la lograron atrapar.
Ella ya tenía 12 años, se escabullía mucho más fácil que de pequeña, atacaba mejor y era más persuasiva, además de ser una belleza.
Las guardias la arrastraron hasta la reina, quien hecha una furia le pregunto.
-Como te llamas?
La niña rio y contestó.
-Señora, yo no tengo nombre, y aunque lo tuviera no se lo daría.
Pero la reina no se dejaba intimidar por una pequeña ladrona. Busco en un pequeño cofre una daga de oro y regreso con la niña, quien empezaba a bromear con las guardias.
-Niña, cual es tu nombre?
-Yo no tengo nombre
Y la reina usó la daga, justo sobre su pequeño ojo, causando el grito de la pequeña y que la alfombra roja se llenara de sangre.
-Cual es tu nombre?
-Ya le dije... yo no tengo nombre...
Y corto de nuevo. La pequeña empezó a llorar y las guardias de retiraron.
-Cual es tu nombre?
Y eso hizo explotar a la chica.
-Que no entiende?! Que no tengo nombre!
Y fue justo cuando le estaba haciendo la tercera cortada cuando el rey interrumpió la habitación.
-Sara! Que estás haciendo con esta pequeña?!
-M-Mi amor!...
El rey avanzó hacia la niña y la cargó, haciendo caso omiso a los gritos de su horrenda mujer.
Tras desatar a la niña y vendarle el ojo, le hizo la misma pregunta que le había hecho la reina.
-Pequeña, como te llamas?
-No tengo nombre... su majestad.
El rey miró hacia el cielo.
-Los antiguos griegos cuentan... que el Olimpo era el hogar de los dioses, un lugar hermoso lleno de maravillas.
La pequeña lo miró confundida, pero antes que pudiera hablar, el rey jalo una palanca abriendo las puertas de la libertad a la chica.
-Corre y ve pequeña.
-P-pero...
-Corre Olympia, y no mires atrás.
Olympia, recién bautizada, abrazo al rey como abrazaría un niño lleno de amor a su padre y corrió.
El rey, siempre bondadoso, cerró las puertas para encontrarse con su esposa.
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