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XX


Capítulo 20

Buenos Aires, Argentina. 28 de diciembre, 2018

8:00 am.

Y ahí comenzaba mi día. Tenía que ir a terapia y vaya que no estaba listo.

Con una ducha fría, una comida caliente. Solo, de nuevo. Pero no dejo que mis pensamientos me dominen. Tengo que dejar que mi razón guíe mi corazón.

Me senté en el bordillo de la cama, admirando el pequeño marco que tenía la foto de mi familia, y otro más pequeño, con la foto de Sam. Traté de no derramar una lágrima. Porque si algo es cierto, es que nunca dejará de doler, tampoco dejaré de amarla, pero llegará un día en que podré contar su historia, sin sentirme deprimido o culpable. Me levanté para ir al centro y hablar con mi terapeuta. No tenía ganas de una regañada pero era necesario, este proceso duele más pero me ayuda cada vez.

Las primeras sesiones, estuve en silencio. Apenas era la primera semana y ella me tenía demasiada paciencia. Primero hablé de mi infancia y mi padre, le conté sobre mi trabajo y como odiaba salir en la prensa. Ella buscaba preguntarme sobre mi vida pero me limitaba, sabía que esto no ayudaría a mi proceso pero me daba miedo exponer mis medios ante un extraño y que me busque un problema. Lo único que le dije fue que yo no me sentía bien conmigo mismo y ella me dijo que buscara una foto de niño y que escribiera otras palabras que me identificaran.

Sonriente, valiente y decidido. Esas fueron mis tres palabras. Me dijo que cada día viera la foto y tuviera una conversación con mi yo de niño, diciéndole lo que hemos logrado. Creo que cuando hice ese ejercicio con ella lloré porque no quería decepcionarme a mí mismo, quería demostrarle al Devon de siete años, que estábamos bien. Cuando le dije a ella que llevaba un diario, me dijo que era una buena forma de transmitir mis sentimientos y después saber mi crecimiento.

Esta sesión,me preguntó sobre los titulares que habían salido, que cómo me sentía al respecto. No dije nada y ella me dijo que si quería seguir y avanzar, debía expresarme.

—Me siento como la mierda porque otros cuentan mi historia y siento que nadie creerá cuando yo diga mi versión, la verdad— ella me miró y me sentí intimidado—, van veintidós días desde que decidí seguir adelante pero no me siento merecedor de esta oportunidad. Me siento culpable y creo que yo... debí morir y no ella.

Fue la primera vez que hablé de Sam en terapia.

—¿Quién es ella?— yo sonreí nervioso y jugué con mis manos, jugué con mi banda elástica de mi brazo.

—Samantha, mi novia... mi... ¿ex novia? Ella murió y la sigo amando como la primera vez. No puedo sacarla de mi cabeza.

—¿Cómo murió?— yo me callé y miré al techo. Mierda, quiero que acaben estos cincuenta minutos,

—Puedes ver las noticias — me encogí de hombros y ella negó.

—Quiero escuchar tu verdad, tu versión. Quiero conocer a Devon, no quiero leer el periódico, tú me has dicho que está lleno de mentiras ¿no? — yo suspiré fuertemente y me quedé en silencio cinco minutos. No quería hablar, sentía que estuviera reviviendo todo en mi cabeza. Apreté la cinta para enrollarla en mi mano y ejercer presión.

—Golpee al hombre que estaba tocando a mi madre de forma inapropiada, me llevaron a prisión. Cuando salí ella fue por mí, le pedí que se bajara del carro porque sabía que era un peligro y no sé manejar mi enojo... explotó con facilidad y lanzó golpes. Ella había salido de una relación violenta y no quería causarle daño. Pero ella— apreté mis labios y solté unas lágrimas—, ella decidió quedarse a pesar de que la quise alejar. Ella confió en mí y... —oculté mi rostro entre mis manos. El rostro muerto de Sam invadía mi mente y no pude controlarme—. Un borracho nos chocó, yo no reaccioné, no pude evitarlo. Una rama le atravesó el pecho... cayó en coma y murió a los meses — entonces miré a mi terapeuta—. Veo su rostro, frío... sin expresión. La culpa me sigue... y me está consumiendo.

—Hay cosas que se nos escapan de las manos Devon, no tuviste la culpa. No debes presionarte de esa forma. Tú hubieses hecho lo mismo por la gente que amas. ¿No es así?

Asentí y entonces me dijo una frase que me impactaría de ahora en adelante.

Si quería que la gente creyera en mí y en la persona que era, primero debía convencerme primero de una cosa: yo no era el culpable.

Yo la amaba y la seguiré amando, en el amor tomamos decisiones para proteger a nuestro par. Ella lo hizo, fue su decisión. Ella sabía quien era Devon, ella me conocía y yo también. Solo hace falta que me reconcilie conmigo mismo.

Soy Devon y yo más que nadie, sé quién soy. No soy un asesino.

"Día 22

Ayer por la tarde, en una vieja casa de tango por primera vez vi mi nombre en la sección de espectáculos. Muchos se preguntaban la verdadera historia, otros me tachaban como mal ejemplo en la sociedad. Seguían dándole al tema... como si no lo superaran. ¿Pero qué iba a esperar yo? Si yo tampoco lo he superado.

Pero este en particular, se preguntaba dónde estaba. Incluso creí que era cobarde escaparme. Porque esas fueron sus palabras, que era un cobarde por no enfrentarme a mis consecuencias. Al venir aquí, tomé la decisión de dejarlo todo... incluso lo que más me apasiona y separarme de las personas que me aman. Pero entre cada día que pasa, me convenzo que estoy haciendo lo correcto. En poder encontrarme. Necesito tiempo a solas, sin nadie.

Despierto solo, sin una alarma, sólo los pequeños reflejos del sol. Desayuno junto a los ruidos matutinos de la calle y ceno bajo la luz de la luna.

Me veo al espejo y observo cada cicatriz invisible, las que me han hecho fuerte y otros días débiles. Porque no me haré fuerte, tengo mis momentos de debilidad. Como cuando llegan las pesadillas y sus memorias.

Pero seré de nuevo como un niño, aquel niño que tenía un sueño, que amaba y perdonaba. Hoy perdono, a Isabella, a la prensa que ha hablado mal de mí. ¿Y a mí? ¿Ya me he perdonado?

Cierro los ojos y puedo verla, cuando yo no pude evitar que entrara en el auto... y de nuevo recuerdo las palabras que me escribieron, las que me prometieron estar a mi lado...

Y de nuevo esa opresión en el pecho, pero tengo que seguir, incluso mi corazón sigue palpitando, no sería yo quien lo detuviese.

Y tuve un buen presentimiento esta semana. Como si fuese un impulso, era un pequeño impulso, aquellos buenos, que te incitan a seguir un camino inoportuno. Esos caminos que puedan que se vean insignificantes, pero al final, el destino es sorprendente.

Por cierto querido... ¿Diario? Me he dado cuenta que escribo excelente, debería dedicarme a esto.

Cambio y fuera, un mejor Devon"

Buenos Aires, Argentina. 5 de enero, 2019

"Día 29.

Hoy me levanté con ganas de cambiar al mundo, desgraciadamente el mundo está igual o peor que yo. Así que decidí dar un pequeño paso. Por fin darle la oportunidad a ese camino. Me reuniré hoy con Mackenzie; ya no sólo quiero dar dinero o dar mi imagen, yo quiero participar.

Pasar las festividades solo me hizo dar cuenta de lo mucho que tengo y que no debo desperdiciar un minuto más. Debo fortalecerme, incluso ya no hay pesadillas, la culpa sigue persiguiéndome pero siento que estoy progresando y no veo hacia atrás.

En estos últimos días, ya no me he empeñado en cantar canciones de amor en la plaza, al contrario, me gusta tocar esas canciones infantiles en plazas, siempre cubriendo mi identidad. Ahora aprendí a bailar Tango, incluso me metí como entrenador de fútbol en una liga pequeña para niños con cáncer. Es sorprendente cómo los niños callan un secreto y se ganan tu confianza. Me encantaba ese trabajo, solía ir primero allí y luego a terapia. Enfrentarme a mi mismo, me consumía toda la energía y esto era un aire fresco.

Lo he dicho, a veces el amor más puro sana tu corazón. Como el cariño que empiezo a tener por esas inocencias, sin querer hacerte una maldad o dañarte. Eran simplemente ellos. Y no había prensa de por medio, sólo era mi nuevo equipo y yo. Me gustaba.

Estoy seguro que Samantha estaría orgullosa de mí. Incluso lo estoy de mí, estoy avanzando y no reteniéndome. Siento que poco a poco vuelvo a mis bases para reconstruirme mejor.

Cambio y Fuera, el entrenador Acosta."

—Entonces creo que todo está marchando bien, la fundación ha recaudado veinte por ciento más. He distraído a la prensa de esto para que tengas tu espacio, todos tienen un contrato de confidencialidad. Así que estás libre de ir y venir del hospital —le sonreí conforme a Mack y le abracé fuertemente, casi elevándola por los aires.

—Eres increíble Mack, gracias por apoyarme.

—Lo necesitas Devon, eres una persona increíble. Y me gusta el nombre de la fundación —miré hacia la carpeta, con el nombre escrito en cursiva y dorado. "Fundación Harlow"

—Se lo debía —susurré y Mack me sonrió.

¿Y cómo es que se me ocurrió volver a la fundación?

Bueno, cuando supe a fondo de Roxanne y Ramiro, me quedé impresionado. Roxanne sobrevivió su batalla contra la leucemia y Ramiro fue un enfermero voluntario que se enamoró completamente de ella y lucharon juntos hasta vencerlo. Luego me dijeron que sin el apoyo de muchas personas, ella no lo hubiera logrado. Entonces quise ayudar, porque el cáncer cobró la vida de mi padre y yo quería impactar otras vidas.

Son buenas personas, incluso en mi cumpleaños, sonaron las mañanitas.

Entonces contacté a Mackenzie, sin mucho pensarlo y le dije que quería entrometerme más a fondo y poner una sede en el lugar que me vio crecer. Porque hay miles de niños afrontando un enemigo que no muchos ven. Y yo quería ser como ellos, luchadores. Llamé a mi madre y junto con su organización, logré donar y encontrar patrocinadores que quieran ayudarme con los tratamientos gratuitos para niños de escaso recurso. La salud no debería de tener precio, nadie debería morir porque no tiene cómo pagar una medicina.

—Mi vuelo sale en tres horas, me tengo que ir —se levantó y besó mi mejilla—. Fue un gusto volver a verte, se me hace extraño ya sólo verte en carteles.

—La vida no ha sido fácil.

—Pero tampoco imposible. Tú eres fuerte y lo vas a lograr —me guiñó un ojo y salió por la puerta de mi casa.

Me quedé analizando sus palabras, repitiéndolas en mi cabeza. La vida no es fácil pero tampoco imposible.

Entonces como últimamente hacía, cogí el plumón, escribí la frase sobre un papel y lo pegué en mi pared. Esto fue una sugerencia de mi psicóloga, una mujer inteligente y que me hace enfadar porque me dice verdades que no quiero enfrentar.

Donde todas aquellas frases se han quedado en mi mente, tanto dichas por filósofos, artistas, amigos e incluso las que me he recordado.

Miré con orgullo mi proceso y me di dos palmadas.

Lo estaba logrando, lento pero efectivamente.

—Bueno chicos, se acabó el entrenamiento —hice sonar el silbato y no me di cuenta cuando una oleada de tanto niños como niñas se abalanzaron encima de mí.

—¿Ahora podemos jugar? —asentí y acaricié con cariño la mejilla de Ernesto.

Me levanté como pude y me senté en una banca para verlos jugar. Muchos de ellos tenían una sonrisa única en el rostro.

Esa sonrisa que me hacía querer en serio avanzar. Porque ¿Cómo yo no puedo hacerlo si ellos luchan por su vida?

No era algo fácil verlos, porque ellos en su inocencia, en su hermoso corazón, aún no miraban la maldad y cada noche antes de dormirse, pedían por un día más.

Un día más para ellos, era toda una vida.

—¿Puedo quedarme aquí? —miré a un niño, de no más de siete años, que se sentó a mi lado y tenía una mirada triste.

—¿Qué pasa campeón? —Lo cogí en brazos y lo senté en mis piernas.

—Yo... un día deseo ser como usted —ladeé mi cabeza.

—¿Cómo, yo? —él asintió.

—Quiero ser el mejor futbolista de la historia, como usted señor Rodrigo y como Messi. Yo quiero ser como usted. Me parece increíble y además tiene un lindo corazón—reí por cómo me llamó y lo fundí en un pequeño abrazo.

—Pero tú serás mucho mejor —le guiñé un ojo.

—No lo creo, ayer escuché decirle al doctor a mi mami, que no creo que dure mucho tiempo —suspiró.

Sentí un nudo en el pecho y me aguanté las lágrimas.

¿Cómo pude ser tan idiota? Sinceramente. Este niño, dulce e inocente, quiere ser como yo y tiene pocas posibilidades de vivir. ¿Estaba dándole un buen ejemplo? Porque mi comportamiento en los últimos meses no era digno. No me sentía digno de portar ese título.

—Pero campeón, no tienes que desear ser como yo —el niño asintió.

—Claro que si... usted puede superar cualquier cosa, quiero ser como usted de grande—me rodeó con sus pequeños brazos y luego se fue a jugar con todos los niños.

Y sus palabras quedaron impregnadas en mi mente.

Repitiendo, siendo reemplazadas por aquellas que me han martirizado últimamente. Él me miraba lo suficiente cuando yo no me lo creía. Se lo dije a mi psicóloga y me dijo que siguiera así, creyendo las cualidades que tengo. Me hizo hacer un collage, escribiendo todas las palabras que alguna vez me lastimaron, me dijo que las gritara a todo pulmón y quemara el papel, liberándome de lo que alguna vez me lastimó y volver a renacer. Y lo grité

Ególatra.

Mujeriego

Asesino

Golpeador

Abusadora

Narcisista

Materialista.

No suficiente

No merecedor

Las grité tan fuerte en el mirador y quemé la hoja de papel donde estaban incluidas. Lloré, porque por mucho tiempo me atormentaron y me estaba desprendiendo. Y lloré, de rodillas, exclamando el nombre de Sam, diciéndole que la amaba.

Ese día me fui a tatuar: "fuerte" en mi brazo. Era un recordatorio, porque mi valentía era tan permanente como la tinta de mi tatuaje.

Buenos Aires, Argentina. 7 de marzo de 2019.

Los días volaban cuando uno se concentraba en reconstruirse. Entre los entrenamientos con los niños, terapia y las noches de juego con Rox e Ignacio. E incluso las tardes que iba a tocar a la plaza. Todas esas acciones que me daban tranquilidad hicieron que estos dos meses se pasaran volando. Aprendí a hablar Valyrio, un lenguaje de una de mis series favoritas, también a jugar ajedrez en las calles con unos ancianos simpáticos. Siempre perdía, pero voy progresando y logré ganar una vez hace unos días.

Me siento libre... relajado. Siento paz, paz conmigo mismo, hasta que llega la noche. Por ello enciendo las velas, toco mi guitarra o veo las famosas novelas. Se sentía bien estar separado de todo. Aunque mi psicóloga dijo que la verdadera prueba es cuando vuelva a mi realidad, porque estaba creando una fantasía, alejándome de la verdad. Y tenía razón, pero no me sentía listo para hacerlo.

Hoy fue un día soleado. Miraba a la gente pasar de un lado a otro. El parque estaba repleto de niños jugando, Paint in Black de los Rolling Stones, sonaba en mis auriculares y yo sólo podía seguir escribiendo.

"Día 90

Soy fuerte. ¿Cómo lo sé? Porque sigo de pie y quiero avanzar. Tengo un recordatorio y ahora escucho la voz de Sam diciéndome que sea valiente. Soy valiente cada veinte segundos pero eso era suficiente para seguir adelante. Sé que aún estoy huyendo pero antes de volver, debo definir quién es Devon Rodrigo Acosta. Debo desprenderme de la culpa, debo saber mi valor y que tan merecedor soy.

Estoy descubriendo nuevas cosas que me gustan, como la escritura, tocar la guitarra, bailar tango, estar con niños ... y aprender nuevos idiomas. Repito el discurso de Daenerys Targaryen en mi mente cada vez que quiero aventurarme a algo nuevo y tengo miedo y miro mi tatuaje.

Cambio y fuera, se despide el entrenador Rodrigo"

Dejé la libreta a un lado, justo cuando una pequeña niña se acercaba a mí con una sonrisa traviesa. La reconocí al instante, era la niña de los chocolates. Tenía un vestido rosado y una flor en su cabello dorado. Era tierna esta niña, me recordaba a mis ahijados, más cuando me mostraba su sonrisa y se empeñaba en ser mi amiga. Que coincidencias de la vida volverla a ver.

—Hola amigo —sonreí y me quité los lentes de sol para poder verla.

—Hola pequeña —ella suspiró y se sentó a mi lado. Me quitó mis lentes de sol y se los puso, luego hizo una mueca y me los volvió a poner.

—¿Por qué estás solito? —ladeó su cabeza y cogió mi mano entre la suya.

Sonreí con ternura por su gesto.

—Porque a veces es bueno estar solito —ella negó varias veces.

—Eso es mentira, estar solito sólo te hace extrañar hablar... reír... jugar —enumeró con sus dedos—. O eso dice mi mamá, que siempre necesitamos un amigo. Por eso tú eres mi amigo.

—¿Por qué estoy solito? —ella asintió con una gran sonrisa.

—Sí y te mirabas triste, aunque ahora te ves feliz. ¿Ves? Porque somos amigos... —se paró en la banca y me dio un pequeño abrazo.

Por un segundo medité todas sus palabras y sonreí por su abrazo. No sé qué tenía, pero hacía que mi corazón sintiera una tierna calidez, un cariño inocente. Como ella.

—Gracias pequeña —le revolví el pelo y ella achicó sus ojos, sonriéndome, sólo a mí.

—¿Quieres jugar conmigo? Los niños dicen que las niñas no pueden jugar al fútbol —ella se cruzó de brazos y yo me hice el inaudito. Como que las mujeres no pueden jugar fútbol, incluso en mi opinión la mejor jugadora de fútbol es una mujer, no un hombre. Soy amante del fútbol femenino, incluso soy patrocinador del equipo de Argentina femenino.

—¿Cómo que no? Pero eso es... ¡Inaudito!—Exageré un poco para hacerla reír, y al parecer funcionó, ella se rió y tapó su boca con su mano derecha—. Tú sabes, hay jugadoras como Ada Hegerberg que ganó el balón de oro y la primera mujer en hacerlo, Amandine Henry que ganó tres premios seguidos en un año, impresionante. Sam Kerr tiene el récord de más goles que se han metido en el mundial. ¿Y sabes que ningún hombre ha metido goles en cinco mundiales? ¿Pero adivina quién sí? Mujeres impresionantes como Marta Vieira y Christine Sinclair. Así que si tu quieres, tú podrás ser como ellas y yo seré tu fan cuando sea un viejito arrugado.

—¿De verdad? — yo asentí.

—Pues acaba de ser el mundial femenino y no me perdí ningún partido. Te diré algo, las mujeres son el hierro en el deporte— le guiñé un ojo—. Ven, vamos a jugar juntos y demostrarle que tú si puedes jugar. Seremos un equipo —ella sonrió cuando yo me levanté y me tendió los brazos para que la cargara. No estaba seguro, pero me gustaba estar con esta niña. No quería que nadie la hiciera sentir de menos, no como yo me sentía de niño. Quería enseñarle sobre los sueños y alimentar su ilusión. Nunca debemos apagar la ilusión de un niño.

Me gustaban sus sonrisas y su paz. Como si fuera exenta de cualquier peligro. La cargué entre mis brazos y la llevé a donde estaban todos los niños jugando a la pelota. Cuando la vieron, casi la echaron y al verme, enmudecieron.

—¡Él es Devon! El mejor jugador del mundo —muchos exclamaron.

—¿Qué? ¿Yo? Eso jamás, él es mucho más apuesto —yo reí y los niños también, que todos parecieron analizarme con la mirada—. Pero... quiero jugar con ustedes... eso sí, ella viene de mi equipo—cogí la mano de la pequeña y ella se ocultó detrás de mi espalda. Yo me agaché para llegar a la altura de todos. No dejé que se ocultara y la mostré.

—Pero es una niña.

—Eso no importa, tanto niños como niñas son capaces de jugar. ¿Verdad? —todos se miraron entre todos y al final asintieron.

El niño rubio, llamó a otro y me dieron el balón.

—Somos todos nosotros... contra ustedes dos. Pero si ustedes pierden, ella no vuelve a jugar de nuevo.

Y antes que pudiera contestar, una voz me interrumpió.

—Apúntame, porque yo voy en el equipo de mi niña—me giré lentamente para encontrarme con la voz de aquella mujer. Tan dulce y tan decidida—. Porque las mujeres también podemos jugar y muy bien, cabe decir. ¿Verdad mi amor?—Entonces en esos segundos, fue cuando la vi.

La pequeña a mi lado saltó a sus brazos, diciendo un "mami" con felicidad.

Cuando estuvo a nada de nosotros, se quitó su chaqueta y los miró a todos enarcando una ceja.

Todos los niños se le quedaron viendo con la boca abierta y podía decir que yo también.

Ella... no sé si era cuestión del mismo destino o porque se tenía que cruzar en mi camino. Pero ella me recordaba a alguien y sobre todo, sabía que nada era coincidencia.

Me quedé unos segundos observándola. Tenía un cabello castaño recogido en una cola, sus facciones eran femeninas, y desde lejos se podía apreciar que era una mujer difícil de olvidar. Era alta y tenía unos ojos cafés, con pecas en su rostro y no llevaba nada de maquillaje, más que sus labios pintados de color rojo y una sonrisa admirable. Era dulce.

—¿Entonces, listos todos? —dije y los niños asintieron. Yo miré con determinación al niño y le guiñé un ojo. Hice mi gorra hacia atrás. Este me hizo la típica mirada para intimidarme y callé mi carcajada. Era un niño, no iba a pelear con él.

Esto sería interesante.

No por el simple hecho de jugar contra muchas pulguitas, si no porque tenía dos pares de ojos observando. Aquí iba a defender a esa niña.

—Entonces... ave mayor —la mujer se me quedó viendo con una ceja levantada—. Será la portera... y tú pequeña... —ella se bajó de los brazos de su mamá.

—¿Puedo echar los goles? —juntó sus manos y me hizo un pequeño puchero.

¿Cómo negarme a esa ternurita?

—Pues claro, tú y yo nos pasaremos la bola y derrotaremos a esos niños feos —puse mi mano para que me diera cinco y ella saltó para dármelos.

—Mami mami... Él es mi amigo Rodrigo.

—Noah Shamira... que te dije de hablar con extraños. Te puede pasar algo mi amor.

—Él es mi amigo mami, duh —hizo como si fuera obvio—. Ya no es un extraño —rió y yo me encogí de hombros. Entendía su preocupación.

Su mamá rió y yo también.

Oímos el grito de ese niño rubio y tedioso. Que el juego empezaba ahora y ni tiempo nos dieron cuando todos los niños se me vinieron a balancear. Uno incluso me mordió.

Por suerte le pasé el balón a Noah y ella se lo llevaba hacia la portería contraria. Ella era mucho más rápido y tenía un buen manejo de la pelota, mejor que el niño que se cayó intentando alcanzarla.

¡Eso era roja directa! Pero el niño que era el árbitro me sacó la lengua y no hizo nada.

Arbitro comprado.

Pues ni modo. Me levanté lo más rápido posible, la mujer le hacía porras a su hija que fácilmente conocía unas tácticas y burlaba a unos niños. En total eran siete niños encima mío y como tres en la portería. ¿Pero qué se puede hacer?

Noah me miró y pateó el balón hacia mí y cuando iba a tirar para gol, se lo pasé de nuevo a mi pequeña integrante del equipo. Anotando.

Ella gritó Gol y yo fui hacia ella. Ambos extendemos las manos en señal de victoria. Y como tenía una camisa sin mangas, mis músculos se notaban. Cosa que no pasó desapercibida por muchas mujeres que estaban en el parque y observaban el partido.

Se podría decir que el partido fue más que todo que los niños me pateaban, me noqueaban e incluso me cogían de la pierna para que no pudiera avanzar.

Los niños anotaron sólo un gol porque no es por presumir, pero mi equipo era bueno. La mujer era buena portera y Noah anotó tres goles y yo uno.

A pesar que ya llevo tres mordidas. Mierda, y eso no lo podía decir en voz alta.

—Ves niño, las niñas también son muy buenas en el deporte —el niño rubio le tendió una mano, al ver que después de cuarenta minutos, fueron vencidos.

—Lo siento niña, por decir que no podías. Eres buena —Noah feliz lo abrazó y todos los niños gritaron el típico "¡Uy! A Sebastián le gusta la niña"

Al ver al pequeñín no pude evitar recordar a mi mejor amigo. Lo extrañaba pero le hice una promesa, la próxima vez que me viera, yo estaría bien.

—No te preocupes. ¿Puedo jugar con ustedes? —los niños asintieron y ya me estaba por ir, cuando unos pequeños brazos rodearon mi pierna.

—¡No de nuevo! Me harán caer —dramatice y los niños rieron.

—Gracias amigo por jugar conmigo —yo sonreí y le revolví el pelo.

—No hay de qué pequeña —yo me agaché y ella besó mi mejilla.

Los niños empezaron a hacer fila para que les diera un autógrafo y lo hice con gusto en sus camisetas. Incluso uno tenía la de Daniel. Maldito Daniel y su apellido. Se cree mucho por tener una copa mundial, bueno yo tenía seis balones de oro y en el dos mil catorce me gané como el mejor jugador del mundial, fue un premio de consolación por perder.

Noté de reojo como la mujer se agacha para besar a su hija. Era una imagen tierna.

—Y recuerden niños, nunca se subestima a una mujer. Ellas son capaces de hacer lo mismo que nosotros o más, y de una mejor forma—los niños rieron y yo me despedí de ellos.

Cuando volvieron a jugar, vi a la madre de Noah acercarse con una sonrisa. Por otro lado, Noah estaba haciendo pedazos a los niños, pero se estaban divirtiendo, eso era lo importante.

—Gracias por lo que hiciste, por defenderla —sonreí y me quité las gafas para poder observarla mejor. Y era guapa, no lo negaré, pero en este momento no estoy para pensar en las mujeres. Bueno sí pero no para pensar más que decirle que está hermosa, porque ella está hermosa.

Estoy en mi tiempo fuera. Creo.

—Tu hija es adorable, mamá de Noah.

—Soy Evane, no mamá de Noah —ella rió y me contagié de su sonrisa. Tenía una bonita, incluso atrapante.

Mierda, pensé en su sonrisa. Concéntrate Devon.

—En ese caso, tu hija me dio un beso en la mejilla. ¿No me darás uno tú? —incliné mi mejilla y ella rodó los ojos. Cálmate Devon, no uses tus encantos.

—¿Siempre eres así?

—¿Un encantador empedernido? —pestañeé varias veces y ella soltó otra carcajada.

Nota mental, su risa es encantadora. Y quiero verla más seguido.

Nota mental dos: ¡Deja de pensar en ella!

—Un seductor —se inclinó.

—Oh no, me confundes. Porque yo no estoy seduciéndote. Si lo hiciera, ya estaría enamorada de mí. —le volví a guiñar un ojo.

Vaya Devon, estás divirtiéndote, riendo y relajándote con una mujer.

Estás volviendo a ser tú. Y eso me asustaba porque sentía que no le estaba dando el respeto a Sam que se merecía.

—Aún no me has dicho tu nombre —colocó un mechón que se escapaba de su coleta detrás de su oreja.

—Soy Rodrigo.

—Creí que eras ese futbolista de...

—Oh no, ese pibe es más guapo. Créeme —ella asintió y yo suspiré. Esa táctica era clásica, además era relajante saber que no sería para ella "Devon el famoso" porque simplemente era Rodrigo, "el amigo de su hija". Y eso estaba mucho mejor. Tenía que escapar de ser Devon, quería una vida normal aunque sea por un tiempo.

No quería volver a ser el "Devon" porque significa volver y dejar todo esto.

Aún me quedaba mucho progreso.

—Algo me dice que me estás mintiendo.

—Si te dijera la verdad —me acerco un poco a ella, como si estuviera a punto de contarle el secreto más grande del universo—, tendría que matarte —le guiño un ojo y ella me mira acusadoramente. Yo volví a reir, ella tenía una mirada tan intimidante y tan linda he de decir.

—Supondré que fue un "sí". ¿Me equivoco Devon? —fruncí el ceño y le sonreí tiernamente. Ella se sonrojó y apartó la mirada de mí. Creo que esta vez no funcionó mi táctica.

—Creo que sí.

—Entonces me ofende que no me reconozcas —pausó un segundo antes de mirarme directamente a los ojos y pronunciar—: cabeza de brócoli.

Y millones de imágenes pudieron reproducirse en mi cabeza, pero específicamente la de una niña. Una dulce y hermosa niña que creí nunca volver a ver. Una que tenía un nombre que no he pronunciado por mucho tiempo. Oh mierda.

Alessandra.

Estaba listo para volver, pero no como todos piensan que lo haré. Quería volver a vivir y amar, y creo que estoy en camino para ello. Soy feliz, no debes preocuparte Sam. Sé que aún me proteges y estarías orgulloso de lo que estoy empezando a formar.

Te hice feliz hasta tu último respiro y creo que yo encontré quien me hará feliz hasta el último de los míos.

Creo que encontré a mi última y hermosa oportunidad.

Desearía que la hubieses conocido, nos cuidamos y protegemos. También nos amamos. Soy feliz... no sabes cuanto.

Me reconstruí, soy de nuevo yo. Y ella se enamoró de mí. Como yo de su verdadero ser. 

N/A 2022: ME ODIO TANTO, borré por accidente la parte original del capítulo 20, y se me perdieron mis comentarios favoritos No. Me rehuso. En fin.... ¡Tenemos ya a Evane!

Con amor, Bry,

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