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XIII

Capítulo 13

Madrid, España. 31 de Octubre, 2017.

Me sentía humillado, usado y despreciado. Ver a la mujer que moverías el mundo entero por hacerla feliz, con otro hombre, llorando y llena de golpes. Sangre en su ropa y hematomas alrededor de su rostro. Pero recuerdas que no eres lo suficiente para esa persona, que para esa mujer, no eres nada, sólo un pañuelo que se tira.

Pero no podía olvidarla de la noche a la mañana, no cuando ella me robó mis pensamientos. Aún estando con muchas mujeres, no podía aceptar el hecho de que Sam se tatuó en mi corazón.

Y no sabía que pensar, en verla así, aquí y con él. Menos en saber porque Thomas venía a golpearme y tenía los puños apretados. Él estaba fuera de sí. Traté de levantarme y la chica que venía conmigo estaba paralizada.

—¡Eres un maldito desgraciado! —cuando el segundo golpe iba a la cara, lo esquive y este se desequilibró, noté lo embriagado que estaba, su olor a alcohol se sentía hasta aquí y su aspecto lucía desalineado—. ¡Te acostaste con mi mujer!

Su noto no notaba tristeza, notaba impotencia. Me quería matar, sus ojos estaban rojos, tenía la mirada de un abusador, un violento.

—Thomas, no hagas esto. Él no tiene la culpa, déjalo en paz —trató de suplicar Samantha, bañada en lágrimas. Thomas al ver que ella se acercaba a él, la empujó, llevándola al suelo, ella tenía un vestido así que cayó contra el pavimento y sangrando de las rodillas.

—¡Tú cállate!—le gritó frico, volviendo a golpearla y jalándole el pelo. Ella se quejaba y suplicaba que parara, una y otra vez. Me fijé mejor y la vi llena de sangre en su rostro. Tenía marcas en el cuello y sus muñecas.

No aguante ningun segundo en quedarme de brazos cruzados y con un dolor en el cuerpo, traté y traté, pero de verla maltratándola delante de mis ojos, y que ella esté indefensa, me late el corazón por mil y quiero reventar la mandíbula a este desgraciado. Y lo hice, le proporcioné un golpe para separarla de ella. Me vio con odio, estaba fuera de sí.

Ni una más, no dejaría que la volviera a tocar.

—No hagas esto Thomas, no le hagas daño. Prometo que volveré contigo pero no le hagas daño a él, házmelo a mí, no a él —suplicaba llorando, hincándose y juntando sus manos cuando Samantha notó que Thomas me iba a golpear, él se detuvo y se giró para verla con asco y escupirle.

Thomas la miraba con desprecio y la pateó, dejándola llorando tirada en el suelo.

No sé qué era lo que más me desconcertaba, sí ella suplicando para que no me hiciera daño o saber el hecho de que Samantha lo abandonó. Pero no podía quedarme parado como idiota sin saber nada.

—¡Tú ni le pongas un dedo encima! —entonces lo empujé y le propinó un golpe en la cara, haciéndolo atrás y caer contra el suelo.

—Eres un maldito Devon, vaya que lo tenías bien escondidito. Tú y esa zorra se acostaron y ella todavía osó abandonarme por ti. ¿En serio Samantha? ¿No pudiste encontrar algo mejor que eso para reemplazarme? Una estrella vacía sin compromisos. Llegará el día en que ese idiota rompa tu corazón y tu ruegues mis golpes por tal de que no lo lastime —este sonrió con malicia y de su espalda sacó una pistola.

Yo me quedé estático en mi lugar cuando apuntó a Sam, por instinto me puse entre ella y él.

—Te lo advertí, te dije que lo dejaras y te casaras conmigo. Pero lo preferiste, ahora cumpliré mi palabra pequeña, lo mataré y tú serás completamente... —y antes que dijera otra estupidez, le di otro golpe, esta vez dejándolo inconsciente en el suelo. El arma todavía yacía en su mano, la alejé y la descargué.

No me di cuenta cuando la valentía se hizo en mí, no podía dejar que ese psicópata hiciera daño a alguien. Fue la adrenalina, del miedo por mi vida o por Samantha.

Mi corazón palpitaba seguido, noté como Samantha temblaba en su lugar y no dejaba de llorar.

¿Ella había pasado por cosas peores?

No me importaba un carajo quien estaba viéndonos. Fui hacia Samantha y me hinque a su lado, ella sólo lloraba y lloraba. Su cara estaba ensangrentada, su pelo enmarañado y su ropa rota. Se miraba destruída, sus lágrimas se mezclaban con la sangre de su rostro. Estaba hinchada por los golpes y su cuerpo temblaba incontroladamente.

No me gustaba verla así, sentía una opresión constante en mi corazón. Como punteando continuamente sin parar.

—Lo siento Devon, lo intenté, lo prometo. Te prometo que lo intenté, te dejé ese día porque me dijo que te mataría —decía repetidas veces, yo negaba con mi cabeza y acaricié su mejilla con ternura; trataba de quitarle el cabello en su cara. Me giré a la dirección de la puerta de mi casa, ya se me habían pasado los tragos de la noche y la chica con la que venía, estaba estática en la entrada.

—Llama a la policía y a una ambulancia —ella aceptó y cogió su teléfono aún sin articular una palabra.

Volví mi vista hacia Sam y la cargué en brazos, ella sólo me repetía Lo siento, una y otra vez, llorando y aferrándose a mí camisa.

Entonces me pregunté: "¿Qué había pasado?"

* * *

—La señorita Harlow estará bien, tiene hematomas fuertes por todo el cuerpo, una hemorragia interna, su brazo derecho está doblado, sus costillas están rotas y tuvimos que ponerle quince puntos por la herida de su cabeza, pero en unas semanas si se cuida bien, ella estará recuperada totalmente —agradecí al doctor y este se retiró, sin antes decirme que podía pasar a verla. Samantha cayó desmayada en mis brazos, tenía señales de estrangulamiento y su cuerpo parecía rojo por todas partes. Lloré porque no sé qué hizo o qué pasó para llegar a este punto.

Entonces debatía en mi interior, viendo la puerta de la habitación de Samantha, fijamente y con efectos del alcohol. Mi cabeza daba vueltas y varios sentimientos que traté de sepultarlos, saliendo a flote. La seguía amando con todo mi corazón y verla en una camilla de hospital, herida y luchando por su vida, me partía. Estuvo a punto de morir, ese hombre intentó matarla, intentó quitarle su vida, su libertad, su integridad.

¿Entraba o no? ¿Ella quería verme?

Habían pasado aproximadamente dos horas. Todo había sido un caos con la policía y los paramédicos. Me habían tomado las declaraciones junto a mi acompañante y Thomas había sido llevado a la comisaría por invadir propiedad privada y por intento de asesinato. Sumándole al hecho de que quería pasar desapercibido por la prensa así que tuve que hacer otros papeles para luego venir a ver a Sam que estaba en emergencias. Solo esperaba que Sam fuera fuerte y lo denunciara, que él iría a donde merece estar y ella fuera libre. Lo deseaba para ella.

La amaba y no podía tenerla a mi lado, pero siempre le desearía lo mejor. Que fuera feliz y fuera por lo que merecía.

Una parte de mi entiende porque ella me lastimó, estaba dañada, amenazada y sentía que no tenía escapatoria. No puedo culparla, yo también me sacrificaría por la gente que amo. Ella se llevó la peor parte, ella aguantó cada golpe, aguantó cada amenaza. Solo hubiese querido que me lo hubiera dicho, jamás permitiría que ella volviera a los brazos de su mayor pesadilla. Las decisiones de Samantha fueron impulsadas por miedo.

Entonces entré. Mentiría si dejara que no quería las respuestas a todas las preguntas.

—¿Sam? —ella estaba hecha una bolita en la cama, abrazándose a sí misma.

Me acerqué cautelosamente a la cama y me senté en el bordillo, viendo el cielo y rogando que no se aparte de mí. Mi mano se colocó en la manta, abrigandola.

—No me toques —susurró—. Soy un asco de persona —susurró y yo negué. ¿Cuánto lo habían lastimado? ¿Cuánto la habían destruido? No había una sonrisa, no había felicidad. Estaba herida, rota...

—No te volverá a hacer daño Sam, lo prometo. Pero necesito que tú también te comprometas —ella se giró lentamente, y al verme directamente a los ojos, se echó a llorar de nuevo. Con lágrimas de amargura.

—Lo quiero lejos Devon, quiero que vaya a prisión—susurró, rogándome. No aguanté verla tan destruida y la estreché en mis brazos.

Puede que ella me despedazó, me hizo mierda. Pero mi corazón aún late por ella, late porque la amo.

—Ya no lo hará, tranquila —acaricié su pelo, y besé cortamente la herida de su cabeza.

Dolía, dolía verla así. Quemaba saber que no la pude defender.

—Quería ser valiente —susurró—. En serio, lo intenté —me miró fijamente a los ojos. Parecía una niña, una niña sin hogar, sin un refugio. Estaba vulnerable.

—Lo fuiste, él ya no te volverá hacer daño. Lo prometo. Diste el paso más valiente y ahora todo será para mejor, vas a sanar y serás una mujer libre y feliz —le sonreí a medias. Quería que ella tuviera la fortaleza para lo que estaba por venir: luchar con sus miedos internos, luchar por recuperar su fuerza y vitalidad.

—Yo no quise dejarte el día que te dije que te amo, nunca te mentí.

—Sh —le callé. No quería abrir esa herida. No ahora. No quería escuchar las razones. ¿Qué pasaría si me lastimaran aún más? Quería respuestas pero no estaba listo para escucharlas.

Ahora sólo quiero ayudarla a recuperarse y hacer el intento de nuevo de olvidarla. De seguir adelante.

—Pero...

—No, no ahora. Sólo descansa, lo necesitas —ella asintió y me acerqué a su oído para cantarle, para dedicarle minutos de mi corazón y el poco amor que de él albergaba. Para que después durmiera, durmiese sin pesadillas. Sería su caballero de sus sueños, espantando sus mayores miedos.

* * *

Madrid, España. 1 de diciembre de 2017.

—Ella no quiere comer —toqué mi cabeza con mis manos y suspiré.

—Yo no entraré —susurré derrotado. Eran casi las diez de la mañana, había ido unas horas a entrenar y cuando volví, las enfermeras me habían dicho que Samantha no quería salir del baño para comer.

—No le quiere abrir a nadie —suspiré y ella asintió, señalándome la habitación. Entré con pasos silenciosos y toqué poco la puerta.

—No quiero comer —escuché detrás de esta, yo miré la manilla y me acerqué dulcemente.

—Soy yo, Sam —se oyó un largo silencio detrás de la puerta por unos segundos, para luego verla asomarse y salir de esta—. ¿Qué haces parada? Tú necesitas descansar. Has oído al doctor, no debes hacer muchos esfuerzos —la cargué en brazos y la coloqué en la cama. No sé porque de repente yo estaba enojado. Y no sabía.

—Lo siento —susurró, bajó la cabeza y yo acaricié su cabeza.

—Lo has dicho tantas veces que no sé si sean ciertos —ella bajó el rostro y se tapó con la manta.

E inmediatamente me arrepentí porque me había reflejado, cuando ella está mal. ¿Cuántas veces ha dicho un lo siento cuando no debería disculparse?

—¿Entonces por qué estás aquí?—dijo con la voz ahogada, entonces me desesperé. No sé lo que había pasado, menos porque ella estaba en mi casa junto a Thomas la noche anterior y quería respuestas pero no podía pensar con claridad. No cuando ella estaba tan cerca, tan débil y yo como idiota amándola más que la primera vez.

—¡Porque te amo, maldita sea! —elevé la voz y ella tembló en su lugar—. Yo... lo siento, no quería elevar la voz.

—No, no tienes que disculparte. Bastante te he lastimado como para merecer esto —admitió y dejó de cubrirse—. Y no merezco ese amor.

—No me eches Samantha, tú y yo necesitamos hablar. Pero tienes que estar recuperada. Y Sam, no te menosprecies a ti misma —hice una mueca al verla así, ella me recordaba porque la seguía amando y a la vez odiando.

—Estoy bien, te lo prometo. Necesito aclarar todo antes, necesito decirte la verdad, la verdad de porque me fui —ella cogió su mano entre la mía y me miró a los ojos decidida—. Porque el día que hicimos el amor, no quería hacer otra cosa más que estar contigo —susurró dolida—. Pero si tu...

—Nada Sam, te fuiste de mi lado para irte con él y aceptar su mano. No hay excusas —giro mi rostro y suelto nuestras manos.

—Él me amenazó.

—Hubiera estado a tu lado.

—No lo entiendes —me objetó rendida, soltando unas lágrimas—. Escúchame, por favor. No quiero que me perdones, sólo que me escuches.

Lo pensé, le di vueltas y vueltas. Y todo llevaba a un camino. Yo y mi corazón roto. ¿Dónde quedaba mi dignidad? ¿Dónde quedaban mis defensas?

—Yo...

—Él amenazó con hacerte daño, un daño que yo sabía que te podía afectar más que cualquier cosa. Y prefiero mil veces que me odies a que te abran viejas heridas Devon. Eso es el amor. ¿No? Sacrificarse por la persona que amas, porque sólo quieres verlo feliz. Tenía miedo y lo único que podía pensar en mi cabeza era que tenía que protegerte y no ser egoísta. He escuchado por años que no soy suficiente, que soy débil, que no soy nada sin él, que si yo llamaba a la policía, me haría daño, a mi, a mi familia y a ti. Me asusté y volví, volví a los brazos del hombre que hizo mi vida infierno porque creí que merecía vivirlo, que merecía cada golpe —ella me miró y entonces limpió sus lágrimas—. Me creí esas mentiras y no creí que fuera suficiente para amarte y hacerte feliz. No soy ni de cerca la mujer que mereces o que necesites. Yo también me creí esa mentira como tú cuando ambos sí lo mereces, merecemos el amor más lindo y dulce. Lo siento —ella cubrió su rostro con sus manos y siguió llorando—. Ahora debo vivir con mi mayor error de dejarte ir y no luchar juntos. Solo...

Vaya ironía, ambos creíamos que no merecíamos ser amados y no éramos suficiente. Creímos mentiras. Ella se alejó por amor, siguió sus miedos. Él la había limitado, ella no sabía que aún tenía miles de caminos y ninguna frontera. Ella era libre y él le hizo creer que nunca sería dueña de sí misma.

—Yo creí que te fuiste porque no era suficiente —reí sarcásticamente mientras jugaba con mi collar—. ¿Sacrificios? Yo solo quería ayudarte a salir de allí. Me mentiste para alejarme y me llenaste de ilusiones falsas.

Estaba hablando con rencor, quería sacarlo todo de mi pecho cuando internamente sabía el sentimiento.

—Devon, nunca fueron falsas, yo de verdad te amo. Él sabía de una forma que tu madre engañó a tu padre y quería divulgarlo a la prensa, también tenía información de la enfermedad de tu hermana. No podía permitir que hiciera eso. La mañana que desperté a tu lado, me llegó un mensaje, él nos estaba siguiendo, lo sabía todo y me dijo que si no me alejaba de ti, te arruinaría...

—Me lo hubieras dicho Sam, juntos hubiéramos encontrado la solución. Yo jamás permitiría que te hicieran daño —le miré directamente a los ojos y acaricié su mejilla. Dulcemente y memorizando cada parte de su rostro.

—Y yo tampoco a ti, por eso me fui, por eso te dejé. Pero no me odies, que tú eres el hombre que toda mujer merece, eres la persona con el corazón más hermoso. Y no te lo digo para que vuelvas conmigo, no, te lo digo porque es verdad, porque por esas hermosas cualidades, yo me enamoré de ti. Porque me inspiras, una noche me cansé de ser sometida a abusos y logré borrar los archivos, lo enfrenté y le dije que no sería más su marioneta y lo haría podrirse en la cárcel. Pero creo que sólo te fue peor a ti y a mí —levantó su mano para acariciar mi pómulo.

— Esa fue la mejor decisión y ahora todo irá mejor para ti Sam. Eres libre. Creo que al final no nos correspondía estar juntos —ella asintió con pesar y bajó su mano lentamente, yo no pude evitarla y la cogí entre la mía y le dejé un pequeño beso.

—¿Puedes quedarte sólo este día? Sé que no lo merezco pero por favor, quiero hacerme la fantasía que todos los días estaré en tus brazos cuando fui yo quien te alejó —yo asentí y ella se corrió con cuidado de la camilla y me dejó un espacio. Yo me acomodé como pude y la envolví en mis brazos. Yo tampoco quería soltarla, quería estar así para toda mi vida. Quería envolverla, estar en su proceso de sanación y estar tomando de su mano en cada decisión valiente que decida tomar.

—Necesito que te recuperes. Necesito saber que estarás bien. Te amo Sam y quiero lo mejor para ti—miré sus ojos con amor y en ellos vi tormento pero también alivio. Sería un largo proceso pero quería que ella se recuperara.

—Lo podré superar, sí me atreví a dejarlo, puedo ser capaz de lo que quiera, como alejarme de todo y reconstruirme. Me volveré a amar, volveré a saber el valor que tengo... —le sonreí y besé su nariz. Estaba feliz por escucharla con esperanza, esa nunca se la habían arrebatado.

—Te perdono Sam, te perdono —besé esta vez, cortamente, sus labios. Ella me sonrió con tristeza y se aferró a mi camisa. Yo acaricié su cabeza y solo me puse a pensar... y si... me quedaba a su lado.

—Yo también te amo y ahora perdí al hombre de mi vida— sigo aquí Sam, sigo aquí. ¿No te das cuenta que tampoco quiero dejarte ir?

* * *

—Veo que te ha confesado ya todo —miré con odio hacia Thomas, que estaba detrás de las rejas.

—No te volverás acercar a ella en tu vida, yo la seguiré protegiendo—sentencié y me crucé de brazos, viéndole con superioridad. Él no me iba a intimidar. Era un asco.

—No me hables de moralidades cuando tú te metiste con alguien con pareja. La sedujiste a mis espaldas y...

—Tú la golpeabas, la amenazabas y no quiero ni pensar qué hubiera pasado después. Te atreviste a casi matarla, a hacerla sentir nada, a reducirla como un objeto. Eso es lo peor... la sometiste. Ella está muy lastimada por tu culpa, maltrataste a la única mujer que te amaba. Eres un controlador, abusivo, violador y la peor escoria. Mereces donde te vas a pudrir.

—Eres idiota Devon, ella no me amaba, estaba conmigo por miedo y porque la hice dependiente de mí, la doblegué a mí. Le dije la verdad: ella no tenía valor y jamás encontraría a un hombre que la amara como yo. Esa perra se lo merecía, se atrevió a amarte y regresar conmigo con tal de protegerte. Vaya ilusa. Ahora se entregó a un hombre peor, un hombre que jamás será capaz de hacer una mujer feliz.

Y quería golpearlo, pero la vida le daría su peor karma.

* * *

Al llegar de nuevo al hospital, me colé por su habitación, tenía unas flores en mano y una carta de despedida. Yo la miré con los ojos contenidos de lágrimas. Estaba a punto de marcharme, de dejarla ir. Porque por más que la amo, no puedo estar con ella, no podría tenerla en mis brazos y temer cada día de mi vida en que ella se alejará de nuevo de mí. Además aún estaba esa herida, abierta y sin puntos que coser. Yo aún no estaba listo para amar, me sentía insuficiente e incapaz. Estaba herido y yo no puedo hacerle eso a ella. Necesita alguien más valiente que yo. Yo necesito otra cosa, necesito alejarme y buscarme. Necesito sanar y ella también.

—No, no... no me hagas daño —la miré fijamente que se giraba en la cama, su ceño estaba fruncido y parecía que había estado llorando. Me han dicho que se ha quedado dormida después de comer y ha estado inquieta. No quería despertarla, no quería que ella supiera el momento exacto en que la dejara. No quería lastimarla, le prometí que no dejaría que la lastimaran y la cumpliría, también la perdoné. Pero estar juntos, nos dañaría a ambos, ella está rota, yo también. Y no hay forma de que dos piezas rotas se reconstruyan mutuamente—. ¡No! Devon no me dejes, te necesito. ¡No! —parecía atormentada en sus propios sueños. Estaba a punto de dejar todo y marcharme, sólo tenía que evitar verla.

Pero no podía verla llorando, martirizando en sus sueños. Sólo me hacía añorar y querer despertarla para refugiarse en mí. n

Debes ser fuerte en tu decisión Devon. Debes cerrar esta segunda etapa de tu vida... debes cerrarla.

Besé su frente y me giré, dispuesto a dejarla aquí.

»¡No, Thomas! No abuses de mí.

Pero una alerta despertó en mi interior, fue cuando ella empezó a gritar y gritar. Entonces la moví poco a poco para despertarla.

Su pecho se agitaba y estaba sudando, sus lágrimas no tardaron en volver y sollozar más fuerte. Se abrazó a sí misma y ni siquiera me vio. Oculté rápidamente la carta y me acerqué con un dolor en el pecho. Me oprimió saber que ni en sus sueños podía ser libre.

—No me toques, no me toques —sollozó—. Él volverá y me va a matar, me va a matar —lo repetía una y otra vez sin parar. Su rechazo de nuevo dolía y porque sabía que era por un daño más allá, decidí apartarme un poco.

—No volverá hacerte daño Sam, estás a salvo. Estamos juntos, nada malo pasará— traté de calmarla y besar todo su rostro. Quería darle protección, darle seguridad, recordarlo lo maravillosa que era.

—¿Y por eso me ibas a dejar? —susurró con la voz ahogada—. Vete Devon, sé feliz, no debes quedarte aquí. Tu mismo lo dijiste, no fuimos hechos para estar juntos —entonces en ese momento deseé nunca haber dicho esas palabras. Porque ahora que salían de su boca, dolían más. Dolía más que en el momento que decidí marcharme. Porque ella me amaba, ella no quería dejarme. Yo la amaba, no quería dejarla. Estaba siendo cobarde, en vez de enfrentarme a lo que podría cambiarte la vida, estaba huyendo. Era más fácil decir adios y buscar nuestro camino por separado; el gran riesgo y el reto era estar juntos y luchar y amar. Ese amor incondicional que estaba tan cerca, estaba a punto de huir. Estaba huyendo, como siempre.

¿Pero por qué alejarse sonaba como la mejor opción para mi cabeza pero no para mí corazón?

Nunca entenderé, porque si uno sigue al corazón, es impulsivo, pero si sigues a tu cabeza a veces sólo traes más desdichas a tu vida. Era como caminar en una cuerda floja, por más acertado que se vea el camino, habrá momentos donde la mejor decisión te hará tambalear y cambiar de rumbo.

¿Cuál era la mejor opción en este momento?

¿Darle una segunda oportunidad? O simplemente alejarme de todo. ¿Qué era lo mejor para mí? Iniciar de cero. ¿Qué era lo que necesitaba? Quedarme a su lado y luchar.

—Te atrapé —dije atrapándola en mis brazos—. Deberías tener más cuidado a la próxima.

Cerré los ojos para memorizar cuáles fueron esas primeras palabras que tuve la oportunidad de intercambiar con ella, la primera vez que ella robó mi aliento, la primera vez que supe que me cambiaría la vida.

Era esa Samantha de la cual me había enamorado, esta vez sin ataduras o excusas. Sólo nosotros. La amaba, no lo podía negar. Quería quedarme porque siempre volvía a sus brazos.

Sí quería amar por fin, tenía que olvidar. Olvidar todas esas razones que la atormentaban a ella y a mí. Debía ser valiente y seguir mi corazón: seguirla a ella. Mi amor era incondicional, no podría poner esta vez una condición. Ella cometió un error pero también me demostró amor, me demostró valentía y las ganas que tiene de seguir adelante. Si había un futuro para ambos, quería un futuro juntos. Quería que mi camino y el de ella se reencontrará, que se fusionaran. Quería caminar a su lado, quería estar a su lado. ¡Deja de ser cobarde Devon! Tienes una oportunidad.

—¿Qué estás hablando...

—Aún no hemos tenido el placer de conocernos —le sonreí con cariño.

—Devon...

—Soy Devon Rodrigo Acosta y me pareces la mujer más hermosa. Te amo Samantha. —le sonreí tímidamente y la miré directamente a los ojos, acortando cualquier distancia.

—No...

—Y quisiera conocerte, quisiera verte sonreír de nuevo. Quisiera poder decirte cuanto te amo y que esta vez, nada nos separe. Te perdono Sam y quiero que lo intentemos, pero esta vez no te vayas, por más que lo intentes, volveré a buscarte, lo haré Sam. Permanecemos juntos, nuestros caminos se volvieron a fusionar. Te amo —susurré para finalizar y me acerqué a ella, para colocar su pelo detrás de la oreja y que nuestras bocas estuvieran a punto de encontrarse.

»Te haré feliz y nadie más te lastimará. Sólo si me prometes cuidarás de mi corazón, como yo haré con el tuyo. ¿Es una promesa?

Ella asintió con lágrimas, mientras acariciaba mi barba y terminaba de unir sus labios con los míos.

—Es una promesa. Te amo Devon, tanto que me arde el pecho de pensar que ya no te volvería a ver. Te lo prometo, te lo prometo. No volveré a irme, te amo y seré valiente para luchar junto a ti. 

N/A 2022: Este capítulo me hizo llorar, porque no es fácil salir y cuando sales, viene lo más difícil. Luchar por nosotras y nuestro futuro, en sanar. 

Sigue siendo un espacio seguro. 

Las escucho, las quiero y las ayudaré en lo que necesiten. La violencia afecta no solo a la víctima, que jamás tendrá la culpa, sino a las personas de su alrededor que no saben como actuar. Si alguien que amas está en esa situación, acude a los protocolos locales y busca ayuda. 

Capítulo dedicado a @@MelaAEBC  @@Miriamcg203 @@Kimbmartih16 @@lizoojeda @_xndrea__ @@cielosinisterra_26 @@karylorena @@cindiniFlow @@alcides_guerrero

Con amor, Bry.

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