XII
Capítulo 12.
G A B R I E L A
"Parte de crecer y madurar es cerrar viejas heridas y perdonar, aunque en el proceso para sanar consuma los pensamientos y energías de tu día a día. Algunos días odiaremos, otro día extrañaremos y en los días más oscuros, nos vamos a derrumbar. El llanto y el dolor es parte de la vida, consume nuestro tiempo pero nos guía hacia el final de nuestro duelo. En algún punto cero, los días negros quedarán en el pasado y se abrirá un nuevo horizonte donde nuestros pies no tardarán en correr. Los días grises serán nuestra rutina, los días nublados pasan, los soleados también; vendrá la lluvia en su momento y a veces la tormenta. Uno decide si ponerle color a nuestro día, tal vez el amarillo del sol que nos deja su brillo, o el brillo plateado prestado por la luna que nos deja la nostalgia y los recuerdos; o tal vez, el color del arcoíris que nos deja su belleza y la esperanza desconcierta. Un día voltearemos a ver nuestro pasado y agradeceremos hasta la última lágrima que fue derramada, porque sin ella no seríamos lo que seremos en el futuro. Si miro al pasado es para estar orgullosa, para decirle a mi versión del ayer que todo estará mejor, todo va para mejor; si retrocedo es para impulsarme pero jamás para querer volver. Para la vida todo hay tiempo, un tiempo de llanto es solo parte del proceso de sanar. Habrá tiempo de gozar y reír. No me altero y no busco quitarle al tiempo lo que le corresponde: seguir su rumbo sin prisa. El apuro solo hace que todo se estropee sin siquiera intentarlo o detenerlo. Respira... respiro... ya llegará mi día soleado y mi tiempo para gozar."
1 de junio, 2009. Madrid, España.
Trabajaba para olvidar, ponía cada una de mis energías para no pensar en Él. Dolía pensar en Él, dolía recordarlo y dolía todavía más, saber que ya no estará en mi vida. Me mentalicé mucho tiempo dejarlo en el pasado pero era inevitable no recordarlo. Él seguía siendo parte de mi presente y eso dolía porque aún no era un recuerdo cuando lo tenía tan presente y había creado un futuro que ahora se ve imposible. Olvidar no es imposible, nada de olvida, ni por hechizo. Algunas veces me da miedo la capacidad humana y lo maravilloso de nuestro cerebro. Aunque piense en olvidarlo, en algún lugar estará esa experiencia que viví con fuego y ardor. Fue un amor que quemó y no dejó cenizas, sino quemaduras.
Lo extrañaba, deseaba estar con él, pero lo odiaba, lo despreciaba por sus mentiras. Lo amaba, el amor no desaparece en unas semanas. El amor existe y permanece, te imprime y te consume. Mentiría si dijera que no he pensando en buscarle. Había dejado de odiarle pero a la vez no podía permitir que alguien jugara conmigo de esa manera. No podía permitir mentiras ni construir algo en una fantasía sin poner dos piernas sobre la realidad. Una realidad muy distinta. No solo fueron las mentiras sino el perjuicio y la decisión que tomó sobre mi. Pensó en el él, y el amor no es egoísta. Egoísta fue pensar que era mi final que toda niña soñó con su principe azul. Así como todas esas historias, no queda más de ese príncipe idealizado, que no cuenta ni fluye la historia, simplemente te hace esperar a algo imposible de alcanzar. No existe un príncipe azul, y si existiera, no me conduciría a mi felicidad porque debo aprender a ser feliz con la única protagonista que no me puede defraudar. Y esa soy yo.
El te amo fue verdadero pero no suficiente para quedarme. El amor era tan genuino e inocente, que la mentira cortó nuestra burbuja. Estaba conectada a él, ahora debía decidir buscar romper con lo que nos une: la mentira que sembró desde el inicio y tenía una raíz tan arraigada a nosotros que es necesario depurar para seguir.
Quería tragarme el orgullo pero conservar mi dignidad. ¿Por qué tenía que amarle todavía? A veces me miraba prendiendo el televisor para tener una excusa para verlo, pero rápidamente lo apagaba porque aún dolía. A veces buscaba su nombre en internet, pero bloqueaba mi teléfono porque podría dolerme lo que encontraría.
Tenía poco tiempo para pensar en él, desde que todo terminó, ahora vivo la bodega de la academia de baile porque me obligaron a dejar el albergue y aquí, con los demás utensilios de limpieza, era el único lugar que tenía. Dos semanas después del incidente, en mi puerta colocaron un aviso de evicción. Llevaba dos meses de atraso en la renta, no podía pagarlo, no podía ni siquiera pagar el seguro ni mi comida, estaba usando mi dinero de emergencia y me sentía asfixiada de deudas. Tengo turnos extras en la Academia de baile pero las clases no bastaban, ahora limpio el lugar. Conseguí trabajar como camarera en un bar, era asqueroso y me consumía por completo, no ganaba igual que en el taller pero al menos me permitía comer. Lo malo de todo es que tenía que soportar miradas lujuriosas, nalgadas innecesarias y acoso callejero en las noches. Era horrible, era una pesadilla después de estar en "el cuento de hadas". Llegaba llorando a una habitación que no era mi hogar, a una cama que no era mía porque todavía sentía su vacío. Lloraba en mi almohada por horas, no podía dormir y me desvelaba. Si lograba dormir eran pesadillas o memorias que no quería revivir en mi cabeza. Nada se sentía mi vida y era un completo desastre. No estaba siendo feliz y aunque ponía una sonrisa falsa en mi rostro, sentía que me volvía a quebrar. Había tocado fondo nuevamente y no tenía un soporte, ni una esperanza. Me sentía triste, agotada mental y físicamente. Me sentía débil porque había pasad por mucho y un corazón roto no debía derrumbarme, pero lo hizo. Si el trabajo no consumía mi día, era mi dolor y mi duelo. Lo peor de todo es que no tenía un refugio, un lugar para sentirme vulnerable y protegida, me sentía expuesta. No tenía un lugar para llamar hogar, encerrarme por horas y descargar lo que sentía, que era dolor y enojo. No tenía una ventana para ver las estrellas y hacerme recordar por lo cual estoy aún aquí. No me quedaba nada... solo alguien, el más importante y era mi fe sobre mí y mi fortaleza que aún permanecía en algún lugar de mi interior.
Todas las madrugadas llegaba llorando, llegaba extrañando y con un corazón roto. Mi mundo lo odiaba, anhelaba llegar al fin de semana para poder bailar después de recolectar las piezas que se han caído a mi alrededor. Bailar era mi escape, bailar era mi antídoto para no caer rota. Era el antídoto para mi alma, la cura temporal para mi dolor, era el único escape a mi realidad que se estaba volviendo un tormento. Entonces, tal vez, tenía algo aún, mo din y mis pies, que se coordinaban con mi corazón para bailar. El baile fue mi escudo, mi defensa y mi ataque, era donde dejaba escapar todo y podía sentirme fuerte pero a la vez vulnerable, dejar escapar mis emociones pero tenerlas como una muralla. Podía levantar mis defensas pero a las vez dejarlas libres y derrumbarlas. Podía llorar y era considerado un arte, podía darlo todo de mí y era una buena artista. Y como toda buena artista, lo que es fingido llega al final de la pieza, para dejar los últimos pedazos de fe y aquella incertidumbre que aferraba sobre lo que podía llegar a ser y soy: la mujer fuerte que puede iniciar de cero, renacer de las cenizas y seguir con la vida. Oh vida maravillosa, recuérdame y dame algo para recordar porque eres bella.
Lloraba cuando bailaba, lloraba cuando estaba sola y lloraba cuando lo recordaba. Era un fastidio, un recuerdo constante que quisiera quemar y despegarlo de mí pero era imposible. Ninguna persona se va tan fácil de tus memorias, menos cuando estas son las únicas que te quedan en la noche para recordar la felicidad que tenías. Somos masoquistas porque nos es más fácil recordar nuestra época dorada con nostalgia, sin recordar nuestras decisiones por las cuales nos hicieron cambiar y caminar lejos.
Lo amo, lo extraño más que nada en el mundo pero no podía volver allí, la razón persistía, la mentira seguiría en mi, mi desconfianza me consumiría. El agobio y la ansiedad viviría, no podría estar sin él sin el miedo de desnudarme nuevamente ante el ojo de todos por ser la novia de él. No tendría nombre, sería una cara más, una historia más que me causaría dolor. Y luego me bombardeaba la inseguridad de nunca ser suficiente.
Uno, dos... dolor; tres, cuatro, fatiga en el corazón. Cinco y seis, no podía concentrarme. Las letras se iban desvaneciendo, mi cuerpo no me respondía.
Siete y ocho... tal vez no estoy bien. Había salido hace poco de mis peores momento y de mi propio hoyo. Podría salir de este pequeño incidente. Podría superar este corazón roto, pero seguramente no sería hoy.
Grité, grité hasta derrumbarme. Sacando todo de mi, depurando mi alma del dolor aunque no se iría todo hoy. Grité con fuerza, aferrándome a mi alrededor para que escucharan que no podía caer nuevamente. Y aún así caí.
Y todo se volvía borroso, como recordar nuestro beso.
No fue la primera ni la última vez que al cerrar los ojos lo miraba.
No estaba bien, y aún no tomaba los cansancios como mi alerta rojo de que algo no iba bien.
No estaba comiendo, no tenía energías, no dormía nada. Todo resultaría probablemente en un desastre inevitable.
Nadie lo noto, ni siquiera yo misma. Me había descuidado y ahora era una más, viviendo sin realmente vivir. Salvo en el baile, pero de nuevo era otro espectáculo que actuar.
14 de junio, 2009. Madrid, España.
Ese día me habían llamado a las tres de la mañana para ayudar apagar un incendio que se creó en el hotel cerca de Atocha, estaba cansada pero esto también era mi pasión y un escape.
El fuego había consumado los últimos cinco pisos del edificio, era un desastre y las calles estaban colapsando cuando ya eran las siete de la mañana. El fuego seguía ardiendo, pequeños pedazos de ventana se rompían. Gente que se tiraba desde el tercer nivel por el fuego. Se oían gritos de varias personas, nombres entonados a pulmón. Al margen estaban los reporteros.
Yo buscaba ayudar en lo que podía hasta que una mujer cogió mi brazo fuertemente y me gritaba "Mateo, Mateo"
-Señora, debe calmarse ¿qué necesita? - ella estaba cubierta por una frasa, sus manos estaban negras como su cara, temblaba y parecía que entraría en un ataque de pánico.
-M-mm-i hijo - tartamudeó, señalando el edificio y en su mano tenía un oso de peluche. Yo respire profundo-, ayúdeme por favor - su voz se había roto por completo, se miraba desesperada.
-¿Cuál era su apartamento? - le digo.
-3b- dijo temblando y yo llamé a mi compañero que el edificio no estaba despejado.
Mis compañeros estaban exhaustos, habían pasado horas para despejar todos los pisos. Me dijeron que ya habían revisado pero yo no sería la responsable de decirle a una madre desamparada que había perdido a su hijo. Avisé que entraría y mi superior no me lo permitió.
-Los últimos niveles se van a desplomar si entras, no es seguro -me detuvo y yo solo me safé de su agarre.
-Un bebé necesita de nuestra ayuda y no lo dejaré solo - le digo y en contra de las órdenes entré al edificio con mi uniforme puesto.
No se podía respirar, todo estaba consumido en llamas, se oía a lo lejos gritos, ambulancias y las llamas de fuego prendiendo todo a su paso sin piedad. La madera se desprendía, las columnas inestables pero logré ir hacia las escaleras y llegar al tercer nivel. Grité si alguien estaba allí y se oía un llanto a lo lejos, traté de acercarme pero el fuego evitaba que pudiera avanzar por la puerta y sin importarme, sin importar que probablemente me quedaban minutos de oxígeno, solo actué de forma instintiva.
Busqué por todo el apartamento y busqué guiarme por los llantos incesables del bebé. Lo encontré en el baño, en la tina enrollado en una toalla. Yo me acerqué para cogerlo en brazos, había un cuerpo inerte al lado de la bañera, inconsciente, le traté de buscar el pulso pero no tenía, era un hombre probablemente el padre que no pudo salir con éxito. Tosí varias veces y aferré al niño contra mi pecho, me sentía mareada y vulnerable rodeada del fuego ardiente que sin temor y sin pedir permiso podría quitarnos la vida. Le tapé la boca al bebé contra la fraza.
Me hice paso para salir de allí, protegí al niño como si fuera la última esperanza que le quedara, bajé las gradas y fue cuando un pedazo de madera cayó en frente mío impidiéndome llegar al nivel más bajo, el niño seguía gritando, llorando y yo tenía que pensar rápido. Traté de retroceder pero entonces mi pie se hundió en la fallidas escaleras, grité lo más alto que pude por el dolor de mi pierna, el pedazo de madera que se había adentrado en mi piel. Había sangre, estaba cansada pero no me iba a rendir. No dejaría de luchar por mi vida ni por la de este bebé. Debía ser fuerte y valiente. No sé de donde saqué las fuerzas
-Tranquilo ¿si? saldremos juntos adelante - digo para calmar al bebé, cantando una canción por lo bajo, buscando proteger su inocencia, envolviéndolo en una realidad alterna para que no sufra. Piensa rápido Gabriela, se te acaba el tiempo
Yo solo subí nuevamente al primer apartamento, donde busqué la ventana más cercana pero por las flemas no podía. Yo grité fuerte, buscando un lugar para escapar pero mis opciones se iban reduciendo y debía salir rápido de allí.
Seguí tosiendo, no podía respirar, cogí la fraza y busqué tapar mi boca. Se hacía más insoportable respirar, hasta que oí mi nombre fuera de la ventana. Uno de mis compañeros con una escalera y un mango con agua, yo con mi brazo libre logré abrir la puerta consumida por el fuego, sintiendo un dolor insoportable por todo mi cuerpo. Mi audición se hizo peor, escuchaba un pitido y mi visión se iba haciendo todavía más nublada. Pasé el bebé a sus brazos y lo escuché pedir auxilio, yo seguía tosiendo, seguía viendo más nublado. Mi cuerpo no respondía a mis órdenes. Miré a mi compañero, tratando de tomar mi mano me desvanecí por completo.
Cerré los ojos y entonces lo ví después de muchas noches. Me decía que todo estaría bien, me mostró su sonrisa cálida donde podía permanecer en paz, me mostró la luz que debía seguir. Lloré internamente pensando que nos estabamos reencontrando, entonces comprendí que él era mi espacio seguro, lo único que aún me mantenía respirando.
Oí mi nombre en sus labios y era como una melodía para hacerme dormir tranquila, sin disturbios ni problemas.
Junto a él, mi abuela, dándome la bienvenida. Sonreí feliz. ¿Qué más necesitaba? Si allí estaba conmigo la única mujer que confió en mí, que me amó y me cuidó. La había extrañado, no había sentido tanto un vacío como al sentir que no podía coger su mano para ir con ella, y en mi propio sueño se fue, dejándome con él.
* * *
Desperté en una habitación blanca, rodeada de cables, con una jeringa en mi brazo. Tenía parches en mi cuerpo envuelto, no me podía mover, no podía abrir mis ojos. Oía un pitido a lo lejos, voces de extraños y un canto de un pájaro en una ventana.
Logré abrir los ojos y me sentía ajena a mi cuerpo y a mi alrededor, busqué recordar porque estaba aquí y la cara de inocencia del bebé me golpeó fuerte.
-Mateo -murmure pero mi voz se secó. Las voces cesaron y oí a alguien acercarse a mí.
Y era él, aunque esta vez pensé que estaba dormido y desaparecía nuevamente cuando abriera los ojos.
Ciérralos Gabriela, es otra ilusión más. Conté a diez y volví a abrir mis ojos, seguía él de pie a mi lado. Sonreí creyendo que mi mente me quería despertar para torturarme. Traté de extender mi mano para tocarle, pero la sentía pesada. Traté de ver a mi alrededor y tenía gaza por todo mi cuerpo, busqué respirar pero me estaba ahogando. Una máquina estaba respirando por mí. A los segundos estaba una enfermera moviendo sus labios, yo no entendía pero quitaba la máquina de mi nariz, busqué alejarla pero no tenía fuerza para levantar mi mano, quería hablar pero mi garganta se sentía seca
-Respira - oía a lo lejos -. Tranquila, estás a salvo - yo busqué hablar, moverme, pero no podía, no podía ni controlar mi respiración o el ritmo de mi corazón. Se oía a la máquina acelerarse, a los doctores entrando. Yo buscaba el control de mi cuerpo, pero no lo tenía. Un pequeño pinchazo sentí para volver a cerrar los ojos.
Me sentía atrapada, esta vez por mi cuerpo que no reaccionaba y no por mi cabeza que me dejaba paralizada del vacío que había permitido entrar. Había dejado que una persona me consumiera, le permití robar una parte de mí; inconscientemente sabía que al enamorarme, y al experimentar mi corazón roto, cedería ante mi corazón y la emoción del momento nublaría mi juicio y razón.
Ahora atrapada en mis pensamientos, atrapada en maquinas y cuatro paredes blancas, me sentía más libre que consciente y sola.
No estaba atrapada, estaba sola. Y eso dolió más, porque me había tratado de convencer estos últimos años que la única persona que necesitaba era yo, pero era una mentira que me había creído para no herirme, y que una vez él entró en mi vida, me di cuenta lo sola que estaba, en que no era autosuficiente, y que la compañía siempre es necesaria.
La mentira más grande que nos queremos hacer creer es que somos autosuficientes. La verdad es que siempre necesitaremos ayuda y aunque esa mentira contenía una verdad, solo nosotros somos capaces de decidir sobre nuestra vida, nadie más, decidimos en qué momento requerir esa ayuda. Mi error fue que yo la necesitaba y nunca di mi alerta.
Ahora estoy aquí.
Estaba en una cama y no había nadie para coger mi mano, no había nadie a quien le avisaran. Estaría atrapada, una vez despierta, pero sola en esta cama.
O tal vez estaba equivocada, porque una vez abrí mis ojos con fuerza, estaba él al pie de la cama, tomando mi mano y llorando, hablando en voz baja y pidiéndome que despertara.
Pensé que era un sueño, pero era tan real.
Había un ángel velando por mí.
Grite, grite en mi interior
N/A: honestamente este es uno de mis capítulos favoritos hasta el momento. Espero que se lo disfruten, yo amé escribirlo. Los amoooo mucho 💕. Ya vienen las fiestas, les deseo prosperidad y mucho amor.
¿Quieren hacer algo especial? ¿Maratón o algo?
Con amor, Bry.
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