II.
Capítulo 2.
11 de enero de 2009. Madrid, España.
Estoy nervioso y miro mi reloj cada segundo desde que estoy esperándola en la plaza. Mi parte positiva dice que espere unos segundos más, que ella sí vendrá. La otra me dice que soy un pendejo. Claramente creyó que era un acosador ¿o no? Aunque en mi defensa, en ambas ocasiones estuve en el lugar conveniente para poderla conocer.
6:30. ¿Qué son treinta minutos? Para muchos... nada. ¿Para mí? Una eternidad. Soy una persona puntual pero sinceramente no sabía que seguía esperando. ¿Esperanza? Tenía esa pizca de esperanza de que ella iba a venir. Estaba ilusionado, no lo negaré. Creo que es por ello que aún sigo de pie esperándola.
6:31...
—Hola, perdón lo tarde — entonces vino una Gabriela muy apresurada, con sudor en su frente; dos besos a cada lado de mis mejillas y una sonrisa apenada empezó a visualizarse en mi panorama—. Suelo ser puntual pero mi jefe me pidió quedarme un minuto más y no sabía cómo contactarte — me parecía adorable, era atractiva. No podía dejar de ver sus ojos enormes cafés—. Te prometo que te invito al café por esos treinta minutos de espera
—Oye, tranquila ¿si? Tu trabajo es primero y lo entiendo perfectamente. Ahora toma un respiro... — hago que inhale y exhale, ganándome una sonrisa de paso—. Ahora que estás más tranquila vamos a comer, has de estar exhausta.
Ella me miró pasivamente. Suelo ser una persona tranquila y pasiva. Un paso a la vez.
Ella asintió: — ¿Sabes? Eres una persona muy encantadora. Te lo han de decir mucho — me apuntó con su dedo mientras se acomodaba su bufanda y su chaqueta de cuero. Yo me encogí de hombros.
—Tal vez —sonreí abiertamente tendiéndole mi brazo para que lo tomara y ella no objetó, camino a mi lado bajo la tranquilidad de las calles. Ella rió irónicamente y negando con la cabeza. Era hermosa, no podía dejar de verla directamente a los ojos, algo que no pareció importarle porque tampoco me quitó la mirada de encima.
—¿Sabes a dónde ir a comer? — me preguntó y yo reí tímidamente. Tenía una reserva para un restaurante, pero no creo que podríamos llegar. No le quería decir eso para no hacerla sentir mal. No era su culpa y yo tampoco había pedido su número.
—Bueno... he aparcado mi coche cerca. Podría llamar al restaurante para que logremos llegar a la reserva y... — bueno, aquí viene Daniel el controlador aunque no quería mostrar esa ansiedad. Entonces Gabriela cogió mi mano y la apretó para tranquilizarme. Yo suspiré, sacando todo mi aire. Claro, parecía un joven de quince años que trata de impresionar a la chica que le gusta. ¿Qué me pasa cuando estoy con ella? Las palabras atropelladas y el nerviosismo.
—Ahora toma un respiro— con una sonrisa, ella imitó lo que yo había hecho con ella, —. Perdón... no sabía que habías reservado — estaba apenada y yo no quería causar.
—Tranquila... no es por ti. Suele gustarme tener todo bajo control — le traté de restar importancia porque internamente me sentía apenado, aunque su compañía era calma para mí.
—Todavía podemos llegar, puedo llamar al restaurante y ver si tienen espacio a las siete ¿te parece la idea? — le dije restándole interés al asunto. Calma Daniel, debes darle una buena impresión.
—Por mí está bien, no me molesta. Iré donde me lleves — me guiñó un ojo descarada y yo casi me atraganto con el aire. No miento. Me pone nervioso su cercanía. Ella es hermosa y yo parezco un niño de quince años hormonal. Esto no debe ser normal. Sigo sin comprender cómo accedió a una cita conmigo.
—¿Sabes qué? Iremos por tapas y cervezas — ella sonrió abiertamente y casi da saltitos de alegría. Tal vez quería impresionarla tanto que reservé en uno de los mejores restaurantes, que no me di cuenta que Gabriela solo quería pasar un rato divertido.
—Bueno... Nuestra segunda cita puede ser en ese restaurante. Pero tengo el lugar perfecto para ir ahora. ¿Se te antoja una buena cerveza? Porque a mí sí —dijo apresuradamente y yo tardé un poco en procesar sus palabras. Dijo: segunda cita. ¿Esta es la primera? Y... quiere salir nuevamente conmigo. ¿Qué digo? Funciona mi encanto.
—¿Segunda cita?
Mis palabras salieron atropelladamente y mi corazón también.
—¿Se te antoja cerveza o eres más de vino? Porque algo me dice que... — paró de hablar para verme burlesca, trató de contraatacar pero se dio cuenta por la forma que la miraba, que no iba dejar escapar ese comentario. Sonrió abiertamente como una niña, sus ojos se dilataron y acomodó su pelo—. Bien... has sido un caballero y eres muy atractivo. Además que hueles muy bien y me agrada tu compañía — enumero las razones—. ¿Por qué no quisiera una segunda cita? Tengo el presentimiento que la pasaremos muy bien tu y yo —me guiñó un ojo atrevido y me reí.
—¿Por qué eres tan hermosa? — dije hablando por primera vez en mi vida sin pensar antes. Había salido tan natural que tanto a ella como a mí nos tomó desprevenido—. Digo... yo... ¡ay dios mío! — me separé de ella avergonzado, casi sonrojándome.
—Cada vez me sorprendes más Daniel y déjame decirte algo, esa palabra siempre funciona — me sonrió para tranquilizarme y cogió mi mano entre la suya para seguir caminando. Ella no dijo nada más y yo tampoco, no quería cambiar este momento. En estas circunstancias podía deducir que era una chica energética pero sabía llenar esos silencios de paz.
Un dato de vital importancia: se sentía tan bien estar con ella. Tan... correcto. Después de diez minutos caminando bajo el cielo de Madrid en su puesta de sol. Los faroles alumbrando las calles y las lejanas voces de sus pasajeros. Todo era un ambiente tranquilo... solo nosotros. No fue incomodo y eso me gustó aún más. Había mucho frío y eso hacía que nuestros cuerpos no querían separarse uno del otro.
—Llegamos — sonrió mostrándome un lugar con una vieja fachaleta y un poco concurrido. "La Dolores"—. Sé que es cliché y una taberna muy conocida pero sigue siendo uno de mis lugares favoritos — ella cogió mi mano y nos llevó a la barra. Parecía conocer al bar tender y este le apartó dos lugares en la barra—. ¿Cerveza o vino?
—Vino — dije y ella se apresuró a pedir una cerveza y un vino. Rápidamente yo me giré hacia ella que estaba recogiendo su pelo en una coleta alta y quitándose la chaqueta que tenía. Llevaba una camiseta manga larga pegada a su torso. No bajes la mirada Daniel o creerá que le ves las tetas y eso es de mala educación, decía mi madre.
—Nunca había venido a este lugar — dije mirando todo a mi alrededor, tratando de enfocarme en otra cosa porque solo hace unos segundos le estaba viendo las tetas.
—Bueno es el bar número uno de tripadvisor — rió y enseguida nos trajeron nuestras bebidas y unas tapas, entonces Gabriela le guiñó un ojo y yo le miré curiosa—. Es Tony... no seas celoso. Siempre le digo que haga como si no trajera un chico diferente cada día — me guiñó un ojo y yo reí por como le fluía hablar con naturalidad y diversión—. No hablas mucho, lo que me parece curioso porque dos veces tomaste la iniciativa de acercarte a hablar cuando claramente tenía las intenciones de rechazarte y sueltas palabras tan tiernas — puntualizó mientras le daba un sorbo a su bebida.
—Mamá alguna vez me dijo que bastan veinte segundos para aventurarte a hacer algo que nunca has hecho.
—Tu madre es una mujer sabia — sonrió y ella se cruzó de piernas, apoyando una de sus mano en la barra e inclinando su cabeza. Mierda, estoy paralizado viendo su belleza. Tenía una mano larga y dedos finos, usaba anillos en cada uno de sus dedos y cada movimiento suyo era sutil, elegante y con tanta naturalidad que te envolvían.
—Lo es — le devolví la sonrisa y aparté un pelo de su frente a lo que ella amplió su sonrisa.
Y creo que esa fueron muchas de las sonrisas que le di esa noche. Era una mujer divertida y directa, algo brusca y muy platicadora. Era muy madura y muy decidida. No se andaba con rodeos y podía ver claramente que era una persona muy carismática y jovial. Pasamos tres horas en la barra hablando de cualquier trivialidad, riéndonos entre nosotros pero tenía la facilidad de conectarse con las personas a su alrededor. Su risa no era escandalosa pero llamaba la atención. Y claramente cinco cervezas no le daban ningún efecto.
En un punto nos alejamos de la barra. Las horas podían pasar y yo podía seguir escuchando cada cosa de ella. Ella hablaba de todo lo de su vida pero también reservada en algunos temas. Como yo. Entonces en ese momento me gustó no haber ido a ese restaurante porque seguramente no se hubiese desenvuelto con naturalidad como lo hace aquí. Estaríamos rígidos, en vez de reírnos sin importar un mañana. Probablemente no habría risas ni tampoco contactos tan cercanos. Yo hubiese estado al otro lado de la mesa sin ninguna oportunidad tocar su mano y juguetear con su pelo. Esos pequeños detalles que daban una cercanía y conexión distinta.
Había química o estaba loco y solo yo lo sentía.
—Además de trabajar en el taller. ¿Trabajas en algo relacionado al baile? Porque lo haces estupendo... tú... cuentas una historia. Fue magnífico y atrapante. Nunca había visto algo tan bello — dije soltando de nuevo un cumplido sin procesarlo y ella sonrió aún más, aunque también noté un poco de melancolía en su voz.
—De hecho tengo tres trabajos. Trabajo en el taller tres días a las semanas, el fin de semana trabajo en una academia de baile y un día a la semana trabajo de voluntaria con los bomberos— yo me sorprendí por su apretada agenda. Nunca me hubiese imaginado que trabajara tanto. Claro, cuando hablaba podía ver que era una mujer trabajadora que no se iba a rendir tan fácil —. Espero no estar sorprendido porque hago "trabajo de hombres" — dijo entre comillas—. Muchos me lo dicen y eso me jode bastante — bufó, diciendo eso último un poco irritado y dándole otro sorbo a su cerveza.
—No iba a decir eso, iba a decir que cada vez me sorprendes más. Te conocí bailando en las calles con una pasión tan... bella. Y luego me dices que trabajas aquí y allá y encima te prestas a hacer voluntariado. Eso es asombroso — sonreí, colocando mi mano encima de la suya y sonriendo abiertamente—. Después de todo, las mujeres hacen todo lo que un hombre hace — me encogí de hombros y ella solo sonrió cuando dije eso.
—Exacto... — esta vez logré una conexión más íntima con ella. Lo sé porque nuestros cuerpos estaban más cerca—. Y tú... ¿En qué trabajas? — me preguntó y a este punto no me extrañaba porque parecía que para ella yo era una persona más y eso me gustaba mucho. No sabía quién era y eso era una ventaja para mí.
—Yo... — me sonrojé. No quería decirlo y que de repente su actitud cambiara conmigo o se alejara. Había sido una grandiosa cita y no quería arruinarla—. Bueno...
—Tú... — dijo alargando su mano para acariciar mi barba e inclinarse un poco hacia mí, su otra mano estaba en mi mano acariciándola lentamente y sus labios se abrieron lentamente.
Gabriela era una mujer muy sensual y cautivadora. Podrías perderte en sus grandes ojos cafés por horas sin apartar la vista. Tenía una piel color olivo muy suave y cada movimiento sutil que ella daba hipnotizaba. Sus labios... ¿cómo es que no me he lanzado a besarla? Eran grandes y carnosos. Era atrapante.
—Yo... trabajo en la tienda de mercancía del Santiago Bernabeu — y había mentido. Excelente Daniel, primera cita y tu primera mentira. Había sido tan genuino todo y una parte de mí no quería perderlo. Decir la mentira era un gran problema porque probablemente cuando supiera la verdad, que para recalcar sería muy fácil que se enterara, no me volvería a hablar.
—Fanático del fútbol — sonrió y se levantó aún más emocionada—. Bueno no soy muy fan pero me gusta el deporte. Crecí en Inglaterra y yo amaba el Rugby, de niña lo jugaba mucho con mis hermanos. Soy la menor de tres hermanos... debía ser fuerte o me quedaba sin comida — dijo bajando un poco la voz y hablando un poco más con melancolía o eso miraba yo en sus ojos.
—Debió ser una buena infancia... yo soy hijo único. Nunca tuve un hermano con el cual jugar pero cuando me regalaron mi primer balón... supe que ese era mi lugar, el fútbol — ella me miró y me sonrió un poco.
—Tal vez un día me enseñes a jugar... — me guiñó un ojo y su cuerpo todavía se acercó más a mí. Nuestra plática era aún más íntima y yo podía sentir como mi corazón latía fuertemente.
—Y tú Rugby aunque termine con varios moretones. Me gustaría recordarte esa infancia que tuviste. Te brillan los ojos cuando lo mencionas — le sonreí tiernamente y de repente ella se puso un poco rígida, pero no despegó la sonrisa de sus labios. Había menos espacio, podía sentir su respiración. Ella era tan cercana pero a la vez sentía que había tanto que no conocía de ella. Podía ver a través de sus ojos un sufrimiento. Uno que trataba de ocultar bajo esa energía que irradia. ¿Qué te pasó bella flor? ¿Qué te hace sufrir tanto?
—La infancia es maravillosa hasta que creces y te topas con la realidad. Y toda la magia que creías de niño... se va — chasqueó los dedos y habló todavía más pegada a mí, con la voz incluso más baja —, en un momento — suspiró y no despegaba su vista de mí. Nos mirábamos directamente al alma, o eso sentía yo—. Pero aprendes, creces y te vuelves fuerte.
—Aunque nunca se va esa magia... en una parte de ti — puse mi dedo en mi pecho — todavía alberga los sueños — ella volvió a regalarme esa sonrisa cargada de melancolía. Cogió mi mano entre la suya y entrelazó nuestros dedos.
—Se nos subió ya la cerveza a la cabeza —entonces puso una barrera, así de rápido y así de fácil. Yo lo dejé pasar, por ahora —, será mejor irnos ya — me sonrió. Entonces yo cogí su chaqueta y se la puse, también su bufanda pero antes que se alejara de mí, yo la pegué a mi torso y dejé un beso en su mano.
Caminamos casi veinte minutos, hablando de nuestro alrededor y muchas veces en silencio. Cuando llegamos a su casa, ella se detuvo antes de subir su escalón, metió sus manos su chaqueta y levantó su mirada, directamente a los ojos.
—Buenas noches hermosa — ella ante tal apelativo se sonrojo un poco y bajó la mirada para sonreír.
—Buenas noches guapo — dijo antes de girarse para abrir su puerta pero entonces detuve su mano para girarla y ponerla a mi cuerpo. La tenía acorralada en la puerta y no podía apartar mi vista de ella. En su pelo, sus ojos, sus labios... en el aroma que desprendía. Yo me incliné para besarla, pero me detuve en su mejilla y dejé un besos pausado en su mejilla, uno lento que se podía saborear por horas. Yo no me separé pero sonreí y pude sentir como ella también sonreía.
El momento se había congelado.
—Hubiese deseado ese beso en mi labios —susurró mientras me abrazaba por el cuello y me seducía con su voz. Yo sonreí. Ella se separó y me vio directamente a los labios. Su mano delineaba el cuello de mi camisa y mi saco. Yo no dejaba de ver sus labios, esos carnosos labios que me incitaban a devorarlos. Había silencio, un profundo silencio en las calles. Éramos solo ella y yo y eso me encantaba.
Ella... ella me enloquecía. Concéntrate Daniel, no tienes quince años.
—Una estupenda primera cita — le sonreí de vuelta y ella inclinó su cabeza coqueta y subió su mano hacia mis labios donde los delineaba.
—En este momento solo deseo que cierres la boca —y entonces me pegó lo último que se podía a su cuerpo y me besó los labios.
No se si fueron minutos y una hora para que nuestras bocas se separaran y yo la dejara entrar.
No solo a su hogar, sino también a mi vida. Esto solo era un comienzo de nuestra historia. Y vaya que falta mucho por contar.
N/A: ¡Nuevo Cap a tiempo! ¿Comentarios hasta ahora? Ya vimos como es la primera cita... ¿qué creen que es lo que ocultan ambos?
Espero les haya gustado, habrá capítulo más cerca de lo que esperan.
Este capítulo se lo dedico a: @susypahola @astridhernandez377 y @mhariemm ¡Fue un placer haberlas conocido en zoom! Aunque sea verlas un ratititito.
Mañana sábado también hay zoom por si quieren participar o al grupo de whats app que ha cobrado vida jajaja. En finnnnnnnnnnn gracias por el apoyo LAS AMOOO MUCHOOOO
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Si aman a DANIEL Y GABRIELA ¡Dejen su voto de amor!
Con amor, Bry
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