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CCB

La bestia rugió en el interior. Él trató de calmarlo, pero saber que había un desconocido bajo su techo era demasiado. Él lo conocía, sabía que Jimin era el muchacho hermoso que había perseguido y llevado hasta la casa. Ahora estaba de vuelta.

Empujó hacia arriba las pesadas pesas desde su pecho y las bajó de nuevo. Arriba. Abajo. Arriba. Abajo. Su brazo derecho ardía, las llamas amenazando con consumirlo.

Su padre le dijo que no había tenido más remedio que traerlo, que su familia amenazó con demandar por el daño causado a su hijo si no le permitía mudarse para clases particulares al lado de él. La bestia alzó su cabeza de nuevo y él dejó caer la barra sobre el apoya pesas. Se puso de pie y se trasladó a la cinta de correr, poniéndolo al máximo mientras corría.

Bueno, Jimin podría haber conseguido la ventaja sobre su padre, pero él estaría condenado si lo dejará hacer lo mismo con él. Puede que tenga que tolerar su presencia para las lecciones, pero ahí es donde terminaría.

Tal vez si él le hacía lo suficientemente miserable, Jimin se iría.

De repente, apagó la máquina, con el pecho agitado. Eso era.

Podía hacerlo completamente miserable de modo que irse fuese su idea. No podían sobornar a su padre si irse era su decisión. El nuevo enfoque le dio un poco de paz, un curso de acción. La bestia se calmó y él se dirigió a la ducha.

~♡🍃🍓♡~

Jimin nunca  había visto tanta comida en su vida. Una especie de aperitivos hechos de pequeños rollos rellenos de jamón, que eran divinos.

Esto seguido de una pequeña ensalada, y luego una sopa de papa. Jimin estaba satisfecho. No solía comer mucho de una sola vez. Pero al parecer, no habían llegado aún al plato principal, cuando el cocinero, Yeonjun, entró desde la cocina llevando una bandeja de pollo, papas y zanahorias.

Jimin podía haberse negado a comer nada más, excepto que sentarse en incómodo silencio con el Sr. Min sin nada que hacer, era insoportable. Comer le daba algo que hacer con las manos por lo menos.

Cuando terminaron con el plato principal, el Sr. Min le preguntó si quería postre. No sólo era totalmente indeseable para él comer otro bocado, también no veía la hora de escapar del comedor.

—Entonces, ¿continuamos? —preguntó el Sr Min ante su negativa, se puso de pie, sosteniendo una mano hacia la puerta, indicando que debería seguirlo.

—¿A dónde vamos? —preguntó.

—¿Por qué? A conocer a Yoongi, por supuesto.

Oh, fabuloso. Bueno, Jimin supuso que ahora era un momento tan bueno como cualquier otro para acabar de una vez con esto, ya que probablemente no sería capaz de evitar para siempre el encuentro. Mejor enfrentarse a su miedo que seguir temiendo. Se puso de pie y salió de la habitación a regañadientes.

El Sr. Min los condujo por un pasillo antes de descender a un amplio conjunto de escaleras. Jimin se puso más nervioso por el hecho de que el Sr. Min sintiera la necesidad de mantener a su hijo en el sótano.

¿Cuán horrible debía de ser?

La planta baja era grande y abierta. Un televisor de gran pantalla de proyección cubría una pared, pareciendo más un cine que una sala para ver la televisión. Detrás del sofá, asentada delante de la televisión estaba una mesa de billar, y detrás un bar. Oscuras puertas de vidrio llevaban afuera hacía el patio, y Jimin se dio cuenta que esas eran las puertas en las que ellos habían visto la salida del monstruo. Un escalofrío le recorrió al recordar su lastimero grito.

Lo condujo por un pasillo, más allá de una extensa sala de ejercicio que avergonzaba al gimnasio local, deteniéndose frente a una puerta de madera. Golpeó la puerta, llamando:

—¿Yoongi? —Sin esperar respuesta, abrió la puerta y entró. Jimin tomó aire y lo siguió.

Dentro de la larga habitación estaba una figura encorvada sobre un escritorio. Los ojos de Jimin fueron infaliblemente hacía él, y ya no podía haber mirado hacia otro lado si quería. El miedo gorjeó hasta su vientre.

Llevaba una camiseta, pero no podía ocultar la anchura de sus hombros bajo esta. Tenía el cabello rubio rizado alrededor de la parte inferior del gorro de lana que llevaba puesto. Él no levantó la vista, seguía concentrando en el papel sobre el que escribía. Tenía la mandíbula apretada, su muy normal mandíbula cuadrada.

Su lisa mejilla se elevaba en su pómulo, largas pestañas visibles en las sombras arrojadas en su rostro por la única luz de la habitación, la lámpara de su escritorio. Él no era un monstruo en absoluto. Desde este punto de vista, parecía ser muy bien parecido. Una sonrisa levantó las comisuras de la boca de Jimin. Estos seis meses de repente parecía que iban a ser bastante agradable.

—Yoongi, este es Park Jimin. Como sabes, se va a quedar con nosotros por un tiempo. Él va a tomar clases contigo.

Yoongi continuó ignorándolos. Su mandíbula apretada, su pluma rayando.

—Hola —se las arregló Jimin en decir, con voz vacilante ante el rostro de su completo y absoluto muro de silencio.

—Yoongi —zanjó la fuerte voz del Sr. Min en el silencio—. Por favor, ponte de pie y saluda a nuestro invitado.

Yoongi  apretó ambos puños, Jimin temió por la seguridad de la pluma... y tal vez incluso un poco por la suya misma. Luego sus hombros cayeron en la más pequeña cantidad de rendición. Arrojó la pluma, empujando su silla de la mesa. Lentamente se puso de pie, y aún más lentamente se volvió hacia el chico, levantando la cara hacia la escasa luz.

Yoongi se tensó cuando su padre entró en la habitación. Era muy consciente de que el chico estaba con su padre. A pesar de su determinación de hacerlo sentir miserable, él todavía encontraba que temía enfrentarse a él, ver la expresión de su rostro era inevitable.

Podría haber seguido ignorándolo si su padre no exigiera su atención. Mientras estaba de pie, girándose hacía él, vio exactamente lo que había previsto.

La sonrisa expectante en su rostro se congeló cuando lo vio. Su boca se abrió mientras sus ojos se agrandaban. El horror llenó su rostro por completo. Estaba a solo unos segundos antes de que el disgusto viniera, así que él se movió.

—¿Has tenido un buen vistazo? —gruñó. Pasó junto a Jimin, haciendo caso omiso de la demanda de su padre para detenerlo.

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