La cena ha sido magnifica. Creo que aun puedo sentir los pinchazos de felicidad en mi interior. Se ha vuelto algo constante. 

Después de salir de ahí, ya vamos de vuelta a casa. Bah, a la suya. Debo esperar que este noche no se de por culminada muy rápido. Aunque claro, eso queda más bien en sus manos, porque no pienso actuar como un demente. Soy un sujeto en mi perfecto estado mental, y noto que ella también.

—Gracias, por darme este honor de pasar una maravillosa velada contigo, la he pasado de maravilla. ¿Volveremos a vernos?

—Claro que sí, te llamaré cuando pase la semana. Últimamente me encuentro un poco recargada con lo del trabajo.

Asiento y mi corazón empieza a palpitar desbocado. Vanessa me mira y yo debo tranquilizarme porque no quiero asustarla con mi ansiedad. Sé que es el momento.

Comienzo a acercarme con lentitud hacia ella. No quito la vista de sus ojos y puedo ver como sonríe con picardía. Creo que vamos a besarnos. Mis manos sudan y mi piel se eriza.

Me quedo en una especie de trance cuando siento el aire frío de afuera. Has abierto la puerta, y niegas con la cabeza.

—No me gusta besar en la primera cita, pero siempre hay una segunda vez para todo.

Mi cuerpo está estático cuando guiña el ojo y me deja un beso en la mejilla, para comenzar a caminar veloz hasta su casa. Las mejillas me arden, y siento algo parecido a la vergüenza. Luego recuerdo lo que acaba de pasar y llevo la mano hasta donde había apoyado sus labios. 

Es magnifica. Es hermosa.

Todo fue mejor de esta manera, porque me deja con ganas de más, en suspenso, y eso me encanta.

Solo debo esperar una larga y asquerosa semana sin oír su voz a través del teléfono. Por eso editaré cada segundo de grabación, y podré dormir mejor de esa manera.

Aunque como es obvio, no dejaré de frecuentar su casa. No podría, ya es parte de mi rutina.

—Te amo Vanessa.