El viernes después de salir del trabajo, paso por la farmacia para comprar algo importante. Luego planeo dirigirme a ver como se encuentra Vanessa, y volver a casa para culminar con mi día, para esperar el sábado. 

Estoy contando cada minuto, sé que haré, sé que será importante. Será una noche decisiva.

Encuentro una cosa extra a lo que he venido, y me quedo revisando los ingredientes. Es aburrido, pero me sobran unos doce minutos, así que no tengo demasiada prisas.

Escucho la puerta de la entrada.

Siento un perfume a chocolate.

—Hola guapo, ¿vienes aquí seguido?

Sonrío al escuchar su voz. ¿Qué mejor manera de alegrarme el día que tener su sonrisa enfrente? Enarco una ceja divertido y le doy un golpecito en la nariz con la caja de aspirinetas. 

—Que agradable coincidencia. Creo que la farmacia es mi nuevo lugar favorito.

—Tus piropos no me enganchan, Gus. —Me sonríe de forma altiva.

—No dijiste eso el sábado cuando nos besamos —respondo con suficiencia.

—Aun no he aprendido a hablar mientras lo hago.

Mi pulso se acelera al mismo tiempo que deja un fugaz beso en mis labios. La hermosa rubia se cruza de brazos, y sé que espera alguna palabra, pero sigo en shock. No puedo ante su despliegue de afecto, creo que mi sistema nervioso nunca podrá acostumbrarse.

Suspiro y le hago un ademan para que tome su puesto en el mostrador de la caja, pero la escucho decir:—Nop, en realidad, estabas primero.

—Déjame ser un caballero, en ese caso.

—Hey vamos insisto, no quiero ser una aprovechada.

Ruedo los ojos de forma divertida y finjo hacerle burla con la mano. Termino de comprar y antes de irme, rodeo su cintura y le dejo un beso tronado en la mejilla.

Veo sus ojos antes de irme y ya la extraño. Todo esto parece un constante sueño.

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