Capítulo diez.
La mañana del siete de junio era mañana de correo en Hogwarts. En la mesa de Slytherin, Draco recibió una carta que fue enviada por una lechuza que no reconoció. Desde hacía varios meses, para ser más exactos desde las pasadas Navidades, estuvo dándole vueltas a la revelación de sus padres sobre su hermana pequeña. Siempre pensó que había muerto, tal y como le habían contado, pero todo había sido una mentira.
Y él se sentía engañado y estafado por sus propios padres. Crecer creyendo que su hermanita había muerto debido a una enfermedad que contrajo había sido duro, sobre todo a medida que fue creciendo y entendiendo las cosas. Y ahora, años más tarde, se había visto obligado a cambiar todo de nuevo, pues en realidad estaba viva.
Desde entonces que peleaba consigo mismo, con su yo interior, para escribirle una carta y presentarse como su hermano mayor. Sin embargo, el miedo al rechazo siempre se lo impedía. Por esa misma razón, cuando aquella mañana recibió esa carta, supo que no podía temerle a eso. Tenía que ser más fuerte y luchar contra él.
Hermione le había escrito, deseándole un feliz cumpleaños. Sí, la lechuza llegó tarde, pero sabiendo que venía del otro lado del océano, no le importó. Sin duda alguna, era el mejor cumpleaños que había pasado. No importaba lo buenos que hubiesen sido los anteriores, este, sin duda, los superaba con creces.
―Te quiero, enana ―susurró el Malfoy, una vez salió del Gran Comedor.
Sí era cierto que frente a los alumnos se comportaba como un cretino y como un imbécil, también era verdad que frente a sus amigos más cercanos, véase como Daphne, Theodore, Blaise y Pansy se mostraba tal y como era. Y, cuando estaba a solas y nadie le veía, también.
Ese día se vio a un Draco Malfoy diferente, con un brillo en la mirada que nunca antes se había visto. Incluso, pensando que nadie le había escuchado, soltó una carcajada limpia al ver una de las bromas que los gemelos Weasley le habían hecho a Filch. Y es que, no lo admitiría nunca, pero esos gemelos eran increíbles en el arte de las bromas y siempre conseguían sacarle una carcajada.
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