•*Prólogo*•
¿Era normal, no? Era normal que un hombre se enamorara de una mujer, usualmente se le declaraba o algo por el estilo e iban a una casa a vivir juntos. La gente describía el amor como algo maravilloso, te hacía sentir en el cielo, te hacía ver todo de color rosa, tu amado te hacía la vida más feliz. ¿Entonces por qué él nunca pudo sentir eso? ¿Por qué ella solo le trajo más dolor y amargura a su vida? ¿Qué había hecho mal?
Él pensó que ella lo amaba, ella lo juraba. Él le había jurado amor eterno, hizo todo lo posible para hacerla feliz, incluso endeudarse. Él tenía tan solo 12 años, muy joven para casarse o para estar en una relación con una mujer mucho mayor que él, pero nunca nadie le explicó realmente sobre, o sobre nada en específico. La melodía de su corazón le expresaba abiertamente que tenía malas intenciones, cada "te amo", cada "te quiero" de su parte sonaba tan falso, pero él ya había aprendido la lección, su audición sobre desarrollada solo lo metía en problemas. Pero parece que se equivocó.
Aquella chica había puesto todas sus deudas a su nombre, más las que ya tenía por todos los regalos costosos que le obsequió. Aquellos dos hombres disfrutaron tanto de golpearlo y patearlo incontables veces, el pobre azabache casi termina desmayado.
El chico solo caminaba flojamente a otro pueblo lejos de aquel, tenía desde primera hora de la mañana que inició el trayecto, por la posición del sol estaba seguro que iban a ser ya las 4:00 P.M. Su ropa estaba polvorienta y sucia al igual que su cuerpo, su piel estaba completamente cubierto de moretones, uno de sus ojos estaba muy hinchado. Intentaba aguantar las lágrimas por recordar la traición de "su media naranja", pero le era totalmente inútil, su rostro ya era empapado por estas, sus ojos eran realmente tristes, y muy opacos, como su el brillo en estos no existiera.
Pasó un puente de un pequeño riachuelo, no había encontrado un lugar mejor donde vivir, su caminata lo guio a un pueblo igual o más pobre que el suyo. Las melodías de las personas eran tristes, rotas, incluso macabras o desinteresadas. Podía escuchar claramente algunos gritos de dolor y sollozos de niños. No le gustaba para nada ese lugar. Por más que intentaba ignorar todo aquel ruido, por más que se alejó hasta llegar a la parte menos poblada, este terminaba por atormentarlo. Entonces lo escuchó, escuchó una pequeña melodía, sonaba como el revoloteo de una pequeña mariposa, una muy dolida, sus alas rotas, la pequeña mariposa intentaba romper el capullo con todas su fuerzas pero parecía ser todo en vano. Tan triste en realidad.
No pudo evitar voltear a ver una pequeña casa que estaba a varios metros de distancia. La casa lucía tan precaria, los tablones de maderas rotos y podridos, el papel del shoji despezado, tan sucia y miserable se veía la pequeña casa. Aquella pequeña esperanza por poder emerger se fue desvaneciendo, poco a poco sus alas cesaban, dándose así por vencida. Tan pronto como lo que para él parecía ser el revoloteo de una mariposa paró, escuchó como una cuerda, una cuerda que luchaba para mantenerse unida, pero simplemente no resistió, la cuerda se rompió, a partir de ese momento, la melodía de la mariposa se convirtió en un sonido hueco, no parecía repercutirse con nada, escuchaba azotes, golpes, insultos de una escoria humana, incluso sus tripas gruñir, pero el dueño de la melodía no podía sentir nada, sus latidos eran constantes.
Se sentía asustado, asustado de la melodía de aquel hombre que le causaba tanto daño a ese niño o niña, asustado de pensar que probablemente esta situación era cotidiana para el menor. Pudo ver como de la pequeña casa salió un hombre botando a una pequeña niña al suelo, pateándola una vez más en el estómago para luego dejarla sola. El ojimiel miró al intimidante hombre de yukata café pasar por un lado suyo, sus miradas se conectaron por unos segundos, la melodía del señor era de rabia pura y resentimiento. En cuanto el hombre se alejó más de él, el chico se dirigió dudoso a la casa donde se encontraba la niña de melodía sin vida.
La mano de la niña tenía algo de sangre que se había limpiado, estaba sentada recargada en la pared de su casa. Su vestimenta era realmente harapienta y sucia, su cabello un desastre enredado con seguramente piojos, su cara estaba sucia, desprendía un fuerte hedor no muy agradable, y sus ojos carecían de vida. La niña lo miraba fijamente acercarse, esto lo ponía realmente nervioso. Estuvieron manteniendo contacto visual durante un tiempo en lo que él decidía que decir.
— H-hola... — Su sonrisa era algo retorcida por los nervios, su voz baja y temblorosa, le ponía muy inquieto el no poder leer la situación a causa de la extraña melodía de la chica. La azabache no le respondió, duraron cerca de cinco minutos en incomodo silencio, de esos que sientes que el aire se corta con tijeras. — Me llamo Zenitsu... — Murmuró jugando con sus dedos esperando que la niña le dijera mínimo su nombre, pero no hubo respuesta alguna. — ¿Có-cómo te llamas? — Interrogó intentando seguir con su plática pero parecía imposible, muchos en ese momento se hubieran rendido y simplemente se hubieran ido, pero el niño decidió quedarse y esperar.
Sin decir nada y al comprender que la chica frente suyo no iba a responder, simplemente tomó asiento a un lado de la chica, estando en completo silencio. La niña sentía extraño, el chico a lado suyo la trató de forma digna, forma humana, sin ningún insulto o mala cara, algo que nunca había experimentado. No duraron mucho los dos sentados juntos, el oji-miel escuchó los gruñidos de las tripas de la contraria. — ¿Tienes hambre? — Preguntó, más no respondió, pero su buena audición se lo confirmaba. — Espera aquí, ahora vuelvo. — Indicó mientras se levantaba de su lugar y corría.
Aquella región del pueblo era la más indigente, todas las casas eran igual de sucias y miserables, la mayoría de adultos eran escorias sin corazón que solo traían niños al mundo por ignorancia, solían tratar a los niños como basura, algo sin valor que merecía todas las desgracias del mundo como si realmente lo merecieran, como objetos que se podían intercambiar por un par de monedas, un ciclo que se repetía cuando estos niñas crecían; las calles estaban sucias, la mayoría de personas agonizaban y perecían ahí sin realmente conocer algo mejor, incluso el pequeño canal que muy posiblemente sea su única forma de conseguir agua potable estaba lleno de basura.
Zenitsu volvió a la parte más rica del pueblo, no es que fueran millonarios, pero la mayoría de personas ahí solían ganar lo suficiente como para tener una vida digna, techo y comida para su día a día. Estaba consiente de que su ropa no era la mejor, sus zori (sandalias hechas de paja tatami) estaban ya algo desgastados, su cabello estaba sucio, y su piel tenía algo de polvo además de los hematomas que ya estaban un poco desinflamados. Su plan era ayudar a las personas en labores cotidianas a cambio de algunas monedas, como llevar cosas pesadas (a pesar de no ser muy fuerte), cortar fruta, hacer algunos labores del hogar (aunque por la hora lo dudaba),entre otras cosas, la gente le iba a tener algo de lástima por su edad y condición, lo cual aseguraba aún más el dinero ganado.
Estuvo durante una hora trabajando, su cuerpo estaba sudado y fatigado, pero ganó lo suficiente para comprar dos bolas de arroz y que le sobraran uno cuantos yenes, aparte, un buen hombre al cual ayudó con la cosecha le obsequió una manzana. Volvió corriendo a buscar a la pequeña niña de ojos amatista.
— Ya volví. — Anunció sentándose a un lado suyo. — Conseguí dos bolitas de arroz, es de mi comida favorita, y también una manzana. — La niña solo lo miraba en total silencio mientras el chico desdoblaba la servilleta que envolvía los alimentos, tomaba un oniguiri y le extendía la servilleta con el resto de alimentos. — Toma, es para ti. — La chica lo miro dudosa, no sabía si realmente aceptar, sus tripas gruñían, pero a pesar de su hambre no se inmutaba. — Toma, come. — Pidió el chico con algo de preocupación en su rostro. La fémina vio eso como una orden, así que lo hizo. Realmente la comida estaba muy buena, no había probado una bola de arroz antes, lo que comía no estaba en las mejores condiciones.
Zenitsu le sonrió al ver que aceptó el alimento, estaba oscureciendo, pronto la noche caería por completo. Estaba muy cansado y su cuerpo se sentía como plomo, además, tenía miedo de deambular durante la noche en un lugar aún desconocido y peligroso para él. Ambos niños estuvieron un rato más sentados recargados con la pared, la primera en caer dormida fue la fémina, no mucho después Zenitsu, ambos dormían en brazos de Morfeo apoyado el uno contra el otro.
Era una mañana tranquila, los rayos de luz se asomaban por la ventana, los pájaros cantaban, la gente solía darse los buenos días entre sí mientras barrían la calle o salían a trabajar, pero eso era en un lugar mejor en donde se encontraban nuestros protagonistas.
— ¡¿Te pregunté algo, maldita escoria?! ¡¿Que hacías en mi casa?! ¡¿Venias a robarla?! — La voz áspera del hombre y los lloriqueos del niño era lo único que se escuchaba en el lugar. El mayor tenía un olor fuerte y marcado a alcohol, no estaba en sus cinco sentidos. El hombre alzó al oji-miel y lo pateo fuertemente dejándolo cerca de la niña de yukata rosa, la cual temblaba sin saber qué hacer, o cómo reaccionar.
En cuanto Zenitsu cayó por el impacto de la patada algunos yenes cayeron al suelo, el hombre iba a seguir con los golpes pero una mujer lo frenó.
— Espera. — El hombre miro a la fémina con molestia. — Ese niño tiene dinero.
— ¿Donde lo conseguiste? — Pregunto demandante.
— T-trabajando... — Susurro adolorido y sollozando por el miedo.
— Bien. ¿No tienes un lugar donde quedarte, cierto? — El niño negó con la cabeza temeroso. — Si me traes dinero y comida te dejare quedarte aquí, si no te golpearé hasta que ya no puedas más. — Zenitsu quedó pasmado ante tal amenaza, y sin pensarlo dos veces asintió indicando que trabajaría para él, el mayor sonrió con arrogancia. — Levántate ahora, inútil. — Ordenó, lo cual con dificultad cumplió. — Tú. — Señaló a la niña. — Acompáñalo, después de todo estaban juntos. A ver si así dan más lástima. — Rio secamente viendo como su hija se levantaba sin decir nada y seguía al oji-miel. — ¡Andando, tengo hambre! — Exclamó de forma estruendosa, el niño soltó un grito de terror mientras tomando la mano de la niña salía corriendo del lugar.
Ambos chicos estuvieron caminado un rato hasta que la parte más estable del pueblo se empezó a a apreciar, a lo cual Zenitsu paró a la chica. — Bien... Mira, ayudáremos a la gente en sus labores, con suerte nos darán dinero, no te separes de mi. ¿Entendido? — La niña solo asintió. Reanudaron su paso.
Zenitsu solo era un cobarde, o al menos así se consideraba él, no sabía afrontar sus problemas, así que siempre huía de ello. En esta situación en la que se encontraba podía hacer lo mismo que siempre, pero le dolía dejar a la niña atrás, tal vez podían escapar los dos, pero era muy débil, no podía defenderla si escapaban o no, así que prefería acompañarla en su agonía. Las semanas pasaban, era una rutina para ambos salir de la casa a conseguir dinero a aquel hombre, quien mayormente lo gastaba en bebidas alcohólicas y adulteradas, para él y la mujer que identificaba la madre de su nueva amiga, mientras que dejaban a los tres niños morir de hambre sin remordimiento alguno.
Muchas veces que no traían el dinero suficiente recibían golpes, azotes, patadas e incluso la mujer intentó ahogarlos en una traste con agua lo suficientemente grande para sumergir sus rostros, aparte de los múltiples insultos que recibían a diario, era un infierno. Zenitsu intentó una que otra vez empatizar con el hermano de su amiga, pero terminó alejándose preso por el miedo, aquel chico que se encontraba en la misma situación miserable que ellos dos se estaba pudriendo poco a poco, cada día la melodía característica suya se parecía aún más al hombre progenitor, se estaba convirtiendo en una basura humana, como la mayoría de personas de aquel barrio.
— No me haz dicho aún tu nombre. — Comentó rompiendo el hielo entre los dos mientras se dirigían al centro del pueblo para ayudar a los demás como ya era costumbre desde hace menos de un mes. Zenitsu miró a la chica quien seguía sin responder, ahora sus ojos tenían brillo, le alegraba, pero le preocupaba su nula comunicación. — ¿No tienes nombre? — Tenía días pensando en esa posibilidad, ya que en aquella casa nadie se refería por el nombre de nadie. La niña negó con la cabeza confirmando las sospechas del pelinegro, él solo suspiró. — Bien, necesitas un nombre. — Miró al cielo pensativo, poner un nombre no era una tarea ligera, debía escoger uno que le quedara, uno de acorde a su personalidad, pero eso incluso era difícil ya que ella era como un cascarón vacío.
Ambos niños empezaron a limpiar la casa de una amable anciana, la niña hacía todo lo ordenado. Zenitsu vió como su compañera ponía flores en un jarrón a petición a la anciana, entonces se le ocurrió un nombre. — ¡Ya se! — La menor se sobré por el grito repentino del oji-miel, lo miró confusa. — ¡Hanako! Significa criatura de flores, creo que te quedaría bien. — Comentó sonriéndole alegremente, la niña no dijo nada, ni se inmutó, solo aceptó, pero el Agatsuma gracias a su buena audición se percató de su disgusto. — No te gustó... — Murmuró. — Buscaremos otro nombre. — La niña estaba confundida, ¿cómo se dio cuenta de su disgusto?
Ambos niños después de recibir su paga se marcharon en busca de otro trabajo, encontraron a un chico un par de años mayor que ellos, su padre de castigo lo puso a llevar pesadas tablas de madera a un local al otro lado del pueblo, pagó a los menores para que lo hicieran. — Harumi significa belleza de primavera... — Pareció pensarlo un poco, pero arrugando el entrecejo finalmente descartó esa opción. — Pero no, es el mismo nombre de una chica que fue muy mala conmigo, tu no eres mala. — Miró de reojo a la chica, estaba muy ocupado pensando en un nombre para ella como para quejarse por el agotador y arduo trabajo por un par de yenes.
Después de diez minutos lanzando nombres que él mismo terminaba negando volvió a ver a la chica con la esperanza de que ella decidiera el nombre por si solo. En el momento que volteó a verla una mariposa posó en la nariz de la fémina, lo cual le dio una de sus ocurrentes ideas para nombres. — ¡¿Y si te llamas Cho?! ¡Significa mariposa! — Exclamó alegre, pero pese al silencio de la menor, el se percató que su sugerencia nuevamente fue recibida con disgusto. — Es muy simple... — Murmuró pensativo.
— Akiko, Sayuri, Hitomi, Yoshiko, May, Ai, Yae, Moriko, Sakura... — Se estaba quedando sin ideas, la oji-amatista no parecía muy conforme con los nombres dados. — ¡Se me ocurrió una maravillosa idea y esta no la puedes negar! — Volvió a exclamar emocionado ante s nueva idea. — ¡¿Qué tal, "Zenko Agatsuma"?! Yo soy Zenitsu Agatsuma, al compartir apellido nos haría hermanos, y nuestros nombres serían un juego de palabras. — La emoción era notable en su ser, la idea de tener una familia lo extasiaba, nunca había tenido un padre o madre o hermanos, lo más cercano fue un orfanato en el que estuvo cuando era niño, aunque se vió obligado a huir por los malos tratos inhumanos recibidos ahí, si sabía su nombre fue porque ahí se lo dijeron, pero también lo utilizaban para recordarle que fue abandonado en ese mísero lugar.
Zenitsu suspiró al ver que nuevamente el nombre no fue muy bien recibido, estuvieron varios minutos caminando hacia ahora su hogar también, si es que así se podía llamar. — Kanaki, Kanata, Kana — Volvió a hablar en busca de un nombre para la chica, se percató de que los nombres le estaban gustando, ahora solo era cuestión de buscar el indicado. — ¡Kanao! ¿Te gusta ese nombre? — La niña pareció pensarlo un poco, finalmente asintió. — ¡Bien! ¡Ahora en adelante te llamarás Kanao Agatsuma! Cada que digan Kanao es para referirse a ti, es como tu identidad. — Explicó con una gran sonrisa el chico.
2795 palabras
18/10/2023
Se supone que iba a publicar el 15, pero una serie de eventos me lo impidieron
Ahorita me resfrié XD
Disfruten!!!
Byeeeee
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