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•*1*•

Un día más en ese mísero lugar, todos los días recibía golpes e insultos gracias a sus lloriqueos constantes, se preguntaba como su ahora hermana podía resistir tratos similares sin soltar un solo quejido o soltando alguno muy leve. Muchas veces las ganas de huir de aquel dolor le ganaban y se iba sin más, pero el remordimiento de dejar a quien proclamó su familia lo hacía regresar. Era una mañana de mayo, para el oji-miel se le hacía extraño que esta vez sus "padres" no los habían enviado a conseguir dinero o comida. 

Ambos Agatsuma estaban en silencio sentados los dos juntos en una esquina de la casa, pero se podía notar al rubio demasiado inquieto. Había escuchado una conversación entre a quienes se supone que debe llamar "padres", no la escuchó completa, pues había estado durmiendo, pero lo que dijeron era muy alarmante. Escuchó nuevamente la melodía de los adultos cerca, más otra melodía, no le gustaba. Los progenitores de Kanao y un hombre extraño entraron a la sucia y maloliente casa, el hombre lo miraba con disgusto, su melodía era aterradora, podía escuchar que no tenía las mejores intenciones. Zenitsu tomó la mano de su hermana fuertemente al ver como el tipo miraba a su hermana, y su melodía no era la mejor. Conocía bien ese sonido, lujuria. 

— ¿Esta es la niña? — Preguntó con voz áspera el hombre.

— Así es

— 74000 yenes como prometí. — Zenitsu miró horrorizado como el hombre de yukata a rayas extendía la mano con un fajo de billetes. ¿Cómo los padres de Kanao podrían estarla vendiendo tan fácilmente? ¡No merecían ni tener el título de padres!

— ¡NO! ¡NO SE PUEDEN LLEVAR A KANAO! ¡NO LOS VOY A DEJAR! — El oji-miel abrazó a la azabache fuertemente aferrándose a ella recibiendo miradas de odio y disgusto lo cual tan solo lo asustó mucho más y unas cuantas lágrimas se formaron en el rabillo de sus ojos.

— ¡CÁLLATE, MALDITA ESCORIA! — Gritó el hombre con el cual había estado viviendo últimamente mientras lo empezaba a patear, pese a las fuertes patadas que le daban, lloriqueos y gritos que él soltaba no aflojó su agarre de su hermanita.

— Ese niño... — Farfulló el comprador pensativo. — Me lo llevaré también, me hace falta alguien que limpie mi casa.

— En ese caso queremos el doble. — Respondió la mujer que se hacía llamar la madre de Kanao. El calvo parecía pensarlo por unos segundos, luego sonrió de manera ladina.

— Bien, les daré 75000 yenes. — Respondió con un aire de superioridad sacando otro fajo de billetes más delgado y entregándoselo a los contrarios.

— Perfecto. — Sonrió su tutor mientras que el de yukata caqui los atacaba con una soga a cada uno.

«Estas personas... ¡¿Están estúpidas?! ¡Solo acaban de aumentar 1000 yenes al precio inicial y ellos están complacidos! ¡Estoy seguro que creen que ahora tienen el doble! ¡¿Que acaso no se dan cuenta que el otro paquete de billetes es más pequeño?! ¡Son unos idiotas que ni si quiera saben sumar! ¡En ese caso pudieron vendernos a 100 yenes cada uno y se creerían multimillonarios!» Pensó el oji-miel viendo a los padres de su hermana con una cara que expresaba que ni si quiera creía lo que acababa de ver.

— Vámonos. — El hombre que los había comprado habló jalando las sogas que los ataban.

— ¡No! ¡No quiero ir! ¡Suéltanos! — Exclamó entre sollozos ganándose una patada del mayor. —¡Waaa!

— Camina. — Lo fulminó con la mirada esperando que eso calme al infante, pero no fue así.

Durante todo el camino el niño lloraba y gritaba cosas como "¡No quiero ir!", "¡Suéltanos!", "¡No quiero morir!", "¡Yo no quería ser vendido!". La gente que pasaba los miraba de forma rara, muchos preferían alejarse, llevaban horas caminando, el hombre vivía hasta el siguiente pueblo. Sus pies están hinchados, él estaba cansado, tenía varios hematomas en el rostro y cuerpo causados por el mayor para intentar callarlo, aparte de que su rostro estaba empapado y pegajoso por las lágrimas ya secas. 

Sin duda Zenitsu estaba arrepentido de ir a ese pueblo.

...

No. No podía arrepentirse. Si bien, estaba sufriendo, no quería ni imaginarse cuanto más sufriría Kanao. Ya estaba ahí, ya estaba con ella, no podía abandonarla. Se molestó consigo mismo por pensar en estar sin ella, en nunca conocerla, en dejarla solo ahí abandonada sin la ayuda de nadie. Quién sabe que cosas horribles le haría ese hombre a quien consideraba su hermana. Zenitsu era un cobarde, pero no podía dejar a Kanao.

— ¡Suéltanos, idiota calvo! ¡Yo no quiero ser vendido! ¡No quiero ir! ¡Déjanos ir! — Sollozó nuevamente mientras se tiraba en el suelo y se retorcía como si fuera un pequeño niño haciéndole berrinche a su madre por no comprarle un caramelo.

— ¡QUÉ TE CALLARAS, HE DICHO! — Gritó el fastidiado y furioso hombre golpeándolo nuevamente en la cara  provocándole hinchazón en su ojo derecho.

— ¡Auch! — Empezó a llorar más fuerte aún en el suelo mientras que Kanao se ponía de cuclillas y le daba algunas palmaditas en su cabeza como consuelo, le sorprendía lo callada y serena que estaba ella a pesar en la situación que se encontraba. Podía escuchar su melodía, era tan desinteresada, parecía no tener ninguna emoción, pero cuando él era golpeado en la joven nacía una molestia, preocupación y lástima, pero su rostro era el mismo.

La gente del puente empezó a mirarlos mientras susurraban, murmullos que Zenitsu escuchaba claramente. Algunas personas pensaban en llamar a la policía, otros los miraban con fastidio, algunos con pena, otros simplemente pasaban de largo, entre ellos, hubieron dos personas en específico que pasaban cerca del lugar. El chico pataleaba y gritaba fuertemente mientras lloraba que no quería ir. Pronto, a los oídos del oji-miel llegó una dulce melodía, sonaba como el suave viento de primavera golpear con campanas de viento provocando una dulce y armoniosa melodía, sin duda el sonido más lindo y amable proveniente de una persona que ha escuchado jamás en su vida.

— Disculpe. ¿Le puedo preguntar algo? — La dulce voz de la amable melodía desconocida habló detrás suyo tomando por sorpresa al hombre que jalaba su cuerda. Zenitsu quedó estupefacto, la mujer frente suyo era realmente hermosa al igual que su melodía, su mirada estaba llena de bondad, brillo e ilusión. Era simplemente un ángel entre los mortales.

— ¿Eh?

— Tengo curiosidad. ¿Por qué lleva a los niños atados de esa forma? El niño parece asustado, y está muy golpeado. ¿Acaso han cometido algún crimen? — Cuestionó mientras que una chica menor con un uniforme similar los miraba desconfiada. Ambas poseían broches de mariposa, la mayor tenía un precioso haori con un patrón simulando las alas de una.

— ¡Waaaa! ¡Cásate conmigo! ¡Eres un precioso ángel! ¡Cásate conmigo y llevémonos a mi hermana a otra parte!  — Gimoteó el oji-miel abrazando a la azabache con brazos y piernas. La chica de puntas violetas que parecía de su edad gruñó mientras fruncía aún más el ceño y una vena se le marcaba.

— Ara ara. — La fémina de larga cabellera rio en lo bajo ante el comportamiento del niño. Se le hacía simplemente tierno a pesar de percibir la molestia de su hermana.

— ¡Suéltala, idiota! — Exclamó el hombre golpeando nuevamente a Zenitsu quien chilló por el dolor nuevamente mientras que Kanao volvía a darle palmaditas en forma de consuelo. El hombre volvió a ver a las dos chicas mariposa para dirigirse a la mayor. — ¿No te parece evidente? Están sucios y llenos de pulgas. Además, intentan escapar. — La voz del hombre era molesta pero aún intentaba guardar la calma, ya tenía suficiente con las miradas de los transeúntes ante el escandalo del niño.

La de broches verdes y rosas dio unos pasos enfrente y se inclinó hacia ellos sonrojando al chico. — Hola pequeños, mucho gusto. — Saludó cordialmente con una voz algo maternal causando un sentimiento extraño en el oji-miel. — Mi nombre es Kanae Kochou. Díganme, cual es su nombre. — Se presentó con una suave sonrisa en su rostro, sin embargo, antes de que Zenitsu pudiese decir algo, el comprador y ahora "dueño" habló una vez más.

— ¿No ves que ni siquiera tiene nombre? Son unos niños sin familia. 

— ¡No es cierto! ¡Ella se llama Kanao Agatsuma! ¡Y yo soy Zenitsu Agatsuma! ¡Yo soy su familia! — exclamó el lastimado niño recibiendo otra patada por parte del mayor. — Ggh...

— ¡Ya, vete! — Exclamó el hombre posando su atención nuevamente en la Kochou alzando una de sus manos hacia ella, sin embargo, recibió un manotazo de la menor de puntas moradas, algo que lo sorprendió.

— Ni te atrevas a tocar a mi hermana. — Advirtió. Zenitsu lo escuchaba, la chica estaba molesta, su melodía era aterradora, aún así, tenía un gran corazón, pero su paciencia no era la mejor.

— ¡¿Qué es lo que pasa con ustedes?! Si en verdad están interesadas solo cómprenlos. — El hombre volvió a alzar la voz teniendo aun más miradas. La niña de catorce años miró de reojo a su hermana, esta seguía en cuclillas teniendo a Zenitsu colgando de ella aún llorando y a Kanao acariciando el cabello de su hermano.

— De acuerdo, entonces los compraremos. — La de ojos violetas dirigió su mano a su haori mirando retante al ahora vendedor. — ¿Con esto basta? — Con solo decir eso, lanzó un gran fajo de billetes y monedas esparciéndolas en el suelo, dejando estupefactos al hombre, los transeúntes, y dos oficiales  que se acercaron por el escandalo. Bruscamente, arrebató las cuerdas de la mano del hombre obligando a Zenitsu a soltar a Kanae y correr en sentido contrario a su destino original.

— ¡OIGAN! ¡¿A DÓNDE CREEN QUE VAN?!

— Mejor ocúpese de recoger su dinero. Hay mucha gente y el viento sopla muy fuerte. — Shinobu sonrió orgullosa mientras que Kanao veía a las dos chicas con la mirada aún más iluminada que antes, y Zenitsu intentaba procesar aún todo.

— Jaja... ¿Estás segura Shinobu? — Rio nerviosa aún con una pequeña sonrisa mirando a su hermana menor.

— Sí. Vámonos.

— ¡¿Le ofrecemos disculpas?! — Kanae miró hacia atrás donde estaba el hombre recogiendo algo de dinero y gritando quien sabe que a los policías. Sin duda un corazón puro. — Pero que conmoción. — Dijo con voz nerviosa cerrando los ojos. Zenitsu sabía que desde ahora su vida mejoraría, se había dicho a si mismo que no volvería a guiarse en el sonido de la gente, pero las Kochou tenían un corazón amable, sobre todo Kanae, era la melodía más gentil que nunca había escuchado en su vida, era tan amable y bondadosa, de solo escucharla le daban ganas de llorar, agradecía que ninguna de las hermana Kochou se percató de sus nuevas lágrimas, solamente  Kanao, pero sabía que ella no diría nada. Él creía que nunca más en su vida, o si renacía nuevamente escucharía una melodía tal y como esa, o alguna similar, personas así eran casi nulas en el mundo.

— ¡Hermana! ¿Qué hacemos? ¡Te juro que esta niña es un caso perdido! —Exclamó con desesperación Shinobu viendo a la pilar de las flores sentada en la engawa limpiando su rosa katana. 

— ¡No te atrevas a decir eso de Kanao-chan! ¡Ella no es un caso perdido! — Respondió hervido el de ojos miel desde atrás de la Kochou.

— Tu deberías saberlo más que nosotras, no puede hacer nada por su propia cuenta, debes decirle todo. No es capaz ni de comer. ¡Tengo que decírselo! Aunque el estómago le ruja de hambre. — Shinobu estaba realmente angustiada, Kanao estaba sentada en el pasillo con la mirada perdido. Zenitsu apretó los labios y miró hacia Kanao, esta de igual manera lo miró, Zenitsu lo sabía bien, su hermana no podía decidir nada por si sola, solo acotaba ordenes.

— Descuida, estará bien. —  Aseguró mientras miraba a la preocupada Shinobu.

—  ¿Cómo que "estará bien"? ¿Qué vamos a hacer con ella? —  Apretó los puños viendo a su hermana mayor levantarse y juntar sus palmas.

—  ¡Shinobu por favor no te enfades! ¡Me gusta ver siempre una sonrisa en tu rostro!  — Canturreó dulcemente mientras sonreía, era alguien  muy positiva.

— ¡Nee-san! Tomamos a la niña bajo nuestro cuidado y no se sabe cuidar sola, está en riesgo. —  Su voz sonaba molesta e irritada, pero una profunda preocupación crecía en ella.

 —  Creo que en eso tienes razón. —  La pilar de las flores parecía no hacer caso, Zenitsu miró la "discusión" curioso y algo mortificado, Kanae caminó hacia Kanao agachándose frente a ella con un objeto en su mano.

— No toma ni una decisión, ni siquiera la más simple. —  Siguió insistiendo.

—  La próxima vez que estés sola, lanza esta moneda para tomar una decisión, así será más fácil. —  Kanao miró la moneda sin ninguna expresión en el rostro y Kanae sonrió, Shinobu solo se molestó aún más.

— ¡¿Qué?! ¡Estas loca! 

—  ¡No entiendo como puedes estar enfadada con ella, si es una niña encantadora! —  Exclamó alegremente la pilar alzando un brazo, Zenitsu juró que flores brotaban en el aire alrededor de Kanae, era como un hada del jardín.

—  ¡Ay! ¡Eso no le va a ayudar en nada! —  Exclamó con enojo. Zenitsu estaba de acuerdo con Shinobu, la moneda no había cambiado nada, parecía ser la misma melodía hueca de Kanao, tal vez podría ayudarle a tomar decisiones, pero depender de una moneda era una pésima opción.

— Si existe la oportunidad el alma de las personas puede abrirse. —  Tomó la mano de Kanao y colocó la moneda. — Algún día, cuando te enamores de un chico también cambiarás, Kanao. —  Zenitsu miró con incredulidad las palabras de Kanae, él era alguien enamoradizo, ¿pero cambiar por amor?  Las melodías crueles de las personas no cambiaban por eso, solo sucedía en historias fantasiosas o clichés románticos intentando normalizar el amor tóxico y el síndrome del salvador. 

— ¡Nee-san, es una tontería! ¿Por qué sigues tanto esos estúpidos cuentos de hadas?  — Reclamó con frustración y fastidio, parecía que no dejaría de discutir.

Zenitsu se dejó de concentrar en la voz de las hermanas Kochou y se fijó en sus melodías, más específico en la de Kanae. A primera instancia era la melodía mas amable, pura y hermosa, con un toque un tanto infantil, pero si se fijaba aún más en la partitura había una tristeza profunda, casi permanente. Era alguien que se mostraba ilusionada, amable e infantil pero realmente estaba triste, y no solo eso, ella al igual que Shinobu y él no sabía que hacer con Kanao, estaba mortificada e insegura de que la moneda haya sido buena idea, sus pensamientos eran un torbellino de desastres.

Por otra parte la melodía de la Kochou menor le causaba miedo. A primera instancia era por su enojo y su carácter fuerte, pero podía escuchar un odio creciente. ¿Odio a qué?, se preguntó, ¿Tal vez a Kanae? No, lo descartó de inmediato, ambas hermanas se amaban mutuamente, también era una chica de gran corazón, amable a su modo, más sin embargo su alma se estaba deñando con rencor y odio. ¿Qué les habrá pasado para que existan esos sentimientos en sus melodías? Shinobu era alguien acomplejada, insegura de si misma, era inevitable sentir empatía por ella cuando él se siente de manera similar. 

Sin percatarse las lágrimas corrían por sus mejillas, era inevitable después de escuchar ambas canciones. Pasó a un lado de las Kochou y caminó por los pasillos de lo que sería su nuevo hogar, sentía un alivio que las hermanas los hubieran adoptado, incluso les otorgaron unos broches de mariposa, la de Kanao era blanca con orilla fucsia y puntitos amarillos en la orilla, la suya era amarilla con orilla naranja y puntos amarillos en la orilla.

Mientras caminaba realmente sin rumbo fijo gracias a su agudo oído escuchó el titilar de una moneda, no pasaron muchos segundos para identificar los pasos de Kanao detrás suyo, volteó encontrándose con su hermana, lo cual le provocó una sonrisa. 

— ¿Qué sucede, Kanao? —  No respondió, solamente se colocó a un lado suyo mirándolo fijamente, intentó escucharla pero  su melodía aún le parecía. Suspiró, le iba a ser difícil entender que sucedía con su hermana, nunca había sentido tanta confusión por una melodía.

Ambos autoproclamados hermanos caminaron por los pasillos de la finca explorando esta misma. Un aroma delicioso inundó las narices de los chicos, pero el único que pareció reaccionar fue Zenitsu. Sonrío ampliamente siguiendo su nariz hasta el suculento aroma a comida, llegando a la cocina. De espaldas había una niña, vestimenta azul, cabello negro atado en dos coletas con mariposas, ella estaba cocinando.

— ¡Aoi-chan! — Exclamó de forma empalagosa el chico. Aoi era igualmente una huérfana que fue adoptada por las hermanas Kochou, por lo que sabía ella perdió a sus padres por un demonio, y las Kochou le dieron la oportunidad de vivir en esa finca y tener una nueva familia. Aoi miró con fastidio a Zenitsu, era alguien de carácter fuerte como Shinobu.

— ¿Qué es lo que quieres, Zenitsu? — Preguntó queriendo intentar sonar indiferente. Zenitsu era muy pegajoso con las mujeres y eso era lo que molestaba en sobremanera a Aoi.

— Nada. — Responde.

Los segundos pasaban, cargando el ambiente de una incómoda aura para Aoi, rebanaba delicadamente los begetales con cierta tensión en su cuerpo, los movimientos del cuchillo y su mano eran tan fluidos, algo rutinario pero enbellecedor en sus manos. Los cubitos de vegetales danzaron directo a la olla burbujeante, la tabla  volvió a la encimera con estripor, volteando hacia Zenitsu con cuchillo en manos.

— ¿Qué es lo que quieres? ¡No es nada grato sentirte respirar en mi nuca! — El pelinegro suelta el chillido de un ratón en un salto, Aoi podía ser realmente aterradora, a pesar de los pocos días que llevaba ahí, por más hermosas que fueran ella y Shinobu, nunca se acostumbraría a sus fuertes personalidades.

— ¿Otra vez está viendo como un depravado?— La voz impostada de Shinobu resuena en las espaldas del chico, se concentró tanto en ver a Aoi que no se fijó en la presencia de Shinobu. Un grito más salió de sus labios mientras Shinobu lo agarra de la parte de atrás del cuello de su ropa. — No sé qué hacer con él, no parece tener respeto alguno por las mujeres. 

—Sí, de sentirlo cerca me pone los pelos de punta. ¿Kanae-san no ha hecho nada, al respeto? —Cuestiona  exasperada.

— Nee-san es muy estúpida, ella insiste en que sólo es una etapa, pero estoy segura que si lo dejamos va a acosar a cualquier chica que se encuentre. Ella está ahora en camino a una visión y creo saber que hacer con él. — Zenitsu lloraba asustado por las melodías molestas de ambas chicas y la mirada complice de Shinobu.


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