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Los hermanos, pueden ser buenos amigos. Los buenos amigos, pueden ser hermanos.


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— ¡Camina! —Dijo el celador empujando bruscamente al terrorista hacia las escaleras.

El empujón tomo al hombre por sorpresa pero no tropezó ni cayó al piso, el simplemente soltó un gruido de sorpresa que se convirtió en una risa entre dientes. Bastaba decir que el criminal en realidad había estado avanzando a buen paso y el celador solo quería intimidarlo para satisfacer su propio orgullo.

Esto, obviamente fue un fracaso. Y esto, obviamente enfureció al celador; con su tonfa, le dio un golpe seco y rápido entre los hombros al desarmado criminal.

— ¿Ya vas a empezar otra vez? —Pregunto el otro celador a su compañero, pero este no se dignó a responderle.

El criminal ni siquiera se inmuto ante ese acto de violencia hacia su persona, de hecho ni siquiera le importo; porque sus ojos grises solo estaban fijos en una cosa: la cuerda en el cadalso.

Suspiro y sus labios se curvaron en una sonrisa serena.

—Sí... Ya voy... —Respondió mientras continuaba avanzando.

Su respuesta despreocupada tomo a los dos celadores por sorpresa y antes de que reaccionaran el terrorista le había aventajado cinco pasos. Con un gruñido el que le había agredido corrió hacia a él, la furia y el odio era visible en su rostro y alzo la tonfa dispuesto a golpearlo, pero su compañero le detuvo.

— ¿Qué pretendes? —Le cuestiono — ¡Nos meterás en problemas a ambos! ¿No vez las cámaras?

El celador miro a su alrededor.

Tenía razón, había medios de comunicación cubriendo la noticia, así mismo diversos flashes de las cámaras fotográficas de los reporteros.

Después de todo ¿Cuántas veces se hace una ejecución publica?
Más allá de eso, la ejecución de un terrorista.


— ¿Pasa algo? —Les pregunto el criminal deteniéndose y dando un cuarto de giro para observarlos. Sus ojos color humo destellaron de forma rara, pese a que sabia bien que al inicio de las escaleras le esperaba la muerte segura, pero sus ojos, brillaban, como las estrellas, pero no por miedo.

La mirada de ese criminal, no era de temor o duda, era de tranquilidad.

— ¿Tanta prisa tienes por morir, criminal? —Pregunto el guardia agresor con sarcasmo.

El susodicho bajo los hombros.

—No le temo a la muerte. —Fueron sus palabras y girando para darles la espalda a los celadores, él mismo comenzó a caminar hacia las escaleras.

Las cámaras de televisión lo enfocaban. Los flashes de las cámaras fotográficas lo encandilaron por un instante, y solo sonrió cuando el verdugo que le esperaba en al cadalso le puso el nudo de la horca en el cuello.

Solo, sonrió.


El verdugo, un hombretón con uniforme estilo militar no dijo palabra alguna, pero una emoción reinaba en su mente: confusión. Ese criminal sonreía ante su muerte y eso le desconcertaba.

¿Quién podía sonreir antes de morir? ¿Le temia a la muerte? ¿Acaso esperaba que detuvieran su ejecución? ¿O esperaba que le rescataran?

Él criminal no forcejeo o trato de evitar esto. Su sonrisa no dejo su rostro en ningún momento.

Un hombre elegantemente vestido hablo hacia la multitud, las cámaras le enfocaron, a su lado una gran pantalla enfocaron a ese sujeto y después al criminal.

— ¿Tienes algo que decir? —Dijo el hombre. —Te concedemos unas últimas palabras.

El criminal miro a su alrededor, vio su propio rostro en la pantalla antes de hablar.

—Que lastima que no termine de limpiar el almacén.

Tuvo la satisfacción de ver la mirada de desconcierto de ese sujeto y de algunos de los reporteros y guardias. Si anteriormente al no mostrar debilidad a los celadores había despertado la ira en uno de ellos, estas palabras sinceras despertaron la furia de ese hombre en traje.

Ni siquiera le pusieron alguna mascarilla o saco sobre la cabeza como dictaba el protocolo.

—Adelante. —Dijo con furia.


Se lo esperaba, pero aun así se sorprendió.

El suelo bajo sus pies repentinamente desapareció cuando activaron la trampilla y la gravedad tiro su cuerpo llevándolo a su muerte; solo sintió un repentino dolor en su cuello, como un golpe antes de que la cuerda comenzara a apretar su garganta.

Se le tenso la mandíbula y solo por esto es que no se tragó la lengua aunque una punzada de dolor recorrió toda su espalda, en otra circunstancia su cuello se hubiera roto, pero esto no ocurrió, y eso no atenuó el dolor en su cabeza y espalda.

Las lágrimas llegaron a sus ojos y sus pies en reacción; se movieron fuera de su control, se retorció y se sacudió en el extremo de la cuerda. Un jadeo ahogado salió de sus labios.

En el patíbulo, escucho al celador que le había empujado hablar sádicamente.

—Mira está bailando. ¿Quieres apostar cuanto va a tardar en morir?

— ¡Ya cállate!


El sonido de su sangre en sus oídos evito por unos instantes que oyera algo más, sentía como la sangre palpitaba en todo su cuerpo. Sus pies comenzaron a quedarse quietos y antes de rendirse; escucho una voz que le tomó por sorpresa.

— ¡¡¡SHIROU!!!

De haber podido hablar, lo hubiera hecho, las palabras murieron en sus labios. Entre las lágrimas abrió los ojos y por unos instantes vio todo desenfocado.

Pero, la vio.

Tohsaka Rin estaba ahí, entre la multitud.

Su cabello negro, sus ojos azules como zafiros, su bello rostro preocupado y llorando y después solo vio unos destellos luminosos en sus ojos.

«Rin...»


La oscuridad lo envolvió.

El dolor comenzó a desaparecer.

También su cansancio.

Había acumulado mucho cansancio.

Y también mucha fatiga.

Había sobrevivido a la guerra del grial, y después de vivir con esa chica de quien se enamoro fue que tuvo algo de paz.

Pero, su deseo y obsesión le carcomían. Le emponzoñaron en lo más profundo de su mente y pese a que ella se lo pidió, NO, se lo suplico llorando, le pidió que no la dejara, pero fue terco y decidió cumplir su sueño.

Dejo atrás la felicidad que merecía, para ser un aliado de la justicia. Viajo por el mundo e hizo amistades de todo tipo de personas, se volvió un héroe para algunos, un amigo, un hermano mayor o un hijo en algunos casos.

Conoció a gente interesante como esa chica que se parecía muchísimo a Ayako Mitsuzuri solo que tenía cabello negro en vez de castaño.

O ese chico con lentes que tenía una cicatriz en el pecho y unos ojos muy peculiares.

Ambos habían sido personas con las cuales se había sentido identificado y hecho una genuina amistad, e irónicamente ambos compartían el mismo nombre: Shiki.

¿A cuanta gente salvo?

Difícil decirlo.

¿Cuántos lo odiaban?

Eso era todavía más difícil de decirlo.

¿Dónde estaba?


No lo sabía, aunque su cuerpo flotaba.

Todos flotan. Y tú también flotaras.

Pero, su conciencia estaba despierta.

Su mente no se había extinguido. Sus recuerdos y memorias permanecían con él.

Su cuerpo era ligero, pero estaba intacto, sentía calor y un poco después sentía frio, trato de moverse y no lo logro en un inicio pero desistió tras unos instantes. Pues ante él, vio una luz blanca azulada.

Una luz que se acercaba a él.

O mejor dicho, él se acercaba a esa luz.

Abrió los ojos.

No distinguió más que un vago color verde oliváceo. Su mirada estaba desenfocada. Y después el rostro de un chico de cabello castaño oscuro.

¡Un chico con cuernos!

«¿Un chico con cuernos?»


Sobresaliendo un poco entre ese cabello castaño oscuro había dos pequeños cuernos de casi un par de pulgadas de largo.

— ¿Oye estas bien?

El chico desconocido debía rondar los 14 o 15, probablemente esto último usaba una camisa sin mangas naranja y una chaqueta con capucha también sin mangas, éste se agacho y le levanto suavemente.

— ¿Estas herido? —Pregunto preocupado.

Tosió un par de veces y negó con la cabeza.

—Cansado y mareado... por favor... déjame descansar un poco. —Pidió. El chico con cuernos asintió y le ayudo a sentarse. Ambos estaban en un claro en un bosque. Noto que ese chico le miraba preocupado, por lo que trato de sonreír para calmarlo, pero en realidad hizo una mueca. —Hasta un niño podría vencerme ahora mismo... —Murmuro con pesimismo.

—Solo estamos tú y yo aquí. Hace unos momentos sentí... sentí un gran poder en la Fantasía, y creo que Alma debió de sentirlo... Bueno... —Trato de explicarse, pero por la expresión confundida de ese adolescente era obvio que no sabía cómo expresarse. —Vengo aquí a entrenar e imagina mi sorpresa al encontrarte. ¿Cómo llegaste aquí?

— ¿Quién eres? —Pregunto sin responder a su pregunta.

—Mi nombre es Seth ¿Cuál es tu nombre?

—Shirou Emiya.

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