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Extra La Boda

Extra  La Boda

HERMANOS D'ANGELO

La luz del sol se filtraba a través de las coloridas vidrieras de la antigua iglesia, creando un mosaico de colores en el suelo de piedra. Ethan y Zack estaban de pie frente al altar, nerviosos y emocionados. El ambiente era solemne, pero también lleno de una energía vibrante.

Ethan,  tenía una sonrisa encantadora, ajustaba su corbata con nerviosismo. Miró a su hermano Zack, que era más alto, con una presencia tranquila y una mirada profunda. ¿Por qué mierdas estaba tan tranquilo? O peor aún ¿Por qué él estaba tan nervioso?

— ¿Crees que llegará a tiempo? —preguntó Ethan, mirando el reloj en su muñeca.

—Diana siempre tiene su propio ritmo —respondió Zack, con su típica sonrisa de lado  al tiempo que se encogía de hombros como restándole importancia, es que él ya sabía cómo era Diana y no le extrañaría en lo más mínimo que llegara media hora tarde—. Y eso es parte de lo que amamos de ella.

Ethan asintió, sintiéndose un poco más tranquilo. La idea de compartir su vida con Diana, y con Zack, era algo que lo llenaba de alegría.

—A veces me pregunto cómo será todo esto —dijo Ethan, mirando hacia el altar adornado con flores blancas—. Nunca pensé que me casaría con dos personas a la vez.

Zack se giró hacia él, con una mirada seria, pero no era de molestia, claro estaba, era que siempre tenía una  mirada seria. Pero en esta ocasión había algo más, había tranquilidad en su semblante.

—Es diferente, sí, pero el amor que compartimos es lo que importa. Diana nos eligió a los dos, y eso es lo que importa

Ethan sonrió, recordando los momentos que habían compartido juntos. Las risas, las conversaciones profundas y la forma en que se apoyaban mutuamente.

— ¿Estás seguro de que esto es lo que quieres? —preguntó Zack

—Por supuesto. La amo a ella, y también a ti. —Le dijo conteniendo la risa mientras batía las pestañas — No puedo imaginar mi vida sin ustedes —respondió Ethan, y no pudo más, se carcajeo junto con Zack.

—No me toques las pelotas Ethan, si te escucha el curita pendejo este se infarta— le dijo viendo al cura que leía algo en su biblia ajeno a lo que ellos hablaban. Pero la verdad era que Zack tampoco se imaginaba su vida sin su hermano y Diana. En broma o no amaba a su hermano aunque no llevaran la misma sangre, siempre seria su hermano. — pero también te quiero, hermano.

Ethan asintió, y un brillo de complicidad pasó entre ellos. Justo en ese momento, la puerta de la iglesia se abrió lentamente, y el murmullo de los invitados se detuvo. Diana apareció, radiante en su vestido blanco, ceñido al cuerpo marcando sus curvas, sus pechos se veían apetitosos ante los ojos de Ethan, tenía un escote profundo al frente y la espalda totalmente descubierta, la falda del vestido era suelta y cuando caminaba se le veía una de sus piernas gracias a la abertura que tenía, Zack paseo la lengua por sus labios para calmar las ganas que tenia de ver qué diablos llevaba bajo toda esa tela.

Ethan y Zack contuvieron la respiración. Diana avanzaba hacia ellos con gracia, sus ojos brillaban de la emoción y su sonrisa era genuina.

— ¡Hola, mis amores! —saludó ella emocionada y nerviosa, luego de que su padre la entregara a ellos con tan solo un asentimiento de cabeza, estaban de más las palabras, era una estupidez que el dijera que cuidaran a su hija, el sabia más que nadie que ellos eran capaz de lo que sea por cuidarla y protegerla.

— ¡Diana! —exclamaron ambos al unísono, sonriendo como si el mundo no existiera a su alrededor.

Diana se detuvo frente a ellos, tomando una mano de cada uno.

—Hoy es un día especial, y no solo porque me case con ustedes —dijo, mirándolos a ambos—. Es un día para celebrar nuestro amor, nuestra unión.

Ethan sintió que su corazón latía con fuerza mientras la miraba.

—Estamos listos para este paso, Diana. No hay nadie más con quien quisiéramos estar —dijo Ethan, entrelazando su mano con la de ella.

Zack asintió, esta vez su mirada se había suavizado nada más verla entrar por esas puertas dobles de la iglesia ahora tenía una sonrisa cálida dedicada solo a ella.

—Te amamos, Diana. Siempre estaremos aquí para ti —afirmó Zack.

Diana sonrió, conteniendo las lágrimas,  no debía llorar, se le arruinaría el maquillaje.

—Y yo los amo a ustedes. Juntos, somos más fuertes —dijo, mirándolos a los ojos.

El sacerdote, que había estado observando con una sonrisa, se aclaró la garganta.

—Si están listos, podemos comenzar la ceremonia —dijo, con una voz suave pero firme.

Ethan y Zack se miraron, sintiendo una mezcla de nervios y emoción. A ver que el si estaba nervioso pero no se le notaba.

—Estamos listos —respondieron al unísono, mientras Diana apretaba sus manos con fuerza.

Mientras el sacerdote comenzaba a hablar, el amor que compartían llenaba la iglesia, se podía sentir en el aire. Era un momento único, una celebración de su conexión y de la vida que estaban a punto de construir juntos.

La ceremonia había llegado a su fin, y el aire estaba impregnado de alegría y emoción. Ethan, Zack y Diana se tomaron de las manos, sonriendo mientras se dirigían hacia la salida de la iglesia. Los murmullos de felicidad de los invitados resonaban a su alrededor.

Cuando abrieron las puertas, un estallido de aplausos y vítores los recibió. La luz del sol iluminaba el camino, y los pétalos de flores caían del cielo, lanzados por amigos y familiares que habían estado esperando este momento.

Los flashes no se hicieron esperar y pronto una gran cantidad de paparazzi estaban capturando cada segundo de los ahora recién casados.

Diana, estaba sin duda radiante en su vestido blanco, se sentía  como en un sueño. A su lado, Ethan y Zack la miraban con adoración. Pero lo que realmente hizo brillar sus corazones eran sus hijos, Edan y Zoe, que estaban justo delante de ellos.

Los mellizos, de dos años, llevaban pequeños trajes que combinaban con el estilo de la ceremonia. Edan, con su cabello castaño, corría en círculos, mientras que Zoe, con su vestido blanco y una diadema de flores, intentaba seguirle el ritmo.

— ¡Mami! ¡Papi! —gritaron al unísono, corriendo hacia ellos.

Ethan se agachó y abrió los brazos. Edan se lanzó a sus brazos, mientras que Zack atrapó a Zoe, llenándola de risas mientras besaba sus sonrojadas mejillas.

— ¡Estamos tan orgullosos de ustedes! —dijo Zack, abrazando a Zoe mientras ella reía.

Diana se unió a la escena, abrazando a Edan y dándole un beso en la mejilla.

—Hoy es un día especial para todos nosotros —dijo Diana, sintiendo que su corazón se expandía de amor. A este punto si le daba un infarto no sería una sorpresa, pero estaba segura que moriría feliz.

Los cuatro se unieron en un abrazo grupal, riendo y disfrutando del momento. La multitud los observaba con sonrisas, emocionados por la unión de la familia. Obviamente esa escena saldría al siguiente día en todas las portadas de las revista del país.

— ¿Listos para la fiesta? —preguntó Ethan, mirando a sus hijos con ternura.

— ¡Sí! —gritaron ambos, saltando de emoción.

Zack se enderezó, tomando la mano de Diana y le dio un suave beso en los labios.

—Vamos a celebrar nuestra familia —dijo, mientras empezaban a caminar hacia el coche que los llevaría a la recepción.

Los mellizos, emocionados, corrían de la mano de sus padres, llenando el aire con sus risas contagiosas. Diana miró a Ethan y Zack sintiendo su corazón hinchado de orgullo y felicidad.

—No podría haber pedido una familia más perfecta —dijo Diana, mientras los cuatro se acomodaban en el coche.

—Y esto es solo el comienzo —respondió Ethan, mirando a sus hijos con amor y ternura.

Zack sonrió, acariciando la cabeza de Zoe mientras ella se acomodaba en su regazo.

—Hoy celebramos no solo nuestra unión, sino también a nuestra hermosa familia —dijo, sintiendo que cada momento era un regalo.

Al arrancar el coche, la emoción se palpaba en el aire. La música sonaba suavemente de fondo, y la felicidad de la familia se reflejaba en sus rostros. Era el inicio de una nueva aventura, y juntos, estaban listos para enfrentar todo lo que la vida les tenía reservado.

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Luna de Miel en Milán

Milán estaba deslumbrante bajo el cálido sol de la tarde. Las calles estaban llenas de vida, con el aroma del café fresco y los deliciosos pasteles italianos flotando en el aire. Ethan, Diana y Zack paseaban por la famosa Gallería Vittorio Emanuele II, maravillándose con la arquitectura y las tiendas de lujo.

Diana, con una blusa ligera y un sombrero de ala ancha, sonreía mientras admiraba las vitrinas.

— ¡Miren esas zapatillas! —exclamó, apuntando a un escaparate lleno de calzado elegante.

Ethan y Zack se miraron, sonriendo ante la emoción de Diana.

—Vamos, entra y pruébatelas —dijo Zack, guiñándole un ojo—. ¡Es tu luna de miel!

Diana se rió y entró a la tienda, mientras Ethan y Zack se quedaron afuera, disfrutando del ambiente.

—No puedo creer que estemos aquí —dijo Ethan, mirando a su alrededor—. Si antes me hubieran dicho que terminaría casado de esta manera tan… peculiar, jamás lo hubiera creído. 

—Y lo mejor es que lo estamos compartiendo juntos, sin enfermos queriendo quitarnos a nuestra mujer y sin locas detrás de nosotros —respondió Zack, sintiéndose afortunado.

Poco después, Diana salió de la tienda con una bolsa en la mano y una gran sonrisa en su rostro.

— ¡Las compré! —anunció, levantando la bolsa como un trofeo.

— ¡Eres imparable! —dijo Ethan, abrazándola. No entendía para que quería más zapatos si ya tenía un closet especialmente para el calzado, en fin lo que ella quería eso tendría.

—Y ahora, ¿qué tal un café en esa terraza? —sugirió Zack, señalando un encantador café con vistas a la catedral de Milán.

Los tres se dirigieron al café, donde se acomodaron en una mesa al aire libre. El bullicio de la ciudad se sentía como una melodía alegre de fondo mientras pedían cappuccinos y pasteles de crema.

— ¿Qué tal si brindamos por nosotros? —propuso Diana, levantando su taza.

—Por nosotros y por esta aventura —dijo Ethan, chocando su taza con la de Diana y luego con la de Zack.

—Y por el amor que compartimos —agregó Zack, con su típica sonrisa de lado.

Mientras disfrutaban de sus bebidas, la conversación fluía con risas y recuerdos. Hablaron de sus sueños, de lo que les esperaba en el futuro y de cómo cada uno de ellos había cambiado sus vidas.

—No puedo esperar para explorar más de esta ciudad —dijo Diana, tomando un bocado de su pastel—. Hay tanto por descubrir.

—Y lo haremos juntos —afirmó Ethan, tomando la mano de Diana.

Después del café, decidieron dar un paseo por la Piazza del Duomo. La catedral, majestuosa y llena de detalles, los dejó sin aliento. Diana tomó fotos, mientras Ethan y Zack la miraban con admiración.

—Es aún más hermosa de lo que imaginaba —dijo Diana, con los ojos brillantes.

—Y tú también lo eres —respondió Zack, acercándose a ella y dándole un suave beso en la mejilla.

Ethan sonrió, al ver a su esposa tan feliz en brazos de Zack. Si, la verdad era que si antes le hubieran dicho que estaría en una relación polígama con su hermano se les hubiera reído en la cara pero ahí estaba, feliz de que la mujer que amaba estuviera en brazos de otro.

La tarde avanzaba, y el sol comenzaba a ponerse, tiñendo el cielo de tonos anaranjados y rosados.

— ¿Qué les parece si terminamos el día con una cena en ese restaurante que vimos? —sugirió Ethan, señalando un lugar acogedor con luces cálidas.

— ¡Me encanta la idea! Vamos, vamos—dijo Diana, emocionada.

Mientras caminaban hacia el restaurante, la ciudad vibraba a su alrededor. Las risas y el amor que compartían llenaban el aire, y sabían que esta luna de miel en Milán sería solo el comienzo de una vida llena de amor junto a sus hijos.






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