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NARRADOR OMNISCIENTE.
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La castaña estaba siendo guiada al estacionamiento del hospital con la mano del castaño en la parte baja de su espalda; se sentía un poco inquieta, lo que había hecho el día anterior no era propio de ella.
Estaba tan inmersa en sus pensamientos que no se dio cuenta cuando subieron al auto y entraron en la autopista.
El castaño la veía de vez en cuando con el ceño fruncido; no entendía por qué le atraía tanto esa joven. No la conocía como su hermano Ethan. Sí, hermano, él lo consideraba como a un hermano.
No se explicaba cómo había llegado tan lejos el día anterior; no era de tener sexo con cualquiera, pero ella... Ella era diferente; desde que su hermano le dijo que una amiga iría a vivir con ellos, la mandó a investigar, y al ver la foto de ella quedó encantado. Tenía una belleza que no sabría describir, no creía que alguien así pudiera estar pasando por tanto.
Un jadeo de parte de la castaña lo sacó de sus pensamientos. No sabía que tanto dolor pudiera sentir una mujer con la menstruación, pero al ver la cantidad de sangre que ella estaba derramando hace un momento atrás, ya se hacía una idea.
— ¿Falta mucho para que lleguemos? — le dijo Diana abrazando sus piernas. No sabía si al castaño le molestaba que colocara los pies en el asiento de su carro, pero daba igual; tenía mucho dolor y realmente detestaba estar en esos días.
Él la miró con un poco de pesar, pero no quería preocuparla, pues desde hace rato una camioneta negra con vidrios oscuros los estaba siguiendo; tenía que evitar que los siguiera. No sabía quién era, pero tenía una ligera sospecha.
— Vamos a un lugar donde puedas descansar y yo poder trabajar. — le dijo, cambiando su semblante a uno serio.
Lo miro extrañada, no lo entendía, hace un momento no estaba así, ¿es bipolar o qué? Le restó importancia; realmente no se sentía bien para seguir hablando, sin contar que aún se sentía un poco inquieta con lo ocurrido, es que... No podía sacarse de la cabeza que lo que hizo con Ethan y Zack fue más allá de lo que alguna vez imaginó. No quería convertirse en lo que su madre tanto le decía, una puta, una cualquiera. No lo era.
No pudo evitarlo y en silencio rompió a llorar; no quería que el castaño la viera, pero se sentía realmente mal.
La vio esconder su cara con sus brazos abrazando sus piernas y sintió que su corazón se estrujaba al verla así, tan frágil.
Observó por el espejo retrovisor y no vio rastro de la camioneta que los seguía, así que estacionó en un edificio de estacionamiento y, sin pensarlo, la tomó en sus brazos y ella, sin más, lo abrazó apoyando su mejilla contra su pecho.
—Tranquila, todo estará bien.
—N-no, no lo está, me m-me s.siento
Sucia—dijo entre sollozos.
La separo de su pecho y la miro con enojo. ¿Cómo diablos se atrevía a decir eso?
— No digas eso.
—Claro que sí, mamá, siempre me dijo que no servía para nada, solo para hacer feliz a los hombres.
—Demonios,linda, no digas eso. Jamás pienses así de ti. ¿Me oyes? Jamás.
—Pero no me conoces y ya tuve sexo contigo, eso no es de una mujer decente.
— Porque eres mía, linda. Te hice mía, eres mi mujer; sé que se te hará raro, pero así te siento desde que te vi por primera vez.
Eso se le hizo raro, si no se conocían, ¿porqué tendría que decir eso?
—No te comprendo, no nos conocemos.
—Lo sé, ven, vamos, vamos a casa a que descanses.
Bajaron del carro, el castaño sacó del maletero un bolso y se dirigieron a otro carro que estaba estacionado, uno más pequeño.
Entraron de nuevo a la autopista y en poco tiempo estaban en una de las residencias costosas de la ciudad.
—Vamos, te mostraré tu habitación; yo estaré en el despacho atendiendo unos asuntos.
Una vez en la habitación, se recostó en la suave cama y a los pocos minutos se quedó dormida. De verdad se sentía realmente mal; solo esperaba que no durara muchos días con ese malestar.
El castaño estaba furioso, no tenían idea de quién los estaba siguiendo en la autopista ya que la camioneta no tenía placa y no se veía quién era el conductor.
—Sí está aquí conmigo.
—"Tú no la conoces bien, Zack, ella es muy sensible. Ten un poco de tacto al momento de hablar con ella; ha pasado por mucho como para que un extraño la lastime y créeme que no te lo perdonaría".
—¿Por quién me tomas, o se te olvida lo que he hecho por ella antes de conocerla?
—"Solo te recuerdo lo obvio, tú no tienes mucha paciencia que se diga".
—Sí, sí lo que digas, cambiemos de tema. ¿Sabes la causa del apagón en la empresa?
—"Lo que sospechamos, un sabotaje". La rabia del castaño iba en aumento y eso no era bueno; cada vez que se enfurecía, se volvía un hombre muy violento.
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Zack D'angelo
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