40. ¿No ordene que nada de interrupciones?
Un mes había pasado.
La peor de las torturas.
¿Era posible estar en plena abstinencia un mes?
La respuesta era un rotundo NO.
Es que a ver, a Diana las hormonas la tenían caminando por las paredes, y cuando tenía ganas de hacer el amor no había quien la detuviera, a principio los hermanos D'angelo la complacían con sexo oral o masturbándola, pero eso estuvo relativamente bien la primera semana, ya la segunda sentía que mientras más placer le daban más quería, y lo que quería era tenerlos como le gustaba.
Invadiendo su interior por completo.
Pero ese día, ¡Rayos! El humor de Diana fue detestable, y las emociones ni hablar, por todo lloraba, o se molestaba.
Y eso estaba desesperando a los hermanos, hasta esa noche, después de que la enfermera entrara a chequear a Diana Ethan le ordenó que no molestara.
No podía seguir viendo a su reina en esa situación, y menos si el tenía la solución, tendría que tomar cartas en el asunto.
Se quitó la chaqueta y la lanzo en alguna parte de la habitación
El ruido provocó que Diana se sobresaltara.
—¿Pero qué...? — no alcanzo a terminar de hablar cuando vio como él se desvestía, ¡Rayos! Estaba realmente tonificado, le encantaba el cuerpo de Ethan.
Y ahí iban otra vez las estúpidas hormonas a tomar control de su autocontrol y raciocinio.
— ¿Quieres esto? — le dijo Ethan masajeando a su miembro frente a ella después de haberse despojado totalmente de su ropa. Pero Diana estaba como en un trance, al verlo a él, desnudo y caminando hacia ella como un depredador hambriento le humedeció sus pliegues. —¿Te hice una pregunta reina?
—¿Eh? Yo...
—¿Ahora no puedes hablar? — tomo la correa que tenía en sus manos la cual Diana no se había dado cuenta de que la tenía consigo hasta que la hizo sonar contra la palma de su mano— pues haré que hables. Desnúdate para mí.
Diana se arrodilló en la cama y lentamente se quitó la bata que tenía puesta.
— Voy a tener que castigarte, has sido muy malcriada estos días y no me gusta que Mi mujer sea malcriada — hizo énfasis en el mi, Diana trago grueso, nunca lo había visto en ese plan, pero le gustaba en parte porque él no era así, no era agresivo en la cama, eso se lo dejaba a Zack y otra parte era porque ya estaba excitada y no la había tocado.
—¿Qué me vas a hacer?— dijo mientras señalaba con la mirada la correa que Ethan tenía en la mano.
—Voy a castigarte, ya te lo dije. — se acercó a ella y la tomo de la nuca echando su cabeza hacia atrás con un poco de brusquedad, pero no para lastimarla, sino para demostrarle que lo que le haría sería placentero. Y sin previo aviso le dio un correazo en una de sus nalgas.
Correazo que hizo arquera la espalda por reflejo, pero más allá de dolerle le gustó y mucho.
Acción que hizo que soltara un sonoro gemido, que fue ahogado en la boca de Ethan en un beso apasionado.
La observó, desnuda frente al él, tan dispuesta a aceptar todo lo que él quisiera hacerle, pero no sería brusco, no quería que su embarazo estuviera en riesgo por un arranque de excitación.
Pero la verdad es que quería mucho hacerla suya nuevamente, y estaba poniendo mucho autocontrol en ese momento y no enterrarse en ella de una sola estocada y perder el poco control que se estaba autoexigiendo.
Pero la verdad era que no enterrarse en ella y sentir su sexo, apretado, húmedo y caliente lo estaba volviendo loco, y no tenerla como casi todos los días era una total tortura.
Pero al diablo, la haría suya ahí y ahora o su miembro explotarían junto con sus pelotas, que si aguardaba un poco más seguramente moriría.
— te necesito amor.— le dijo Diana derramando una lágrima traicionera.
—¿Por qué lloras?
— Porque me estás torturando, solo... Solo... Ah.— gimió al sentir otro correazo, pero está vez un poco más fuerte.
Ethan la coloco en cuatro con la cabeza en la cama y el trasero elevado, le abrió un poco más las piernas dejándole la mejor vista de su húmeda feminidad.
Paso su lengua por toda su longitud saboreándola hasta llegar a su agujero y lo beso sonoramente. — aquí también voy a follarte.
Diana intentó levantarse, pero se lo impidió.
— quieta.
— pero...
— dije que quieta— con su mano a mitad de su espalda la volvió a inclinar, tomo sus manos y la coloco tras su espalda y las amarro con su correa, impidiendo así que se moviera.
Una nalgada hizo que saltará en su lugar.
— El embarazo te sienta bien, tienes un trasero de infarto.
Se enterró en ella sin aviso, ya estaba lista para recibirlo, y ¡demonios! Que bien se sentía tenerla así tan caliente y húmeda, podía sentir como sus paredes lo succionaba sentía que se lo iba a estrangular en cualquier momento, aguardo un momento tratando de calmarse, porque sabia que si le daba unas cuantas estocadas iba a llegar al clímax más rápido que inmediatamente.
Pero ella quería sentirlo mucho más, ¿Por qué no se movía? ¿Por qué torturarla de esa manera? Así que se movió sacando de órbita a Ethan arrancándole un gruñido de placer, gruñido que encendió a Diana y la motivo a querer moverse más a pesar de estar maniatada y en esa posición un tanto incómoda se sentía poderosa estando así, le gustaba.
Y claro que a él le gustó, pero no quería terminar así de rápido, una sonora nalgada detuvo el movimiento de ella arqueándole la espalda y un chillido se ahogó en la almohada por la repentina nalgada.
— Quieta te dijo.— la voz de Zack inundó sus oídos cuando el movimiento rítmico de Ethan la hizo blanquear los ojos.
Sí, eso era lo que quería desde hace mucho, ese placer que tanto necesitaba y que la iba a volver loca lo está recibiendo y de la mejor manera.
Ethan no era de hacerle el amor salvajemente como Zack, pero ahora, uff ambos estaban tan deseosos que él quería estrujarla y absorber toda su esencia.
— Vamos preciosa gime para nosotros, demuestra que tanto nos deseas.
No sabía en qué momento él había llegado, se suponía que esa noche iba a estar solo Ethan, pero... daba igual quería esto y no iba a perder esa oportunidad.
Era más que obvio que ellos también estaban a punto de reventar por la abstinencia.
Zack estaba en un sofá masturbándose mientras que Diana se retorcía de placer causado por Ethan.
Cuando Ethan salió de ella y quedó expuesta con ese culo tan apetecible para él y ya estimulado, le dijo a Diana con voz profunda — te voy a follar este culo mi reina, me pide a gritos que te lo abra.— se enterró en ella lenta y tortuosamente delicioso, ¿Cómo el sexo anal podía ser tan fascinante? No sabía, pero le encantaba.
Cuando ambos llegaron a su clímax él le quitó la correa, con él aún dentro de ella, masajeo suavemente sus nalgas, la marca de sus manos estaban en ellos de las veces que él la nalgueo. Le iba a arder más adelante, lo sabía. Salió de ella lentamente viendo como se estremecía y su piel se erizaba.
Ella se acostó boca arriba con la respiración agitada y los ojos cerrados, no vio cuando Ethan se fue a duchar.
—Está deliciosa— le dijo Ethan a Zack cuando paso por su lado.
—Ya lo creo.
Zack la observaba, no iba a dejar que durmiera, no aún, él estaba que reventaba, quería placer, pues lo iba a tener y él también.
Verla en cuatro maniatada y con el culo al aire lo excitó mucho, una sonrisa ladina y maliciosa se dibujó en su rostro.
Diana sentía su intimidad palpitando movió sus manos a esa zona y la estremeció, y jadeo al sentir lo mojada, hinchada y sensible que estaba.
— Tranquila preciosa, que después de lo que te voy a dar vas a dormir toda la noche.
Ella respingó a sentirlo a él subirse a la cama, totalmente desnudo, dejando al descubierto ese paquete de abdominales bien marcados acompañado de esa piel manchada en tinta que tanto le gustaba y le hacía ver cómo un hombre misterioso y rudo.
La correa que antes se había usado en ella Zack la volvió a utilizar, pero está vez para aprisionar sus manos sobre su cabeza amarrándola a la cama.
— ¿te gusta tenerme así?
—por supuesto, eres mi presa favorita. — coloco las plantas de sus pies sobre su pecho y la tomo de las caderas atrayéndola a su miembro enterrando sé en ella de manera salvaje. Acción que hizo que ella jalara la correa y se apretaran aún más a sus manos.
— demonios.
— no mi reina, soy yo quien te va a hacer gemir mi nombre.
¡Cielos! Esos dos hombres la iban a volver loca de placer.
Ethan a pesar de haberla maniatado y nalgueado, era delicado.
Pero Zack, mierda, Zack era diferente a él le gustaba lo rudo, infligir placer en el dolor y eso le encantaba.
— Más Zack, más.— pedía ella cuando el ritmo de él estaba rayando lo antinatural, la cama rechinaba, ¿Acaso se rompería? Al diablo con eso, no importaba terminarían en el piso.
Los golpes en la pared a causa de la cama sobresaltaron a las enfermeras que se encontraban afuera, una de ella quiso ir a ver qué era lo que ocurría, grave error al momento de estar cerca de la puerta Ethan iba saliendo y se topó con la enfermera que tenía los ojos como platos, por poco se salen de su cuenca.
—¿No ordene que nada de interrupciones?
—sí... Yo... Emm. L.lo lo siento, creí que...
— Mi mujer está ocupada— dijo tapando un bostezo al tiempo que removía su cabello mojado. — no se entrometan dónde no la llaman ¿En qué piso está Max?
La enfermera se disculpó nuevamente y le informo dónde se encontraba el doctor.
Le pediría el alta de Diana, ella estaba mucho más recuperada, eso lo sabía de sobra, a demás siempre podría requerir de los servicios de una enfermera para que la atendiera en casa.
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