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25 ¿Te sientes bien?


Diana estaba más relajada, se le veía en su rostro aparte de la sonrisa que tenía que contagiaba a su amiga Carolina y a Frank el novio de esta.

Llevaban rato caminando con calma viendo los puestos de juegos, mientras Diana abrazaba a sus dos peluches como si fuera lo más valioso que haya tenido, eran muy suaves y grandes, eran del tamaño de su tronco, tenía que poner uno a cada lado de sus caderas para poder ver al frente.

—Chicas ¿y subimos a la casa del terror? — pregunto Frank muy entusiasmado

—Ay no amor, sabes que esas cosas me dan mucho miedo.

—Pero tú vas a estar  conmigo, yo te protejo de cualquier cosa, ¿Y tú Diana quieres ir?

—Bueno ya estamos aquí ¿No? Tenemos que disfrutar del momento, pero primero quisiera guardar a mis peluches, no quiero que se ensucien ¿Podrías acompañarme a llevarlos a la camioneta Carolina?

—Claro que si amiga, amor, las llaves ve comprando los tickets para que entremos a esa casa de la muerte.

Rieron ante el comentario de Carolina, de verdad que le aterraba lo que pudiera haber ahí dentro.

Caminaron al estacionamiento y no tardaron en encontrar la camioneta, pero Carolina recibió una llamada y tuvo que retirarse para poder contestar.

Diana tenía las llaves que su amiga le había dado segundos antes de contestar la llamada y no sabía cómo hacer esos enormes peluches  no le dejaban mucha movilidad, pero no quería colocarlos en el piso, no quería que se arruinaran.

Pero no le quedaba de otra iba a colocar al peluche azul en el piso cuando una voz en su espalda le puso la piel de gallina y un nudo se le formó en la boca del estómago, estaba hecha un manojo de nervios, ni cuenta se dio cuando las llaves se le cayó de las manos.

Mi reina.

Esa voz repitiéndose en su cabeza hizo que sus ojos se cristalizaran, no creyó escuchar esa voz nuevamente, o por lo menos no tan pronto.

Se giró lentamente aun sin poder creer lo que había escuchado, sentía que su corazón se le iba a salir del pecho de lo rápido que latía. Y no fue una alucinación, no, efectivamente Ethan D'angelo estaba ahí, a unos pasos de distancia.

Él estaba nervioso solo quería tocarla, abrazarla, besarla, hacerle entender que que todo había sido un malentendido una treta de Melani.

—Reina, yo... Tenemos que hablar

Diana parpadeó un par de veces dejando rodar una lágrima rebelde que quiso quedarse en su lugar y en vez de eso la estaba delatando.

No quería llorar frente a él, no quería sentirse vulnerable ante él.

Ethan corto la distancia y limpio sus mejillas mojadas por las lágrimas.

— no llores, me parte el alma verte llorar.

—Tú... Tú...— no podía formular palabra alguna sentía que no podía. Esa presión en su pecho no la dejaba sentía que iba a explotar si no se desahogaba.

Y lo hizo.

Lloro.

Lloro como nunca antes lo había hecho ni es esa semana había llorado así tan desconsoladamente. Ethan en un movimiento le quitó los peluches para que otra persona los tomara y no perdió tiempo en abrazarla, arroparla en sus brazos.

Le dolía verla así de rota, sabía que le había hecho daño, con aquello que había sucedido, pero no había Sido su culpa él no quería eso, jamás.

El cuerpo de Ethan se sacudía a causa de los sollozos de ella su camisa estaba mojada y se pegaba a su torso a causa de sus lágrimas y mocos, él seguía abrazándola y acariciando su cabello.

Cuando su llanto se calmó Diana levantó la mirada a Ethan y lo que vio le quebró el corazón más de lo que ya tenía.

Ethan estaba llorando, nunca lo había visto llorar y ahora lo estaba haciendo, sabía que a él también le estaba afectando todo esto.

—Lo siento mi reina, lo siento, de verdad, lo que menos quiero en la vida es hacerte daño.

—Pe.pero lo hicis.hiciste.— sus sollozos no la dejaban gesticular palabra alguna.—¿Po.por  que?

—Fue una trampa de ella, nunca te hubiera hecho semejante cosa. Yo te amo Diana, te amo como un desquiciado, eres la única mujer que me importa en la vida y no quiero perderte. Por favor solo... Solo déjame demostrarte que no te engañe.

Muy dentro de ella sentía que era así, que él no le había hecho tal cosa, pero ese día estaba tan cegada por el dolor que no lo dejo siquiera decir una palabra más y recordar eso le revolvió el estómago, de solo imaginarse a su hombre con otra le removía todo por dentro.

No pudo evitarlo y se alejó de los brazos de Ethan bruscamente dejándolo desconcertado por un momento hasta que se dio cuenta del porqué de su acción.

Diana solo pudo darse cuenta de que mientras estaba abrazada a Ethan se habían retirado un poco de la camioneta de Frank.

Pero aun así se colocó detrás de la camioneta y devolvió lo que tenía en su estómago, vómito tanto que un sabor amargo inundó su boca.

Un par de manos le sostenían su cabello mientras ella estaba inclinada intentando recomponerse.

Tomo una fuerte respiración y se levantó para ver a Ethan y pedirle una disculpa por como lo había empujado.

Pero la cara que vio no fue Ethan, sino Zack, era él, quien le había sujetado el cabello.

—Preciosa, ¿Te sientes bien?

—Zack— dijo en un susurro cuando quiso abrazarlo, pero la oscuridad la invadió y lo único que sintió fue unos brazos rodearla para que no cayera al piso.

...

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