01. James y el presente
[1]
El viento helado silba al pasar entre las calles de la ciudad y las ramas de los árboles, la noche es oscura a pesar de la luna creciente en el cielo y algunos perros ladran a la distancia.
Cuatro autos oscuros de vidrios polarizados y blindados dan vuelta en la intersección a quinientos metros del cementerio comunitario. Frenan sin delicadeza y abren sus puertas con elegancia. No encienden sus luces, se mantienen en la oscuridad que proporcionan los muros limitantes y el vasto follaje.
De tres de ellos bajan seis hombres con trajes negros e intercomunicadores, armas enfundadas a los costados de sus caderas y chalecos antibalas. Dos caminan directamente a la entrada trasera del lugar, inspeccionando la zona y cerciorándose de que sea segura. Los cuatro restantes forman un cuadro a uno de los costados de un auto en específico, pacientes y en espera de sus superiores.
Entonces, del último coche baja una pareja fuera de lo habitual. Son dos hombres, ambos portan antifaces oscuros y guantes de cuero, el cabello —negro como la noche— les cae cubriendo sus mejillas y parte de la frente. Visten impolutos pantalones gris, camisas de mangas y cuello alto acompañadas por largos abrigos a juego.
Uno es más alto que el resto, tiene un porte imponente y rostro severo, labios delgados que jamás han permitido ver siquiera una mueca y ojos profundos que siempre se mantienen ocultos, disponibles solo para personas dichosas.
El otro, muy por el contrario, muestra una sonrisa gentil que raya en lo sádica y mejillas rellenas que dan un ápice de ternura, sus labios gruesos dejan ver el palillo de lo que se asume es una paleta derritiéndose en el interior de su cavidad bucal y tiene una estatura que deja mucho de qué hablar.
—Al fin estamos aquí. ¿Quién diría que nos tomaría tanto tiempo? —La pregunta no va dirigida a nadie en particular, pero rápidamente es contestada con un vago asentimiento—. ¿Estás listo?
—Después de ti —dice señalando la entrada.
Si, quizás nadie conozca sus nombres más allá de los apodos que el mundo se ha encargado de regar, pero con el simple hecho de ver aquellos antifaces con "Black" y "White" grabados en las esquinas saben perfectamente de quiénes se trata.
Las puertas del cementerio están abiertas, el interior no son más que penumbras grotescas y silencio espeluznante. Sin embargo, ellos entran sin temor alguno, siguiendo los caminos que dejan las lápidas abandonadas y teniendo cuidado con la tierra que parece mal compactada.
En el este hay un cuarto pequeño de seguridad donde se suponía debía encontrarse algún guardia que daría rondines por la zona. No tiene más muebles que una mesa y sillas maltrechas, un viejo radio sobre un archivador en el que se encuentran folders con los datos específicos de los cuerpos sin vida que han sido identificados antes de darles un lugar en su nueva morada y una linterna de baterías.
En cuanto llegan y la puerta es abierta pueden ver a un joven sentado y siendo apuntado por el arma de uno de sus "hermanos". Está amarrado de pies y manos, suda a mares —quizás por nerviosismo o miedo— y sus orbes se encuentran rojizos.
—Wang, Wang, Wang. ¿Qué te he dicho de tratar mal a nuestros invitados? —cuestiona White con su característica sonrisa, acercándose para quitar los mechones húmedos por el sudor que se le pegan a la frente al que se encuentra sentado—. Mira a este pobre hombre, parece que va a morir. —Ahora ríe, la burla en sus palabras está siendo cada vez más evidente.
—Lo siento, señor.
—No te disculpes, me basta con que bajes el arma. —Su mirada viaja a dos hombres en las esquinas y los llama con un sutil movimiento de su dedo índice—. Ustedes, vayan a buscar un poco de agua, no, no, mejor traigan licor y cigarrillos, hielo y mi bolso de trabajo.
Black se mantiene en silencio, arrastra una silla y se sienta en ella cruzando las piernas. No tiene ninguna intención de detener al contrario, en realidad se mantiene bastante entretenido al verlo divertirse y trabajar.
Los hombres no tardan en regresar, siendo eficaces en traer todo lo ordenado y colocarlo sobre la sucia mesa. Ahí es servido el licor en vasos de cristal y puesto un cenicero. También llega un bolso negro con detalles de plata que es abierto casi de inmediato, haciendo sonreír a White.
—Hermano, ¿quieres uno? —pregunta con dos cigarrillos en las manos, viendo otro pusilánime asentimiento.
Un rollo de nicotina es puesto entre los labios delgados de Black y otro entre los de su hermano, luego, solo uno es prendido por el encendedor de grabados dorados y el del propio Black se enciende al unirlo con el contrario. Ellos se ven a los ojos sin importarles el tiempo o lugar, con el destello de una sonrisa tirando de uno de los costados de su boca e inhalando para hacer más eficiente el proceso.
—Gracias —susurra al tiempo en que un denso humo sale prófugo.
Con una nueva y coqueta sonrisa, White se endereza y vuelve a su trabajo, sintiendo electricidad corriendo por cada fibra de su cuerpo debido a la adrenalina. Abre su bolso y saca de él unas tijeras —tan brillantes como filosas— que muestran su reflejo, junto a dos pañuelos rojos.
—Dime, hermano, ¿cómo te llamas? —pregunta al joven que tiembla en su sitio, temeroso al verlo girar a su alrededor.
En realidad lo conoce desde hace tiempo, pero en ese momento no tiene intención de volver todo más sentimental con los recuerdos del pasado, mucho menos piensa tener un ápice de empatía.
—James —murmura.
—¡James! Ese es un buen nombre. —Se acerca y toca el cabello que movió en su llegada, tomando algunos mechones antes de hacer cortes sin razón ni sentido—. ¿Sabes, James? Siempre quise ser peluquero o algo así, pero a mis padres nunca les agradó la idea, como si les diera asco simplemente pensarlo. ¿Verdad, Black?
—Sí.
Las tijeras fueron dejadas a un costado y del bolso salió un peine delgado y un espejo reluciente. Él peina aquel cabello oscuro y le da algo de forma.
—¿Dónde están mis modales? —se cuestiona antes de tomar uno de los vasos con alcohol—. ¿James, quieres un trago? —No espera respuesta y acerca el borde a sus labios, obligándolo a beber una buena cantidad de golpe.
El hombre tose en repetidas ocasiones al sentirse ahogado y él ríe brevemente por ello.
—Bueno, como te decía, ¿qué te decía? Nah, en realidad ya no importa. Mi intención era hacerte ver que no todo en la vida se puede lograr de manera sencilla, hay algunas cosas que no se logran convencionalmente. —Toma el espejo y le muestra su reflejo al joven, el resultado es demasiado bueno a pesar de haber sido con cortes despreocupados, pareciera que tiene la habilidad y destreza del dueño de un salón de belleza—. ¿Qué tal? Cada día mejoro más, ¿verdad, Black?
—Sí.
—Entonces, James, como puedes ver, a pesar de no ser un peluquero como quería, ahora puedo divertirme con ustedes mientras trabajo. ¡Todos ganamos! Tú tienes más tiempo de vida e incertidumbre mientras yo te hago un buen corte como despedida. Es genial, ¿verdad, Black?
—Sí.
La risa causa cosquillas en el interior del mencionado, casi haciéndolo regresar el gesto.
—Excelente, excelente... Ahora sí debemos trabajar, mi querido James. —Los objetos vuelven a su lugar, con excepción de las tijeras y el hombre tiembla fuertemente—. Bien, quiero que me digas algunas cosas, solo tendrás que mover la cabeza afirmativa o negativamente. Pero no puedes mentir, odio las mentiras. ¿Entiendes?
—Sí, señor.
—Muy bien. —Tomando uno de los pañuelos, lo coloca entre sus labios y cubre su boca, evitándole el habla—. Tu nombre es James, pero te conocen como "Silencio", ¿no es así?
El hombre asiente y él ríe, viendo fugazmente a Black sobre su silla.
El más alto, sin mediar palabra —estas ya no son necesarias para comunicarse—, se pone de pie y saca del bolso un folder con papeles llenos de información en otro idioma que son tomados por White de inmediato.
—Gracias, hermano. —Camina despacio leyendo los documentos, tocando con su dedo las hojas conforme va avanzando en la lectura—. Eres francés y si no me equivoco, tu hermano es a quien llaman "La voz". —Gira para ver a su compañero y ríe con verdadera burla—. ¿Puedes creer los seudónimos tan insípidos que han adoptado? ¡Es alucinante!
White sigue riendo y ahora sí es imposible para Black no regresarle el gesto, sus labios se curvan con gracia y delicadeza mientras deja salir una risa suave que más parece un breve quejido.
Entonces vuelven a verse, sus pupilas encontrándose y brillando con un sentimiento tan indescriptible como incomprensible para el resto.
—James, ¿qué es lo que te han dicho de nosotros?, ¿por qué decidiste hacernos esto? —cuestiona con una fingida mueca de dolor, recargando su cuerpo en el de su hermano y jugando con el filo de las tijeras—. Dime, ¿en qué te hemos fallado para recibir tal traición?
Al ver cómo intenta balbucear con todo y pañuelo, uno de los hombres se acerca para retirarlo un poco y dejarle hablar.
—¿Traición? Señores, yo nunca...
—No te atrevas a mentir, no, no, no. —Se pone de pie rápidamente y las tijeras en sus manos se clavan en los muslos contrarios, provocando gritos desgarradores que rompen con el silencio sepulcral.
James grita desmesuradamente y uno de los hombres lo toma del rostro para colocar el pañuelo en su lugar. Lágrimas brotan de sus ojos mientras White suelta un suspiro y se acomoda el cabello para atrás en un solo movimiento.
—James, querido, te dije que no debías mentir, ¿no es así, Black?
—Sí —dice antes de ponerse de pie, parándose a su lado y sujetándolo con un brazo por las caderas.
Nadie lo dice con palabras, pero todos los presentes saben que lo hace con el fin de tranquilizar la ira primitiva que comienza a brotar de cada poro de su ser.
—Bien, James, te lo preguntaré una vez más, pero esta vez asegúrate de decir la verdad. —Se dirige al muslo y entierra con más profundidad la punta de las tijeras, moviendo el objeto en los músculos de la zona al tiempo en que la sangre sale a borbotones—. ¿¡Quién te dijo que entraras a mi casa, asesinaras a parte de mis hombres e irrumpieras en mi habitación!?
Conforme avanzan las palabras el tono de voz va incrementando de volumen hasta terminar en gritos histéricos.
El hombre llora lo más silencioso posible, en su corazón sabe que morirá sin importar lo que diga, pero también sabe que le conviene mucho más decir la verdad, por lo menos podrá evitar mayor sufrimiento.
Cuando le bajan el peñuelo de la boca aprieta los dientes por el dolor, las entrañas se le revuelven y ruega por piedad en sus adentros, recordando la poca familia que le queda y aquello que lo motivó a "traicionar" a 'La hermandad'.
—El ataque a la familia Kim... —Comienza a decir, gimiendo de dolor entre frases—. ¿Recuerda la explosión en... en la mansión de Kim Namjoon y... Kim SeokJin?
—Por supuesto que la recuerdo, tuve que viajar a Estados Unidos para asegurarme de la salud de mis hermanos —responde tajante, molesto por aquellos acontecimientos de hace un par de semanas.
El ataque había sido devastador, explosiones y fuego por todos lados, secciones de la mansión cayéndose a pedazos y muchos miembros de seguridad muertos o severamente afectados.
Aquello que al principio creyeron que era un allanamiento de morada más, en realidad ocultaba un propósito mejor planeado y daños abismales.
La familia Kim, como solían llamarle a uno de los grupos de La hermandad, era liderado por una pareja homosexual. Kim SeokJin llegó a la vida de Namjoon cuando más lo necesitaba, o quizás cuando más preparado estaba. Su relación había sido explosiva desde su inicio, el joven alto de cabellos violetas metálicos despertaba en él los deseos más insaciables. Eran una combinación perfecta pero peligrosa, y eso no estaba mal en ningún sentido, en realidad resultaba bastante efectiva y próspera.
Pronto, se volvieron en un punto llamativo para La hermandad, quienes no dudaron en contactarlos y cerrar un apetitoso trato que los volvió aún más poderosos.
La familia Kim era una de las más allegadas a su núcleo y un día simplemente fueron atacados, agredidos y sus vidas corrieron peligro. Por supuesto que White estaría furioso, el propio Black lo estaba.
—Bueno... Hay alguien que quiere acabar con todas las familias relacionadas con 'La hermandad', deshacerse de las raíces para después atacar el núcleo. ¿Entiende?
—¿Quién?
—No lo sé.
—¿Por qué?
—No lo sé. —La tijera es sacada de su sitio para ser enterrada en el muslo contrario, desgarrando músculos y desangrando más al hombre. Es una escena increíble, un deleite solo para los paladares más refinados—. ¡Lo juro! ¡Juro que no lo sé!
—White... —murmura su compañero, procurando mantener a raya las acciones que parecen salirse de sus riendas.
—Black. —Solo por un segundo su tono no es tan mordaz, nunca lo es cuando se trata de su hermano.
—No puedes matarlo aún, necesitamos que siga hablando.
—¿De verdad crees que nos dirá algo más? Es tan jodidamente inútil que podría orinarse en los pantalones en este momento.
—White.
Moviendo su abrigo a un lado, saca de su espalda un arma, quita el seguro y apunta directamente a la cabeza del hombre a su merced. James tiembla y se muerde los labios, reacio a no suplicar por su vida a pesar de ser necesario. Y White comienza a perder la paciencia, la furia contra aquellos que han osado atacar a los suyos le hace perder los estribos.
—Mi querido James, dame una sola razón para tener lástima por tu miserable vida.
El hombre observa a Black en silencio, siendo ese par de orbes los que lo motivan a decir hasta lo que desconoce, porque todos ahí saben que no hay poder humano o celestial que pueda ayudarlo.
—Si le digo el nombre, ¿me dejará vivir?
—No puedo asegurarlo.
James ríe sin gracia, murmurando maldiciones entre dientes—. ¿Puedo beber otro trago?
—Claro, hermano. —Con un movimiento de cabeza ordena a sus hombres que le acerquen un vaso del que bebe sediento—. Bien, ya tienes tu trago.
—Juro que no sé quién intenta hacerles daño, yo solo sigo órdenes de alguien más, yo... yo... ni siquiera sabía que intentarían matarlos.
—James, déjame decirte que quiero creerte, pero tus acciones no me permiten hacerlo.
—Hermano White, he estado a sus servicios desde hace años, mi lealtad es sincera y he dado a mi familia como prueba de ello. ¿Por qué no puede creerme? —Las lágrimas ya no son disimuladas, la voz se quiebra y los sollozos se hacen presentes.
—Te dije que me dieras lástima, no pena ajena. —White es duro y severo, firme en sus ideales y con un sentimiento de protección insuperable. Conoce sus prioridades y una de ellas es cuidar del hombre a su lado, mantenerlo seguro y junto a él—. Se te acaba el tiempo y a mí la paciencia. ¿Tienes algo más que decir?
—Señor, no puedo darle un nombre, pero sé algo que quizás valga la pena —dice antes de lamerse los labios para humedecerlos, rogando piedad al dios del que hasta ese día se ha acordado—. Ese hombre que me obligó a darle información asegura conocer todo de ustedes, todo de su pasado.
Y eso es suficiente para que White baje su arma.
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[2]
5 años antes
El sol despunta en el cielo bellamente y Jimin sabe que es momento de levantarse, el cuerpo lo siente adolorido con cada movimiento y las sábanas sobre su cuerpo desnudo lo mantienen caliente en el mullido colchón.
Sonríe sin abrir los ojos, recordando lo intensa que fue su noche, las grandes manos que lo sujetaron de las caderas y las penetraciones erráticas que lo mantuvieron despierto y pidiendo por más.
Todo fue alucinante, pero era momento de afrontar la realidad. Debía hablar con Jungkook al respecto, tenían apenas unos meses conociéndose y saliendo, no podían acelerar todo y echar a perder aquella relación que parecía tener un próspero futuro.
Suspirando, abre los ojos y observa con detenimiento las paredes a su alrededor, hay algunos pósters de grupos musicales, de conferencias y armas, pero entre el montón de imágenes sin sentido hay fotos suyas, muchas en realidad. Su corazón se llena de temor sin poder evitarlo y se sienta rápidamente para poder ver mejor las notas al pie de cada una de ellas.
*Su cumpleaños es el 16 de octubre*
*Su color favorito es el rojo*
*Le gustan las bebidas frías y fuertes*
*Tiene una hermosa sonrisa*
*Su nombre completo es Park Jimin*
*Trabaja en una biblioteca, entra a las siete de la mañana y sale cerca de las ocho de la noche*
*Huele sumamente bien*
*Le gustan los gatos*
*Debes buscarlo a la salida*
*Te gusta*
*Están comenzando a salir, debes ser atento con él*
*No olvides comprarle comida*
*Deberías llevarlo a casa*
Siente miedo, temor al creer que posiblemente estuvo con un demente, con alguien que lo ha estado vigilando y acosando por quién sabe cuánto tiempo. Y él cayó en su trampa, estuvo entre sus brazos de la manera más íntima posible, dándole toda su confianza y amor.
¿¡Qué diablos estaba pasando!?
Poniéndose de pie con dificultad debido a la sorpresa y decepción, toma sus prendas y trata de vestirse a la mayor de las velocidades, procurando no hacer ruido para salir sin ser detectado. Se sube la ropa interior y pantalones, se coloca la camisa y luego los calcetines para posteriormente abrocharse los zapatos. Tienta los bolsillos de su pantalón y suspira aliviado al sentir su celular, billetera y llaves.
Ya no importaba nada, el tiempo que llevaban conociéndose o lo mucho que comenzaba a amarlo en secreto, su prioridad ahora era salir sano y salvo de aquel lugar.
Conforme sale de la habitación y avanza por el pasillo encuentra más imágenes suyas, más notas y datos relevantes de su persona. Fotos de sus jornadas laborales, de su salida y entrada al trabajo, de su mascota, de las tiendas que suele visitar o el camino que debe recorrer para volver a casa.
—¿Pero qué diablos? —susurra cubriéndose la boca.
No puede estar más tiempo ahí, debe salir ya.
—¿Jimin? ¿Ya estás despierto?
Jodida mierda.
—¿Jungkook?
El mencionado asiente desde la sala de estar, tiene puesto un pijama celeste y calcetines amarillos. Tierno sin lugar a dudas y todo lo opuesto a lo que creía encontrar.
—Te veías tan profundamente dormido que no quise despertarte —menciona con cariño y su visión barre por el largo de su cuerpo—. ¿Ya te vas?
Jimin sigue temiendo, pero maldición, se trata del mismo hombre con el que coqueteó por varios meses, con el que visitó parques y cines, le mostró sus pasatiempos e incluso a su hijo gatuno. El Jungkook que veía frente a él parecía ser el mismo del que se había enamorado, el que era respetuoso y comprensivo, cariñoso y detallista.
¿Por qué las cosas debían salir así?
—Yo... sí, ya me voy... Acabo de recordar que debo volver a tiempo al trabajo.
—¿Al trabajo? Hoy es domingo, no trabajas.
Imbécil.
—Yo... pues... —Sus dedos juegan entre ellos y busca con la mirada cualquier cosa para poder defenderse de ser necesario.
—¿Es por lo que sucedió anoche? ¿Estuvo muy mal? Oye, no quería que pasáramos a ese nivel tan pronto, mi intención contigo no es un polvo y ya, realmente lo siento si es que te hice creer eso —dice rascándose la nuca, tímido de repente.
Pero a Jimin no le importa si solo fue un acostón, incluso se sentiría aliviado de ser ese el caso.
—No, no te preocupes.
¿Qué hacer? ¿Qué decir?
Ni siquiera mira al joven frente a él, trata de encontrar la salida del departamento, aquella puerta a la que la noche anterior no prestó atención por ir demasiado ocupado besando unos labios delgados.
—¿Qué sucede?
No lo piensa demasiado, en cuanto vislumbra la puerta al final del pasillo corre hasta ella y gira el picaporte con desesperación. Sin embargo, y como era de esperarse, ésta se encuentra cerrada con llave.
—¿A dónde vas? —susurran en su oído. El aliento cálido le eriza los vellos de la piel a su alcance y grandes manos se ciñen alrededor de sus hombros en un firme agarre.
—Jungkook, por favor.
—¿Por favor qué, lindura?
—Suéltame, necesito irme. —Un beso casto cae en su cuello, volviéndolo todo más difícil—. Mis padres, ellos...
—¿Qué sucede con tus padres?
—Por favor, no me hagas daño. —Termina suplicando, siente sus ojos picar y traicioneras lágrimas ya recorren sus mejillas.
No es necesario más para que Jungkook le dé la vuelta y lo recargue contra la puerta, viéndolo con ojos severos y labios apretados.
Las cosas eran peor de lo que él pensaba.
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