•LUCY WILDE•

Tras una larga sesión de fotos bajo la atenta mirada de Jesús, decido invitarle a un café por su amabilidad durante estos días que llevo manteniendo una relación laboral con él. Se sube en su moto y me mira fijamente.

-Sube bonita -dice sonriendo

Asiento temerosa y me siento detrás suya abrazándome a él con las manos en su abdomen. El motor ruge y nos dirijimos hacia el bar más cercano a la boutique. Llegamos y aparca quitándose el casco.

-Ya hemos llegado -dice observándome por el rabillo del ojo

-Lo siento -digo dejando de abrazarle

-Tranquila -dice sonriendo- si tienes miedo a las motos, dímelo -susurra acariciando mi mejilla

-No les tengo miedo, más bien, respeto -respondo explicándome

Entramos en el bar y pide dos cafés, nos los sirven y remuevo el mío tras echarle azúcar.

-Has sido muy amable conmigo estos días -digo finalmente

-Quizás haya estado amable porque me transmites confianza -dice dando un sorbo a su café- es difícil caerme bien desde el primer momento pero no sé, quizás contigo sea diferente

-¿Diferente? -pregunto frunciendo el ceño

-Sí, diferente -dice serio- la última chica con la que estuve me hizo ver la vida de forma que odiara a todo lo que me rodease

-Creo que no te entiendo -digo nerviosa

-Ella era borde, fría, brusca, celosa...me faltan adjetivos para valorarla como persona

-¿Qué me estás queriendo decir?

-Que eres el polo opuesto de lo que era ella

Sus ojos color café se encuentran con los míos, los nervios florecen en mi interior y mi estómago se llena de mariposas revoloteando sin cesar. Me observa detenidamente y muerde su labio tras esbozar una amplia sonrisa.

•JESÚS OVIEDO•

Pasan los días y sigo sintiendo el mismo vacío en mi interior que hace dos años, ese vacío que dejó una chica borde e irrespetuosa de la que me enamoré como un loco sin darme cuenta de que, para ella, solamente era un juguete de usar y tirar. Sí, quizás esa sea una reacción de hombres, utilizar a la mujer, pero en mi caso no fue así.

Jugar con los sentimientos de alguien, destrozar su corazón sin piedad, ahogar tus gemidos sin pronunciar su nombre, deleitarte con sus pupilas, todo eso significaba yo para ella, para esa insensata con cara de ángel pero que en el mismísimo fondo de su corazón era el mismo demonio.

Me doy una ducha para lidiar la tensión que recorre mis venas y suspiro continuadas veces mientras el agua cae sobre mi piel morena. Me enrollo la toalla a la cintura y peino mi tupé con ayuda del secador.

Al terminar, decido ponerme un vaquero negro ceñido con una camisa básica blanca acompañada de la chaqueta de cuero negra y las bambas a juego. Me subo en mi moto y me dirijo a la boutique para arreglar unos papeles con una clienta de la revista.

-Buenos días -digo al ver a mi abuelo

-Buenos días chaval -dice estrechando su mano con la mía- tenemos que hablar

Le indico que pase y se sienta frente a mí en el caro sofá de la boutique.

-Y bien, ¿qué querías decirme? -pregunto curioso

-Tengo que volver a España

Mi rostro se vuelve pálido y lo tapo con mis manos suspirando nervioso.

-¿A España? -digo temblando

-Sí, tu padre me ha pedido que regrese, pero no estarás solo, Daniel llega esta noche, ¿recuerdas?

-Lo había olvidado por completo -suspiro- ¿no puedes quedarte más? -suplico

-Jesús, ya eres dueño de mi empresa, sabrás valerte por ti mismo sin mi ayuda

-Eres el pilar que me sostiene desde que esa mujer... -rompo en llanto desconsolado y me abraza con fuerza.