Capítulo 34
•LUCY WILDE•
El transcurso de los años fluye ante mis ojos, ya no tengo 18 años, mi juventud se ha desvanecido. Mi rostro irradia en una persona adulta, una Lucy Wilde de 25 años que, sin la mejor duda, ha publicado 3 libros y una saga en tan sólo 8 inmensos años. Sí, ya no soy aquella niñita ingenua que se dejaba envaucar por su desquiciada tía y por la dolorosa enfermedad de su madre que hace menos de un año se llevó con ella a un lugar desconocido, pero reconocido por estar rodeado de cientos de ángeles como lo era ella.
Termino de ondular mi cabello inhalando a su vez el olor de su perfume One Million. Él, mi hombre, mi enamoradizo Jesús Oviedo, también ha triunfado en el mundo del estilismo pero, más bien, un estilismo basado en la fotografía.
El blanco y negro de sus cuadros envuelven nuestra habitación como papel de regalo y sonrío inconscientemente cuando me abraza por la espalda besando mi mejilla dulcemente.
-No has cambiado -murmuro nerviosa
-¿Cambiar? -me gira ligeramente
-Sí, cambiar -digo observando el café de sus ojos
-Cambiar es cosa de estaciones chiquita -susurra cerca de mis labios
Su aliento a eucalipto se mezcla con el mío de menta suave y nos fundimos en un cálido beso tras entrelazar nuestras manos.
-Sigues siendo tan frágil como aquel día -susurra melancólico
-Frágil pero no ingenua -recalco consiguiendo que esboce una sonrisa
-¿Ya estás lista? -pregunta tras acariciar mi brazo por la zona descubierta que deja mi vestido
Asiento y bajo las escaleras despacio mientras su mano sujeta la mía y con la otra vuelve a peinar nuevamente su clásico tupé despeinado asegurándose de estar a la perfección.
Tras largos y desesperantes minutos de trayecto en su coche, llegamos a un lugar iluminado por la luz de la Luna y unas velas.
Me ofrece su mano como todo buen caballero y sonrío aceptándola.
-¿Y este lugar tan fascinante?
-Hacía tanto tiempo que no te sorprendía que he decidido prepaparte algo un tanto especial, ¿preparada?
Niego con la cabeza nerviosa y me indica que cierre los ojos, obedezco y los cubre con una fina tela.
-Necesito que sujetes mi mano cuando te lo pida -dice nervioso- dame tu delicada mano chiquita
Se la doy y la coloca sobre una caja con una textura un tanto inigualable tras depositar un beso en ella con total dulzura. Me quita la venda y me pide que permanezca con los ojos cerrados.
-¿Qué sientes? ¿Qué crees que es? -pregunta curioso
-Es una caja pero desconozco su paradero
-Acaríciala, ábrela, busca pistas en ella -dice con voz temblorosa
Hago lo que me dice y sonrío al abrir la caja. Un anillo del que ignoro el modelo y el color se enmarca, concretamente, en el centro de la caja colocado sobre un algodón y rodeado con una delicada cinta.
-¡Es un anillo! -grito emocionada
-Abre los ojos mi niña -dice acariciando mis manos
Abro mis ojos color café cuya estela verdosa sigue viva, resplandeciente. Mi mirada se clava en su robusta figura anclada con una rodilla al suelo mientras sujeta y acaricia mis manos con dulzura.
-Sé que quizás sea un tanto precipitado que te pida esto, también sé que tenemos toda una vida por delante llena de ilusiones y sueños que cumplir, pero también sé que mi corazón late por ti pequeña, que mi corazón ha resistido a las peores consecuencias que nuestro alocado amor ha podido causar, pero llevamos 8 años juntos, 8 inmensos, inolvidables e inigualables años y sueño cada noche con despertar cada mañana a tu lado y poder decir 'mi esposa' sin que nadie me tome por loco -se toma un respiro y prosigue- ahora dime nena, ¿te casarías con este loco fotógrafo que se ha anclado a tu piel como una imagen fotográfica al flash de la cámara?
•LUCY WILDE•
Observo sus hipnotizantes ojos color café perdiéndome en ellos mientras acaricio el anillo con la yema de mis dedos.
-¡Hazlo Lucy Wilde, no tengas miedo! -susurra mi corazón
-Aceptaría al loco que tengo ante mis ojos por una pizca de seguridad, fidelidad y felicidad que, indudablemente, me transmites con tus ojos de la más lujosa cafeína -susurro sujetando su mano
Abro mi mano extendiendo el anillo en ella y lo coge delicadamente para introducirlo en el dedo anular de mi mano izquierda. Los fuegos artificiales bañan el cielo por la luz de la Luna y las estrellas que la acompañan, un 'te amo desde lo más profundo de mi ser' empapa mis oídos haciéndome estremecer y sonrío inconscientemente.
-Ahora sí puedo decir que eres oficialmente mi prometida -susurra rozando mis labios
-Unirme a ti por completo no quedaba en un simple polvo de una noche como muchos creían -murmuro nerviosa
-Unirme a ti fue más que un polvo de una noche, unirme a ti fue el despertar de mi corazón, lo reviviste y le enseñaste a sobrevivir en el inmenso mar que baña tus hermosos ojos
Une nuestros labios y coquetea dulcemente con mi lengua mientras se aferra a mi cintura dando paso a un mes lleno de emociones. Sí, de emociones.
Camino sobre la alfombra roja algo desgastada con un gran vestido blanco de cola larga ceñido a mi figura. La espalda permanece descubierta bajo un encaje floral que cubre, casi en su totalidad, el vestido en todo su conjunto y que realza aún más mi pecho.
Un sofisticado recogido se ancla a mi cabello y unos pendientes de alta pedrería hacen relucir mi rostro. Bajo el brazo de mi cuñado, Daniel Oviedo, y ante los ojos de las escasos personas que hemos invitado, llego al altar donde me espera mi entrañable Jesús Oviedo con un esmoquin negro cuya camisa blanca junto a una corbata y un chaleco beige bañan mis ojos de lujuria pero aún más de felicidad plena.
•JESÚS OVIEDO•
Mi reluciente mirada se encuentra con la suya empapada de felicidad. Sonrío al sostener su mano y recibir la bendición de mi hermano gemelo, y seguidamente comienza nuestra ansiada boda. Sí, nunca había deseado casarme pero cuando tienes a la mujer de tu vida ante tus ojos, cambias, cambias de tal manera que ni tu mismo te reconoces.
El cura, un agradable conocido de la familia, comienza con los votos matrimoniales y Lucy mantiene firme su mirada puesta totalmente en mí.
-Yo, Jesús Oviedo, prometo amarte, honrarte y apreciarte siempre aún dentro de esta adversidad
-Yo, Lucy Wilde, prometo amarte, valorarte e incluso cuidarte siempre pese a quien le pese
-Jesús Oviedo, ¿aceptas a Lucy como legítima esposa y prometes serle fiel en la salud y en la enfermedad, en la riqueza y en la pobreza durante todos los días de tu vida? -dice mirándome
-Sí, acepto -digo perdiéndome en la dulce sonrisa de mi futura esposa
-Lucy Wilde, ¿aceptas a Jesús como legítimo esposo y prometes serle fiel en la salud y en la enfermedad, en la riqueza y en la pobreza durante todos los días de tu vida? -la observa
-Sí, acepto -dice con ese tono dulce que tanto me enloquece
-Bien hijo, puedes besar a la novia -indica sonriendo
Observo a mi reina esbozando una amplia sonrisa que se complementa con la suya, sostengo sus manos entre las mías entrelazándolas y nos unimos en un suave pero profundo beso que ocasiona una felicidad extrema en mi interior.
Salimos de la iglesia donde bañan nuestros lujosos cuerpos en arroz y pétalos de rosa mientras gritan el clásico 'vivan los novios' hasta que entramos en la limusina dirigiéndonos al aeropuerto donde comenzaremos, directamente, nuestra luna de miel, sin celebraciones ni compromisos.
•JESÚS OVIEDO•
El transcurso de los años sigue fluyendo ante mis ojos pero esta vez puedo palparlo. La belleza de mi adorada esposa, Lucy Wilde, sigue sin desvanecerse, o al menos eso creo. La palidez se apodera de ella, y no por la vejez, la enfermedad fluye por sus venas a una velocidad de vértigo que, quién sabe si pasará de esta noche, porque ni yo mismo lo sé.
Acaricio su mano dulcemente y la beso justo antes de que el doctor me indique que salga fuera.
-¡Malas noticias Oviedo! ¡No huyas ahora! -susurra mi subconsciente
-Me temo que no podremos hacer nada más por ella -dice nervioso
-¿Cómo? Joder, le he pagado a miles de médicos gastándome un dineral en intentar salvarla ¿y aún tiene la cara de decirme que no pueden hacer nada por ella? -grito alterado
-Señor, estamos haciendo todo lo posible pero comprenda que la enfermedad de su esposa es bastante grave y no tiene cura -recalca haciéndome daño con sus últimas palabras.
Salgo corriendo huyendo de esta desesperación tan injusta que estoy sintiendo, una presión en el pecho se apodera de mi corazón y se vuelca al repetir esas palabras 'la enfermedad de su esposa es bastante grave y no tiene cura'.
-¿Por qué me haces esto? ¿Por qué me torturas de esta manera dios mío? -grito ahogándome en el llanto más desesperado que existe
Una mano reposa en mi hombro, una mano de una desvaneciente sombra, la de mi añorada abuela.
-Siempre estás cuando te necesito, ¿por qué no me ayudas ahora? -reprocho
-El destino viene marcado en cada portada junto al título hijo, no sufras, estas heridas de placer se anclarán a tu ser y te harán ver la luz después de tanta oscuridad, ahora ve con ella y disfruta de sus últimos instantes de vida
Su tierna figura basada en la vejez se desvanece con la brisa y corro hacia su habitación limpiando mis lágrimas.
Sujeto su mano acariciándola con la yema de mis dedos y beso sus labios por última vez. Siento que acaricia sutilmente mis dedos para, seguidamente, dedicarme una sonrisa y un último adiós.
-Te seguiré amando desde la adversidad del cielo -susurra con un hilo de voz- cuídate mi vida
Las lágrimas vuelven a brotar de mis ojos pero esta vez sin cesar.
-Te amo y te amaré siempre reina -susurro sobre sus labios
La máquina comienza a emitir un ruido bastante desesperante, un ruido que indica el fin de los latidos de su corazón pero que no indica el fin de nuestra historia, porque ella, solamente ella seguirá siendo mi mujer, mi esposa, la niña de mis ojos, el amor de mi vida, la dueña de estas heridas de placer que escribirán un antes y un después de una historia basada en la eternidad de un amor verdadero; un amor que, sin lugar a dudas, no significó el final del cuento de dos seres que se aman y se amarán aunque uno de los dos se haya desvanecido por completo.
{FIN🌹✨}
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