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—Ya no te harás cargo de las cuentas.

Iban abuelo y enfermero por la senda del latifundio, adentrándose por los vientos frescos de la tarde cuando Don Joo le anunció de ello.

—Oh —fue lo que había soltado el joven—. Me pica la curiosidad saber la razón de su decisión... —se rascó el borde de su oído, algo descolocado con lo inesperado de la noticia.

—Muchacho Kim —nombró acurrucado en su silla de ruedas—, estoy empezando a desconfiar de mi nieto desde que encontré cigarrillos en su pieza, y su personalidad ya no me cuadra. 

—¿Ya no le es de fiar? —quiso saber intentando ser ajeno a su juicio— ¿Por eso es que quiere proteger lo que es suyo?

—Sabes exactamente cómo leerme la mente —le halagó—. Tomaré el control de mis ahorros ahora en adelante porque sé que Jungkook los codicia más que otra cosa, y lo noto en sus ojos. ¡Esos ojos dicen más que mil gritos! —exageró y Taehyung, aún sin poder verle el semblante, sabía que lo llevaba fruncido— Además, podrás aprovechar ese tiempo libre como descanso. ¿Qué opinas?

Ya habían arribado a la puerta principal y el enfermero se ocupó de darle el paso a su mayor.

—Creo que debe hacer lo que crea correcto, Don Joo —no le puso mucho empeño a sus alientos, pues no podía imaginarse un día sin chequear por el rabillo del ojo un poco de la herencia escondida entre ajados libros. Lo sentía como una decepción imperdonable.

El cuerpo del muchacho castaño les detuvo todo paso en medio del salón, allí parado y sombrío.

—Enfermero, déjame hablar a solas con mi viejo.

Con la sola vista reprobatoria del viejo a su nieto, obedeció para no causar más apabullamiento. No le agradaba ser el tercero en un dúo, y se retiró. Tentado en husmear como el cotilla en que se estaba tornando últimamente.

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No estaba dispuesto a seguir tachándose como un arquetipo de delator. No obstante, cayó en la mala sugestión de ir a registrar en la intimidante habitación del nieto veleidoso en demasía. Tenía mucho en dónde perderse, así que empezó por abrir un cajón al azar y se topó con unas fotografías antiguas de lo que parecían ser familiares como su madre, una mujer seria pero hermosa con piel de porcelana; mascotas tales como perros, gatos, y peces, pues así dedujo que al nieto le apasionaban los animales. Fue complacido por un minuto, pero para otro, se halló infundiendo pesadumbre en sus pensamientos, pues, por más que viese lo más relevante de las fotos, en el fondo se notaba cuan menesteroso vivió en algún punto de su vida. Se preguntó el porqué. Y en otro cajón a la izquierda se topó con más de estas memorias: un pequeño Jungkook cocinando, amasando, horneando galletas; alimentando a su manada de gatos; recuerdos de su primer día de escuela; lo que suponía ser uno que otro amigo de Jungkook en secundaria; su mamá hospitalizada...

—Oh... —se abatió al delinear las profundas ojeras en el rostro fotografiado de su madre, acongojándose— Parece más reciente que las demás...

En ese entonces llega Jungkook, arrastrando las suelas de sus zapatos y descubriendo un Taehyung estático justo en su punto. Al castaño se le habían abierto los ojos de par en par, y el enfermero entró en espanto cuando el hombre por poco corre hacia sus fotos, birlando sus especulaciones en un tris y arrebatando lo que era suyo de por sí.

—¡De esto es lo que te hablo! ¿¡Lo ves!? —le alega con un deje de arrebato— Mi vida no fue la mejor, y este viejo sabe exactamente lo que hizo —admitió mirándole a los sorprendidos ojos—. Don Joo nunca ayudó en nada a mi mamá, su hija, porque era un maldito tacaño vicioso. ¿¡Entiendes!? ¡Abre tus ojos! —pidió exasperado— Don Joo terminó así de enfermo como por sus malos hábitos y ahora está podrido. Tenía un complejo de niño mimado, y era insoportable. ¡Y yo tuve suerte de ser el único imbécil que se preocupó de él todo el tiempo! Así que debe recompensármelo quiera o no. ¿Comprendes? —tragó un poco y continuó, como si con ello no le cundiera lo que todas sus emociones tejían— Y... ¿Sabes algo, Kim Taehyung? —el nombrado se trató de pintar apacible mientras esclarecía sus ideas— Si... Si Don Joo llegará a darte su herencia, ten por seguro que iré tras de ti. O... ¿Sabes? Si quieres zafarte de mis amenazas —se relamió los labios resecos antes de formular su propuesta peligrosa—, podrías unirte a mí.

Taehyung parpadeó desosegado.

—¿Unirme a ti...?

—Piénsalo —insistió—. Se duplicarían las posibilidades, Kim Taehyung.

—Jungkook —le cortó de repente—, este no es un juego de apuestas. Es la herencia de un anciano y todo radica en él. Entiendo que Don Joo... no fue la mejor persona con tu familia pero, si te soy sincero, todo depende de él...

—Y de nosotros —quiso corregirle.

—Jungkook.

—Piénsalo. Solo te pido que lo pienses —suspira y coloca un cigarrillo entre sus belfos agrietados—. Por favor...

Taehyung solo lo observó, se había decidido por irse del cuarto antes de caer en las persuasiones del otro y cerró la puerta tras él para que el inminente humo no trascendiera indecoroso por la casona.

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Y lo pensó hasta el colmo, pues era lo único en lo que su cabeza avasallo inconsciente. Maldecía por lo bajo cada vez que intentaba hallar el sueño en su pereza y no lograba nada. Iba y venía por su cama, regresaba a dar las impacientes vueltas por la habitación, y se hartó. 

No tenía ganas de ojear por los pasillos esta vez, así que optó por tomar un abrigo y salir por la puerta para aprovechar del silencio.

Pero el silencio se transformó en otra blasfemia cuando se encontró con la misma cara de siempre. 

—Linda noche, Taehyung.

Suspiró. Inspiró y suspiró. 

—Linda noche, Jungkook —lo dijo con pocas ganas.

—Acompáñame —le invitó a la baranda y allí se posaron, a observar la hierba alta ir de allá para acá con los vientos de madrugada.

—Jungkook —pronunció por la boca—, tus palabras han invadido mi cabeza por todo el resto de mi día, y te confieso que ya no sé en qué pensar.

—Justo como esperaba —le sonrió con un deje de victoria en las comisuras. Sin embargo, al acercarse al enfermero, este pudo notar una tristeza a través del pesado humo—. Tú serás el heredero —soltó de pronto.

Taehyung parpadeó.

—No lo dices en serio. No esta vez —desvió su mirar al prado—. Yo solo soy un-

—Un enfermero que se ganó la confianza de mi viejo —no borró su sonrisa por ni un segundo—. Era muy obvio que acontecería así. Eres el tipo de persona que Don Joo esperó toda su vida. Yo solo le significo una compañía; nada comparado a ti.

—No digas eso, Jungkook.

—¿Y qué quieres que diga? —no recibió respuesta alguna, y su vista se fue a las oscuras nubes— Bueno. ¿Qué piensas hacer con todo ese dinero?

—Te digo que no va a ser mío —se estaba agobiando de seguirlo repitiendo.

—Pues mío tampoco será, Taehyung. El viejo borró mi nombre de la herencia.

Un silencio, una duda y un miedo imparable se acrecentó.

—¿Q-Qué?

Jungkook rió por lo bajo.

—¿Sabes? El verdadero Taehyung está dispuesto a ganarse la lotería. Y este que tengo delante, es solo una farsa —vio el entrecejo del enfermero arrugarse.

—Tú no me conoces.

—Te conozco lo suficiente, Kim Taehyung —de su bolsillo saca un arrugado papel de diario y se lo tiende al pelinegro, quien lo recibe titubeante— Esa es tu hermana, ¿no? La acusaron de farsa en América del Norte.

Taehyung no pudo despegar sus ojos del pedazo de diario. Un calor maligno le invadió el corazón y sintió injusticia, recordó a sus padres en casa, llenos de angustia, y se imaginaba las maldiciones que bombardearían hacia los Kim cuando la noticia se explayase aún más. Se llenó de impotencia, y se aguantó las lágrimas calientes.

—Por la mierda... —apretó la mandíbula.

—Taehyung. Ahora dime qué es lo que quieres —le incitó.

—No —gruñó.

—Taehyung —le estaba poniendo a prueba.

—No...

—¡Taehyung! ¡Dime qué es lo que necesitas! ¡Admítelo!

—¡No! 

Taehyung le había empujado violentamente, pero las uñas del castaño se habían anganchado en su camisa y lo atrajo con el al duro suelo de madera. Habían comenzado a pelear con tirones hasta que Jungkook le dominó por completo y ríe fuera de lugar.

—Taehyung —sonrió negando—, la herencia será tuya. Y... lo que es tuyo será mío.

Mas una risa desprevenida, oscura y con lujo de ser siniestra, fue perversa, y se la mostró con los dientes. Intimidante al cien. Se oyó ronco y desconcertante.

Jungkook había sacado al verdadero Taehyung, uno más complejo que el cuerdo.

—Eso ya lo veremos... —le había soltado, y Jungkook no supo si agradarse o inquietarse con su resultado— Pero primero... deberás ganarte mi llana confianza.

—Entonces, dime cómo ganarte... —inexpresivo le agarró del mentón, como si estuviese analizando más allá de lo que sus ojos cristalizaban— ¿Quieres que seamos amigos? —preguntó acercándose— ¿Ser aliados? ¿Socios? O... ¿Devotos? —Taehyung se estaba perdiendo en la inmensa gracia y atractivo de su cara, y un calor recorrió como en campeonato por sus venas, tal fuego ardiente— Enfermero, ¿te estoy quitando el aliento?

Taehyung rió embelesado.

—Me estás poniendo a prueba —y nervioso quiso admitir,

Justo cuando una congelada mano intenta colarse intrusa por la hebilla de su cinturón, con malas intenciones, Taehyung le exhorta demandante.

—No juegues con fuego.

Jungkook decoró aún más su rostro.

—¿Y si decido quemarme?

Esa misma noche bajo las estrellas, el joven y caprichoso nieto supo cómo amistarse con el ejemplar enfermero de la casona; el futuro heredero. Y había despertado algo en Taehyung. Algo demasiado fogoso para ser cierto. 

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