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Acompañante de hombres

Pisaba la luz anaranjada del alumbrado público mientras andaba para casa.
El viento golpeaba mi rostro agachado haciendo volar los mechones de la frente, con una mano sostenía mi abrigo y las llaves de mi casa. La otra dentro del bolsillo donde traía una piedra.

A lo lejos se escuchaban las sirenas de las patrullas, las hojas de los arboles chocando entre sí por el fuerte viento y solo importaba que mis tacones fueran los únicos que sonaran durante el trayecto del callejón que lleva a mi casa.

—A ella no —gritó un  hombre detrás mío.

El frío recorrió todo mi cuerpo, mis manos empezaron a sudar y apreté con todas mi fuerzas la piedra que traía en el bolsillo, y traté de no verme tensa.

No voltee cuando escuché pasos apresurados alejándose.

—Maldita sea —pensé.

Seguí caminando pero con el paso más apresurado, casi trotando, al final del callejon vi el árbol de mi casa y me sentí más aliviada.

Subí las escaleritas de la entrada y abrí enseguida la puerta, el olor a detergente y pollo me recibió a mí y a mi estómago hambriento.

—Ya llegué —grité mientras me quitaba el abrigo.

Vi la hora en el reloj de la pared. 11:40. Más temprano que otros días.

Fui a la cocina y vi a mi padre fumando con la ventana abierta, cada vez mi padre se veía más viejo pero no dejaba el cigarro. Siempre decía: —He trabajado toda mi vida para darme mis gustos, y este es uno de ellos.

—Hola, pá. Sabía que estabas despierto. —Fui a darle un beso y le quité cigarro de entre los dedos.

—¿Cómo te fue? —preguntó con el entrecejo fruncido, esperando a que le diera su -precioso-

Di una calada y se lo devolví, saqué la cabeza en la ventana para sacar el humo. Se burló dándose cuenta que solo lo guardo en la boca.

—Hoy fui con la misma persona de ayer, al parecer empezara a ser cliente frecuente.

—¿Alguien te reconoció? —apagó el cigarro y fue a servirme de cenar.

—No, por ahora. —Me senté en el pequeño comedor de madera y empecé a comer.— ¿Los niños ya comieron?

—¿Niños? —la voz indignada de mi hermano se escuchó desde la sala.

Mi padre rio y fui con mi plato a la sala. Me senté en el silloncito y vi a mi hermano con su uniforme del trabajo mientras hacía las cuentas de la escuela de Jack.

—Ten —saqué el dinero de mi zapatos—, es lo de  hoy.

Contó el dinero y me miró sorprendido: —¿Y este quién es?

—Ya sabes, uno más de la ciudad. —Prendí la tele y me acosté como pude en el sillón.

—Por cierto —dije—, Jade tiene un novato.

—¿Te hicieron algo? —me miró serio.

—Nop, le gritó al novato "a ella no" —imité su voz grave—, pero admito que sí me espanté.

Pasé dos horas contándole a mi hermano todo lo que había hecho desde que salí de casa, lo que había comido e imitamos como hablaba la gente de la Ciudad.

Supusimos que papá ya se había ido a su habitación, así que hicimos lo mismo.

Pasé a ver a mi hermano pequeño quien ya estaba dormido y le dejé a un lado de su almohada un juguete que le compré de regreso en un mercadito. Le di un beso en la frente y salí de la habitación de mis hermanos.

Caminando hacia mi cama fui sacándome los tacones aventandolos caprichosamente y me senté en la orilla.

Me quite los aretes, y los dejé sobre un plato en mi mesita de noche. Me desvesti y colgué mi vestido detrás de la puerta, hice mis medias en una bola y puse mi despertador a las seis de la mañana.

Me metí en las sábanas y cerré los ojos.

Otro día más había acabado.

—Jack, ¿ya te estás vistiendo? —grité desde la cocina mientras hacía el desayuno.

—¡Ya voy! —Jack bajó corriendo las escaleras con su mochila golpeandole la espalda.

Papá bajó detrás de él, con toda la calma del mundo mientras bostezaba en sus pijamas azules.

—Tenemos 20 minutos, come bien —mi hermanito se sentó y empezó a comer. —Papá, sirvete, la comida está en la sartén. En el refrigerador está el jugo de naranja, sacalo por favor.

—Si, hija, ve a apurarte —me alcanzó en las escaleras y me dio un beso en la frente.

Subí corriendo a mi habitación y planché mi uniforme lo más rápido posible que el hombre común.

—Diablos, diablos —maldecía entre dientes mientras buscaba mi moño en las cajoneras, en el piso, en el baño... —ya te gustó desaparecer. —rebusqué en el piso— ¡Aquí estás!

Rápidamente me puse mi uniforme, me hice una coleta alta y me puse un poco de maquillaje tratando de tapar el que no me quité anoche.

Bajé corriendo nuevamente las escaleras y mi hermano ya estaba esperándome en la entrada, papá me dio una bolsa de plástico con fruta y salimos con apenas dos minutos de atraso.

Apenas estaba saliendo el sol, así que nos fuimos tomados de la mano casi corriendo por el callejón para alcanzar el autobús.

—¡Olvidé mi credencial! —dijo mientras íbamos subiendo el autobús.

—Por el amor de Dios, Jack, siempre te he dicho que uses el portacredenciales que te compré, para esto mismo —le hice ademanes para que siguiera subiendo.

Pagué las cinco monedas y nos sentamos, le dije que durmiera mientras llegábamos ya que de aquí a la Ciudad era hora y media. Mientras tanto iba comiendo la fruta que papá puso para mí.

Tuve que hablar con la señorita que siempre estaba en la entrada recibiendo a los niños para que dejara pasar a mi hermano. Y era lo que más aborrecia en el mundo.

La señorita era una mujer bastante clasista, y verme con el uniforme del trabajo me hacía protagonista de sus reuniones con otras maestras.

—Me sorprende que puedan pagar esta escuela —dijo con tono burlón mientras me despedía de mi hermano.

Él también se dio cuenta, pero le dije que se metiera. Ignoré a la señorita y vi a mi hermano alejándose, saludando a sus compañeros y por supuesto, él era la inversión de todos. Me sentí feliz por él.

—Ya puede irse a limpiar baños, Briella.

—Me sorprende que usted siendo una persona preparada y de "alta sociedad" sea tan ignorante —me miró sorprendida, quizá no esperaba que le contestara y si lo hacía, esperaba que esta fuera la última vez que hablara así de mí. —Que tenga buen día, señorita.

Corrí para tomar otro autobus que me llevaba a mi trabajo, a la primer casa del día.

No me quejaba, pero así era mi vida: servicio doméstico de día, acompañante de hombres de noche.



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