Capítulo XV: Confrontación
La niebla se espesó a su alrededor, como si el aire mismo estuviera lleno de una tensión palpable. La figura oscura ante ellos se erguía como una sombra viviente, sus ojos brillando con una luz antinatural que reflejaba el hambre y la sed de poder.
Sebastián sintió cómo la determinación crecía dentro de él. No podían dejar que la oscuridad los consumiera, y, al mirar a su lado, vio la luz en los ojos de Samael. Su hijo estaba dispuesto a luchar, y esa conexión les daba fuerzas.
—No tenemos miedo de ti —dijo Sebastián, su voz resonando con firmeza a pesar de la incertidumbre en su interior—. La luz que hemos liberado es más fuerte que cualquier sombra.
La figura oscura sonrió, y el eco de su risa resonó en el aire. Era un sonido escalofriante, como el crujir de huesos viejos.
—¿Acaso creen que pueden detenerme con palabras? Ustedes son simples marionetas en este juego. Las sombras son eternas y están destinadas a reclamar lo que les pertenece —respondió, su voz llena de desdén.
Sebastián se aferró a la mano de Samael, sintiendo la conexión entre ellos.
—No somos marionetas. Hemos enfrentado nuestra verdad, y estamos listos para luchar —declaró Sebastián, sintiendo que la energía comenzaba a fluir a través de él.
La figura oscura se abalanzó hacia ellos con una rapidez aterradora, pero Sebastián levantó la mano, canalizando la luz que había dentro de él. Un destello brillante emergió, chocando contra la sombra y creando una onda de energía que roncó en el aire.
—¡Samael, mantente cerca! —gritó Sebastián, mientras la figura retrocedía momentáneamente.
Samael asintió y levantó su propia mano, sintiendo cómo la luz también emanaba de él. Juntos, comenzaron a crear un escudo de energía que los protegía de la oscuridad. Las sombras se retiraban, pero la figura seguía avanzando, y el eco de su risa seguía sonando.
—No pueden detener lo inevitable. La oscuridad siempre encuentra la manera de regresar —dijo la figura, acercándose lentamente.
—¡No si nos mantenemos unidos! —exclamó Sebastián, sintiendo que la luz dentro de ellos se intensificaba—. Debemos recordarlo, Samael. Nunca estamos solos.
El poder que emanaba de su conexión se convirtió en una fuerza tangible, un torrente de luz que comenzó a rodearlos. La figura oscura se detuvo, sintiendo la intensidad del poder que se estaba liberando. Sebastián sintió que la energía vibrante se intensificaba, y con cada pulso, la figura parecía encogerse.
—No... esto no puede ser —murmuró, su voz llena de incredulidad.
Con un grito de desafío, Sebastián y Samael concentraron su energía en un solo punto, formando una esfera de luz que se elevó en el aire. La esfera comenzó a girar, creando un remolino de energía que iluminaba el claro y ahuyentaba la oscuridad.
—¡Ahora! —gritó Sebastián, sintiendo cómo el poder crecía dentro de ellos.
Juntos, lanzaron la esfera de luz hacia la figura oscura. La esfera chocó contra la sombra con un estallido brillante, y en un instante, la oscuridad se disipó, dejándolos envueltos en un resplandor radiante. La figura se desvaneció en un grito agónico, y Sebastián sintió que una parte de la carga que había estado llevando se aligeraba.
Pero a medida que la luz brillaba, la niebla comenzó a disiparse, revelando un paisaje desolador. La lucha no había terminado; las sombras estaban atentas, y la batalla aún se libraba.
Sebastián se giró hacia Samael, sintiendo el temor en su mirada. Era una sensación de vulnerabilidad, pero también de fuerza renovada.
—Lo hicimos, hijo. Pero debemos estar alerta. La oscuridad no se rinde fácilmente —dijo Sebastián, su voz firme.
Samael asintió, comprendiendo que la lucha apenas comenzaba. Con un respiro profundo, se prepararon para continuar.
Con el corazón lleno de determinación, comenzaron a avanzar por el bosque. Cada paso que daban estaba impregnado de la luz que habían liberado, y con cada movimiento, la sombra parecía retroceder un poco más.
Mientras caminaban, Sebastián sintió que la energía en el aire se transformaba. Había un cambio en el ambiente, una sensación de que algo estaba a punto de revelarse. La niebla que había envuelto el bosque comenzó a despejarse, y ante ellos apareció un antiguo altar de piedra, cubierto de símbolos y runas que brillaban con un resplandor suave.
—Mira, papá —dijo Samael, señalando el altar—. ¿Qué crees que es?
Sebastián se acercó con cautela, sintiendo que la energía emanaba de la piedra. Había algo poderoso en aquel lugar, como si estuvieran en el umbral de una revelación.
—No lo sé, pero siento que aquí hay respuestas —respondió Sebastián, mientras observaba los símbolos.
Samael se acercó más, tocando la superficie del altar. Cuando lo hizo, un torrente de energía fluyó a través de su cuerpo, llenándolo con una sensación de euforia y poder.
—¡Papá! —gritó, su voz llena de asombro—. Siento algo. Es como si el altar estuviera conectado a nosotros.
Sebastián se acercó, sintiendo que la energía se intensificaba. Era un poder antiguo que resonaba en el fondo de sus venas, como si estuviera despertando algo que había estado dormido durante siglos.
—Tal vez este sea el lugar donde podamos aprender más sobre nuestra conexión con la oscuridad —dijo Sebastián, sintiendo que la curiosidad y la determinación se unían en su pecho.
Mientras ambos estaban frente al altar, las runas comenzaron a brillar intensamente. Era como si respondieran a su presencia, y el aire se llenó de murmullos que resonaban en sus mentes. Eran susurros que hablaban de sacrificios y redención, de la lucha eterna entre la luz y la oscuridad.
—¿Qué están diciendo? —preguntó Samael, sintiéndose abrumado por la energía que los rodeaba.
—Están hablando de la conexión que tenemos. De lo que debemos enfrentar para liberarnos completamente de la oscuridad —respondió Sebastián, sintiendo que cada palabra resonaba en su interior.
Entonces, un destello de luz emergió del altar, iluminando el claro y revelando una figura que parecía surgir de la piedra. Era la representación de un anciano, su rostro lleno de sabiduría y poder.
—Bienvenidos, hijos de la luz —dijo el anciano, su voz resonando como el eco de mil vidas vividas—. Han venido a buscar la verdad, y aquí encontrarán el camino hacia la redención.
Sebastián y Samael se miraron, sorprendidos y emocionados. La presencia del anciano era reconfortante, y en su voz había una promesa de respuestas.
—¿Qué debemos hacer? —preguntó Sebastián, sintiendo que este era el momento que habían estado esperando.
—Debes aceptar el sacrificio que llevan dentro. La oscuridad no solo se enfrenta; se comprende y se transforma —dijo el anciano, con su mirada fija en ellos—. Este altar es un lugar sagrado. Solo a través de la aceptación de su verdad podrán liberar el poder que llevan en su sangre.
Sebastián sintió que la gravedad de las palabras del anciano caía sobre él. El sacrificio que habían enfrentado era más que un acto físico; era una aceptación de quienes eran. La luz y la oscuridad eran partes intrínsecas de su ser, y debían reconciliarse.
—Estamos listos —dijo Sebastián, sintiendo que su corazón latía con fuerza.
Samael asintió, con su mirada firme y decidida. Juntos, se acercaron al altar, dispuestos a enfrentar lo que fuera necesario.
Con una última mirada hacia el anciano, sintieron la energía comenzar a fluir entre ellos. Era el momento de aceptar su sacrificio y enfrentarse a la oscuridad que los había perseguido.
El sacrificio no sería fácil, pero juntos podrían transformarlo en luz.
Gracias por seguir leyéndome.
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