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Capítulo X: La revelación

El silencio en la habitación se volvió denso y palpable. Sebastián sintió cómo su corazón latía con fuerza, como si su cuerpo quisiera romper el aire cargado de tensión. La figura del hombre había retrocedido, pero su presencia aún pesaba en la atmósfera. Cada palabra, cada susurro resonaba en la mente de Sebastián como un eco distante, recordándole que las sombras no estaban lejos.

Samael, por otro lado, parecía cada vez más intrigado por la figura que tenía frente a ellos. Sebastián no podía dejar de preguntarse qué pensaba su hijo, cómo se sentía en ese momento. ¿Sería la curiosidad lo que lo mantenía cerca de ese extraño?

—Papá, ¿por qué no escuchamos lo que tiene que decir? —preguntó Samael, su voz casi un susurro, lleno de un asombro que Sebastián no podía entender.

—Porque no sabemos quién es. No sabemos qué quiere —respondió Sebastián, sintiendo que la ansiedad crecía dentro de él—. No voy a dejar que te involucre en esto.

La figura, que se había mantenido al margen, dio un paso hacia adelante.

—Solo intento ayudar. Hay verdades en este mundo que son necesarias para su supervivencia. Esta conexión que tienen es más fuerte de lo que pueden imaginar. Y si no enfrentan lo que realmente son, la oscuridad los consumirá.

Las palabras del hombre resonaron en la mente de Sebastián. Había una verdad en lo que decía, una verdad que había estado ignorando desde el momento en que se convirtió en vampiro. Había creído que podía proteger a su hijo de la oscuridad, pero ¿acaso era esa la forma correcta de hacerlo?

—No puedo dejar que te lleve a ese camino —dijo Sebastián, su voz cargada de preocupación—. No puedo perderte.

Samael lo miró, y en sus ojos había una mezcla de comprensión y determinación. Era un vistazo del joven que estaba empezando a descubrir quién era realmente, pero eso no le daba a Sebastián el derecho de permitir que se expusiera a más peligro.

—Papá, estoy aquí. Te prometo que no dejaré que me lleve. Solo quiero entender —dijo Samael, su voz firme.

La figura sonrió levemente, como si se sintiera complacida por la respuesta del joven.

—La verdad no es solo la respuesta que buscan, sino también el camino hacia su libertad. Si desean avanzar, deben enfrentarse a su destino. Es un camino que no pueden evitar.

Sebastián sintió que su estómago se encogía. Sabía que la lucha que estaban a punto de enfrentar no sería fácil, pero el poder que emanaba del hombre lo llenaba de una inquietud indescriptible. No podía dejar que su hijo se perdiera en esa búsqueda.

—Y si nos negamos? —preguntó Sebastián, desafiando al hombre—. ¿Qué pasará si no queremos escuchar?

El hombre inclinó la cabeza levemente, sus ojos centelleando con una luz extraña.

—La elección siempre es tuya. Pero, ¿realmente creen que pueden escapar de lo que son? Las sombras han estado persiguiéndolos, y la verdad es su única protección.

Sebastián sintió que las palabras del hombre resonaban en su interior. Había una verdad amarga en lo que decía, y el miedo comenzaba a apoderarse de él. Sin embargo, su instinto de protección hacia Samael lo mantenía firme.

—No pienso dejarte solo, hijo. Nunca te dejaré ir a esa oscuridad —dijo Sebastián, dirigiéndose a Samael.

—Pero tal vez sea lo que necesitamos, papá. Tal vez esto es lo que nos unirá —respondió Samael, con su voz imperturbable.

El hombre observó con interés, como si viera el conflicto interno de Sebastián reflejado en la lucha de su hijo. La figura parecía disfrutar del caos emocional que se había desatado en la habitación.

—Tú, Sebastián, siempre has buscado protegerlo. Pero, ¿qué harás cuando el verdadero peligro se acerque? ¿Dejarás que el miedo te controle, o tendrás el valor de enfrentarlo?

La tensión aumentó, y Sebastián sintió cómo la ira y la desesperación se unían en un torbellino de emociones. Tenía que decidir. No podía permitir que el miedo gobernara sus acciones, pero tampoco podía poner en riesgo a su hijo.

—No puedo arriesgarte a ti —dijo Sebastián, su voz ahora cargada de dolor.

El hombre lo observó con una mezcla de compasión y desafío.

—Si no enfrentas la oscuridad, lo perderás de todos modos. La conexión que tienes con él es lo que te da poder, pero también lo que te hace vulnerable. Necesitas entenderlo para protegerlo. La verdad está aquí, en esta habitación.

Sebastián sintió que las palabras del hombre resonaban en lo más profundo de su ser. La verdad que habían estado buscando no era solo sobre el vampirismo, la maldición que los consumía, sino sobre su relación, la conexión que existía entre ellos. Sin embargo, sabía que enfrentarse a esa verdad sería doloroso.

Con una determinación renovada, dio un paso hacia adelante.

—Está bien. Abriremos la caja. Pero lo haremos juntos. No quiero que te enfrentes a esto solo —dijo, mirando a Samael.

Samael sonrió, y por un instante, Sebastián vio el niño que había sido. La luz en su rostro le dio fuerza, y juntos se acercaron a la mesa.

Samael colocó la caja sobre la superficie, y el brillo del medallón y el libro se intensificó a medida que se acercaban.

—¿Qué debemos hacer? —preguntó Samael, su voz llena de emoción y un poco de miedo.

—Leamos el libro —dijo Sebastián, sintiendo que debía ser la primera acción que tomaran. Así podría ayudar a su hijo a comprender lo que estaba a punto de descubrir.

Samael asintió, abriendo cuidadosamente el libro desgastado. Las páginas eran viejas y frágiles, y cada palabra parecía estar impregnada de una sabiduría antigua. Mientras lo hojeaba, Sebastián se dio cuenta de que había más que solo instrucciones. Había historias, leyendas sobre vampiros y sus orígenes, así como rituales que podían ayudar a quienes habían sido tocados por la oscuridad.

—Mira, aquí —dijo Samael, deteniéndose en una página en particular—. Habla de un ritual que puede purgar la oscuridad. Dice que necesitamos estar unidos y aceptar la verdad sobre lo que somos.

Sebastián se inclinó para leer, sintiendo que el peso de las palabras caía sobre ellos.

—«Aquellos que han sido tocados por la sombra deben enfrentar la verdad que reside en su corazón. Solo a través de la aceptación de su oscuridad podrán encontrar la luz.»

Las palabras se repetian en su mente, y aunque sentía que cada frase era un reflejo de su lucha interna, también sentía que era un paso hacia la redención.

—¿Quieres hacerlo, Samael? —preguntó Sebastián, sintiendo que el destino de ambos estaba a punto de cambiar.

Samael lo miró, su expresión era una mezcla de determinación y miedo.

—Sí, papá. Quiero entender quién soy y qué debo hacer —dijo, su voz fuerte y clara.

Con un nudo en el estómago, Sebastián se preparó para el ritual. La decisión de enfrentar la verdad era aterradora, pero sabía que era lo único que podían hacer. La conexión que tenían era más fuerte que el miedo, y estaban a punto de descubrir lo que significaba realmente.

Ambos se posicionaron uno frente al otro, sosteniendo las manos. La atmósfera en la habitación comenzó a cambiar, una energía palpable llenando el aire mientras leían las palabras del ritual en voz alta.

—«Que la luz entre en nuestros corazones y la oscuridad se disuelva. Que la verdad sea nuestra guía y la esperanza nuestro refugio.»

A medida que pronunciaban las palabras, el aire se volvió denso. La caja comenzó a vibrar, y la luz del medallón resplandeció, iluminando todo a su alrededor. Sebastián sintió que una corriente eléctrica recorría su cuerpo, como si la conexión que compartía con su hijo se intensificara.

De repente, la habitación fue invadida por una luz cegadora, y una sensación de paz los envolvió. Sebastián cerró los ojos, sintiendo que el miedo comenzaba a desvanecerse. Era como si la oscuridad que había acechado en su corazón se estuviera desvaneciendo, dejando solo luz y claridad.

Cuando la luz se desvaneció, ambos abrieron los ojos, y el hombre que había estado en la habitación antes ahora los miraba con una expresión de respeto.

—Han dado un paso importante. La verdad es un camino difícil, pero también liberador. Ahora, estarán más preparados para enfrentar la oscuridad que se acerca —dijo el hombre, su voz profunda resonando en la habitación.

Sebastián se sintió renovado, como si una carga se hubiera levantado de sus hombros. Sabía que la lucha no había terminado, pero ahora había una chispa de esperanza. La conexión con su hijo había fortalecido su determinación, y juntos enfrentarían cualquier desafío que se les presentara.

—Gracias —dijo Sebastián, sintiendo que debía reconocer lo que el hombre les había ofrecido.

—Recuerden, la luz y la sombra son parte de lo que son. No tengan miedo de lo que han descubierto. Úsenlo para guiar su camino —dijo el hombre, antes de dar un paso atrás y desvanecerse en la penumbra.

El silencio llenó la habitación mientras Sebastián y Samael se miraban, la comprensión reflejada en sus ojos.

—Estamos listos, papá. —La voz de Samael era fuerte, y Sebastián sintió que la conexión entre ellos se había fortalecido aún más.

Y aunque el camino hacia adelante seguía siendo incierto, sabían que, juntos, podrían enfrentarlo.

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