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Capítulo III: Amigo invisible

El viaje comenzó temprano a la mañana siguiente, con padre e hijo a bordo del auto. Sebastián conducía en silencio, mientras Samael, sentado en el asiento trasero, mantenía una conversación fluida. No era con él, sino con su supuesto «amigo» Kesabel. Cada tanto, Sebastián miraba por el retrovisor, observando a su hijo, intrigado por la fuerza de su imaginación. ¿Qué tan poderoso debía ser el pensamiento de un niño para crear a alguien tan real? Decidido a saber más, Sebastián rompió el silencio.

—Samael, ¿quién es exactamente Kesabel? —preguntó, tratando de sonar casual.

El joven, que hasta ese momento hablaba animadamente, se quedó en silencio de golpe. Volteó hacia su costado, como si alguien estuviera allí, y luego miró a su padre con una expresión seria.

—Ya te lo he contado, papá. No hay nada nuevo que decir —respondió después de un momento, con una voz monótona, casi como si estuviera repitiendo algo que le hubieran ordenado decir.

Aquello puso en alerta a Sebastián. ¿Por qué su hijo reaccionaba de esa forma? No era un simple capricho infantil; había algo más oscuro detrás de esas conversaciones. La sensación de que algo andaba mal lo atormentaba.

Después de una parada en un restaurante cerca de la carretera —en la cual solo Samael comió, ya que a Sebastián la comida humana le repugnaba—, el viaje continuó. Samael se quedó dormido rápidamente, algo que le permitió a su padre relajarse. Aunque esa paz no duraría mucho.

No mucho después, en un desvío apartado de la carretera, Sebastián divisó un auto accidentado. Estaba chocado contra un árbol, y una mujer yacía en el suelo, estirando su mano con desesperación hacia la carretera. Su marido permanecía atrapado dentro del vehículo, inconsciente. La sangre salía de varias heridas, creando un charco a su alrededor.

Sebastián se apresuró a detener el auto. Aunque la tentación de la sangre fresca lo golpeó con fuerza, su instinto humano lo impulsó a ayudar. Pero en cuanto salió del coche y el olor de la sangre lo envolvió, algo en su interior despertó.

Sus ojos se tiñeron de un rojo intenso y el monstruo dentro de él reclamó su lugar. La mujer, al verlo, dejó escapar un grito desgarrador antes de desmayarse. El vampiro dentro de Sebastián no pudo contenerse, y en un abrir y cerrar de ojos, se abalanzó sobre ella, succionando toda su sangre sin dudarlo.

Cuando terminó con la mujer, su atención se dirigió al hombre dentro del coche. Sin embargo, la sangre de este era diferente. Sabía amarga, vieja, contaminada por medicamentos o por una vida sedentaria. No le dio la satisfacción que necesitaba, así que lo dejó con vida, aunque gravemente herido. Con la boca cubierta de sangre, Sebastián regresó al auto donde su hijo aún dormía plácidamente.

Por primera vez desde su conversión, Sebastián fue consciente de lo que había hecho, y lo más aterrador fue que no sintió arrepentimiento. Algo en él había cambiado. Su lucha interna se desvanecía, dando paso a la aceptación de su naturaleza monstruosa. La sangre humana, prohibida durante tanto tiempo, era un manjar del que no podía seguir privándose.

Pero mientras conducía de vuelta, algo inesperado sucedió. La mujer a la que había atacado se levantó del suelo, su cuerpo ahora animado por una fuerza que no comprendía. Sin saber cómo, recogió a su marido con una fuerza sobrehumana y se adentró en el campo cercano, enterrándolo en un hueco improvisado. No entendía qué era ella ahora, pero una cosa estaba clara: había dejado de ser humana.

Sebastián siguió conduciendo en silencio, ajeno a lo que había dejado atrás. No necesitaba dormir, pero su hijo, humano y agotado, sí lo hacía. Decidió parar en un pequeño hotel en medio de la nada para que Samael descansara en un lugar más cómodo. El hotel era lúgubre y desolado, atendido por un hombre regordete y desaliñado que apenas levantó la vista del libro que leía al momento de hacer el check-in.

Samael llevaba varias horas durmiendo cuando Sebastián decidió salir a buscar comida para su hijo. En el hotel no había servicio, así que tendría que ir a una pequeña tienda a cuarenta minutos de ida y vuelta. Era tarde, pero Samael seguía profundamente dormido. El vampiro decidió que sería mejor ir rápido, confiando en que su hijo no despertaría.

El camino hacia la tienda fue tranquilo, el silencio solo roto por el rugido lejano de motocicletas que cruzaban la carretera. La tienda estaba en un paraje desolado, y cuando Sebastián regresó al hotel, lo recibió el mismo silencio ominoso. Sin embargo, algo había cambiado. Varias puertas en el hotel estaban abiertas, y una sensación de peligro comenzó a instalarse en su mente. Aceleró el paso hacia la habitación.

Al llegar, Samael aún dormía. Sebastián se permitió un suspiro de alivio, pero no bajó la guardia. Algo estaba mal en ese lugar. Tomó la decisión de salir del hotel de inmediato. Samael, aún adormilado, lo siguió, sin entender por qué debían irse en medio de la noche.

Mientras conducían, Sebastián no dejaba de preguntarse por qué los eventos extraños lo seguían a todas partes. Sentía como si una fuerza invisible los persiguiera, siempre al acecho. Y entonces, desde el asiento trasero, Samael, con una sonrisa somnolienta, susurró:

—Kesabel dice que todo estará bien, papá.

Sebastián sintió un escalofrío recorrerle la espalda. No respondió. No podía. Solo apretó el volante y aceleró, alejándose lo más rápido posible de ese lugar.

Durante los días siguientes, padre e hijo apenas pararon. Se abastecieron de comida en una tienda rural y siguieron su camino sin detenerse en más hoteles. Sebastián no quería arriesgarse a quedarse en ningún lugar por mucho tiempo. Cuanto más se alejaban de la civilización, más solitarios eran los paisajes que atravesaban. El tercer día, la necesidad de sangre comenzó a hacerse insoportable para Sebastián. Cada vez que intentaba comer algo humano, su estómago lo rechazaba. Sabía que no podría aguantar mucho más sin cazar.

Cuando Samael se quedó dormido de nuevo, Sebastián aprovechó para estacionar el auto a un costado de la carretera y adentrarse en el bosque. Después de un rato, logró cazar dos venados. La sangre no era tan satisfactoria como la de los humanos, pero al menos calmó su sed por el momento. Sin embargo, al regresar al auto, no encontró a Samael.

El pánico lo invadió. ¿Dónde estaba su hijo? Pensó en lo peor: Caleb, el vampiro que lo había convertido, o quizás alguna de las criaturas que había creado, habían encontrado a Samael y se lo habían llevado. También pensó en Kesabel. ¿Era posible que ese amigo imaginario hubiese sido el responsable? Corrió por el bosque, llamando a su hijo desesperadamente, hasta que, finalmente, lo vio aparecer entre los árboles, caminando hacia él tranquilamente.

Samael explicó que se había despertado y, al no ver a su padre, salió a buscarlo. A partir de ese momento, el hijo le pidió a Sebastián que no lo dejara solo de esa manera. Y aunque Sebastián no confiaba del todo en la explicación de Samael, no tenía otra opción más que seguir adelante.

El viaje continuó sin grandes incidentes durante los dos días siguientes. Cada vez que avanzaban, el paisaje se volvía más desolado. Era como si estuvieran abandonando el mundo tal y como lo conocían. Incluso el clima parecía volverse en su contra, con una niebla espesa y aterradora que empezaba a envolverlo todo.

El quinto día, Samael, ya agotado de dormir en el auto, rogó a su padre que pararan en un hotel. Aunque Sebastián dudaba, terminó cediendo. Llegaron a un pequeño pueblo llamado Cloveford, donde la mayoría de las casas parecían cerradas y abandonadas. Sin embargo, encontraron una posada. Tocaron la puerta durante varios minutos hasta que, finalmente, una anciana salió y los invitó a pasar.

El lugar estaba en ruinas, sucio y malmantenido. La anciana los guio hasta una habitación sombría, y antes dedejarlos, les advirtió que había una puerta en la habitación que estabaprohibida. Sin embargo, no tenía llave, así que la decisión de entrar o noquedaba en manos de los huéspedes. Sobre la puerta prohibida, había un símbolooscuro que Sebastián no logró identificar.

Agradezco el tiempo que dedicas a leerme y si tienes comentarios para ayudarme a mejorar te agradeceré mucho.

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